Día 1 de agosto AKUREYRI-EIDAR (340km)
Antes de hacer todos estos kilómetros, y con la perspectiva de no parar mucho por el camino, decidimos irnos a las piscinas Nature Bath que habíamos visto el día anterior cerca del lago de Myvatn. Ese lago semi natural de agua caliente.
Cogimos los bañadores y como el que entra a la piscina pública nos cambiamos en los vestuarios y nos vamos a la “pisci”, echaba humo y olía a huevos podridos que apestaba, pero oye, la gente parecía feliz dentro, así que nos animamos a ir para dentro.
Dielen y yo entramos las primeras, las más valientes, nos siguió Jose que también se atrevió rápido, la verdad es que el agua estaba tan caliente, que impresión ninguna. Nacho se quedó haciendo la foto de rigor, y cuando estaba bajando la rampa para meterse en la piscina, zassssss, se oye un chapoteo, se vacía la mitad de la piscina, nos dimos la vuelta para ver que había pasado, y era Nacho que se había resbalado con el barro que había en el fondo de la piscina, que la gente lo usaba incluso, para hacerse un peeling, y se había pegado una ostia de campeonato.
Después de comprobar que no se había abierto la cabeza y de las consabidas risas, pasamos a disfrutar del agradable baño de agua caliente, en el exterior habría unos 15 grados, así que se notaba un gran contraste cuando sacabas los brazos del agua.
Fue un baño muy agradable que repetiría con gusto en cualquier ocasión.
Salimos del agua, recogimos nuestras pertenencias, ya que había que quitarse todas las joyas, pues esa agua debía corroer hasta lo incorruptible y seguimos la marcha.
Nos vamos buscando la cascada Hengifoss, está en lo alto de una montaña y es un gran chorro de agua que cae sobre un acantilado de color rojo y negro, el ascenso hasta la cascada es bastante duro, ya que hay que dejar el coche en un aparcamiento al lado de la carretera y ascender toda la ladera hasta llegar a la cascada, la peor situada de todas las de Islandia, que hasta ahora no habíamos tenido que hacer grandes escaladas para llegar a ellas.
En el camino pasábamos por unos acantilados de gran altura que daban un vértigo impresionante, casi me doy la vuelta.
Pero la subida se compensa viendo otra bonita cascada Islandesa.
Cogimos los bañadores y como el que entra a la piscina pública nos cambiamos en los vestuarios y nos vamos a la “pisci”, echaba humo y olía a huevos podridos que apestaba, pero oye, la gente parecía feliz dentro, así que nos animamos a ir para dentro.
Dielen y yo entramos las primeras, las más valientes, nos siguió Jose que también se atrevió rápido, la verdad es que el agua estaba tan caliente, que impresión ninguna. Nacho se quedó haciendo la foto de rigor, y cuando estaba bajando la rampa para meterse en la piscina, zassssss, se oye un chapoteo, se vacía la mitad de la piscina, nos dimos la vuelta para ver que había pasado, y era Nacho que se había resbalado con el barro que había en el fondo de la piscina, que la gente lo usaba incluso, para hacerse un peeling, y se había pegado una ostia de campeonato.
Después de comprobar que no se había abierto la cabeza y de las consabidas risas, pasamos a disfrutar del agradable baño de agua caliente, en el exterior habría unos 15 grados, así que se notaba un gran contraste cuando sacabas los brazos del agua.
Fue un baño muy agradable que repetiría con gusto en cualquier ocasión.
Salimos del agua, recogimos nuestras pertenencias, ya que había que quitarse todas las joyas, pues esa agua debía corroer hasta lo incorruptible y seguimos la marcha.
Nos vamos buscando la cascada Hengifoss, está en lo alto de una montaña y es un gran chorro de agua que cae sobre un acantilado de color rojo y negro, el ascenso hasta la cascada es bastante duro, ya que hay que dejar el coche en un aparcamiento al lado de la carretera y ascender toda la ladera hasta llegar a la cascada, la peor situada de todas las de Islandia, que hasta ahora no habíamos tenido que hacer grandes escaladas para llegar a ellas.
En el camino pasábamos por unos acantilados de gran altura que daban un vértigo impresionante, casi me doy la vuelta.
Pero la subida se compensa viendo otra bonita cascada Islandesa.
Seguimos el camino y vamos entrando en los fiordos del este, la carretera continua pero nos vamos metiendo por pistas que nos llevan hasta cada uno de los fiordos, el primer fiordo fue Seydisfjordur, para entrar en los fiordos había que atravesar la cordillera paralela a la costa, entonces las carreteras se convertían en un subir y bajar montañas, hasta llegar al mar. En este fiordo llegabas a un pueblo, bastante grande para los pueblos que habíamos visto hasta ahora, con un gran puerto.
Desandamos el camino y pasamos al siguiente fiordo que era Mjoifjordur, otro subir y bajar de carretera hasta llegar al fiordo.
Según bajábamos al fiordo encontramos este lago con el trio característico de ovejas islandesas.
El último que vimos fue Eskifjordur, la peculiaridad de este fiordo es que el camino sinuoso estaba lleno de cascadas, que paramos a fotografiar en cada vuelta.
Después de tantas curvas y subir y bajar llegamos al hotel Edda en Eidar un pueblo cercano a Egilsstadir que es una de las ciudades grandes de Islandia, teniendo en cuenta que aquí grande tampoco quiere decir tanto. Pero es donde se aloja la gente que viene de los cruceros que llegan al puerto cercano y que vienen de Dinamarca, Noruega y las Islas Feroe. También hay una gran fábrica de pescado abandonada.