12 días en Sri Lanka y Maldivas. De los campos de té a los baños con tiburones ✏️ Blogs de Sri Lanka

Hoy nos vamos en tren a Nuwara Eliya, la ciudad de las colinas de té. Este trayecto está considerado uno de los más bonitos del mundo y la verdad es que yo tenía muchísima ilusión por hacerlo, aunque debido a una cagada que nos hicieron los de la agencia de viajes, la experiencia no fue tan grata como pensábamos...

Wije nos recoge en el hotel Ozo con tiempo suficiente para llegar a la estación, pero cuando ya estamos en la furgoneta vemos que se demora mucho hablando con los del hotel y que no traen el equipaje. Cuando por fin conseguimos arrancar, nos dice que no le dejaban sacar el equipaje porque la agencia no había enviado el bono del hotel, y que había tenido que pagar él la factura, así que el día ya empieza un poco torcido.

Llegamos a la estación de Kandy con tiempo suficiente, y él se queda con nosotros hasta que se asegura de que viene el tren.


Como él va con la furgoneta y quiere llegar a tiempo para esperarnos en la estación de Nanu Oya, nos dice que se va yendo y nos da los tickets para subir al tren. El tren es una locura, abarrotado de gente que va de pie y que se sale por las puertas abiertas, pero nosotros tenemos reserva en el vagón de 2ª clase y vamos para allá. Al subir, el revisor que está en la puerta y que controla que no entre nadie sin asiento reservado, nos dice que 5 billetes son de ese vagón, pero que los otros 3 son de 3ª clase, que está justo en la otra punta del tren . No entendemos nada de nada, pero no nos deja subir ni de coña, así que mi hermana, mi marido y yo nos vamos a buscar el vagón de 3ª y mi cuñado se queda con nuestros hijos. Cuando llegamos al vagón de reservas de 3ª clase ya flipamos, pero lo peor es que descubrimos que nuestros asientos están ocupados. Llaman al revisor para ver dónde está el problema y descubre que nuestros billetes son para viajar.... al día siguiente!!! No damos crédito a lo que está pasando, pero el revisor lo tiene clarísimo y nos echa del tren. Le insistimos en que nuestros hijos están en el otro vagón, que tenemos que viajar, y llama a la policía, que también nos echa del tren!! Nos entra un agobio tremendo, ya que estamos separados de nuestros hijos, sin teléfono para comunicarnos ya que lo tenía mi cuñado, sin rupias y sin saber cómo llegar a Nuwara Elija. Nos bajamos del vagón y echamos a correr como locos hacia el vagón donde estaban los demás, y entonces nos llama mi cuñado que nos ve corriendo. Subimos al vagón a punto de que nos dé un infarto, donde milagrosamente no hay nadie en la puerta controlando, y en ese momento el tren se pone en marcha. Nos sentamos en unos asientos vacíos (cosa rara porque el tren iba a tope) y nos da un ataque de risa, que nos pasa cuando vemos que viene el revisor pidiendo los billetes Nos planteamos meternos al baño, pero al final decidimos que es mejor decir la verdad. El revisor nos dice que tenemos que bajar en la próxima estación e irnos al vagón de 3ª, pero ante nuestra insistencia, nos da por imposibles y decide dejarnos estar, así que empezamos a intentar disfrutar del viaje.


El trayecto dura unas 4 horas y al poco de salir de Kandy empieza a llover, por lo que nos vemos obligados a viajar con las ventanas cerradas. Poco a poco nos vamos adentrando en la zona de los campos de té, y empezamos a alucinar con el paisaje.


Vamos haciendo algunas paradas, y en cada una de ellas nos atacamos por si sube gente que nos levante de los asientos, pero solamente vemos subir en los vagones que van al mogollón sin reserva, así que seguimos sentados tan panchos todo el viaje. , eso sí, muy cabreados con la jugada que nos había hecho la agencia.


Por fin llegamos a la estación de Nanu Oya, donde se baja casi todo el mundo. Hay que conservar los billetes hasta el final, porque los piden a la salida de la estación y como no los lleves no sales de allí. Es la forma de controlar que los que viajan al mogollón, de pie, no se han colado.


El tiempo es muy lluvioso y la temperatura mucho más baja, hay que ir con sudadera, nada que ver con lo que hemos tenido hasta ahora. Wije ya nos está esperando y le contamos lo que ha pasado con los billetes, así que alucina en colores. Cuando habla con la agencia para contárselo, descubren que la chica que preparó la documentación le dio los billetes de otros españoles que viajaban al día siguiente, por eso toda la confusión, y por eso los asientos en los que conseguimos estar todo el viaje no los ocupó nadie, porque en realidad eran nuestros, ja ja ja!!!Menos mal que luego nos dio por reírnos, pero os aseguro que pasamos un rato horrible hasta que nos vimos en el vagón todos juntos.

Una vez superada toda esta movida, y ya otra vez en la furgoneta con nuestro chófer, nos vamos al lago de Nuwara Elija a un restaurante bastante caro a comer. El día está feísimo, lloviendo y muy brumoso, y el lago casi ni se ve, pero el lugar es precioso y nos imaginamos que con buen tiempo debe ser de lo más agradable. Comemos muy bien en el restaurante, aunque resultó ser el más caro del viaje, ya que pagamos unos 100€ por la comida.

Le preguntamos a Wije si conoce algún sitio para darnos un masaje Ayurveda, y antes de ir al hotel nos vamos a reservarlo para más tarde. Llegamos al hotel Seven Heaven, donde nos reciben con un té caliente y descansamos un poco antes de irnos a dar un voltio por el pueblo. El hotel es el peor de todo el viaje, no nos gusta nada de nada, excepto la cena y el desayuno que son de los mejores que hemos tenido. Menos mal!! En el hotel hace un frío que pela, y las habitaciones son básicas hasta en la limpieza...


Damos esquinazo al chófer, y nos vamos andando al pueblo para dar un paseo a nuestra bola. La lluvia nos da un respiro y podemos dar un buen paseo por Nuwara Elijja, a la que llaman la Pequeña Inglaterra.


Nos metemos en un mercado local, que resulta de lo más pintoresco, con especias, salazones, verduras... Nos encanta ver los mercados en los países que visitamos!!



Wije nos recoge y nos lleva a darnos el masaje a un sitio bastante auténtico, que resulta toda una experiencia. Nos dan un masaje muy completo, con aceites esenciales, y luego nos meten en una especie de sarcófago de vapor un poco agobiante, pero que nos deja nuevos.

Cenamos en el hotel una cena muy buena, servida en mesa, y esa noche Darío vuelve a encontrarse mal, casi ni cena y se va a la cama bastante revuelto. Nos vamos a descansar prontito y a recuperarnos del día tan accidentado que hemos tenido.

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Hoy es nuestro último día en Sri Lanka, ya que mañana muy temprano cogemos el avión rumbo a Maldivas . El día amanece igual de lluvioso que el anterior y encima Darío sigue revuelto y no quiere desayunar, pero hoy no queda más remedio que intentar recomponerse y tirar para adelante. Nosotros nos tomamos un desayuno increíble, completísimo y abundante que por supuesto no nos podemos terminar. Recogemos equipaje y nos vamos rumbo a nuestro último destino para el que nos quedan más de cinco horas de viaje.

Darío va aguantando como puede en la furgoneta, con una bolsa en la mano todo el tiempo por si vomita. Wije nos lleva a visitar una fábrica de té en Ramboda, y la verdad es que la visita es bastante interesante. Nos hacen una visita guiada donde nos explican todo el proceso de recogida, secado y cortado de las hojas de té, y podemos verla en pleno proceso y con los trabajadores haciendo sus tareas.


El enclave en el que está ubicada la fábrica es precioso, rodeado de verdes campos de té, que incluso el día lluvioso y la niebla le dan también cierto encanto.


Al terminar la visita, nos invitan a una taza de té en la cafetería que tienen junto a la tienda y ya de paso compramos algunas cajas de té.


Continuamos camino y paramos en las Ramboda Falls, que tienen pinta de ser bastante espectaculares, pero con la niebla que hay y la lluvia no conseguimos casi verlas, así que seguimos adelante que todavía nos quedan unas cuantas horas de viaje. Wije va parando para hacer algunas compras para su familia, ya que mañana vuelve a casa, y al parar en un puesto de fruta nos invita a una piña para chuparse los dedos.


Paramos a comer en el mismo lago donde habíamos estado hace unos días y Wije nos dice que la agencia nos invita a comer por el desastre del viaje en tren. La verdad es que tenemos poca hambre, pero algunos comen buffet y otros pedimos un sandwich, casi por obligación. Una pena, que ya que la comida era gratis, nos pillara sin hambre

Darío ya se ha ido recomponiendo un poco y tras un viaje bastante pesado conseguimos llegar a Negombo. Elejimos alojarnos aquí la última noche porque el avión sale a las 7,20 de la mañana, y esta es la mejor opción para llegar en poco tiempo al aeropuerto, y la verdad es que fue un acierto. Llegamos al hotel Panorama Residences, un pequeño hotel boutique con piscina sencillo pero muy recomendable. Cuando llegamos allí nos está esperando el director de la agencia para pedirnos disculpas personalmente y pasamos un buen rato charlando con él. Cuando llegamos a la habitación, nos ha dejado un regalo a cada uno con una carta de disculpa por lo sucedido, y francamente nos pareció un detalle increíble, y una forma de hacer las cosas bastante profesional tras el error que habían cometido.

Nos vamos a dar un paseo por la playa, y nos encanta el ambiente que vemos. Es parecido al que vimos en Colombo el primer día: familias enteras bañándose vestidos, puestos de comida y bebida y muchísimo ambientazo al caer la tarde.


Había hasta un grupo de monjitas que no sabíamos qué hacían allí, pero nos llamaron mucho la atención


La playa no es para nada bonita, y el pueblo no tiene mucho encanto, pero nosotros pasamos una tarde muy agradable y nos encantó el ambiente que había.


Tras dar un voltio por las tiendas, volvemos al hotel y nos damos un baño en la piscina mientras nos preparan la cena. Hoy, por primera vez vamos a probar el curry rice! casi nos vamos sin probarlo, y eso que habíamos leído que nos íbamos a hartar de comerlo, así que nos preparan en el hotel este plato típico de Sri Lanka, super completo y muy rico.


Encargamos que nos preparen algo para desayunar y nos vamos a dormir que mañana toca madrugón madrugón, pero sarna con gusto no pica

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A las 5 de la mañana nos recoge nuestro chófer para llevarnos al aeropuerto, y tras recoger las cajas de desayuno y nuestros equipajes nos vamos a coger el avión que nos llevará rumbo al paraíso

En veinte minutos llegamos al aeropuerto de Colombo y empezamos a pasar los controles de seguridad. A mi marido le abren la maleta porque le ven un pedazo bote de insecticida que llevábamos para los mosquitos y se lo requisan, ademas de cogerle todos los datos por si acaso. Nuestro avión sale puntual, y en una hora y media aterrizamos en el aeropuerto de Male.



Ya con nuestro equipaje, nos dirigimos al muelle para coger la lancha que nos llevará a Embudu Village, el resort que habíamos reservado directamente a través de mail. En seguida nos llevan al puerto y empezamos el trayecto de unos 40 minutos que nos llevará allí.


Desde el barco, tras dejar atrás Male, vamos viendo ya algunas islitas con sus water villages y sus playas.

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Por fin nos acercamos ya a nuestra isla, donde podemos ver que el color del agua es de un azul increíble y y el de la arena de un blanco que no habíamos visto en ningún otro lugar.

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Mientras hacemos el check in nos invitan a un zumo de naranja pero en seguida nos asignan nuestros beach bungalows, así que a las 10,30 de la mañana ya estamos instalados y listos para empezar a disfrutar de la isla. Nuestra casita está fenomenal situada, con una playita delante y muy cerca del banco de arena.



Embudu es un resort sencillo, sin ningún lujo especial, pero totalmente recomendable si no quieres arruinarte en Maldivas. La comida nos encantó, variada hasta el punto de que ni un sólo día repetimos menú, y con una cocina de bastante calidad. Las bebidas son bastante asequibles y nosotros nos tomábamos sin problema una cerveza antes de comer y otra antes de cenar. Incluso nos dimos tambien un masaje balinés en su spa, que aunque fue bastante más caro que en Sri Lanka, mereció la pena.

La rutina de estos días fue de relax absoluto y desconexión total. No teníamos ni wifi, ni falta que nos hacía!!


Durante tres días completos pudimos disfrutar de las espectaculares playas


De los baños con tiburones... bueno, en realidad baby sharks


Hacíamos esnórkel a todas horas en sus aguas cristalinas.


Nadábamos con alguna tortuga.


Jugábamos con las mantas rayas.


Veíamos cangrejos al anochecer.


Nos tomábamos cervecitas en su terraza al borde del mar y en su bar sobre la arena.



Recorríamos sus distintas playas.



Así durante tres maravillosos días, hasta que el cuarto día entró la lluvia junto con el viento y ya no nos abandonaron hasta que nos fuimos de allí

Aún así, intentamos poner al mal tiempo buena cara. Nos relajamos con la lectura, paseos por la isla e incluso algún baño cuando dejaba de llover algún rato. La verdad es que tuvimos bastante mala suerte, porque aunque sabíamos que era temporada de lluvias, habíamos leído que se trataba de chaparrones que pasaban y volvía a salir el sol, pero en nuestro caso no fue así.

El último día nos decoraron la mesa a modo de despedida con unos ramos de flores que nos hicieron mucha ilusión.


Estos dos últimos días deslucieron bastante nuestra estancia en Maldivas, pero a pesar de todo nos fuimos encantados con lo que habíamos disfrutado y felices por haber tenido el privilegio de conocer esta maravilla.


Hicimos un vuelo sin incidentes, con escala nuevamente en Doha, esta vez más larga, ya que teníamos dos horas aunque se nos pasaron muy rapido. A las 22,30 aterrizábamos en Madrid, hartos y cansados de tantas horas de vuelo, y prometiendo que el próximo verano no saldríamos de Europa, ja ja. Ya veremos si lo cumplimos o cuál será nuestro siguiente destino...

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