Unos años después de nuestro primer viaje a Navarra (al que me he referido en las anteriores etapas de este diario), volvimos a visitar sus tierras. Pasado el estado de alarma por la covid-19 y el obligado confinamiento, decidimos dedicar dos semanas de vacaciones en la segunda quincena de julio a recorrer algunas zonas de los Pirineos, de los cuales pasamos tres días en la parte navarra, ya que queríamos ver algunos de los lugares que se nos quedaron pendientes la vez anterior. De modo que para completar la información de este diario, me ha parecido buena idea añadir un par de etapas con los lugares que visitamos durante nuestro segundo viaje, si bien no fueron todos los que hubiésemos deseado porque el intenso calor nos condicionó bastante.
En esta etapa me voy a referir a nuestro regreso a Elizondo, adonde llegamos por el sur, pasando por el Embalse de Eugi, recorriendo la virada carretera de Artesiaga y parando en el Mirador del Valle del Baztán. Después de dar un paseo y almorzar en Elizondo, fuimos hasta Lesaka, donde nos alojamos esa noche. Y también aprovechamos para visitar Etxalar. Al día siguiente hicimos la ruta senderista de la Cascada de Xorroxin, en Erratzu.
Itinerario de nuestro recorrido según Google Maps.
EMBALSE DE EUGI.
Las dos jornadas anteriores habíamos estado en Roncesvalles. Teníamos la intención de hacer la ruta pasando por Francia, pero al final decidimos llegar a Elizondo por el sur, tomando primero la N-135 y luego, antes de llegar a Zubiri, la N-138. El primer punto en el que nos detuvimos fue la presa del Embalse Eugi, que retiene y regula las aguas del río Arga.
Se trata de un embalse finalizado en 1972, que abastece de agua y electricidad a la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. Lo cierto es que a 50 metros de altura el panorama era espléndido, sobre todo hacia la localidad que le da nombre, Eugi, que se nos presentaba como fondo de la imagen con un precioso reflejo en el agua. Merece la pena parar aquí, contemplar el paisaje cercado de árboles hasta Urtasun, y sacar unas fotos.
COLLADO DE ARTESIAGA.
Continuamos por la carretera N-138 hasta el cruce con la NA-1740, que tomamos. Se trata de una carretera que yo llamaría de de semi-montaña y que atraviesa unos paisajes ondulados realmente bonitos, un típico panorama navarro de postal.
Hicimos una parada en el alto del Collado de Artesiaga, donde existe un mirador y una escultura, si bien contemplamos mejores vistas circulando por la propia carretera. Según he podido leer, suele ser muy habitual encontrar niebla en este lugar. No fue nuestro caso, pues hacía un sol de justicia, aunque soplaba el viento con tanta fuerza que echaba para atrás. Me resultó curioso en una jornada tan calurosa.
MIRADOR DEL VALLE DE BAZTÁN.
Aunque ya lo conocíamos de nuestro viaje anterior, hicimos un alto en el famoso Mirador del Baztán, ya en el carretera NA-2540, pasado Zigaurre. No hay pérdida porque está señalizado y suele haber gente y coches aparcados. El panorama estaba despejado y había muy buena visibilidad. Sin embargo, no sé por qué, pero no nos llamó tanto la atención como la vez anterior, quizás fue por los panoramas que habíamos visto previamente. En cualquier caso, es una parada obligatoria durante una visita al Valle del Baztán para conseguir una de las postales típicas de recuerdo, que se encuentra a poco más de seis kilómetros de Elizondo.
Itinerario desde Elizondo al Mirador del Valle de Baztán en Google Maps.
Después, en lugar de ir por la carretera principal, la N-121-b, tomamos otra paralela, la NA-8307, que pasa más cerca de las poblaciones y también depara bonitos paisajes. En realidad, da lo mismo una que otra en tiempo y panorámicas.
ELIZONDO.
Varios años después, volvíamos a Elizondo, una población de casi 3.500 habitantes que me gusta mucho, y eso que esa mañana nos sentimos allí como si estuviésemos metidos en un horno. ¡Madre mía, qué calor! Aun así, después de aparcar el coche frente junto al río Bidasoa, dimos una vuelta buscando la sombra en todo momento
Los lugares más destacados para visitar en Elizondo se encuentran en el casco antiguo, compuesto por un bello caserío de corte medieval, sobre todo en la calle Jaime Urrutia (antigua calle Mayor) y sus adyacentes.
Aparte de las casas tradicionales, se pueden contemplar varias de corte palaciego como la actual Casa de la Cultura (Arizkunenea) y las casas Seronraenea , Ospitalenea (antiguo hospital y albergue de peregrinos), Txarrenea y Puriosenea. También son estéticamente muy llamativas algunas casas de indianos. Es cuestión de pasear tranquilamente, mirando a todos lados.
El Ayuntamiento es un edificio del siglo XVII y es la sede de la Junta General de Baztán, una institución de gobierno de origen medieval. Y en las arcadas de piedra se celebraban los mercados, a resguardo de las inclemencias meteorológicas.
La Iglesia de Santiago Apóstol es de considerables dimensiones y tiene dos torres de estilo neobarroco. Fue construida entre 1916 y 1925, ya que la anterior, del siglo XVI y situada en la Plaza de los Fueros, sufrió graves daños a causa de unas inundaciones en 1913.
Aparte de los edificios palaciegos y monumentales, lo que más me llama la atención son las casas del casco antiguo, en particular las que se asoman al río, que ofrecen una estampa muy bonita sobre el agua.
También son muy llamativas varias casas de la calle Braulio Uriarte (antigua calle del Sol), que va paralela al río, especialmente el tramo que va entre los puentes de Txokoto y Mendinueta.
Y precisamente, uno de mis lugares favoritos es el Puente de Txokoto, que ofrece unas vistas preciosas de la presa del mismo nombre. No en vano, se trata de una de las postales más conocidas de Elizondo.
Ya casi a punto de desmayarnos a causa del sol inclemente, fuimos a almorzar al bar-restaurante Eguzkialde, donde vimos un menú del día con platos que nos gustaban y a muy buen precio. Además, en el comedor, aunque pequeño, las mesas estaban dispuestas de modo que se podía mantener la distancia requerida por las medidas anti-covid. La comida, de la que se denomina "casera", estaba muy buena, las raciones nos parecieron suficientes y el servicio rápido y atento. Y con un nuevo paseo a la sombra, a orillas del río, nos despedimos de Elizondo.
Por la tarde fuimos a a nuestro alojamiento en Lesaka por la N-121-A, una carretera convencional con mucho tráfico, sobre todo de camiones, que sigue hasta Vera de Bidasoa, el País Vasco y la frontera con Francia. Se trata de una carretera tradicional con mucho tráfico, sobre todo de camiones. Tardamos una media hora en recorrer los 31 kilómetros que separan ambas poblaciones contemplando, mientras tanto, sugerentes pueblos y paisajes.
Itinerario desde Elizondo a Lesaka y Etxalar en Google Maps.
LESAKA (LESACA)
Teníamos reserva para dos noches en el Hotel Atxaspi, una casona rehabilitada con muy buen gusto y que cuenta solamente con seis habitaciones. Nos costó 178 euros la estancia de dos noches, lo cual no fue demasiado considerando los elevados precios de los alojamientos en esta zona de Navarra durante la segunda mitad de julio. La ubicación es muy buena y la habitación que nos dieron, después de algunas peripecias que no voy a contar para no aburrir a nadie, era grande y con un diseño bonito, aunque tenía algunas pegas precisamente por ser tan “de diseño”. Sin embargo, lo peor fueron las dos noches tan calurosas que pasamos sin aire acondicionado; y tampoco había un simple ventilador. Así que tuvimos que dormir con las ventanas abiertas de par en par con la consiguiente molestia por el ruido de los vehículos en la calle. Comprendo que tales temperaturas no son lo más habitual en Navarra, pero tampoco resultan infrecuentes en algunos días de verano y cuando se apuesta por un “hotel boutique”, que cuenta incluso con spa opcional, se deberían cuidar ciertos detalles. Por lo demás, bien.
A 75 kilómetros de Pamplona, Lesaka es un pueblo entre montañas que cuenta actualmente con casi 3.000 habitantes y se encuentra muy cerca de la frontera francesa. Perteneciente a la Comarca de Cinco Villas o Bortziriak, pasó de ser una localidad eminentemente rural y ganadera a convertirse en un centro industrial ya a finales del siglo XVIII, con la instalación de fábricas de sidra, ferrerías, molinos harineros y carpintería. La riqueza que depararon tales actividades produjo beneficios económicos que trajeron como consecuencia la construcción de elegantes casonas que enriquecieron su casco antiguo. Por fortuna, toda esta actividad no mermó en demasía sus valores paisajísticos y sigue conservando casi intacto su precioso entorno natural. También es una buena zona para realizar rutas de senderismo o bicicleta, algunas en entornos prehistóricos como Agiña, y para ver monumentos megalíticos. Lamentablemente, el tremendo calor no invitaba a ello.
Después de instalarnos en la habitación, desafiando al sol, salí a dar una vuelta por el pueblo, que no es muy grande y se recorre en un par de horas con mucha tranquilidad. Las calles están empedradas y el caserío presenta el estilo tradicional navarro, con fachadas blancas, contraventanas y balconadas de madera, rojas, azules, verdes o negras, y puertas de estilo gótico, adornadas con macetas repletas de flores que ponen un alegre contrapunto de color, rojo frecuentemente. En cierto modo, me recordaron a las casas vascas marineras más que a las navarras de montaña, lo cual no es extraño por su proximidad.
El río Onin atraviesa la población y le confieren mucho encanto los canales que recorren varias de sus calles, siendo el punto más bonito y fotografiado el del puente de piedra que muestra a su derecha la Torre Kaserna o Zabaleta, una bonita torre de armería medieval reconstruida totalmente en el siglo XV.
Sin embargo, la torre más antigua de la localidad es la Casa Minyurinea, cuyo origen se remonta al siglo XIV. Justamente enfrente hay un pintoresco crucero.
Uno de los edificios que más destacan en Lesaka es la mole de la Iglesia de San Juan de Tours, situada casi en el centro de la población pero en lo alto de un cerro, adonde se accede por unas empinadas escaleras. Esta Iglesia, una de las más monumentales de Navarra, fue construida en el siglo XVI en estilo gótico. Tiene planta de cruz latina, bóveda de crucería estrellada y cuenta con un retablo rococó. Desde un jardín anexo se contemplan bonitas vistas del pueblo.
Por la noche no encontramos demasiado ambiente para cenar, así que nos fuimos al Hotel Etxalar, que se encuentra en la carretera y tenía, además de restaurante, todo tipo de bocadillos, raciones y tapas. Sin embargo, como todavía era temprano, pasamos primero por el pueblo de Etxalar, que nos recibió con una bonita estampa.
ETXALAR (ECHALAR).
Apenas a ocho kilómetros de Lesaka, Etxalar, también perteneciente a la Comarca de las Cinco Villas, nos pareció un pueblo bonito y tranquilo, por donde merece la pena dar un paseo relajado, disfrutando de su río y su tranquilidad, al menos a las siete y media de la tarde, que fue cuando nos detuvimos allí. Su población actual es de de poco más de 800 habitantes, mil personas menos que en el siglo XIX. Etxalar es conocido también por las “palomeras”, una forma tradicional de caza de palomas con redes que se remonta a la Edad Media.
Aparcamos cerca del puente sobre el río, donde vimos un panel informativo municipal con los puntos más interesantes para visitar en el pueblo, aunque lo mejor es pasear simplemente, contemplando sus huertas y el caserío de arquitectura tradicional muy bien conservado. Además, la calera, un horno donde se calcinaba la piedra caliza para hacer cal, la fuente, varias casonas señoriales y los restos de un antiguo castillo.
También cabe destacar la Iglesia de la Asunción de María, en cuyo interior se encuentra un calvario de 1600. Sin embargo, lo más curioso es la colección de estelas funerarias con inscripciones cuyo significado se desconoce, que se encuentran en los jardines y que se ven desde el exterior, sin necesidad de que la iglesia esté abierta. Fueron encontradas en las paredes de las cimentaciones del almacén del propio templo.
Otro lugar que me llamó mucho la atención fue una plaza donde se ubica una casa de estructura de madera, de las más antiguas del pueblo, y frente a ella un crucero de piedra de 1735, tallado con numerosos motivos alegóricos y bíblicos tanto en la cruz como en la base que lo sustenta. Muy curioso.
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Por lo demás, un paseo muy tranquilo y agradable por Etxalar, donde estuvimos prácticamente a solas por sus calles. Seguramente influyó que estaba ya bien vencida la tarde.
CASCADA DE XORROXIN.
Al día siguiente, desayunamos muy bien en el Bar Zialdo, donde nos atendió una señora amabilísima. Después nos dirigimos de nuevo hacia Elizondo y desde allí a Erratzu para hacer la ruta senderista a la Cascada de Xorroxin, que se considera una de las imprescindibles en Navarra, aunque eso lo cuento en mi diario dedicado al senderismo, en una etapa cuyo enlace es el siguiente:
CASCADA XORROXIN (ERRATZU). SENDERO EMBLEMÁTICO DEL VALLE DE BAZTÁN (NAVARRA)
REGRESO A LESAKA POR... ¿DONDE? NO LO SÉ .
Tas acabar la ruta de la cascada y comer, enfilamos hacia Lesaka, pero en esta ocasión no fuimos por la carretera N-121-A, que ya conocíamos, sino que decidimos variar el itinerario y aventurarnos por una ruta alternativa (o eso pensábamos nosotros) que vi en Google Maps, tomando primero la A-121-B, hacia el norte, y luego la NA-4453, hacia el oeste.
Y Hasta ahí puedo contar, pues llegó un momento en que sin darnos cuenta estábamos metidos en una zona agreste, aparentemente lejos del mundo y la civilización, transitando en medio de la nada, sin encontrar la supuesta ruta que seguíamos ni ninguna otra carretera reconocida por el navegador. Así que tuvimos que guiarnos por los indicadores que aparecían de vez en cuando, mientras surcábamos intrincadas pistas, algunas asfaltadas, otras en pésimo estado (mira que es raro en Navarra) o de tierra. En resumidas cuentas, que nos perdimos tal cual. Menos mal que, eso sí, la misteriosa ruta nos permitió contemplar paisajes rurales navarros de lo más auténtico: todo un espectáculo natural.
Al fin, llegando a Etxalar.
Al fin aparecimos en Etxalar, donde habíamos estado la tarde anterior. Como era temprano, continuamos hacia Vera de Bidasoa, donde no vimos nada que nos motivara a hacer un alto. Así que continuamos carretera adelante hasta Hondarribia, uno de los pueblos vascos más bonitos, donde nos apetecía volver a visitar. Estuvimos paseando por sus calles y recorrimos todo el paseo marítimo hasta que anocheció. Luego, regresamos a nuestro hotel de Lesaka.