![]() ![]() Jordania al runrún de los Toyotas Coasters ✏️ Blogs de Jordania
En este diario narro mi viaje por tierras jordanas utilizando en la medida de lo posible el transporte público. Dejando algunos itinerarios, precios y datos que pueden tener(creo) alguna utilidad para otros futuros viajeros.Autor: Agus1973 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (8 Votos) Índice del Diario: Jordania al runrún de los Toyotas Coasters
01: ENTRANTE JORDANO
02: PLANEAMMÁN
03: LAS MARAVILLAS DE AMMÁN
04: LA MÁGICA VARA DE MOISES (MUSA)
05: EN LAS INEXPUGNABLES RUINAS ROQUEÑAS DE LA PETRA NABATEA
06: LOS DEVENIRES AZOROSOS DE UN MAGNÍFICO DÍA EN PETRA
07: EN EL PLANETA ROJO, AQUÍ, EN LA TIERRA
08: AKABA NO ES CIUDAD PARA TALASOFOBOS
09: TRAS LAS HUELLAS DE LAS CRUZADAS EN ORIENTE PRÓXIMO
10: LA “PSICOFONÍA” DE LAS INMEMORIALES CATACUMBAS DE MADABA
11: JERASH, EN EL EPICENTRO DE LA LOCURA
12: INTENTO FALLIDO DE VISITAR LA ESTACIÓN DE TREN DE AMMÁN
13: AS-SALT, THE BEST BEAUTIFUL TOWN
14: ESA ENORME EXTENSIÓN LACUSTRE MAL LLAMADA MAR MUERTO
15: LA COLECCIÓN DE SU MAJESTAD
16: UN EXTRAÑO DÍA PARA DESPEDIRSE DE JORDANIA
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Etapas 10 a 12, total 16
![]() LA “PSICOFONÍA” DE LAS INMEMORIALES CATACUMBAS DE MADABAMi visita a los mosaicos de Madaba y la anécdota que me ocurrió en una iglesia.
Miércoles, 24 de enero de 2023
No, no soy un aficionado a las psicofonías ni voy por el mundo buscando en lugares inmemoriales una prueba de su existencia, ni creo en la hipótesis de que sean sonidos del más allá o voces de los muertos en el caso que estemos hablando de un registro real, supongo que tras estas grabaciones siempre hay una explicación científica, a pesar de que a veces cueste encontrarla y tenga cierto halo de misterio. Sin embargo, tengo que reconocerlo, me gusta ver, aunque no soy un devoto acérrimo, el programa liderado por Iker Jiménez, Cuarto Milenio, mas hay más de curiosidad que devoción. Mi estilo de viaje, al fin y al cabo, se ciñe a la historia, cultura, ocio y, por último, gastronomía, nunca a lo esotérico como doctrina filosófica. Por lo tanto, lo que contaré en un párrafo de este capítulo, cuando toque, será tan solo una anécdota que no sé cómo ocurrió, pero que me sorprendió y quiero compartir en este diario de viaje. Por fortuna, Karam me iba a facilitar mi viaje a Madaba. Tenía que ir a Ammán por temas personales ese mismo día, así que cogimos juntos el autobús que llevaba a la estación sur de la capital por la carretera de Ma´an, más rápida pero menos bella que la del Rey. Y es que, tal como habían reportado otros viajeros, no había transporte público que pasara por esa enrevesada y espectacular carretera y, la verdad, no tenía ganas de hacer autoestop como había planeado el día anterior, por muy fácil que resultara en esta región. En una intersección de carreteras, un poco antes de entrar a los arrabales de Ammán, Karam me indico que bajara y cruzara la carretera dirección a Madaba, que solo tendría que levantar el brazo cuando pasara un autobús y pararía, una autovía muy transitada. Pagué los 3J por el trayecto al chofer y me despedí de Karam. Mientras buscaba un sitio con un apeadero más amplio que los arcenes, me cruce con un grupo de mujeres harapientas y de aspecto pecaminoso que se abalanzaron sobre mí pidiendo que les diera dinero, ante mi negativa y sin pararme, cuando las deje atrás de mi espalda, alzaron la voz para que escuchara una retahíla de lo que supuse, por la entonación que le daban, intentaban ofender, expresiones que tal vez fueran parecidas a las que leí en el libro de Abderrahmán Munif (Memoria de una ciudad):”¡Mal veneno te entre en el cuerpo!¡ Así se te sequen los ojos y el corazón, so mentecato! ¡Ojalá te mueras!” Que me vinieron a la memoria al recordar un episodio del jeque Háfez, profesor coránico de Ammán, que tenía atemorizados a sus alumnos al ser muy prolijo en la utilización de la vara para educar a sus alumnos, en los años cuarenta del siglo pasado. Un libro que recreaba la vida del Ammán de aquella época. Fueron unos segundos incómodos, una atmosfera de oscuras amenazas que acabaron diluyéndose al distanciarme de ellas, quedándome tan solo con el rugir de los motores de los vehículos de la calzada. Bien que parecían, pensé mientras esperaba el bus, esas lenguas viperinas haber sido alimentadas en los bajos fondos de la capital. No tarde ni dos minutos, ya más tranquilo, que parara un autobús abarrotado de viajeros. En diez minutos llegamos al destino anhelado: Madaba. Me costó 0,5J. El Hotel Piligrims, reservado por booking el día anterior, estaba a un kilómetro de la estación de autobuses, una distancia que solía recorrerla a pie. Prefería hacerlo así siempre que los puntos de interés estuvieran a una distancia pedestre razonable, Tenía un hall amplio, con un mapa que recreaba el mosaico más famoso de Madaba y fotos en la pared; no sé si era el nombre o la entrada, pero me recordaba a los años que me dedicaba, en mis vacaciones, a recorrer cada año una ramificación del Camino de Santiago, tenía un aire a albergue, aunque las plantas superiores, donde se situaban las habitaciones ya eran la de un hotel corriente. La recepcionista, de trato distante, me registro, me cobró (17J.) y me dio la llave de mi habitación. Muy limpia con baño incluido, a pesar de que la reserva señalaba compartido. Al ser muy pocos alojados la chica de rostro inexpresivo tuvo esta deferencia conmigo. El único problema que tenía mi habitación era la puerta que daba acceso al balcón, no cerraba bien y cruzar de una habitación a otra por el barandado de obra era relativamente sencillo. Como éramos pocos no le pedí que me cambiara de habitación, no fuera a ser a que me diera una con baño compartido. ![]() Pese a que mi hotel compartía explanada con el perímetro lateral de la iglesia ortodoxa de San Jorge, que guardaba el mosaico más célebre; preferí empezar, unos cientos de metros más abajo, por el Visitor Center. Allí me dieron una escueta información y un tríptico de Madaba. Enfilé la calle para llegar, inmediatamente, al parque arqueológico I, un solar al aire libre que albergaba mosaicos y los restos de una iglesia bizantina. ![]() Acabada esta visita, esta vez sí, me dirigí a la entrada principal de San Jorge para ver los restos del rey de los mosaicos de Madaba restaurado en el suelo que mostraba un antiguo mapa de la región, con más de 100 ciudades representadas que enseñaba la topografía de Oriente Próximo en el siglo VI. El acceso me costó 1J. Aparte de eso, la iglesia ortodoxa en sí no tenía nada más que ofrecer, muy ordinaria. ![]() Y paseando unos quince minutos accedí al lugar donde me ocurrió el suceso con el que aproveché para dar título a este capítulo: Iglesia de la decapitación de San Juan Bautista. La joya del complejo era el museo acrópolis en el subsuelo de la iglesia católica de principios del siglo XX, de pasillos abovedados con un pozo de la época moabita de 3000 años. Y aquí, en el pozo antiquísimo, inicié una grabación con el móvil, recorriendo todos los pasillos y rincones alumbrados envuelto en un silencio sepulcral, no había nadie en aquellos momentos, hasta que llegué a un estrecho pasillo que moría en una pequeña sala aireada con un ventilador que rompía la calma del lugar. Finalizado el recorrido paré la grabación. La sorpresa fue cuando en un bar reproduje la filmación y a los treinta segundos escuché con una nitidez abrumadora una palabra ininteligible de lo que parecía surgir de una voz masculina, la transcripción fonética era algo parecido a esto: “foreves”. ![]() ![]() www.youtube.com/watch?v=IvsfLOszvWs Sin saber todavía de mi talento como cazador de “psicofonías” subí una estrecha escalera que me llevó al transepto de la iglesia católica, dirigiéndome a la entrada del campanario. Un lugar estrecho y empinado que había que ir con sumo cuidado para no hacer sonar las campanas cuando intentaba esquivarlas entre el poco espacio que quedaba para ello, las paredes estaban pintarrajeadas por los visitantes con grafitis de poco valor artístico y sí mucho de roñoso. Había unas hermosas vistas de la ciudad. ![]() ![]() Como estaba cerca del pequeño museo, al salir de la iglesia, me fui a visitarlo. El conserje de temperamento codicioso, barbudo y vestido con las ropas tradicionales de los beduinos, se unió a mí sin yo invitarle y como la ametralladora Dillon Aero M134D, que es capaz de disparar 3000 disparos por minuto, salieron las palabras a una velocidad de vértigo de su boca, intentando explicar todo lo expuesto en el menor tiempo posible. Acabando la visita más rápido de lo esperado y exigiéndome ansiosamente una propina por tres veces. Ofreciendo la calderilla que tenían en el bolsillo. A las 15; 45 h di por finalizado la visita turística a Madaba, a pesar que me quedaba dos iglesias por ver, ya no tenía tiempo, cerraban a las 16:00h. Así que me fui a la pequeña rambla peatonal donde había restaurantes y tiendas de recuerdos a buscar un lugar para engullir algo. Elegí el Fokar Bhar, donde volví a comer, por enésima vez, humus, falafel y unas patatas fritas, acompañado de unos refrescos. 7J. La comida estaba muy rica. ![]() Al anochecer me fui a tomar la cerveza más cara de mi existencia. Una caña me costó 7J. Se me había antojado tomar una después de dos semanas sin probarla. Mientras la bebía, pensé que se me había subido a la cabeza, al reproducir el video de la grabación de los pasillos abovedados de la Iglesia de San Juan Bautista y escuchar la voz de un hombre en un silencio lunar. Reí, pensando, al menos, que la voz no tenía nada de terrorífica, sino, más bien, algo autoritario. ¿Acaso me estaba diciendo que me fuera a dormir? Podía estar tranquilo, que al precio que iban las cervezas por estos lares del mundo la noche estaba a punto de extinguirse para mí. Y lo cierto es que dormí como un lirón, sin saber si en mis sueños habían danzado, como tormentas maléficas, los demonios del mundo, sobre una tabla de ouija, señalando y martirizándome con mis posibles futuras desgracias. ![]() ![]() Etapas 10 a 12, total 16
![]() JERASH, EN EL EPICENTRO DE LA LOCURAMi visita a los restos arqueológicos romanos de la ciudad de Jerash.
Jueves, 26 de enero de 2023
Sin que mediara aun el amanecer, me encontraba de nuevo en la estación de autobuses de Madaba, buscando el que me llevara a la estación del Norte, desde donde salían otros para Jerash, mi nuevo destino. El autocar de los leopardos galopando sobre sus chapas, pintados en los laterales (¿O acaso eran guepardos? La verdad, no enfoque demasiado tiempo mi atención en los felinos; que, de eso, puedo asegurar que lo eran). Me indicaron los presentes con suma amabilidad, como siempre, un vehículo de transporte de gran capacidad, nada de microbuses. No tardamos mucho en salir, ya se llenará por el camino. 0,5 J el trayecto. A las nueve llegamos a Ammán, a la estación del norte, y me dirigí al andén de los microbuses a Jerash. Partimos seis pasajeros y en la ciudad universitaria cambiamos de vehículo, cuyo interior se ocupó rápidamente. Alrededor de mí se sentaron tres ammaníes con ganas de hablar, quienes intentaban charlar conmigo. El Al-Ándalus, muy presente en el imaginario del fervoroso musulmán, apareció en sus conversaciones después de hablar conmigo de Córdoba, una ciudad referente en aquella época en el mundo islámico y admirada por cristianos. El compañero de viaje de al lado, un anciano padre de catorce hijos y más de treinta nietos, que tenía sus manos ocupadas con el tasbih, el rosario musulmán, me intentaba convencer para que lo acompañara a orar y me convirtiera en un apóstata del cristianismo a favor de Mahoma, persuadiéndome con el paraíso. Su devoción tan intensa sugería problemas de salud serios, el último tren para aferrarse a la vida. El conductor paró al lado del espectacular arco de Adriano y me preguntó si bajaba aquí, ya que estaba enfrascado en las conversaciones y me había despistado. 1,25 J el trayecto desde Ammán a Jerash. ![]() En la colina más despoblada de las dos vertientes que nacen de los restos arqueológicos romanos se ubicaba a media ladera mi hotel, Full Panorama to Archaeological Site ( 24 euros la noche). Esta vez preferí coger un taxi para superar la inclinación del terreno y me cobró 2J. Por no preguntar antes y confiarme en la buena fe del conductor. El precio era excesivo para tan solo un kilómetro por mucho que al motor se le exigiera un esfuerzo extra para superar la pendiente. La empleada del hotel que me atendió era una persona amable que me comunicó que hasta la una no tendría lista la habitación. Dejé la mochila y baje de nuevo a la entrada del amplio espacio que ocupaba la antigua ciudad romana, vallada con una concertina en el lado superior de las vallas metálicas, como si se tratara de una base militar, Y tanta concertina para qué, para luego ver a las familias jordanas, incluido el carrito del bebe, colarse al atardecer por las zonas inferiores del vallado y los guardias lo pasaban por alto. Me pregunté: ¿Lo harían conmigo la vista gorda? Pero no tenté a la suerte y menos estando la entrada incluida en el Jordán Pas. Grupos de turistas organizados de varias nacionalidades e independientes paseaban por las ruinas de la ciudad, destacaba en la entrada principal el Arco de Adriano, sobrio e imponente, y eso que con los siglos le había arrebatado el tiempo su tamaño, originalmente el doble de alto. Crucé por su interior, y a mano derecha sobrevivía media ala de las graderías del hipódromo. Los restos de edificios romanos se esparcían por todos lados, con letreros esclarecedores de cada uno de ellos en inglés y árabe. Sin embargo, con permiso del templo de Artemisa con sus doce columnas corintias delicadamente talladas sobre una colina, el elemento más sobresaliente era el ovalado foro, muy bien conservado, pavimentado con losas de caliza de una calidad inigualable. Desde el templo de Zeus, un edificio que tuvo que ser otro portento de la arquitectura romana y situado en una elevación cercana, se tenía una panorámica excelente de la plaza pública romana con la principal avenida ( Cardus Maximus) que todavía conservaba las losas de piedra y que habían perdido la rasante a causa de terremotos y otros devenires del tiempo, pero se mantenía orgullosa de su pasado glorioso a su actual función: deleitar a los turistas; asimismo, algunas columnas que flanqueaban la avenida habían vuelto a ser erigidas, que brillaban a pesar de sus heridas y cercenados. Los vendedores ambulantes, muchos de ellos niños, intentaban vender sus productos de aquella manera tan jordana y respetable. El sitio era magnífico para los amantes del Imperio Romano, me recordaba a Éfeso, y lo mejor, se complementaban, pensé, si se pudieran fusionar saldría una ciudad romana más íntegra. El sol clemente de invierno se unía a la fiesta, una fiesta arqueológica que duró unas tres horas: todo dependía de la profundidad que quisiera darle el visitante, pero, al menos que uno fuera una eminencia en historia romana de dos a tres horas probablemente fuera suficiente. ![]() ![]() ![]() ![]() Salí por una de las salidas secundarias, por el tetrápilo norte, esas construcciones romanas de cuatro entradas arqueadas ubicadas en las intersecciones de las avenidas. Y me sumergí en el “epicentro de la locura”, una calle principal abarrotada de vehículos ruidosos en su calzada y de suciedad y peatones en sus arcenes. Desde luego, después de una hora paseando por esta área, mostré mi disconformidad con lo que recomendaba Lonely Planet: pernoctar una noche en la ciudad. Era la urbe más fea de todas las que visité en Jordania, no tenía ningún encanto más allá de las ruinas de Jerash. Al atardecer, después de aposentarme en una amplia habitación limpia y cómoda, con contrates de tonalidades. ![]() Probé suerte con los barrios altos de mi vertiente. Mucho más tranquilo, pero nada del otro mundo, donde había algún establecimiento donde pude realizar unas compras y tomar un café. Solo tuve que ascender la pendiente del hotel hasta un colegio y girar a la derecha, todo recto, para llegar a un área con comercios, no restaurantes. En algunos rincones se amontonaban trastos viejos (neveras, cocinas, somieres, etc.) que por su aspecto herrumbroso indicaba que llevaba una larga temporada allí. Cené en el hotel, por unos 10J, en un comedor con un billar y una mesa de Air Hokey que me traía buenos recuerdos de la adolescencia con mis amigos como rivales. La comida era copiosa y bastante sabrosa, aunque el servicio era poco solícito, los vasos de plástico sellados de agua, por ejemplo, tenía que cogerlos uno mismo y estaban escondidos en una caja desembalada de cartón en la sala, si no preguntabas o veías al vecino de mesa cogerlos uno se quedaba sin beber. Salí a tomar el aire fresco de la noche y apareció un coche de alquiler con los altavoces a todo trapo con la famosa canción de Frank Sinatra: My way. Bajó del coche un alemán tarareando el estribillo de la canción con una lata de 500cl de cerveza en una mano, pegándole un sorbo. Estaba eufórico. No sé si era su naturaleza o si la naturaleza del Dios Birra le había echado un cable. De todos modos, fuera o no alcoholizado, era una persona divertida y amigable con la que charlé un rato. Iba a repartir su mes de vacaciones entre Jordania e Israel. A las 23; 00h me recogí en mi habitación para leer un poco y ver un capítulo de una serie española de Netflix que estaba siguiendo, hasta que el sueño se apoderó de mí. Etapas 10 a 12, total 16
![]() INTENTO FALLIDO DE VISITAR LA ESTACIÓN DE TREN DE AMMÁNDe cómo conseguí llegar en día festivo a Ammán y mi intento fallido de visitar la estación de tren de Ammán.
Viernes, 27 de enero de 2023
Descendí por el lado contrario del acceso principal a las ruinas romanas, después de un excelente desayuno en el hotel, siguiendo la valla metálica con concertina. Y lo que se representaba en la explanada de la estación de autobuses cuando ya estaba llegando, predijo lo que era más predecible en viernes y un guardia aburrido al lado de una garita me confirmó lo que ya estaba bastante claro viendo que ahí no había ningún tipo de movimiento. Hoy es festivo y no saldrían autobuses hacia Ammán. ¡A por la segunda opción! Me coloqué en la carretera principal que atravesaba la ciudad, hoy muchísimo más tranquila, preparado para coger un taxi o hacer dedo. No me dio tiempo a alzar la mano que dos oportunistas en coches diferentes se ofrecían a llevarme a Ammán por un precio un poco más barato que lo haría un taxi oficial. 10J, Acepto la propuesta de uno de ellos, el otro, algo enfadado, por haber llegado unos segundos más tarde que el otro, había perdido la oportunidad de sacarse un extra en festivo y no creo que tuviera otra oportunidad hasta el próximo viernes. No había muchos turistas, y los que había tenían su propio transporte. Sobre las doce llegué a la avenida más dinámica y comercial del centro de Ammán, que homenajeaba a quien lideró la Rebelión Árabe acompañado por el mítico Thomas Edward Lawrence: King Faysal Sq. Junto a un paso ancho y corto, abarrotado de sillas y mesas pertenecientes a un establecimiento de jugos naturales, donde la fruta estaba expuesta como si se tratara de una frutería, estaba la entrada del hotel Mamaya en una lateral que reservé por booking para mis últimos cuatro días en Jordania. El joven adolescente que estaba en recepción me atendió desganado, quien me dijo que hasta las dos de la tarde no podría hacer la entrada. Dejé la mochila y me fui a visitar la estación de tren de Ammán, no sin antes tomar un delicioso zumo de naranja por 1J que me supo a gloria. Creo que si hubiera estado cuatro días más en Ammán habría acabado probando todos los zumos que ofrecían, que no eran pocos. Había una variedad amplísima. ![]() El conductor de Uber no conocía exactamente la ubicación de la estación de tren que acabó definitivamente pasando con la guerra de Siria, el único tramo que permanecía activo comercialmente acabó también pereciendo: Ammán- Damasco. Me dejo a cien metros de su ubicación. 3, 43J la carrera. ![]() El ferrocarril del Hiyaz era una línea de tren de vía estrecha que unía Damasco con Medina en la época perteneciente al Imperio Otomano que su pretensión última era unirla con la Meca, pero todo proyecto acabó desvaneciéndose para los turcos cuando los árabes acabaron rebelándose y dinamitando tramos de esta vía que acabo en desuso menos algún tramo. ![]() Desde los muros exteriores se podían ver hangares y vagones de madera con las típicas ventanas que se abrían en horizontal, que cuando quedaban abiertas uno temía sacar la cabeza y quedar guillotinado. También vi una locomotora de vapor que parecía restaurada y debía funcionar. De hecho, se organizaban viajes lúdicos para los turistas durante unos kilómetros por 6J. Pero era viernes y el día festivo era sagrado para los musulmanes y la terminal estaba cerrada para visitantes. Intenté convencer con mímica al guardia que custodiaba el recinto con poco éxito. Al final, después de mirar los bonitos murales pintados en los muros del lado contrario de la calle, me fui andando hasta el centro. Pasando por un mercadillo itinerante que estaba bastante concurrido. ![]() ![]() A las 16h comí otra vez, y no fue la última vez, en el popular restaurante Hashem con excelente comida a precios magníficos. Luego me fui al hotel. La habitación era básica y correcta, lo peor llegó cuando fui a los baños compartidos y me dieron ganas de salir corriendo de aquí. Una piara de cerdos lo hubieran dejado menos sucio. Una montaña de bolsitas usadas de jabón amontonadas, un retrete con las huellas del delito y todo encharcado. Menos mal, que los culpables marcharon al día siguiente y me quedé solo en la planta. Y los baños, después de limpiarlos el servicio de limpieza, dejaron de ser un sitio inhóspito. 60J por cuatro noches. Lo mejor del establecimiento era su ubicación. Las últimas horas las dediqué a vagabundear por las calles de la ciudad, acercándome a la calle Rainbow, después de superar una interminable escalera que atajaba las enrevesadas calles ascendentes hasta esa área. No parecía el lugar de moda que tantas reseñas favorables tenía en artículos y guías, más bien era un lugar apático y decadente, donde los camareros con rostros aburridos esperaban en la entrada de los restaurantes a que apareciera un cliente. Pensé que sería por ser festivo, pero un ammaní me comentó que su época gloriosa había pasado; que, aunque fácilmente habría otros días mejor ambiente, tampoco esperase nada del otro mundo. No sé si exageraba él o los que habían escrito sobre esta calle, definitivamente me llevé la percepción que tal vez la habían sobrevalorado. Otro de los problemas que tenía el alojamiento era que la habitación daba a la calle principal, con lo cual no podía librarme del ruido incluso cerrando las ventanas. Sin embargo, como acaba la jornada cansado, poco impedimento era para que cogiera el sueño. Etapas 10 a 12, total 16
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