Por fin había llegado el día. Hoy visitaríamos Glacier Bay, el motivo por el que habíamos elegido el Island Princess, y uno de los motivos por los que nos habíamos animado a hacer un crucero además de la visita a Alaska por tierra. Y por qué?, os preguntaréis; después de más de dos semanas viendo glaciares por todas partes, qué podía tener de especial este día para llamarnos tanto la atención? Pues sencillamente porque Glacier Bay National Park es la joya del Inside Passage (la zona sureste de Alaska que visitan los cruceros), una auténtica maravilla que pocos tienen la suerte de visitar, ya que sólo unas pocas navieras tienen permiso para entrar (y solo dos cruceros pueden entrar al día). En cambio, los cruceros caros carísimos en barquitos pequeños con poca gente no se lo pierden: por algo será. Lo nuestro fue una visita fugaz, de apenas unas horas, viendo solo una pequeña parte y sin bajar del barco, pero los afortunados que lo visitan en uno de esos barquitos/expedición pueden hacer kayak por sus aguas o incluso bajar y explorarlo a pie. También hay unos pocos atrevidos que llegan por sus propios medios desde Juneau a Gustavus, donde hay un aeropuerto y se encuentra el centro de visitantes, y hacen base allí para explorar el parque con excursiones en barco. A mí me hubiera encantado, pero no nos daba el presupuesto, y nos conformamos con verlo desde el crucero.
Glacier Bay NP
Glacier Bay es una zona declarada Parque Nacional con más de 13000 km2 y es parte de una zona mucho más grande declarada Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (una de las mayores áreas naturales protegidas del mundo). Cuando George Vancouver visitó la zona en 1794 un único glaciar cubría de hielo toda la bahía, pero en 1879, cuando el naturalista John Muir visitó Alaska para estudiar los glaciares y así entender la formación de los valles glaciares de Yosemite, su gran proyecto, descubrió que el hielo se había retirado de la bahía. Dedicó tanto tiempo a estudiar la zona y promocionar el turismo por allí, que acabaron nombrando uno de los glaciares en su honor: Muir Glacier, el que era el más activo de la bahía, y que ha retrocedido tan rápido que hoy en día ya no llega hasta el agua. Desde entonces el retroceso ha sido imparable (de hecho, Glacier Bay es la zona a gran escala de retroceso de glaciares más documentada) y hoy en día hay más de 1000 glaciares distintos repartidos por el parque, de los cuales sólo 50 tienen nombre, y 7 de ellos son glaciares de marea activos, es decir, que desprenden icebergs al mar de forma regular. La mayoría están en retroceso, con la excepción del John Hopkins Glacier (que se cree que está avanzando) y el Margerie, que está “estable”. En este otro mapa ampliado podéis ver la zona que se suele visitar (y las marcas de hasta dónde llegaba cada glaciar en distintos años); nosotros llegamos hasta el final, hasta el Margerie y el Grand Pacific (que se cree que fue el que originó toda la bahía, pero que hoy en día no es el más impresionante).
Glacier Bay NP
A diferencia del día anterior, donde pasamos un par de horas visitando el Hubbard, hoy estaríamos prácticamente todo el día en Glacier Bay. A las 9:30 el barco entraba por Bartlett Cove, frente a Gustavus, y los Park Rangers que nos acompañarían todo el día según las normas del parque subían a bordo. Montaron un chiringuito junto a la piscina cubierta que fue su “visitor center portátil” como lo llamaban ellos: si los turistas no iban al centro de visitantes, ellos llevaban el centro de visitantes a los turistas. Además de estar por allí pululando todo el día, dieron también una charla en el teatro donde contaron un poco la historia de la bahía y su papel en el parque. A las 12:30 llegamos al Margerie Glacier, pero antes pudimos ver otro par de glaciares por el camino: el Reid y el Lamplugh, al que nos acercaríamos más tarde.
Reid Glacier
Glacier Bay
Según nos acercábamos hacia el final de la bahía, empezamos a vislumbrar a lo lejos el Grand Pacific Glacier, con su enorme morrena que bajaba hacia el mar, y vimos el otro barco que tenía acceso a la bahía ese día, un HAL.
Grand Pacific y Margerie Glacier
Cuando llegamos al frente del Margerie el día estaba un poco nublado pero parecía que quería asomar el sol. Y vaya si asomó! Empezó a apretar hasta el punto de que acabamos en manga corta por tercera (y última) vez en el viaje. Lo bueno de ir en el crucero es que puedes agarrar una tumbona, coger un par de pizzas y unas cervezas y tumbarte al sol a disfrutar de las vistas. Para que os hagáis una idea del tamaño del Margerie, fijaos en el barquito que tiene abajo:
Margerie Glacier
Estuvimos más de hora y media frente al Margerie, primero de un lado y luego de otro. Este glaciar tiene muchos (y muy sonoros) desprendimientos de icebergs, así que intentamos cazar alguno con la cámara pero no tuvimos suerte. Pero sí que los vimos, y en particular hubo uno bastante estruendoso cuando toda la parte derecha del agujerito que se ve en la siguiente foto se fue al agua:
Margerie Glacier
El glacier tiene 76 metros de alto sobre el agua (más otros 30 bajo el agua) y una milla de ancho. El barco se acercó mucho, mucho más que al Hubbard el día anterior, y es impresionante tener una pared de hielo de tal tamaño delante, incluso viéndolo desde la planta 16 del barco. No nos cansábamos de admirarlo.
Margerie Glacier
Cuando el barco se dio la vuelta pudimos admirar la vista hacia atrás, hacia el comienzo de la bahía, plagada de pequeños icebergs, algunos de ellos con focas descansando al sol encima. También había sea otters, pero estaban muy lejos, nada comparado con las que habíamos podido ver en Valdez o Kachemak Bay.
Glacier Bay - Tarr Inlet
A las 14:00 el barco empezó el regreso por el Tarr Inlet, la ensenada que lleva al Margerie y el Grand Pacific, para adentrarse en el Johns Hopkins Inlet, la ensenada que lleva al Lumpugh y al Johns Hopkins. A estas alturas el sol ya brillaba con fuerza y nos dejó una última visión maravillosa del Margerie según nos alejábamos:
Margerie Glacier
El segundo punto fuerte del día era Lamplugh Glacier, pero por el camino tuvimos la oportunidad de disfrutar de uno de los paisajes que a mí particularmente más me gustó de todo el viaje. El color del agua de Glacier Bay, salpicada de pequeños icebergs, con el cielo azul y las montañas nevadas de fondo, todo en silencio (el barco es sorprendentemente silencioso para lo grande que es)… una pasada. Y aunque parezca difícil de creer, encontré una cubierta prácticamente vacía, debe ser que estaban todos aprovechando para comer o disfrutando del sol en una tumbona (ejem… como uno que yo me sé), y pude disfrutar del increíble paisaje sin gente alrededor con la sensación de estar en un sitio mágico, un sitio que cambia drásticamente de un año para otro y que quizás dentro de 10 años no sea ni la sombra de lo que es ahora.
Glacier Bay
Lamplugh Glacier es un glaciar curioso. Era un glaciar de marea que terminaba en el mar, pero su retroceso ha hecho que ahora mismo termine en una playa. En junio de 2016 sufrió una gigantesca avalancha cuando todo el lateral de una montaña de 1200 metros colapsó y descargó la friolera de cien millones de toneladas de roca sobre el glaciar en cuestión de segundos (para ponerlo en perspectiva, el equivalente a 60 millones de todoterrenos rodando montaña abajo, todos juntos y de repente). Fue tan gorda la cosa que quedó registrada como un terremoto de magnitud 2.9 por los sismógrafos locales. Un piloto de Mountain Flying Service, que estaba haciendo un vuelo escénico, se encontró con toda la roca sobre el glaciar y una enorme nube de polvo alrededor pocas horas después del desprendimiento. La foto que hizo habla por sí sola:
Avalancha en Lamplugh Glacier, foto de Paul Swanstrom
Los desprendimientos son relativamente frecuentes en esta zona. Se cree que es debido a que al ir desapareciendo el hielo, ese peso que estaba "aplastando" la montaña desaparece, y de hecho se han registrado "crecimientos" de las montañas en la zona, que parece que reflotan. Esto las vuelve inestables, y los terremotos o la erosión acaban causando los desprendimientos. Nosotros desde el barco no pudimos ver nada más allá del frente del glaciar, que era impresionante pese a ser un poco más pequeño que el Margerie: tres cuartos de milla de ancho, y “sólo” 55 metros de alto.
Lamplugh Glacier
Esta vez el barco no paró, sino que simplemente dio una vuelta frente al glaciar para que todos pudiéramos disfrutarlo y emprendió el regreso. Me dio pena no poder explorar un poco más la bahía, llegar hasta el Johns Hopkins, o el Muir, pero el tiempo es limitado y me imagino que los cruceros grandes tienen muy delimitados los itinerarios. Pero tuvimos la suerte de disfrutar muchísimo del tiempo que estuvimos allí, con un sol radiante pese a ser una de las zonas más lluviosas de Alaska, y Glacier Bay nos dejó muy buen sabor de boca. Fue mi día favorito del crucero, y uno de los mejores del viaje.
A las 16:00 escuchamos al naturalista hablar sobre ballenas en el teatro, aunque en realidad habíamos estado todo el día oyéndole hablar a través de los altavoces porque se dedicó a narrar la visita a los glaciares. Es muy frecuente ver ballenas en Glacier Bay, sobre todo en la parte de la entrada a la bahía, ya que pasan el verano allí antes de emigrar hacia Hawaii. Pudimos ver varias, con prismáticos y a lo lejos, pero nada que pudiera sustituir lo que habíamos visto en Valdez o Seward.
Esa noche para cenar podíamos elegir entre buffet Mongol o comida italiana en el restaurante a la carta. También aprovechamos para lavar ropa porque andábamos ya escasos. El barco tiene una lavandería en cada planta que viene muy bien y no era muy cara, no recuerdo cuánto exactamente porque se paga con la tarjeta del barco y te lo suman a tu cuenta a bordo, pero no me pareció cara.
Al día siguiente teníamos la primera excursión de verdad del crucero: Skagway (y una visita exprés a Canadá!) nos esperaba.