A las 5 de la mañana nos recoge nuestro chófer para llevarnos al aeropuerto, y tras recoger las cajas de desayuno y nuestros equipajes nos vamos a coger el avión que nos llevará rumbo al paraíso


En veinte minutos llegamos al aeropuerto de Colombo y empezamos a pasar los controles de seguridad. A mi marido le abren la maleta porque le ven un pedazo bote de insecticida que llevábamos para los mosquitos y se lo requisan, ademas de cogerle todos los datos por si acaso. Nuestro avión sale puntual, y en una hora y media aterrizamos en el aeropuerto de Male.


Ya con nuestro equipaje, nos dirigimos al muelle para coger la lancha que nos llevará a Embudu Village, el resort que habíamos reservado directamente a través de mail. En seguida nos llevan al puerto y empezamos el trayecto de unos 40 minutos que nos llevará allí.

Desde el barco, tras dejar atrás Male, vamos viendo ya algunas islitas con sus water villages y sus playas.
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Por fin nos acercamos ya a nuestra isla, donde podemos ver que el color del agua es de un azul increíble y y el de la arena de un blanco que no habíamos visto en ningún otro lugar.
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Mientras hacemos el check in nos invitan a un zumo de naranja pero en seguida nos asignan nuestros beach bungalows, así que a las 10,30 de la mañana ya estamos instalados y listos para empezar a disfrutar de la isla. Nuestra casita está fenomenal situada, con una playita delante y muy cerca del banco de arena.

Embudu es un resort sencillo, sin ningún lujo especial, pero totalmente recomendable si no quieres arruinarte en Maldivas. La comida nos encantó, variada hasta el punto de que ni un sólo día repetimos menú, y con una cocina de bastante calidad. Las bebidas son bastante asequibles y nosotros nos tomábamos sin problema una cerveza antes de comer y otra antes de cenar. Incluso nos dimos tambien un masaje balinés en su spa, que aunque fue bastante más caro que en Sri Lanka, mereció la pena.
La rutina de estos días fue de relax absoluto y desconexión total. No teníamos ni wifi, ni falta que nos hacía!!

Durante tres días completos pudimos disfrutar de las espectaculares playas

De los baños con tiburones... bueno, en realidad baby sharks


Hacíamos esnórkel a todas horas en sus aguas cristalinas.

Nadábamos con alguna tortuga.

Jugábamos con las mantas rayas.

Veíamos cangrejos al anochecer.

Nos tomábamos cervecitas en su terraza al borde del mar y en su bar sobre la arena.


Recorríamos sus distintas playas.


Así durante tres maravillosos días, hasta que el cuarto día entró la lluvia junto con el viento y ya no nos abandonaron hasta que nos fuimos de allí



Aún así, intentamos poner al mal tiempo buena cara. Nos relajamos con la lectura, paseos por la isla e incluso algún baño cuando dejaba de llover algún rato. La verdad es que tuvimos bastante mala suerte, porque aunque sabíamos que era temporada de lluvias, habíamos leído que se trataba de chaparrones que pasaban y volvía a salir el sol, pero en nuestro caso no fue así.
El último día nos decoraron la mesa a modo de despedida con unos ramos de flores que nos hicieron mucha ilusión.

Estos dos últimos días deslucieron bastante nuestra estancia en Maldivas, pero a pesar de todo nos fuimos encantados con lo que habíamos disfrutado y felices por haber tenido el privilegio de conocer esta maravilla.

Hicimos un vuelo sin incidentes, con escala nuevamente en Doha, esta vez más larga, ya que teníamos dos horas aunque se nos pasaron muy rapido. A las 22,30 aterrizábamos en Madrid, hartos y cansados de tantas horas de vuelo, y prometiendo que el próximo verano no saldríamos de Europa, ja ja. Ya veremos si lo cumplimos o cuál será nuestro siguiente destino...