Como he comentado en la etapa anterior, este es el recorrido que hicimos el décimo día de nuestro viaje, por la tarde, al volver de la ruta a la Brecha de Rolando. Lo más apropiado hubiera sido aprovechar aquella espléndida tarde de sol para ir hasta el pico Midi de Bigorre, con lo que hubiésemos tenido unas vistas excepcionales aseguradas. Sin embargo, teníamos 52 kilómetros hasta allí (más de hora y media de trayecto en coche), para luego retroceder hasta Gedre, donde nos alojábamos esa noche. Y, a lo peor, no llegábamos a tiempo del último teleférico. En fin, que no. Así que decidimos acercarnos hasta Gavarnie, que lo teníamos a 11 kilómetros, poco más de veinte minutos en el coche. De ese modo podríamos quitarnos del programa la caminata hasta el Circo de Gavarnie, que, teníamos entendido, es una ruta fácil y cómoda, de unas tres horas de duración.
Bajando el Col de Tentes hacia Gavarnie nos encontramos con un nutrido grupo de vacas que reclamaban su derecho preferente de paso por la carretera como vecinas privilegiadas de la zona. Lamentablemente, siempre hay gente presurosa y nada cívica al volante que no tenían el menor escrúpulo en adelantar imprudentemente en semejante situación.
CIRCO DE GAVARNIE (RUTA A PIE).
La ruta a la Brecha de Rolando desde el Col de Tentes está bastante concurrida, pero no tiene nada que ver con la del Circo de Gavarnie. La de la Brecha tiene sus dificultades incluso en el momento más propicio por la climatología, mientras que la de Gavarnie es la caminata clásica de esta zona pirenaica, realmente bella y apta para todo el mundo. Llegamos pasadas las cinco de la tarde, los aparcamientos estaban casi a tope, pero se empezaban a ver algunos huecos, algo impensable por la mañana. De ese modo pudimos dejar el coche bastante próximo a la calle principal del pueblo de Gavarnie, al que no se puede acceder salvo que se sea residente o se esté alojado desde principios de junio hasta mediados de septiembre. Naturalmente, el aparcamiento, enorme, es de pago y tiene un precio de 5 euros por día completo.
Reconozco que fue un acierto ir por la tarde porque por la mañana aquello debió de ser un auténtico caos por la aglomeración de gente. Estábamos en la tercera semana de julio y se notaba. A esa hora nos cruzamos con una verdadera riada de gente que venía del lugar al que nosotros nos dirigíamos, lo cual no era una mala noticia. Gavarnie es el típico pueblo turístico, tanto en verano como en invierno, lleno de tiendas, bares, restaurantes, apartamentos, etc., cuyo encanto reside en su emplazamiento excepcional, con el circo y su cascada a plena vista, que por sí mismo te llena los ojos y te alegra el espíritu. Por eso este lugar está tan concurrido, porque el objetivo final está frente a la mirada de quienes se sientan tranquilamente en una terraza o en un banco del pueblo a tomarse un refresco o a descansar.
El circo de Gavarnie es el más conocido de los tres circos glaciares del valle de Gavarnie-Gedre (los otros son el de Troumouse y el de Estaube). Tiene una circunferencia de 6,5 kilómetros y su pared más alta se eleva a los 1.500 metros. La cascada tiene una caída de 423 metros en dos saltos, uno de los cuales alcanza los 281. Aunque en muchos sitios se la cataloga como la más alta de Europa, eso no es cierto ya que hay 16 cascadas en Noruega que superan dicha altura y la de Röthbach en Alemania tiene 470 metros. Sin embargo, sí es la cascada más alta de Francia.
Datos de la ruta:
Distancia: 11 kilómetros (recorrido total, ida y vuelta por el mismo camino).
Tiempo: 3 horas y 20 minutos (sin paradas y a buen ritmo).
Dificultad: fácil.
Desnivel: 385 metros.
Altitud máxima: 1.750 metros.
Salimos del pueblo y empezamos a caminar siguiendo el curso del río, que se cruza en varios puntos. De frente, siempre llevamos la imagen del circo y la cascada, alimentada por la fusión de la nieve de un glaciar y que da origen al río Gave de Pau.
El Puente de Broule aparece aproximadamente al cuarto de hora y el de Nadau a unos veinticinco minutos de caminata, que al principio es bastante cómoda, con un desnivel casi inapreciable y por una pista amplia.
Cuando el sendero se interna en el bosque empieza a picar hacia arriba que da gusto. Menos mal que los árboles nos protegían del intenso sol porque el calor y las horas de caminata que llevábamos a cuestas nos empezaban a pasar factura.
Las vistas desde las inmediaciones del Hotel del Circo y la Cascada eran espectaculares, teniendo en cuenta también las cascadas que forma el río y que cuesta trabajo integrar en las fotos junto al fondo del circo, además con la incómoda luz de la tarde que empezaba a caer. Por cierto que el hotel está cerrado, pero alberga un quiosco de bebidas que agradecimos bastante.
Quizás las fotos más bonitas se toman en la llamada pasarela del Circo, si bien el paisaje de fondo, aunque sumamente bello, no dejaba de ser el mismo que habíamos tenido frente a nosotros desde el principio aunque ya cada vez más cerca y contemplando además de la más alta, otro gran número de cascadas deslizándose por las paredes de roca. Sin embargo, llevábamos demasiado tiempo caminando y lo notábamos. Estábamos muy cansados.
En cualquier caso, una ruta imprescindible en la zona y muy asequible para todo el mundo.
Cuando volvimos al coche, miré el reloj y vi que llevábamos 29 kilómetros de caminata esa jornada. Estábamos agotados y teníamos ganas de llegar cuanto antes a nuestro alojamiento en Gedre, una pequeña población que afortunadamente teníamos apenas a 8 kilómetros de distancia y que habíamos cruzado por la mañana, viniendo desde Luz Saint-Sauver.
GÈDRE.
Elegí este lugar para pernoctar porque fue el único que encontré libre en una zona cercana a las rutas de Gavarnie y de la Brecha. Tuve que alterar el itinerario y a la hora de volver a reservar estaba casi todo ocupado, así que me quedé con el Logis Hotel de la Brèche de Roland, un tres estrellas que ocupa una antigua casona del siglo XVIII rehabilitada. La habitación muy bonita y confortable y, además, nos encontramos con la sorpresa de que desde la habitación no solo teníamos una vista preciosa del pequeño pueblo sino también de la ¡Brecha de Rolando!. ¡Vamos, tanta caminata y la teníamos enfrente, a un metro de la cama!
El bonito pueblo de Gèdre.
Y las vistas de la Brecha de Rolando y el Tallon desde la ventana de nuestra habitación. Impresionante.
Y las vistas de la Brecha de Rolando y el Tallon desde la ventana de nuestra habitación. Impresionante.
Nos quedamos a cenar en el restaurante del hotel, que ofrecía un menú de productos locales a muy buen precio. Todo estaba buenísimo y, además, en una terraza con vistas a la Brecha... ¿Qué más podíamos pedir?
Después de cenar fuimos a dar una vuelta por el pueblo, pero terminamos enseguida porque es muy pequeño y, además, estábamos agotados.
Vistas nocturnas de Gèdre.
Gèdre iluminado desde nuestra habitación del hotel.
Gèdre iluminado desde nuestra habitación del hotel.