21º día: ALAVERDI-TBILISI
Hoy abandonamos Armenia; los dueños de la casa de huéspedes llaman por teléfono al conductor de la marchrutka para que se detenga frente a la casa, y tras desayunar nos preparamos para abordarla. La frontera está muy cerca, pasamos el control de inmigración y allí se rompe mi pasaporte, que de tanto forzarlo para pasarlo por las lámparas de rayos ultravioleta ha acabado por despegarse de sus tapas. Esto me costará tener que dar unas cuantas explicaciones antes de volver a España y además me obligará a renovarlo mucho antes de la fecha de caducidad; pero así es la vida del trotamundos, qué le vamos a hacer…
Cuando salimos de la caseta de inmigración vemos que nuestra marchrutka sigue su camino por la carretera hacia Tbilisi, de modo que nos han confundido o hemos entendido mal, creyendo que sólo iba hasta la frontera… En fin, la cosa ya no tiene remedio y optamos por negociar con uno de los taxistas que pululan por allí. Rebajamos el precio hasta 35 GEL (nos sobra moneda georgiana de la etapa anterior del viaje) pero al llegar a la capital el astuto azerí que conduce el taxi nos dice que por esa tarifa sólo va hasta la parada de Ortachala (cosa que en el fondo tiene cierta lógica) y que para llevarnos al hotel tenemos que pagarle los 40 GEL que pedía.
Nos alojamos en el mismo hotel de la visita anterior, el David (60€ con desayuno) y después de descansar un rato nos vamos a comer un delicioso ojakhuri (sofrito de patatas y carne) cerca del Ayuntamiento. Paseamos por el bulevar Rustaveli en busca de tiendas (que no abundan precisamente) y al anochecer quedamos con Antonio y Nelly para cenar. Nos llevan a otro local del Puente de Dagomir que se llama Taglaura; es una fábrica de cerveza y no está orientado al vino, por eso no vemos a los grupos ejecutar sus ceremoniosos brindis, pero el ambiente está muy animado de todos modos. Después nos vamos en busca de bares con música en vivo a una zona de calles estrechas cercana a la Rustavelis moedani; muchos de los bares están que no cabe un alfiler, al final nos acomodamos en uno que dispone de mesas y escuchamos a una banda bastante buena cuya vocalista ejecuta versiones electrizantes, imitando a Janis Joplin a base de alaridos orgásmicos.
22º día: TBILISI
Último día de viaje. Hoy es 6 de mayo y por aquí celebran la festividad de San Jorge (en nuestro país es el 23 de abril) ; las iglesias están concurridas, pero nada que ver con lo que vimos durante la Paska.
Cruzamos caminando despacio todos los barrios antiguos y acabamos subiendo la cuesta que lleva a la moderna catedral de Tsaminda Sameba (Santísima Trinidad), que en esta ocasión podemos admirar con tranquilidad. La iglesia es de planta de cruz griega y está rodeada por amplias terrazas limitadas por balaustradas, todo ello de un blanco resplandeciente. La nave central es altísima pero no es el único espacio de culto ya que en el subsuelo hay dos plantas más. Todos los iconos, pinturas y esculturas parecen de factura reciente pero no por eso son menos deslumbrantes; nos llama la atención un enorme ejemplar de los Evangelios que se exhibe en una urna de cristal: está fabricado en un estilo típicamente medieval, con hojas de pergamino decoradas con letras de colores y miniaturas exquisitamente pintadas y las tapas son de piel repujada e incrustada de oro y pìedras preciosas.

La deslumbrante Catedral de la Trinidad
Almorzamos en Dzveli Sakhli y al salir vemos el rastrillo y mercado de arte que se extienden por un parque junto al río. La calidad de las obras nos parece un poco inferior a lo que vimos en Erevan pero aún así compramos un par de buenos cuadros. Pasamos las últimas horas descansando en el hotel y pedimos un taxi para ir al aeropuerto a las 02h00. La mayoría de vuelos internacionales que recalan en Tbilisi lo hacen a esas horas intempestivas, alguien sabrá el porqué.
En Praga repetimos la excursión en bus-Metro hasta el centro histórico y como apenas son las 7h nos vemos recompensados con la rarísima visión de las calles del Hrad y el Puente de Carlos totalmente vacíos de turistas.