![]() ![]() Volvemos a las Rockies 2019 ✏️ Blogs de Canada
Relato del viaje de dos semanas por la zona oeste de Canadá y Glacier National Park en USA.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (18 Votos) Índice del Diario: Volvemos a las Rockies 2019
01: Introducción
02: Día 0: El camino a Vancouver pasa por Madrid
03: Día 1: Llegada y huída de Vancouver
04: Día 2: Reduciendo la distancia hasta Alberta
05: Día 3: Mount Robson, Angel Glacier y llegada a Jasper
06: Día 4: Maligne Lake desde Bald Hills y atardecer en Pyramid Lake
07: Día 5: Icefields Parkway bajo la lluvia
08: Día 6: Johnston Canyon, Moraine Lake... y mucha lluvia
09: Día 7: Icefields Parkway y Moraine Lake, ahora sin lluvia
10: Día 8: Un día en Yoho con Lake O'Hara, Opabin Prospect y Lake Oesa
11: Día 9: Sunshine Meadows y rumbo a Montana
12: Día 10: Iceberg Lake en Glacier National Park
13: Día 11: Lluvia en Saint Mary y en Logan Pass
14: Día 12: Haystack Pass, McDonald Falls y abandonamos Glacier
15: Día 13: Entre Kalispell y Duvall hay algún Applebee's
16: Día 14: Déjà vu consumista en Seattle Premium Outlets
17: Día 15: Vancouver, Amsterdam, Madrid y Palma
18: Presupuesto
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Etapas 7 a 9, total 18
Nota: éste es nuestro segundo viaje por la zona, si quieres consultar el primero puedes visitar el anterior diario: www.losviajeros.com/ ...hp?b=16363
31 de agosto de 2019 Hay días que, debido a la previsión meteorológica, puede anticiparse que no van a coronarse como los mejores del viaje. Hoy sería uno de ellos, pero de cada jornada se pueden rescatar cosas por aquí y por allá que merezca la pena recordar. Es el día en el que abandonamos Jasper y el coqueto apartamento de Accommodations Jasper que nos ha acogido durante dos noches. En el horizonte nos espera el basto Parque Nacional de Banff. Y entre un lugar y el otro la Icefields Parkway o Carretera de los campos de hielo, una ruta escénica considerada una atracción en sí misma gracias a la gran cantidad de accesos que habilita a cataratas, lagos y glaciares a lo largo de su extensión. Con nueve grados y un cielo pintado de gris cuando salimos a las 8:40, nuestras esperanzas de disfrutarla tal y como merece son escasas. ![]() Adiós, Accommodations Jasper ![]() La cosa no pinta bien... ![]() Esta vez solo vemos el Skytram desde aquí Tan solo media hora después estamos ya apuntando nuestro primer fracaso. Detenemos el motor en el aparcamiento de las Athabasca Falls, desierto dadas las circunstancias. Lejos de amainar, el diluvio parece ir a más y solo me plantearía calarme hasta los huesos si no hubiéramos visto estas abundantes cascadas tres años atrás. Pero ya las visitamos, así que la tentación no es tal y preferimos sucumbir ante la evidencia de que revisitarlas no sería una experiencia agradable en estas condiciones. Haciendo planes mentalmente de cómo aprovechar el día en Banff si el tiempo no mejora y apenas hacemos paradas durante la ruta, reemprendemos la marcha. Como decía, hasta del peor de los días se pueden extraer cosas positivas. Y uno de los momentos destacados de este día aciego nos estaba esperando pocos kilómetros más allá. Vemos como varios vehículos se detienen en el arcén más cercano a nosotros. Esto, en esta zona de Canadá, solo puede significar algo con patas por los alrededores. A veces son ciervos y en otras ocasiones se trata del premio gordo: un oso negro. Y ahí lo tenemos, deambulando a pocos metros de nosotros durante unos preciados minutos en los que se abastace de los arbustos sin inmutarse por nuestra presencia, fotografiándolo desde la ventanilla del automóvil. ![]() Como diría Broncano: ¡Osoooo! ![]() ¿A qué sabrá esto? Nuestra siguiente parada es en el aparcamiento que hace las funciones de balcón hacia el Stutfield Glacier. Nos encontramos un par de simpáticos cuervos expectantes ante las visitas pero de la lengua glaciar no hay ni rastro. ![]() Está el día flojo, José Manué ![]() El Stutfield ni está ni se le espera Pasamos sin apenas aminorar la marcha junto al Athabasca Glacier, dejando a mano izquierda el hotel Glacier View en el que pasamos una nada barata noche a nuestro paso en 2016. Se trata de una lengua glaciar descomunal pero tan descaradamente explotada que el color gris oscuro que ha tomado el hielo en sus cotas más bajas debido a las cientos de incursiones para grupos turísticos que se realizan a lo largo del año lo deslucen demasiado. Si quieres caminar sobre un glaciar y no te importa pagar sumas nada despreciables por ello, este es tu lugar. Para nosotros ese debate ya pasó. Pasamos también de largo, y este es el cambio de planes que más nos duele, los aparcamientos para las subidas a Parker Ridge y Wilcox Pass. La primera es la excursión que premia con vistas a uno de los lugares favoritos de L en todo el mundo que llevamos visitado, y la segunda un ascenso que no realizamos en nuestra anterior visita y cuyas vistas teníamos muchas ganas de descubrir. Sin aminorar la marcha al superar sus desvíos, especulamos ya con cómo podemos encajar en nuestra agenda para los próximos días las 4 horas entre ida y vuelta que nos costaría volver hasta aquí. Cruzamos el límite entre los Parques Nacionales de Jasper y Banff. Aquí el cielo parece ganar algo de brillo, dándonos esperanzas de que quizás no esté todo perdido. Las montañas con formas agresivas luchan contras las nubes, dejando entrever en algunos calros sus negras paredes moteadas con bloques de hielo. Cuando llegamos al desvío hacia Peyto Lake, uno de los lugares de visita obligada en Banff, decidimos darle una oportunidad. Habíamos olvidado una de las cosas más criticables de la gestión del parque: el estado del aparcamiento de Peyto Lake. Sin síntomas de mejora desde 2016, presenta un terreno lleno de baches y otras irregularidades que lo convierten en toda una aventura cuando el piso está embarrada y los coches y turistas se cuentan por decenas como es el caso. Nos prometemos no dar más que un dar de vueltas y abortar el intento de parar si no encontramos un sitio libre, pero la fortuna está de nuestra parte. Ataviados de ropa impermeable salimos al exterior a sabiendas de que lo que nos espera puede no ser ideal. Para alcanzar Peyto Lake hay que pagar un peaje en forma de desnivel de unos 80 metros a superar a lo largo de 800. No es la cuesta más empinada a la que nos hayamos enfrentado, pero acometerla en frío y con las agujetas del día anterior le dan un plus de sufrimiento. La lluvia parece dar cierta tregua... hasta que alcanzamos el mirador, momento en el cual muestra su cara más violenta y obliga a cubrir el objetivo de la cámara entre toma y toma. Pasamos el tiempo justo más allá del balcón de madera oficial, buscando un lugar con una buena perspectiva sin poner en riesgo nuestra integridad física. Como es de esperar, Peyto Lake no muestra su mejor cara en ausencia del sol dando brillo a su agua de color turquesa. Pese a ello sigue siendo una postal que merece la pena contemplar incluso en la versión tan desmejorada que tenemos hoy. Además las inclemencias del tiempo traen un aspecto positivo: no hay tanto grupo de turista desconsiderado luchando por el mejor sitio en el que hacer la foto para su Instagram. ![]() Otra vez aquí... ![]() No está en su mejor momento, pero incluso así El tiempo no solo está loco, si no que además tiene un peculiar sentido del humor. Tras descender desde el mirador calados, entrar en el coche y comenzar a conducir, en apenas 2 minutos tenemos ante nosotros el Bow Lake con colores mucho más vivos de lo que podíamos esperar gracias a que las nubes se están quebrando e incluso dejan ver pequeños parches de cielo azul entre ellas. El descomunal tamaño de esta orilla del lago consigue que el ambiente sea mucho más tranquilo pese a que los visitantes no paren de llegar. Nos acercamos sobre ruedas hacia un segundo parking desde el que se puede ver la orilla y decidimos comer aquí, aprovechando que el reloj ya marca las 12:45. ![]() El tiempo mejora en Bow Lake ![]() Con estas vistas decidimos comer Con el estómago lleno, nos despedimos de lagos por ahora y damos el salto hasta el siguiente apeadero, el de Crowfoot Glacier. Con vistas a esa gran masa de hielo con forma de pata de cuervo, este era el lugar en el que tendríamos que haber comido. ![]() Y con estas deberíamos haber comido Nos aproximamos ahora al que es probablemente el punto más concurrido y ajetreado de todo Banff, y se nota. Los alrededores de Lake Louise están colapsados, con empleados del parque ataviados con chalecos reflectantes intentando poner el mejor orden posible dentro del caos circulatorio. Los carteles informan de que el aparcamiento del lago -que no es precisamente pequeño- está completo y el único modo de acceder a él es mediante el servicio de autobuses varios kilómetros más allá. Nosotros, que por ahora tenemos la revisita a Lake Louise en la lista de "posibles, pero no imprescindibles" nos devíamos a la Bow Valley Parkway, una ruta alternativa que separa Lake Louise de la ciudad de Banff en paralelo a la autopista más rápida. La Bow Valley Parkway nos decepcionó a nuestro paso por ella en 2016, pero hoy queremos detenernos en un lugar que desconocíamos por aquel entonces. Recibe el nombre de Morant's Curve un recodo de la carretera en el que las vías del tren trazan una curva que, sumado a las montañas y vegetación de los alrededores, pueden brindar una postal de ensueño si el día acompaña. Evidentemente ese no iba a ser nuestro caso, pero aun así alcanzamos el lugar tras unos 10 minutos conduciendo y nos asomamos al balcón. Y en ese momento, veo como la gente gira la cabeza en dirección contraria hacia lo que parece una luz que se acerca por las vías. Contra todo pronóstico ya que sus horarios son tan irregulares como impredecibles, hemos coincidido con el paso de un tren. Lo que el karma te quita, el karma te lo da. ![]() La providencia Se suceden ante nosotros incontables vagones, todos con un aspecto descuidado y llenos de graffitis. Uno a uno van desapareciendo en la distancia tras tomar la curva hasta que finalmente la vía vuelve a quedar visible. Intentaremos volver en un día más soleado para disfrutar de esas montañas que ahora permanecen ocultas en el horizonte, pero sabemos que volver a coincidir con el paso de un convoy será prácticamente imposible. ![]() No es la mejor foto posible, pero es mejor de la que podíamos esperar Sin más paradas previstas, deshacemos los kilómetros de Bow Valley Parkway y nos reenganchamos a la Transcanadian Highway para dirigirnos ya sin más distracciones a la ciudad de Banff. Con mucho tráfico y de nuevo cielos oscuros, alcanzamos el corazón de la turística ciudad con aires suizos a las 15:00. Localizamos la casa en la que pasaremos las próximas cuatro noches, pero gracias a Vodafone y sus ambiguas condiciones, descubrimos en el peor momento que en el saldo de nuestra SIM no están incluidas las llamadas a teléfonos canadienses. Tras esperar unos minutos por si el anfitrión aparece sin necesidad de avisarle, nos resignamos a hacer la llamada con nuestra línea habitual, aún a sabiendas de que O2 nos cobrará una no pequeña cantidad por el escaso minuto de conversación que necesitamos. A los cinco minutos llega el encargado de darnos paso al apartamento, un joven asiático que no superará nuestros 35 años. La sensación inicial al entrar en nuestro alojamiento para los próximos días es de decepción, especialmente al compararlo con el acogedor espacio del que disponíamos en Jasper. Tenemos una sala única que combina dormitorio y salón con el único añadido de un baño completo. Todo se encuentra en buen estado, pero los servicios brillan por su ausencia. Lo que más nos duele es la ausencia de un microondas, el cual iba a ser muy útil para sobrevivir durante cuatro días en la nada económica Banff. Pagamos en efectivo el mayor desembolso por alojamiento de todo el viaje, para más inri. Aunque pasar de una habitación privada a un apartamento con baño privado sea una mejoría, no podemos evitar echar algo de menos ese Odenthal's Bed & Breakfast en el que pasamos nuestros días en Banff hace tres años. Tras averiguar por la previsión meteorológica que la lluvia debería cesar dentro de dos horas, dedicamos ese tiempo a descansar y asimilar nuestro nuevo hogar mientras deshacemos las maletas. Dan las 17:15 y la previsión se cumple, así que nos echamos a las calles cargados con la ropa sucia para alcanzar la Cascade Coin Laundry, una lavandería autoservicio situada en la mismísima Banff Avenue, la arteria principal de la turística ciudad. Ponemos en marcha una lavadora a base de monedas de 25 centavos que cambiamos en el mostrador. Me apasiona la imagen del matrimonio asiático de avanzada edad encargado del lugar contando suficientes monedas como para llenar un cofre que podría encontrarse Indiana Jones. Por siete dólares, iniciamos una carga doble de 30 minutos y decidimos aprovechar ese lapso de tiempo para dar una vuelta por los alrededores. ![]() Laundromat time El objetivo principal de nuestro paseo es estudiar la oferta de locales en los que poder desayunar durante las próximas mañanas, intentando que no todo se limite a pisar una y otra vez el Starbucks de la ciudad. Hay locales de mayor o menor nivel, pero por precio y oferta estamos bastante convencidos de que el más recurrente será el cercano McDonalds. En literalmente todos los comercios cuelgan carteles ofreciendo empleo, en muchos casos incluso ofreciéndose a pagar el alojamiento. Terminamos el paseo visitando una conocida juguetería cuyo nombre hace imprescidible visitar: Duck Duck Moose. ![]() Paseando por la lluviosa Banff ![]() Me quedé un poco con las ganas De vuelta en la lavandería, una pareja de turistas franceses nos regalan su excedente de tiempo de secado, 18 minutos. Echamos dos dólares más para que, a razón de 3 minutos por cada 25 centavos, nuestra ropa de vueltas en caliente durante 40 minutos. Subimos mientras tanto a las plantas superiores del centro comercial en el que nos encontramos, con la esperanza de arañar alguna señal Wifi con la que pasar el rato. ![]() Y ahora, a secar Antes de regresar a casa solo queda un objetivo: conseguir la cena para hoy. Y no tenemos que pensarlo mucho, ya que guardamos un grato recuerdo de las bandejas de sushi y los expositores de comida caliente del cercano supermercado de la cadena IGA. Las expectativas se cumplen: salimos del local con una barcaza de sushi por 12 dólares para mí y una caja con nuggets de pollo y patatas para L, incluyendo una extraña bebida en el pack. Nos reencontramos al fin con los "wraps" que tan convenientes nos resultan para las excursiones, y completamos la compra con un capricho en forma de postre para esta noche. ![]() Ay quién maneja mi sushi... Dando el visto bueno al extraño refresco y disfrutando del ecclair de postre -qué dura será la dieta cuando volvamos a casa...-, dan las 22:00 cuando ya nos hemos duchado y estamos listos para apagar luces mientras oímos llegar a los vecinos del último cuarto que faltaba por ocupar en el sótano de este Alpine B&B. No ha sido el mejor día, pero ya estamos donde debemos estar. Etapas 7 a 9, total 18
Nota: éste es nuestro segundo viaje por la zona, si quieres consultar el primero puedes visitar el anterior diario: www.losviajeros.com/ ...hp?b=16363
1 de septiembre de 2019 Canadá no empieza para nosotros en esta quinta jornada hasta las siete de la mañana, momento en el que despertamos bajo una acogedora funda nórdica que nos protege del frío que hace ya no solo en las calles de Banff, si no en nuestro propio apartamento. A falta de un microondas en el que prepararnos nuestro propio café, para nuestros días en la ciudad más turística de las Montañas Rocosas no nos queda más remedio que salir a las 7:45 hacia una Banff Avenue en las que todavía reina un silencio que contrasta con el habitual bullicio en esta época del año. Tras un paseo por la zona comercial durante la tarde anterior ya decidimos cuál iba a ser nuestro espacio habitual para los próximos desayunos: la variedad en la oferta y el precio de McDonalds hacen muy difícil competir a los demás. Tras aparcar en una calle paralela en la que se puede estacionar el coche gratuitamente durante un tiempo limitado, no tardamos en recibir nuestro pedido con tortitas, un burrito, unas delicias de patata, un café y un smoothie de fresa. ![]() Empezando el día con fuerzas Ya no volvemos a casa. Directamente desde aquí salimos rumbo al norte, enganchándonos a la Bow Valley Parkway esta vez desde su extremo más al sur. Tras apenas 25 kilómetros alcanzamos el aparcamiento de Johnston Canyon, ya hasta la bandera a las 9 de la mañana. La falta de plazas libres nos hace temer lo peor, pero justo a nuestro paso cazamos una ranchera rompiendo la formación y dejando a nuestra merced su preciado espacio. Nublado pero sin lluvia y con una temperatura ya más soportable de 10 grados, echamos a andar. Johnston Canyon no es nuevo para nosotros. Se trata de una de las paradas obligadas cuando se visita Banff por primera vez, y para nosotros bien merece una segunda incursión en gran parte debido a un pequeño y clandestino rincón que pocos conocen desviándose levemente de la senda oficial que atraviesa el cañón. Con solo recuerdos para ese ansiado rincón, habíamos olvidado lo vistoso que es el cañon en sí. El Bow River va abriéndose paso entre dos altas paredes de piedra y nosotros, paseando por un camino perfectamente habilitado a su izquierda, podemos acompañarle. Y al igual que nosotras mucha otra gente, ya que se trata de uno de los rincones más aptos para toda la familia de las Rocosas. Mucha gente se conforma con alcanzar las Lower Falls, la primera de las dos cataratas que se suceden por el camino, así que tras superarla empezamos a caminar más desahogados y sin estar esquivando constantemente tráfico a pie en ambos sentidos. ![]() No recordábamos que esto fuera tan bonito ![]() Las Lower Falls, desde la distancia Nuestro rincón secreto se sitúa en el tramo entre las Lower y las Upper Falls, prácticamente a punto de alcanzar las segundas. Pero según recortamos la distancia hasta el desvío -al que hoy ya vamos directos, no como hace 3 años en los que yendo a ciegas casi me despeño en varios intentos previos- nos tememos lo peor. Donde antes no había más que vegetación junto a la senda ahora han aparecido cordones que impiden el paso acompañados de señales en los que se insta a los visitantes a no salir del camino señalado, según explican, por el bien de la preservación del lugar. Nosotros tenemos otra teoría, y es que el famoso desvío, si bien no presenta pendientes ni caídas peligrosas, podía llevar a accidentes si llegaba a oídos de algunos turistas que no saben dar tres pasos seguidos por la naturaleza sin tropezar. Y cuando alcanzamos el desvío confirmamos nuestros temores: el cordón permanece y las señales en todo caso se intensifican, enviando un claro mensaje de la dirección del parque a los cientos de fotógrafos tanto amateur como profesionales que venían hasta el cañón buscando este lugar. Y el mensaje es "se acabó la fiesta". Estoy seguro de que un profesional de suficiente renombre o con la debida reputación, solicitando previamente el permiso necesario, recibiría el visto bueno para tomar una nueva instantánea del lugar, pero no es nuestro caso. Así que nos quedamos sin ver lo que habíamos venido a buscar: la Secret Cave, una curva que el Bow River realiza alrededor de un meandro tras haber saltado por un pequeño salto de agua antes de llegar al recodo. Un sitio que, gracias a la privilegiada perspectiva que brindaba una pequeña cueva frente a frente al espectáculo, ofrecía una fotografía de naturaleza espectacular. ![]() La Secret Cave, pero no como esperábamos Con un sentimiento mezcla de frustración por no ver la Secret Cave pero alivio por haber tenido la oportunidad de disfrutarla en 2016 antes de que decidieran clausurarla, aprovechamos el haber llegado hasta aquí para caminar los 110 metros restantes hasta las Upper Falls antes de dar la vuelta. Poco después de las 11:30 ya estamos de nuevo en el aparcamiento, en el que se cambian las tornas y somos nosotros los que damos ahora una alegría al siguiente coche que ha llegado desesperado por encontrar un aparcamiento libre. ![]() Las Upper Falls, ya que hemos llegado hasta aquí Ya que nos encontramos en la Bow Valley Parkway y nuestra agenda para hoy no presenta grandes urgencias, aprovechamos la cercanía para revisitar esa Morant's Curve en la que, aunque sepamos que es casi imposible que volvamos a coincidir con un tren recorriendo las vías, esperamos tener una visibilidad mejor de la que ayer nos privaba de las montañas que rodean la postal. Mejora algo respecto a la tarde anterior, pero sigue lejos de la meteorología ideal para el lugar. En esta segunda visita al lugar nos damos cuenta de que incomprensiblemente el mirador "oficial", ese que habilita una placa informativa tras un sendero que nace desde el aparcamiento, tapa parte de la escena. Mucho mejor cruzar la carretera y permanecer junto a la barandilla del puente frente a la curva, desde la cual la vista está totalmente despejada. ![]() Ni tren, ni montañas Volvamos ya hacia la ciudad de Banff con dos objetivos: comer y descansar. Lo segundo lo haremos en nuestro apartamento, pero para lo primero necesitamos un local y ya traemos un favorito. Tras aparcar en el mismo espacio que este mañana caminamos apenas unos metros para entrar en Tommy's Neighbourhood Pub, un local de ambientación y carta típicamente norteamericana cuyos precios parecen contenidos dado el lugar en el que nos encontramos. ![]() The Original American Experience Pedimos una quesadilla y una hamburguesa picante servidas por una camarera que, si esto fuera una película y nos encontráramos en Los Ángeles, ahora nos explicaría que su sueño es ser actriz y seguro que el siguiente casting es el que le dará esa oportunidad. El local es de un estilo que nos gusta cuando visitamos esta zona: intentando transmitir sensaciones rústicas pese a que evidentemente es artificial y hecho por y para los turistas. ![]() Ñam ![]() Y ñam ![]() Banff Avenue sigue aquí Regresamos a nuestro pequeño apartamento para descansar las piernas durante un par de horas, tras las cuales volvemos al coche con un ambicioso pero nada seguro objetivo dado lo cambiante de la meteorología: disfrutar del atardecer ante el idílico paisaje de Moraine Lake. A nuestra salida de Banff podemos ahora disfrutar de Cascade Mountain, esa piramidal cumbre que preside el horizonte desde Banff Avenue, en todo su esplendor. Volvemos a circular por la Transcanadian Highway por la que llegamos ayer, esta vez alejándonos de Banff. En dirección a Jasper el color oscuro del cielo resulta desolador, pero en la dirección a la que debemos dirigirnos para alcanzar Moraine Lake el cielo entrecortado promueve nuestro optimismo. Llegamos al lugar del desvío, poco antes de alcanzar Lake Louise, y empieza un baile que habíamos olvidado. Dado que el aforo del aparcamiento que se encuentra a 12 kilómetros del desvío es limitado y siempre se completa, en este punto varios agentes del parque deciden abrir o cerrar el paso según vaya quedando espacio libre. Como era de esperar a nuestra llegada el paso está cerrado, así que tenemos que permanecer en una pequeña zona de recreo varios metros más allá esperando a que la agente haga ademán de apartar la valla y en ese momento salir disparados para emprender la subida hacia el lago antes de que la vuelva a colocar. ![]() Paisajes de la Transcanadian Highway ![]() Optimismo moderado No nos toca esperar mucho, y tras esos 12 kilómetros de carretera de montaña llegamos al abarrotado parking pero con espacio garantizado gracias precisamente a ese control realizado por la dirección del parque. Las nubes no han sido benevolentes con nosotros, y parece que finalmente nos va a acompañar un cielo blanco y sin matices durante toda nuestra instancia. Como lo que nos interesa es un atardecer para el que falta una hora, decidimos esperar en el vehículo ya que la débil lluvia no invita a quedarse todo ese tiempo a la intemperie mirando hacia el lago. Mientras esperamos, la débil lluvia da paso a un diluvio, y nuestras opciones para ver hoy el agua de color azul eléctrico de Moraine Lake empiezan a desvanecerse. No tenemos prisa, pero tampoco es cuestión de pasar aquí la noche, así que miramos con preocupación como el cielo no tiene intención de abrirse antes de que nos quedemos a oscuras. A las 20:15 nos damos por vencidos y asumimos que hoy no será el día en el que disfrutar de ese atardecer soñado. L se queda en el coche pero yo, que intento evitar a toda costa que un desplazamiento sea en vano, me salvaguardo todo lo que puedo de una lluvia que ahora ya no es tan agresiva y salgo al exterior para asomarme lo más rápido posible a los miradores. Aunque vaya a paso ligero, no puedo tardar menos de 20 minutos en subir a lo alto de la morrena, ver por mi mismo lo desangelado del lugar en estas condiciones, y dar media vuelta para regresar al coche. Ojo, Moraine Lake es bonito incluso bajo un temporal como este, pero la comparación con la irreal postal que ofrece cuando el cielo está despejado es sonrojante. A las 20:35 estamos ya descendiendo de nuevo hacia la carretera de Lake Louise para poner rumbo hacia Banff. No se puede acertar siempre. ![]() Lo mejor que pude sacar ![]() Y echando la vista atrás, el puñetero cielo se abre ![]() En lo alto de la morrena El regreso es pesado, en parte por ser el mismo camino que realizamos ayer pero sobre todo por lo molesto de conducir bajo un aguacero como el que vuelve a caer sobre nosotros. La tormenta eléctrica que se sucede ante nuestro parabrisas es espectacular, pero sería mejor disfrutarla desde la ventana en una acogedora estancia que conduciendo por una vía encharcada. ![]() Regresando entre relámpagos... Afortunadamente la lluvia casi ha cesado cuando alcanzamos de nuevo nuestro apartamento de Alpine Bed & Breakfast y tenemos que salir al exterior. Ha sido la entrada a Banff con menos tráfico hasta el momento: la tormenta es tal que todo el mundo ha preferido refugiarse a seguir por las calles. Sin ningunas ganas de salir de nuevo para comprar algo de cena, recurrimos a lo único que nos ofrece el apartamento para tener comida caliente: una tetera eléctrica con la que calentar agua para dos vasos de fideos que llevamos con nosotros en caso de emergencia, como es la que nos ocupa. Nos queda una cosa por hacer. El azar ha hecho que en uno de los otros dos apartamentos con los que compartimos techo se encuentre una pareja de recién casados mallorquines con los que habíamos intercambiado previamente algunos mensajes a través del foro de LosViajeros. Entre esos mensajes había algunos relativos al Lake O'Hara en el Parque Nacional de Yoho, un lugar al que solo se puede acceder si uno tiene la suficiente pericia para conseguir dos tickets para un autobús que, como si fuese un concierto de Rosalía, agota todos sus billetes en cuestión de segundos cuando se ponen a la venta para la nueva temporada. Nosotros, que otra cosa no pero cabezones y planificadores somos un buen rato, no solo conseguimos los codiciados billetes si no que lo hicimos para dos fechas distintas: mañana y pasado mañana. Sabiendo ya que de las dos fechas que tenemos a nuestra disposición la de pasado mañana es la que mejor previsión del tiempo presenta, y habiendo descartado visitar el precioso lugar dos días seguidos, contactamos con Susana para ofrecerle nuestro excedente de pasajes, a sabiendas de que ella no había corrido la misma fortuna que nosotros y se había quedado con la miel en los labios. Así que antes de dormir y dado que la pareja en ese momento ya está durmiendo -nos hemos ido comunicando por Whatsapp en diferido y no hemos llegado a tiempo para darle la reserva en mano-, doblamos el resguardo de la reserva para mañana y la introducimos por debajo de su puerta. Y ahora sí, sabiendo que seguramente le habremos dado una buena alegría a dos paisanos, damos por finalizado este día al que hemos intentado sacar todo el provecho posible pese a las inclemencias del tiempo. Mañana será mejor. Etapas 7 a 9, total 18
Nota: éste es nuestro segundo viaje por la zona, si quieres consultar el primero puedes visitar el anterior diario: www.losviajeros.com/ ...hp?b=16363
2 de septiembre de 2019 Este nuevo día en la turística ciudad de Banff no comienza para nosotros hasta las 6:30, momento en el que apagamos el ruido de blanco de lluvia que nos acompaña todas las noches y el silencio descubre unos ronquidos cercanos que no habíamos escuchado hasta entonces. Siendo tan temprano, nos desperezamos viendo por las redes qué nos hemos perdido durante las últimas horas. Ya podemos ver cuánto nos ha costado la llamada que tuvimos que realizar con O2 a nuestro anfitrión: 2 euros por 37 segundos de conversión. Mientras tanto, la SIM de prepago de Vodafone sigue cogiendo polvo ya que sus ambiguas condiciones no daban a entender que no pudiéramos hacer llamadas desde Canadá. Alcanzamos las 8:00 cuando abandonamos nuestro pequeño apartamento. El termómetro marca 10 grados pero la sensación de frío es mayor debido a la tremenda humedad con la que Banff ha amanecido. Sus calles, a esta hora, siguen siendo extrañamente tranquilas para un lugar tan concurrido por el turismo. Nos dirigimos al McDonalds de Banff Avenue para un nuevo desayuno antes de lanzarnos a nuestra expedición entre glaciares. Nos acompañan en el amplio comedor del local los mismos parroquianos que el día anterior: dos mochileros que llevan todas sus posesiones consigo, y un hombre con auriculares puestos, aparentemente dormido y síntomas de que puede tratarse de un sin techo. Y no creáis que es el segundo quien peor olor corporal desprende. Hoy es un día para ajustar cuentas. Tras la fallida jornada de dos días atrás en la que el mal tiempo nos impidió disfrutar de la Icefields Parkway y sus múltiples paradas, hoy volvemos a recorrerla parcialmente con la promesa de que la meteorología será más benevolente. Este reintento nos supone conducir casi 400 kilómetros entre deshacer y rehacer el camino a Banff, pero si el tiempo acompaña creemos que merecerá la pena. Nos alejamos de Banff por el noroeste a través de la Transcanadian Highway. En el horizonte el cielo sigue gris, pero cuando tras superar Lake Louise comenzamos a recorrer la ruta escénica la situación mejora drásticamente. Y todavía mejoraría más cuando el avistamiento de un nuevo oso nos espera a los pocos kilómetros, esta vez desde una distancia mayor al encontrarse en el arcen opuesto a nuestra marcha. Cuando decide abandonar el lugar podemos ver que debe tener algún tipo de lesión, ya que solo se apoya en tres de sus cuatro patas. ![]() El oso cojo Cuando rearrancamos, nuestro Volkswagen Tiguan decide que quiere un poco de protagonismo y lo consigue encendiendo un piloto con la leyenda EPC. El manual que encontramos en la guantera no ayuda a rebajar nuestra preocupación, ya que dice que tras un aviso de ese tipo conviene contactar enseguida con un taller especializado. Como buen informático, decido que lo primero a intentar es apagar y volver a encender. Para hacerlo nos desviamos en el aparcamiento de un Peyto Lake que no contemplábamos visitar hasta la tarde, ya en la ruta de regreso a Banff. La solución informática funciona, y tras parar y reiniciar el motor el aviso desaparece. El instinto nos dice que el sistema "Start & Stop" del vehículo puede haber tenido algo que ver, así que decidimos desactivarlo de ahora en adelante. Tampoco es que nos vayamos a detener en muchos semáforos que lo aprovechen durante el viaje. La revisita a Peyto no estaba programada para este momento, pero ya que hemos aparcado y a la vista de los pocos vehículos que ocupan por ahora el aparcamiento, decidimos adelantarla. Los seis grados que marca el termómetro intimidan un poco, pero en cuanto iniciamos la corta pero pronunciada subida hasta el mirador el frío pasa a un segundo plano. La decisión de subir ahora no podía ser más acertada. Con mucha más luz, sin la molestia de cortinas de agua cayendo sobre nosotros y unos miradores mucho menos concurridos, la experiencia de visitar Peyto Lake mejora drásticamente respecto a la de hace un par de días. El color turquesa del agua es más eléctrico que nunca, brillando por la luz que hoy si le llega desde las alturas. Es un lugar que no deja de parecer irreal por muchas veces que lo visites. ![]() Esto sí que es Peyto ![]() Qué colores, tú Tras regresar al aparcamiento, con paciencia y disfrutando de las vistas escénicas mientras conducimos, a las 11:50 alcanzamos Parker Ridge. Un lugar que ya visitamos en 2016 y, sin embargo, era un fijo en la agenda de este viaje desde el primer día de su planificación. El motivo es que tras los algo menos de tres kilómetros de subida por la ladera de una colina espera un espléndido mirador a Saskatchewan Glacier, y con él uno de los lugares favoritos de L ya no solo en Canadá, ya no solo en Norteamérica, si no de todo el mundo que hemos visitado hasta la fecha. Con tal presentación, era imperdonable que pasáramos junto al aparcamiento y no le dedicáramos parte de una jornada para volverlo a saludar. A ritmo de podcasts de La Vida Moderna y La Competència entramos en el aparcamiento del que nace la subida. Lo encontramos lleno hasta la bandera, siendo la única opción para estacionar aprovechar algún hueco libre en la zona del parking más cercana a la carretera. Antes de comenzar a subir y para evitar urgencias durante el camino, no nos queda más remedio que hacer uso de las típicas letrinas campestres que suelen habilitarse en los aparcamientos a las que nosotros nos referimos como "joyos". ![]() Y esto, amigos, es un "joyo" Y para arriba que vamos. El tramo de subida de Parker Ridge que se inicia desde el mismo aparcamiento consiste en unos escasos dos kilómetros, pero con una pendiente pronunciada. Tras cada avance de aproximadamente 250 metros nos detenemos para recuperar el aire y disfrutar de las crecientes vistas, hacia el valle si giramos la vista atrás y hacia el helado y deslumbrante Monte Athabasca si miramos hacia la derecha en el sentido de la subida. ![]() Ganando altura Tras los dos primeros kilómetros la subida se desvía a la derecha, en dirección a un altiplano que ya visitamos en la ocasión anterior y no es lo que queremos repetir. Nosotros viramos hacia la izquierda, donde un camino llano nos permitirá ir ganando perspectiva respecto al espectáculo que ha aparecido ante nosotros: el ancho valle al que viene a morir la lengua glaciar de Saskatchewan, con una pequeña laguna de colores verdosos precedida por el blanco impoluto de la lengua en sus últimos metros. En el lateral opuesto del valle podemos intuir una pequeña catarata -pequeña desde aquí, porque debe tener varios metros de altura...- junto a la cual pasa muy cerca un helicóptero que debe estar ofreciendo unas vistas de infarto. ![]() La subida que no haremos ![]() Hemos vuelto ![]() Te echábamos de menos, Saskatchewan ![]() Allí donde las lenguas se tornan lagunas Nos detenemos. Hacemos cientos de fotos. Caminamos diez metros más. Hacemos cien fotos más. Volvemos a avanzar, nos paramos, y seguimos repitiendo el ciclo hasta alcanzar la señal que indica que el camino termina y no nos podemos alejar más para ganar ángulo de visión. Pasamos en este extremo un largo rato almorzando, y con L reafirmándose en que es uno de sus lugares preferidos. Cuando ya hemos grabado a fuego la panorámica en nuestras retinas, emprendemos el camino de vuelta para alcanzar nuestro coche a las 14:45. ![]() Hasta ahí debemos volver Seguimos alejándonos de Banff y recortando la distancia con Jasper, aunque ni por asomo preveemos alcanzar de nuevo el que fue nuestro hogar durante varias noches. Este tramo de la Icefields Parkway, el que transcurre alrededor del Mount Athabasca, es por mucho el más espectacular de toda la ruta escénica. El mencionado monte con su colosal envergadura y su agresiva textura de roca negra bañada por la nieve se lleva la mayoría de las miradas, pero todo el paisaje que le acompaña en forma de montañas y glaciares que asoman intermitentemente tampoco se puede pasar por alto. Precisamente uno de esos balcones hacia el hielo marca el punto en el que nos detenemos antes de dar media vuelta y comenzar a recuperar la distancia perdida respecto a Banff. Observamos durante unos minutos la pared helada del Stutfield Glacier, cuya presencia había pasado inadvertida cuando hace dos días quedaba totalmente oculto tras las nubes. Mirando la capa de imágenes vía satélite de un mapa, impresiona recordar las descomunales moles de hielo que se esconden tras estos tímidos salientes. ![]() Stutfield, ahora sí De nuevo en marcha, pasamos y disfrutamos por tercera vez en lo que va de día de las vistas según superamos el Mount Athabasca y su homónimo glaciar. No mucho después de dejarlo atrás en el retrovisor nos detenemos en el aparcamiento desde el que se inicia la excursión a Wilcox Pass. ![]() Entrando y saliendo del Campo de Hielo ![]() Los infinitos alrededores del Monte Athabasca ![]() Esta camper mola Wilcox Pass es el nombre que recibe un mirador que cubre una amplia panorámica de los alrededores. Alcanzarlo supone una subida moderada a lo largo de seis kilómetros, pero nuestra obsesión por dosificar esfuerzos hace que esa no sea nuestra meta. Nosotros nos conformamos con recorrerla durante poco menos de dos kilómetros, los necesarios para alcanzar una pareja de sillas rojas como tantas otras repartidas en varios puntos estratégicos de la naturaleza de las Montañas Rocosas. El tramo de subida que nos separa de dichas sillas es ligeramente más corto que el de Parker Ridge, pero no menos exigente. Tras ganar esos 200 metros de altura, disfrutamos del momento de soledad que nos brinda la poca afluencia de público. Las sillas están estratégicamente orientadas, ofreciéndonos vistas al Mount Athabasca en una interminable panorámica que disfrutamos tanto nosotros, como la pareja de cuervos que revolotean por la zona. ![]() Athabasca Glacier, desde las sillas de Wilcox Pass ![]() El mirador perfecto Nos quedan por delante 180 kilómetros que deshacer hasta regresar a Banff, los cuales vienen acompañados por la esperada sucesión de "oooooh" y "aaaaah" provocada por lo que se va sucediendo más allá de nuestro parabrisas. Parecía que lo que teníamos por delante era una segunda mitad del día relajada y sin planes, pero siempre estamos a tiempo de improvisar y que todo eso cambie. Según nos acercamos a Lake Louise, nos viene a la cabeza el recuerdo del fallido atardecer que ayer sufrimos en Moraine Lake. Si volvemos hasta Banff, nada ni nadie nos va a convencer de volver más adelante a conducir de nuevo una hora para acercarnos al lago. Así que, si queremos resarcirnos de ese fracaso, el momento es aquí y ahora. En lugar de seguir hasta Banff, nos dirigimos hacia Moraine Lake no sin antes parar por ¡tercera! vez en Morant's Curve, donde desafiando a la estadística coincidimos por segunda vez con el paso de un tren pero esta vez llega acompañado de un contraluz que hace muy difícil ya no solo tomar fotografías, si no incluso disfrutar del paso de los vagones a ojo desnudo. La subida a Moraine Lake, como era de esperar, nos recibe cerrada como consecuencia de que el aparcamiento junto al lago debe estar completo. Nos detenemos en la cercana área recreativa desde la que vigilar cuándo se vuelve a abrir el paso, y eso ocurre a las 19:10. Nos ponemos en marcha con un margen suficiente para llegar antes de la caída del sol. A las 19:25 ya estamos de nuevo arriba, rodeados del baile de coches yendo y viniendo típico de esta hora. Se unen los excursionistas que abandonan Moraine tras un día de senderismo, con los visitantes tardíos -como nosotros- que vienen para terminar aquí el día. Para muchos de los que arrancan y se van esto supone el cierre a sus vacaciones, ya que el "Labour Day" de hoy, primer lunes de septiembre, supone el último de los tres días festivos del extenso fin de semana que han podido disfrutar los norteamericanos. En apenas 15 minutos estamos ya en posición. Tras rodear la morrena por detrás y ascender por el camino habilitado, buscamos un sitio libre con una buena vista hacia el lago y libre de árboles, rocas y, sobre todo, personas que se interpongan entre nosotros y la postal. Lo encontramos, y gracias a ello podemos disfrutar de uno de los momentos álgidos del viaje. Con el sol apenas iluminando ya una pequeña porción del agua, esta no tarda en convertirse en una superficie uniforme del mismo color azul eléctrico. El viento dibuja pequeñas corrientes cuando corre sobre la superficie, y en compañía de las vistas a la serie de picos que quedan en el extremo opuesto del lago, disfrutamos de una armonía con la naturaleza solo interrumpida por los gritos de una madre cuya intención es que todos los presentes sepamos los nombres de sus dos revoltosas hijas. 30 minutos de reloj se pasa repitiéndolos una y otra vez a gritos como si éstas fueran a dejar de ignorarla por ello. Con la cámara instalada y programada para ir tomando instantáneas a cada segundo, nada se puede interponer en mi objetivo de conseguir un timelapse decente del momento. Nada salvo dos jóvenes que rizan el rizo y se colocan en una zona de muy difícil acceso y que justo queda en la esquina del encuadre que tanto me había costado decidir. Vienen acompañadas de unos cigarros que, a tenor del aroma que el viento trae hacia mí, no son de nicotina. Mientras tanto, las niñas de la ruidosa madre han encontrado al fin el modo de tropezar, caer o lo que sea que hayan hecho para brindarnos una buena sesión de llantos. No podemos tener cosas bonitas. ![]() Simplemente Moraine ![]() El agua, las montañas, la luz, el color... todo funciona Alargamos este momento contemplativo apurando la luz de ese sol que ya hemos dejado atrás desde hace varios minutos. Lo alargamos tanto, que cuando regresamos al coche y emprendemos el descenso hasta la autopista estamos ya totalmente a oscuras. Y es una pena, ya que durante el tramo podemos ver en un arcén la ténue silueta de una majestuosa hembra de alce americano. El reintento no planificado de ver atardecer en Moraine nos ha dejado muy poco margen para las últimas horas de día. Regresamos al fin a una Banff en la que llenar el depósito, comprar cena para hoy y comida para mañana, llegar a nuestro apartamento, llenar el estómago, ducharse e irse a dormir. Todo en tiempo récord, ya que mañana a las 6:00 tenemos que ponernos en pie para arrancar el día. Por los mensajes que recibimos al conectarnos a Internet sabemos que nuestros vecinos de apartamento ya han podido disfrutar de Yoho National Park gracias a las reservas de autobús que anoche les cedimos. Mañana nos toca a nosotros. Etapas 7 a 9, total 18
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