MONTAÑAS ROCOSAS DE CANADÁ ✏️ Blogs de Canada

Tras las decepciones del día anterior, decidimos tomarnos un día para disfrutar de nosotros, sin prisas, después de tantos días de un sitio para otro, de manera que nos levantamos y nos fuimos a desayunar a un lugar que ponían unos desayunos a base de fruta, tortitas, tostadas, zumos… ni siquiera diré lo que nos costó, solo diré que estaba delicioso.


Como estábamos tan cerca de la frontera, fuimos a hacernos unas fotos con la bandera estadounidense y allí nos pasó la anécdota más surrealista de todas las que llevamos hasta ahora en nuestros viajes. Tanto, que tengo que pensar más aún si debo contarlo en un diario como éste (jijijiji).


Desde allí, volvimos a Waterton para ver si podíamos hacer algo. Sólo nos dejaron adentrarnos por la carretera de subida caminando, eso si, nos hicieron limpiarnos concienzudamente las suelas de los zapatos antes de entrar, para que no portásemos ninguna semilla ni elemento extraño.

Pero como a pie no podíamos acceder a ningún lugar importante, nos volvimos y nos dirigimos hacia Tangle Creek Falls, unas cataratas que están a las afueras del pueblo, bonitas, sin más.


Como eran ya mas de las tres de la tarde, y teníamos hambre, nos acordamos que en la mochila habíamos echado los nachos de la noche anterior, de manera que nos fuimos a buscar un lugar tranquilo para comer, y vaya si lo encontramos. Comenzamos a bordear el lago, partiendo desde nuestro camping, el ambiente era genial, familias haciendo picnic, gente haciendo kayak, claro que el día era radiante, pero ni un lugar tranquilo para comer, hasta que al llegar al final del lago, vimos que si caminábamos un trozo por el borde del mismo, había una pequeña playa vacía, y eso mismo hicimos. Solo diré que recordaremos siempre ese momento con nuestros nachos, nuestras cervezas fresquitas, la imagen del lago ante nosotros y esas ardillas desvergonzadas que no dudaban en intentar zamparse un nacho con total descaro, simplemente mágico.


Tras más de dos horas allí tumbados, decidimos que era hora de ir a ver el gran hotel que es el símbolo del pueblo Waterton Hotel, pero Miguel decidió que volver por el mismo lugar era muy aburrido, así que para salir de la playa, me hizo escalar, literalmente por una ladera, llena de troncos, y en chanclas, ahora me rio de la situación pero en ese momento tenía ganas de empujarle cuesta abajo a la playa de nuevo, jaja.
Al hotel llegamos andando, ya que queríamos conocer bien todos los rincones del pueblo. Las vistas desde allí arriba son muy bonitas, todo el lago frente a nosotros, justo en frente a nuestra playa privada.


Y el hotel, pues qué decir, magnífico, imagino que tanto como su precio por noche. Es un edificio del siglo XIX perfectamente conservado, Nosotros accedimos para cotillear y ya sólo la cafetería con unos grandes ventanales directamente al lago, quitaba el hipo.


Al final, el día había sido magnífico, totalmente improvisado y lleno de momentos para recordar. Y así terminaba nuestra estancia en el parque Waterton, mañana nos dirigiríamos de nuevo hacia al norte.

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Hoy era nuestro último día completo en Canadá. Que rápido pasan 16 días. Nos levantamos sobre las 9 recogimos todo y nos tomamos nuestro último café calentado en nuestra inseparable hornilla.
Paramos a desayunar en un pueblo a unos 40 minutos de Waterton, no recuerdo el nombre, ni tampoco de la cafetería, pero me llevo un gran recuerdo de ese gran bizcocho casero que nos sirvió una encantadora mujer, que nos contó lo valiente que era y lo que se sacrificaba a diario para que su hija pudiese estudiar en la universidad. Es uno de esos momentos sin nada en especial para que se te queden marcados y que sin embargo es uno de los que mas recuerdo del viaje.


Y a partir de ahí, kilómetros y kilómetros de llanuras interminables hasta llegar a Calgary.


Calgary es una ciudad sin mucho encanto. En nuestro caso, su visita, solo se justificaba, por ser el lugar desde el que salía nuestro vuelo al día siguiente.


A pesar de eso, su centro estaba lleno de vida, con mucha gente por todos lados, además hacía un día espléndido, lo que invitaba a tomarse una cerveza bien fría en una terraza, de modo que eso hicimos.
Para comer, elegimos una feria dedicada a los países árabes que nos encontramos por casualidad en una de sus plazas. Y como daban degustaciones gratis de muchos tipos de comida...pues nos pusimos las botas, jajaja.


Tras un largo paseo, buscando su estadio de rodeos, que encontramos cerrado, volvimos hacia el hotel, donde nos relajamos en su piscina y nos tomamos alguna cerveza más aprovechando su happy hour y recordando algunos de los momentos tan maravillosos de ese viaje a lo salvaje.

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