Adelaida
Como pretendíamos, llegamos a Adelaida a comer. Teníamos solo esa tarde para visitarla, pero fue más que suficiente. No nos pareció nada especial. Tiene por supuesto muchas zonas verdes y una zona con mucho ambiente, pero lo que más nos gustó fue el Central Market. Está abarrotado a todas horas, y si se acude a última hora de la tarde, se puede conseguir comida a menor precio porque los puestos hacen ofertas para quitarse la mercancía de encima. La mitad del mercado se fusiona con Chinatown, con lo que en la zona de puestos para comer hay una mezcla de olores muy curiosa.
El resto de la ciudad está formada por calles cuadriculadas llenas de edificios más o menos modernos, algunos de estética victoriana. Cuenta, al igual que Melbourne, con un bus turístico gratuito (el 99C), en el que decidimos dar una vuelta completa para condensar nuestra visita.
El resto de la ciudad está formada por calles cuadriculadas llenas de edificios más o menos modernos, algunos de estética victoriana. Cuenta, al igual que Melbourne, con un bus turístico gratuito (el 99C), en el que decidimos dar una vuelta completa para condensar nuestra visita.
Kangaroo Island
De Adelaida parten todas las visitas guiadas a la isla Kangaroo. En general, las visitas duran uno o dos días. Nosotros nos habíamos decidido por la de dos, así que llenamos una mochila y nos plantamos en la estación de autobuses de Adelaida a las 6:15 de la mañana. Allí un autobús nos trasladó, tras 1 hora y 45 minutos de trayecto, a Cape Jervis, desde donde salía el ferry que en tres cuartos de hora nos cruzó a la isla. A nuestra llegada nos estaban esperando en un minibús con capacidad para 16 personas, que llevaba un remolque. Cuando estuvimos todos a bordo, nos pusimos en marcha. No sabíamos muy bien a qué tipo de excursión nos enfrentábamos. Cuando la contratamos, habíamos leído en la web que disfrutaríamos de la fauna y la flora de la isla y que visitaríamos los sitios más importantes. También que eran excursiones participativas y que se esperaba de nosotros que ayudáramos a poner y quitar la mesa, fregar los platos, etc.
Nuestra primera parada fue en una granja de ovejas. Nos quedamos un poco sorprendidos, porque por fauna habíamos entendido algo más exótico como canguros o koalas. Además, resultó que eran ovejas merinas llevadas desde España. ¿Habíamos ido a la otra parte del planeta a ver ovejas que teníamos al lado de casa?
Sin embargo la visita fue más entretenida de lo que cabía esperar. El dueño de la granja nos explicó en primer lugar cómo trabaja un perro ovejero; resultó realmente curioso ver cómo se las apaña con un simple silbido del dueño para agrupar a todas las ovejas y llevarlas dentro del establo. Una vez allí, nos mostró cómo se esquila una oveja. Contó que normalmente tardaba unos tres minutos y medio, pero ese día tardaría un poco más, porque nos explicaría cómo se hace para sacar toda la lana de una pieza. En Kangaroo Island tienen una población de ovejas cuya proporción es de 125 ovejas por cada habitante de la isla. Así pues, es un sector muy importante para ellos. También nos dijo que tienen escasez de esquiladores y que es un trabajo duro pero muy bien remunerado. Lo decimos por si alguien se anima…
Después nos llevaron a comer. Paramos en un centro de visitantes donde en la parte de atrás había unas mesas con unas sillas y una pila. Allí el guía-conductor (un tipo majísimo que presumía de ser un espécimen sin igual: la cuarta generación de su familia que nacía y vivía en la isla) sacó comida y bebida del remolque y nos hicimos unos sándwiches y unas ensaladas.
En ese sitio tenían un canguro al que estaban cuidando. Al parecer, un coche atropelló a la madre cuando era casi un recién nacido; lo habían encontrado medio muerto de hambre y habían decidido quedárselo.
Cuando fregamos y guardamos en su sitio todos los enseres que habíamos sacado del remolque nos pusimos en marcha para el siguiente contacto con la fauna.
Nuestra primera parada fue en una granja de ovejas. Nos quedamos un poco sorprendidos, porque por fauna habíamos entendido algo más exótico como canguros o koalas. Además, resultó que eran ovejas merinas llevadas desde España. ¿Habíamos ido a la otra parte del planeta a ver ovejas que teníamos al lado de casa?
Sin embargo la visita fue más entretenida de lo que cabía esperar. El dueño de la granja nos explicó en primer lugar cómo trabaja un perro ovejero; resultó realmente curioso ver cómo se las apaña con un simple silbido del dueño para agrupar a todas las ovejas y llevarlas dentro del establo. Una vez allí, nos mostró cómo se esquila una oveja. Contó que normalmente tardaba unos tres minutos y medio, pero ese día tardaría un poco más, porque nos explicaría cómo se hace para sacar toda la lana de una pieza. En Kangaroo Island tienen una población de ovejas cuya proporción es de 125 ovejas por cada habitante de la isla. Así pues, es un sector muy importante para ellos. También nos dijo que tienen escasez de esquiladores y que es un trabajo duro pero muy bien remunerado. Lo decimos por si alguien se anima…
Después nos llevaron a comer. Paramos en un centro de visitantes donde en la parte de atrás había unas mesas con unas sillas y una pila. Allí el guía-conductor (un tipo majísimo que presumía de ser un espécimen sin igual: la cuarta generación de su familia que nacía y vivía en la isla) sacó comida y bebida del remolque y nos hicimos unos sándwiches y unas ensaladas.
En ese sitio tenían un canguro al que estaban cuidando. Al parecer, un coche atropelló a la madre cuando era casi un recién nacido; lo habían encontrado medio muerto de hambre y habían decidido quedárselo.
Cuando fregamos y guardamos en su sitio todos los enseres que habíamos sacado del remolque nos pusimos en marcha para el siguiente contacto con la fauna.
En esta ocasión les tocó el turno a los leones marinos de Seal Bay Conservation Park. Allí nos recibió una guía oficial del parque con la que dimos un paseo por la playa, mientras nos daba las correspondientes explicaciones sobre cómo viven dichos animales.
Después hicimos una parada totalmente lúdica. Se trataba de lo que llaman Little Sáhara, y son unas enormes dunas de arena del estilo de las del desierto del Sáhara. Tras conseguir ascender a la duna más alta, nos tiramos en unas tablas tipo snowboard duna abajo. La experiencia fue de lo más divertida. Eso sí, se nos llenaron de arena hasta los pensamientos.
Antes de dirigirnos al campamento donde dormiríamos hicimos una parada para observar koalas. Tuvimos la suerte de ver varios, dos de ellos con sus crías agarradas a la espalda, que conformaban una imagen de lo más tierna.
Después hicimos una parada totalmente lúdica. Se trataba de lo que llaman Little Sáhara, y son unas enormes dunas de arena del estilo de las del desierto del Sáhara. Tras conseguir ascender a la duna más alta, nos tiramos en unas tablas tipo snowboard duna abajo. La experiencia fue de lo más divertida. Eso sí, se nos llenaron de arena hasta los pensamientos.
Antes de dirigirnos al campamento donde dormiríamos hicimos una parada para observar koalas. Tuvimos la suerte de ver varios, dos de ellos con sus crías agarradas a la espalda, que conformaban una imagen de lo más tierna.
Para cenar, el guía-conductor nos preparó una barbacoa de lo más selecta, con ensaladas para acompañar, mientras el resto nos dábamos una duchita reponedora y eliminadora de arena.
Tras la cena, hicimos una salida nocturna para observar wallabies, animales de la familia de los canguros, pero más chiquititos. Nos cargamos con unas linternas y estuvimos viendo montones de estos animalillos.
Tras la cena, hicimos una salida nocturna para observar wallabies, animales de la familia de los canguros, pero más chiquititos. Nos cargamos con unas linternas y estuvimos viendo montones de estos animalillos.
A la mañana siguiente fuimos al Flinders Chase National Park, donde empezamos visitando las Remarkable Rocks, grandes rocas de granito erosionadas que tienen unas formas de lo más “remarcable”. Después fuimos al Admirals Arch, que es un enorme arco formado por las olas y que está plagado de focas de Nueva Zelanda. Tras observar un rato a las simpáticas focas tocó la hora de la comida, donde nuestro amigo nos cocinó unos wraps de pollo con hierbas aromáticas muy apetitosos.
Con esto, dio por concluida nuestra excursión, y nos llevó al ferry para nuestra vuelta a Adelaida. Fue un fin de semana tremendamente entretenido y variado; desde luego es una excursión que recomendamos a todos aquellos que vayan a visitar esas tierras (y esa zona).