Nos levantamos sobre las seis y media de la mañana. La tripulación del barco ya se había puesto en marcha. A las 9 teníamos la siguiente visita a la estación de alimentación, y teníamos todavía bastante camino por hacer. Sobre las siete nos sirvieron el desayuno y sobre las ocho llegamos a la estación. Pudimos acceder un poco antes de que empezase y vimos algún que otro orangután.
El guía llegó puntual a las 9 y puso la comida sobre los tablones. Esta vez se acercaron bastantes orangutanes, más que el día pasado.


Estuvimos aproximadamente una hora haciendo fotos hasta que decidimos volver al barco. Teníamos que subir lo que quedaba de río y el en el siguiente punto les daban de comer a las dos. Además, Adi nos había dicho que en esa estación haríamos una excursión de 45 minutos por la selva.
Sobre las 12 nos sirvieron la comida, y sobre las 12:45 estábamos ya caminando por la selva. La verdad es que pese a no ver animales en todo el trayecto, la experiencia es espectacular. El tamaño de los árboles, los constantes ruidos y la inocencia de seguir buscando entre las ramas aunque no hayas visto nada en la media hora anterior.
Os dejo una imagen del tamaño de algunas hormigas.

Finalmente, unos metros antes de llegar al desvío de la estación, vimos un orangután macho enorme a nuestra altura. Aprovechamos que estábamos solos para hacerle fotos hasta que finalmente se fue.
Entramos en la estación de alimentación y vimos un gibón. Este tipo de monos es bastante más difícil de ver. Estaba en una de las ramas esperando a que sirviesen la comida.

Por los árboles cercanos, se podía ver gran cantidad de orangutanes que estaban también esperando. Tuvimos la posibilidad de acercarnos bastante a un ejemplar joven que estaba posando para todas las cámaras del lugar y hacerle todas las fotos que quisimos.

Poco antes de las dos, un gran macho (el macho dominante) comenzó a acercase a los tablones de madera mientras zarandeaba todos los árboles de los que se colgaba.
A las dos, llegaron los guías puntuales, y casi una decena de orangutanes (la mayoría con sus crías), bajó a alimentarse. El gibón aprovechó su agilidad para coger tantos plátanos como pudo y subirse a una rama a comérselos. Repitió varias veces la operación el tiempo que estuvimos allí.
Estuvimos alrededor de una hora y media haciendo fotos y viéndolos. Sabíamos que esta era la última vez que los veíamos y queríamos aprovechar.

Finalmente, regresamos al barco.
Esa noche dormiríamos prácticamente al comienzo del parque natural. La razón era que la aerolínea Lion Air, con la que teníamos los vuelos de salida de Kalimantan, estaba últimamente realizando muchos cambios de última hora. Como llevábamos dos días en la selva sin noticias del exterior no sabíamos si había habido algún cambio en los vuelos. Adi nos comentó, que un par de días antes a una pareja española les habían adelantado el vuelo a las siete de la mañana, y como no habían podido comprobar el estado del vuelo lo perdieron pues llegaron a la ciudad pasada esa hora.
Por ello nos acercamos a la entrada del parque donde ya había conexión al 4G.
Comprobamos que no había modificaciones, nos duchamos y esperamos a que nos sirviesen la cena.
Había atracado el barco en un punto bastante curioso, donde al caer la noche se encendieron decenas de luciérnagas sobre las palmeras.
Tras acabar la cena, pasamos nuestra última noche en el parque de Tanjung Puting.
Comentar que las comidas han sido excepcionales, todas ellas diferentes e increíbles. Adi nos comentó que la cocinera había trabajado de chef en una empresa de que organizaba banquetes de bodas. Ella era la responsable pero por la pandemia se había quedado sin trabajo.
Se notaba su experiencia y era capaz de tan solo con dos rudimentarios fuegos llevar a la mesa cinco platos calientes.