USA De Washington a San Francisco ✏️ Blogs de USA

Las predicciones del tiempo acertaron y, aunque la niebla tardó unas horas en levantarse, tuvimos un día muy bueno.
Decidimos emplear parte de la mañana en visitar dos de los más afamados templos contemporáneos del saber: el Massachusetts Institute of Technology y Harvard University. Una decepción. La ingente cantidad de materia gris que seguro contienen no se corresponde con la belleza de sus instalaciones. Si esperas algo que te recuerde a Oxford o Cambridge no lo vas a encontrar.

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Lo mejor de esta parte de la ciudad, que se corresponde con el ayuntamiento de Cambridge (repito, nada que ver con el original), el paseo por la margen izquierda del Charles River contemplando la vista de Boston al otro lado del río.

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Volvimos a recorrer, esta vez sin niebla, la downtown y comimos en la zona del puerto en una terraza de uno de los "Pier" (tacos de pez espada y ensalada).

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Nos acercamos de nuevo al monolito de Charlestown y subimos al atardecer a la Prudential Tower para contemplar las vistas desde su obsevatorio (12 $ per cápita). Desde alli fuimos lejanos espectadores del partido de beibol de los Red Soxs de Boston, el equipo mas antiguo de los USA.

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Con estas bonitas vistas dimos por finalizada nuestra visita a Boston. Mañana avión a Buffalo a las 9.

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Vuelo Boston Búfalo con Jet Blue. La única compañía en vuelos internos USA que no nos cobró por facturar maletas. Además, trato muy agradable y, sin tener que pagar nada, puedes ver vídeos o la televisión durante el vuelo. Vimos en directo la final entre las Williams en Wimbledon.

Cataratas Niágara
Ya desde el avión divisamos la zona de las cataratas; la nube de agua que levantan las cascadas y los grandes hoteles que las rodean, incluso desde el aire, llaman la atención. Recogemos el coche que teníamos reservado en Herz (ojo, los precios que teníamos no contemplaban ningún seguro, contratar uno a terceros nos costó 12 $).
Grandes retenciones al llegar a la zona USA de las cataratas: se ve que a los americanos se les dio por pasar el Independence Day en el Niágara.

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Siguiendo las acertadas indicaciones de las guías nos fuimos directamente al lado canadiense y acierto pleno: las vistas desde este lado son mejores y completas d ambas cataratas.

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Menudo negocio tienen montado con las cataratas. Todo organizadísimo, enormes hoteles y atracciones de todo tipo le dan un toque muy artificial a las espectaculares cataratas.

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Después de haber alucinado con la gran variedad de cascadas que que vimos en Islandia, estas siguen impresionando por su enormidad y, sobre todo, por el tremendo caudal del rio Niágara.

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La otra gran atracción del lugar resultó ser el superpolicía montado del Canadá, con su lustroso uniforme, y con una paciencia y amabilidad a prueba de bomba, posó para la foto con cuanto turista se percataba de la situación. Hasta se formó una cola organizada para hacerse la foto y, después de observar la jugada un buen rato, no me pude resistir. Me quedé con ganas de preguntarle si eso le pasaba todos los días y formaba parte del espectáculo, pero mi inglés no da para tanto.

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Lago Ontario.
Después de un par de horas en las cataratas nos planteamos qué hacer el resto del día. Nos apetecía ir a Toronto pero el tiempo iba a ser muy justo así que nos conformamos con asomarnos al lago Ontario. Recorreríamos unos 40 kilómetros de los 100 que separan Toronto de las cataratas. Los canadienses se lo tienen bien montado, los de pelas claro, con sus preciosas casitas y jardines a la orilla del lago/mar. Todo muy cuidado.

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Como podéis comprobar, aunque no llegamos a Toronto pudimos ver su silueta recortada al fondo del lago.


Búfalo.

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Regresamos a los USA a media tarde y empleamos el par de horas que nos quedaban de luz en visitar la ciudad fantasma de Buffalo. Lo de fantasmal es por la ausencia total de personas por la calle. Recordemos que es 4 de Julio, fiesta nacional, todo cerrado, y, al contrario de lo que hace mucha gente en España, en Buffalo la people no sale a pasear por la Main Street ni por ninguna otra street. Solamente encontramos algo de ambiente en un parque a orillas del lago Erie y en las tranquilas calles de lo que parecía un barrio pobre pero cuidado, habitado por negros e hispanos. En este barrio también están situados la mayoría de los chiringuitos para comer que recomienda el Lonely Planet y, siguiendo sus consejos, nos jalamos riquísimos bocatas de pollo y ternera en Jim's Steak Out. Absolutamente deliciosos. Habría que hacerse con la receta y el éxito está garantizado.
Destacaría en la ciudad varios edificios muy bellos, algunos, creo, del arquitecto Frank Lloyd Wright, del que mañana veremos más en Chicago.

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Especial Independence Day.
Mira que estos americanos son “banderilleros”. Pues ni te imaginas como se ponen el 4 de julio. Y les da también por la pirotecnia: al anochecer salen al jardín a darle duro al foguete. En lo de los fuegos artificiales comparto su afición; cualquier fiesta que se precie tiene que tener su buena sesión pirotécnica.
Esta noche, de temperatura muy agradable, disfrutamos un 4 de julio muy auténtico tirando de las maletas desde el aeropuerto de Búfalo hasta la estación de tren; 3 millas entre casitas de las afueras de la ciudad con los lugareños quemando literalmente parte de su salario en petardos y fuegos de colores. Nos perdimos la gran fiesta de Boston, el colorido espectacular de los fireworks y las luces de las cataratas del Niágara, la celebración especial en el Mall de Washington y tantas otras en cada ciudad USA, pero vivimos las particulares de los vecinos de Dick Road, Buffalo.


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Llegamos a Chicago después de nuestra segunda y última noche de tren desde Búfalo. Esta vez, pertrechados contra el frío, asientos muy cómodos y un horario más adecuado, resultó mejor que la primera de Washington a Boston. A pesar de que todo el mundo va descalzo, no huele a pies en el tren y los baños están limpios.
Llevamos recorridos más de 3000 kms y no nos hemos movido de una esquina del noreste del país. Se siente la enorme extensión de los USA.
Al llegar a Chicago después de atravesar los estados de New York, Pennsylvania, Ohio, Indiana, Michigan e Illinois la primera foto es en el Hall de la Union Station, famoso por la escena del carrito de niño cayendo entre una lluvia de balas por las escaleras en la peli “Los Intocables”.

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Me encanta New York, para mí quizás la ciudad más chula que conozco (reconozco que flipo con los rascacielos), pues bien, he de decir que Chigaco no me gustá más, pero tampoco menos. ALUCINANTE. La cantidad y belleza de sus edificios es asombrosa, el lago, el río Chicago y sus canales, los parques. Como una imagen vale más que..., ahí van imágnes.

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De muchas pelis tenemos la imagen del metro elevado, su vieja estructura de hierro serpenteando por las calles a la altura de los primeros pisos, su ruido atronador, pues bien, todo eso es verdad, es un auténtico coñazo el ruido de los trenes al pasar y supongo que los pisos bajos en las calles donde hay vías tendrán un precio mucho más bajo que los otros. La habitación de nuestro hotel, muy céntrico, está en un 2º al lado de la vía, pero por lo hechos polvo que estábamos y que a partir del 17 te acabas acostumbrando, dormimos plácidamente 8 horas de un tirón. Aconsejo un paseo en metro por el Loop viendo desde el tren a la gente currando en las oficinas o cenando o viendo la tele en sus casas. A pesear de todos los inconvenientes de esta infraestructura, la personalidad y el carácter que le confieren a la ciudad es innegable y sopongo que la obvia falta de mantenimiento forma parte de ese carácter que se pretende imprimir.

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Recomiendo recorrer con calma las calles del centro obervando los montones de edificios hasta que los cuellos aguanten de tanto mirar hacia arriba, también un paseo por el Grant Park hasta el planetario por las vistas espectaculares a la ciudad y recorrer con calma el Millennium Park, con infinidad de rincones a cada cual mejor: “haba de plata”, el escenario de Gehry (igualito al Guggenheim de Bilbao), la fuente de nosequién: dos cubos de cristal con caras proyectadas de jovenes de todo el mundo que arrojan chorros de agua por la boca, donde chapotean los críos y no tan críos; todos lugares para disfrutar.

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Coincidió nuestra visita con el final de la fiesta de la comida con un montón de chiringuitos donde comer y beber típica American Food y otras viandas. Allí nos mezclamos con los lugareños y a papar. Somos mucho de allí donde fueres haz lo que vieres.

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Hacia el norte comienza una playa interminable flanqueada por un inmenso parque con su pista paralela al lago para correr, patinar o ir en bicicleta. Cientos, miles, millones de americanos de todas las edades practican estos deportes en los parques de las ciudades, ipod en ristre. Marga, cansada de mis paradas para hacer fotos, también se entretiene con el suyo.

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Al atardecer subimos al abarrotado lounge, bar para entendernos, en el piso 96 de la torre Hancock a contemplar Chicago desde sus más de 300 mts. durante los últimos momentos de la tarde y los primeros de noche, mientras nos tomamos un Margarita y una birra entre un montón de pijería local y algún turista bien informado.

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Cena, nada del otro mundo, en Gino's, afamada pizzería cercana al Hancock y rápidamente al céntrico Travelodge a sobar.

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