Aurangabad: Las cuevas de Ajanta y Ellore ✏️ Travel Journeys of India

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7/02
Aurangabad

7:00 Llegamos a la estación y enseguida multitud de rickhaw quieren llevarnos. Cogemos uno que nos deja en el hotel Shree Maya, R-27, cerquita de la estación de trenes, 30.
Desayunamos en lo que hacemos en check in, (a las 9:00), tostadas, huevos y cafés, 180.
Estamos ya en la provincia de Maharashtra.
10:00 Salimos hacia las cuevas de Ajanta, que están a 125 km y negociamos un taxi, junto a un yanqui y a Maitena y Andoain, 1200.
Gastos de autopista y varios hasta entrar en las cuevas:
20 autopista
28 hasta el bus que te sube a las cuevas
20 mapa y 15 agua
12:26 El bus que hace los cuatro km hasta las cuevas va llenísimo.
Las cuevas, que en sí no son cuevas, si no agujeros excavados en la roca viva, son impactantes. La dura roca deja paso a bonitos relieves y formas encantadoras.
Unas cuevas son grandes, otras más pequeñas pero todas bonitas y con su encanto particular. Hay alguna que está a medio terminar. Y aunque a priori, todas parecen iguales, son todas diferentes.
Están en la cara de una hoz que forma el rio con la montaña, dándole forma de herradura. Y están llenas de locales que vienen en grupo o en familia o colegios de niños y niñas. Lo que hace que el lugar tenga vida. Además se agradece la temperatura interior (más baja) ya que fuera, donde no hay sombra, el sol cae bien a plomo.
Aunque están un poco lejos, bien merece la pena una visita a este lugar tan carismático.
15:30 Tres horas después, salimos para el hotel, muy contentos de haber hecho esta salida.
16:40 Llegamos al hotel (480 total por el taxi).
Quedamos en recepción con los vascos y nos quedamos a cenar en el hotel, pollo, chapati y noodels, cerveza del país (que no vale nada). Por la cerveza pagamos 80, el resto cuando hagamos el check out.
Salimos a dar una vuelta y a buscar un cajero para sacar dinero y encontramos a un muchacho con el que pegamos una charla de un buen rato. Le damos el e-mail y nos vamos a dormir.

10/02

9:30 Duchita y a desayunar.
Vamos a la estación de trenes a reservar el viaje hasta Bombai, hay una cola hasta la calle, pero hay prioridad en taquilla y en 20 minutos estamos fuera.
Rickhaw hasta buscar un banco, 40, cola 20.
Hemos estado en un banco más de media hora para que nos cambiaran 100 €, 6210 rupees.
13:15 Salimos en bus hacia las cuevas de Ellore, que están más cerca que las de Ajanta, 30. El billete 40 y las colas y casi codazos para subir al bus son monumentales.
14:05 Llegamos a una zona montañosa, donde están las cuevas. Los únicos que nos hemos bajado aquí, nosotros y un guiri que va solo.
La entrada 500.
En seguida se accede a las cuevas, la primera que hay es la nº 16. Esta cueva es impresionante y al final nos ha costado casi todo el tiempo en ella. Es grandísima, la mayor construcción monolítica del mundo; tardaron 7000 personas, 150 años. Es espectacular, llena de salas y patios, de relieves, (algunos muy deteriorados) hermosísimos con tema exclusivo hindi. Shiva, Visnu y Brama no son los únicos protagonistas, Ganesa y los demás dioses y diosas ocupan su sitio por todas partes. Dragones, garudas y demás seres de la mitología y de la religión hindú, llenan paredes, columnas y estancias.
Hay muchos murciélagos y hay salas que tienen un fuerte olor a guano.
Las demás cuevas son bonitas, pero quedan a la sombra de esta.
Después de un rato, los vascos se han quedado atrás y hemos ido con Tom, el guiri a terminar de ver el resto, pero no ha sido posible; las últimas estaban muy lejos.
18:00 De vuelta a la ciudad, en un jeep lleno de gente, que va parando; dejando y cogiendo gente. A nosotros nos ha cobrado 25 por cabeza. 50.
19:25 Llegamos a Aurangabad y cogemos dos rickhaw, por 20, donde nos metemos cinco, nosotros cuatro y un coreano muy callado. Otros gastos, una geoda, 50.
20:00 Quedamos con Tom y los vasco para cenar. Cerca del hotel hay un restaurante donde hemos repuesto fuerzas a base de bien.
Arroz, alo pati, dal, rollitos, y platos con nombres raros pero deliciosos, todo por 250 (nuestra parte). Después hemos terminado la noche con unos chais en un garito que estaba cerrando, 20.
Nos despedimos de Tom, nos damos los e-mails y nos vamos al hotel a hacer el check out; ya nos querían cobrar de más 300. Al final pagamos 1405, donde 880 son de habitación y 475 de cenas y desayunos.

11/02

4:45 Diana, recoger todo y a la estación de trenes.
6:00 El tren va lleno hacia Bombay.
En el vagón hay mucho ajetreo de vendedores de la compañía del tren que ofrecen chai, café, pani (agua) y dulces y salados; a cada minuto pasa alguno a grito pelado. La gente habla animadamente a la vez que, fuera, clarea el día.
8:45 Un cafelito en el tren, 10, calienta un poco el cuerpo. Cogemos también caramelos y chicles, 30.
Los campos que atravesamos están verdes, sembrados de cereales y plantaciones grandes de parra de buena altura. Contrasta con los áridos y ocres que se veían en el Rajastán.
Ahora pasa barriendo el suelo, con una diminuta escobilla hecha de paja seca, un niño de no más de 7 años. Va agachado y el pantalón roído y agujereado a la altura de las rodillas; el vendedor de turno le deshace el montón que ha logrado reunir en un rato de laborioso y sufrido silencio. India tiene estos contrastes.
Después viene otro niño, de edad parecida, con la cara pintada con grandes coloretes rojos y un negro bigote de forzudo de circo; en la cabeza puesto un sombrero del que cuelga una cuerda larga que lleva en el extremo una bola del tamaño de una pelota de golf (que hace girar moviendo acompasadamente la cabeza). Al público, eventual, le hace gracia pero son pocos los que agradecen el esfuerzo; su pequeño sombrero sigue vacío después de la actuación; pasa al siguiente vagón, donde repetirá su pequeña pero elegante actuación.
La vida sigue, al igual que el viaje.
El siguiente en aparecer (en este teatro increíble que es la India) es otro menor que ofrece su pericia con los betunes y cepillos por una moneda. Es un limpiabotas, que aunque joven, sobradamente preparado para el mercado de los oficios más humildes.
Aquí en India, las castas están tan relacionadas con los oficios, como lo están con el poder o el dinero. Dejando los más costosos, laboriosos, engorrosos, molestos y desagradables a los de menor situación social; la casta más baja. Situación denunciada por el propio gobierno, quien intenta abolir esta práctica tan extendida como antigua.
En India todo funciona sin funcionar, sin que parezca haber un orden lógico o tan siquiera parezca haber orden, pero ahí está, todo en su sitio; aunque a nuestros ojos no sea el sitio correcto o justo.
12:00 Afueras de Bombay, Mumbay dicen aquí. Las chabolas van dando paso a los grandes edificios, destartalados, agrietados y sin casi pintura. Los arrabales de Mumbay son como los de cualquier ciudad de Asia, son recogederos de suciedad y agonías, de esperanzas que nunca se verán cumplidas y de futuros que nunca fueron tales. Son los pilares, vergonzosos, de las sociedades de consumo, que para prosperar tienen que generar pobreza y riqueza a partes iguales.
Y ves pasar trenes, donde las mujeres van separadas de los hombres y estos de los pacientes de cáncer o los discapacitados, en un intento de dar algún orden y sentido a los actos que no los tienen. Cosas como estas te hacen recapacitar, sobre el por qué de las cosas. Que poco nos separa de ir en esos trenes.
Hace calor y empezamos a notar la humedad y el cansancio de estos días de poco dormir.
La basura se amontona en cada rincón y crecen vertederos en cualquier pequeña depresión del terreno.
Llegando a Mumbay cesan de pasar los vendedores del tren y entran en escena os siguientes; con juguetes, relojes, pelotas, mapas y un sinfín de géneros diferentes; charlatanes, mendigos.
El viaje en estos trenes es toda una experiencia, sin duda.
12:50 llegamos a la antigua Estación Victoria, hoy la Toda ella una obra de arte.

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