Casi 8 días recorriendo Bélgica ✏️ Blogs de Belgica

El lunes decidimos no salir de Bruselas y dedicarnos a ver la ciudad. La idea era ver lo más lejano, ya que el centro, al tenerlo cerca del apartamento, lo podíamos ir viendo en diferentes huecos que nos quedaran.

Aunque las distancias no son muy grandes en la ciudad, si quieres ver determinadas cosas, se agradece el transporte público, y a veces es imprescindible, como ocurre para ir al Atomium. Aunque había bonos para 5 y 10 viajes de metro, nos decidimos por un “group ticket”, que permite a un máximo de cinco personas hacer todos los viajes que se quiera en un día. Su precio era de 10 euros y lo amortizamos de sobra. Para dos personas no merece la pena, porque hay un billete individual, también para todo el día que sale por algo más de 4 euros, pero a partir de tres personas sí que compensa.

Llegados a este punto, tengo que recomendaros que no os perdáis el DIARIO DE FRAN17 sobre Bruselas. Simplemente genial. Gracias a él descubrimos muchos rincones aparte de los típicos y contribuyó a que la ciudad nos encantara.

Como ya he comentado, hicimos el itinerario de este día buscando los sitios menos céntricos e intentando aprovechar al máximo la tarjeta de transporte. Aún así andamos muchísimo, no os vayáis a pensar que estuvimos todo el día sentados.

En primer lugar decidimos ir hacia el Parque del Cincuentenario, así que nos fuimos en metro hasta “Merode”. Queríamos ver alguna de las casas art noveau que Fran17 citaba en el diario. Así que nos dirigimos hacia la MAISON CAUCHIE. Costó un poco, pero dimos con ella (Rue des Francs). El museo que hay en su interior sólo se puede visitar el primer fin de semana de cada mes. Así que nos conformamos con verla por fuera.

Vista la fachada, nos fuimos hacia el parque, donde nos encontramos el AUTOWORLD (museo de coches antiguos):

Algunos de ellos estaban en la plaza. Iban a rodar algo, porque estaban preparando unas cámaras.

El palacio del Cincuentenario consta de dos alas semicirculares unidas por un arco del triunfo y en él se encuentran otros dos museos, uno MILITAR y otro de ARTE E HISTORIA.

Después de un buen rato en el parque decidimos irnos a la zona “europea”, eso sí, dando un pequeño rodeo, porque queríamos ir a ver otras casas y otro jardín. Como veréis, este fue un día muy verde. AQUÍ podéis ver todos los parques y jardines que hay en Bruselas.

Por la calle Archimède, llegamos a Square Ambiorix. Por el camino nos encontramos con el edificio de la Comisión Europea (creo, porque con tanto edificio oficial...), el Edificio Berlaymont:

Alrededor de la plaza Ambiorix, vimos bastantes casitas interesantes

como Villa Germaine:

Continuamos andando por la Avenida Palmerston, hasta la Plaza Marie-Louise, un sitio perfecto para sentarse a descansar y a tomar un tentempié.

Saliendo de esta plaza, en la avenida Livingston, aprovechamos la línea 64 del bus, que en dos paradas nos dejó en la Plaza de Luxembourg, desde donde nos encaminamos para darnos un paseo por el Parlamento Europeo. Bueno, por las afueras del Parlamento para escribir con propiedad.

Muy grande el edificio y, al menos por fuera, casi nadie. Una de dos, o estaban todos trabajando dentro, o estaban de vacaciones. No sé por qué, me inclino más por lo segundo.

A sus espaldas se encuentra el Parque Leopold, con el Museo de Ciencias Naturales y, no podía faltar, otro lago. En este no nos paramos a descansar, que ya iba a ser mucho descanso, y continuamos el itinerario.

Volvimos a la Plaza de Luxembourg, y como ya conocíamos la línea 64, de nuevo la utilizamos para, otra vez en dos paradas, irnos hasta Trone y montar allí en el metro hasta Arts-Loi (sólo era una parada, pero se agradecía a esas alturas del camino).

Por la Rue de la Loi nos encontramos con el Palais de la Nation (Parlamento belga).

Nos disponemos a atravesar el Parque de Bruselas (Warandepark). ¿Veis como fue un día bastante verde? Y todavía no se habían acabado los parques…

En el extremo del Parque se encuentra el Palacio Real. Parece ser que el rey andaba por el país, ya que la bandera ondeaba en el palacio (aunque no vive aquí, ¿eh?, se ha buscado un sitio mejor en Laeken). Y también parece ser que se estaban preparando para celebrar el día de la Fiesta Nacional (después me enteré que era el 21 de julio), ya que estaban montando unas gradas.

En un lateral del palacio encontramos la Plaza Royale, con el MUSEO MAGRITTE y la Iglesia de Saint-Jacques sur Coudenberg.

Nos acercamos a la calle Montagne de la Cour para ver el edificio Old England y unas buenas vistas.

Desde aquí se puede ir hacia la Catedral, que no pilla lejos, pero nosotros optamos por ir hacia Notre Dame du Sablon.

Siguiendo por la Rue de Régence fuimos al Palacio de Justicia, para ver si efectivamente, como comentaba Fran17, estaba siempre en obras. Pues sí, tenía toda la fachada tapada, así que más que verlo, nos lo imaginamos.

Lo que sí pudimos ver bien son las vistas desde la plaza.

Por la Rue des Quatre Bras fuimos hacia la estación Louise, comimos por allí, y nos dirigimos hacia el Atomium. Son bastantes paradas hasta Heysel, que era la nuestra, pero te entretienes viendo la decoración de los andenes, todos diferentes.

Se me olvidaba. Aprovechamos de nuevo nuestra tarjeta de transportes para bajarnos por el camino en Porte de Hal, y ver el edificio con el mismo nombre (más bien supongo que la estación tendrá el mismo nombre que el castillito). En su interior hay un museo que no visitamos.

Muy cerca nos encontramos una marca del Camino de Santiago. Luego veríamos más, pero ésta, al ser la primera, nos hizo más ilusión.

¿La veis, abajo a la izquierda? Voy a ampliarla, por si no se distingue bien:

De vuelta al metro llegamos, ahora sí, hasta Heysel. Cosa rara, había obras, y tuvimos que dar un pequeño rodeo. Lo primero que te encuentras es el Palacio del Centenario.

Andando hacia el Atomium, llegamos al BRUPARK), donde hay cines, un parque acuático, atracciones para los niños y muchos sitios para comer, como si fuera un pueblo típico.

Dentro también se sitúa el MINI-EUROPE, que entramos a ver (12,90 euros), y que en un principio parece pequeño, pero vas dando muchas vueltas siguiendo el camino marcado y nos llevó más de una hora recorrerlo. Te dan una guía para que vayas identificando cada edificio.

Cuando estaba allí me acorde del “Concurso de la semana”, porque antes de leer la explicación intentábamos averiguar de qué se trataba. Algunos eran muy fáciles. Otros… no tanto.¡Ah!, no busquéis la maqueta del Atomium, que no está. El que se ve en la foto es el auténtico.

Así que nos fuimos a verlo. La entrada son 9 euros y, bueno, para verlo una vez no está mal. ATOMIUM.

Las vistas desde arriba muy bien. Hay ascensor y escaleras automáticas, aunque en algunos tramos no te libras de las escaleras convencionales (no demasiadas).

Esos días te daban la posibilidad de tirarte desde la parte superior. Al ver que no faltaban voluntarios para hacerlo, nosotros decidimos no tirarnos, que eso se veía muy alto (Death Ride, 25 euros por persona si no recuerdo mal).

Como ya hacía mucho que no pisábamos un parque, aprovechamos que teníamos allí mismo el PARQUE LAEKEN para darnos una vuelta y ver la Cripta Real, el Pabellón Chino y la Torre Japonesa. El parque es enorme, con varias rutas de senderismo marcadas. Había bastante gente en el césped y muchos chavales jugando por allí.

Queríamos ver el Atomium iluminado, pero faltaban unas tres o cuatro horas para que anocheciera, ya que serían las seis o las siete, así que decidimos volver al centro. En el camino nos bajamos en Simonis, que nos venía muy bien para acercarnos a la BASÍLICA DEL SAGRADO CORAZÓN. Por supuesto, desde la estación de metro hasta la basílica, había que atravesar unos jardines. Se puede subir a la cúpula y las vistas parece ser que merecen la pena (además de la ventaja de que se sube en ascensor). Como estaba cerrada cuando llegamos, no tuvimos que decidir si subir o no.

Al lado de la estación Simonis nos encontramos con un Outlet de la chocolatería Godiva. Una pena que también estuviera cerrado, porque a esta sí que hubiéramos pasado sin dudarlo. Sobre todo por la curiosidad. ¿Venderían chocolates de la temporada pasada? Por favor, si alguien va, que me lo diga, que me quedé con la curiosidad.

Cogimos el metro en Simonis, hicimos transbordo en Bekkant y nos bajamos en Stt Catherine. Allí os podéis encontrar la iglesia del mismo nombre y la Torre Negra, además de una plaza con terrazas y bastantes letreros ofreciendo marisco.

Como no estábamos muy lejos del centro, nos fuimos andandito hacia la Bolsa. Había mucho ambiente por aquí, y también bastantes terrazas para tomar algo.

Decidimos que era hora para irnos a cenar, así que nos dirigimos al apartamento, y luego, como nos apetecía un gofre (bueno, a mí me apetecían a todas horas), pues nos dimos un pequeño homenaje.

¿Y dónde fuimos cuando vimos que oscurecía? Pues sí, a hacerle alguna foto al Atomium iluminado. Muy bonito. Eso sí, hay que ver lo que tarda en anochecer allí. A las diez todavía no había oscurecido del todo, así que tuvimos que esperar hasta las once. Menos mal que hay muchos bancos y sobre todo mucho césped por allí para hacer la espera más agradable.

Ya que llevábamos el trípode, también nos paramos a hacerle alguna foto a la Gran Plaza iluminada. Preciosa.

El día anterior no madrugamos mucho, así que éste ya tocaba de nuevo. En principio pensamos coger el tren a las 8, pero en la página web de los trenes ponía que era probable no encontrar asiento en ese tren debido a la gran afluencia de pasajeros. Como no nos apetecía ir una hora de pie, optamos por el tren anterior, o sea, que a las 7:30 ya estábamos en el tren y a las 8:30 en BRUJAS (Bruges o Brugge).

Nada más salir de la estación, lo primero que te impresiona es el parking de bicicletas. Era inmenso…

Con el plano que nos habían mandado a casa en la mano, pusimos rumbo hacia el Minnewaterpark, que quedaba cerca de la estación. Todo perfecto hasta que salió un hombre a decirnos “closed, closed, closed”. Nuestros conocimientos lingüísticos fueron suficientes para darnos cuenta de que estaba cerrado. Además de estar en obras, estaban preparando algo porque había mucha policía con perros dando vueltas por allí. Total, que no pudimos disfrutar del parque entero.

Una pena, ahora voy a tener que volver para verlo más tranquilamente .

Camino al centro, lo primero que encontramos fue el Beaterio (Begijnhoh), con un pequeño museo en su interior.

No te cansas de hacer fotos en Brujas, sobre todo cada vez que te cruzas con un canal:

Y desde el principio ya te encuentras bombones por casi todos sitios. Hasta los envases los tienes de chocolate:

La ruta que habíamos elegido continuaba hacia la Iglesia de Nuestra Señora, cuyo campanario es el edificio más alto de la ciudad. ¡Vaya! Estaba en obras. Otra excusa para volver. En su interior destaca una escultura de Miguel Ángel (Virgen con el Niño).

Continuamos hacia la catedral, con tapices y obras de arte flamenco en su interior, y desde allí nos dirigimos a la Plaza del Mercado o Markt. En esta plaza es donde se encuentra el Belfort, o sea, la torre más conocida de Brujas.

Después de 8 euros y 366 escalones llegamos arriba. Había algo de cola para subir, ya que van esperando que baje gente para dejar subir a otros. Menos mal, porque en el primer tramo no hay problemas, pero luego las escaleras se estrechan y no caben dos personas a la vez, así que mientras unos esperaban en las esquinas, otros subían o bajaban. No se hacen demasiado pesadas porque tiene algunas paradas por el camino. Además las vistas merecen mucho la pena, así que cuando llegas arriba se te olvida el esfuerzo.

Una vez abajo, nos fuimos a la plaza que hay al lado, la Plaza Burg. Otra plaza preciosa, donde se encuentra el Ayuntamiento:

También podéis ver la Basílica de la Santa Sangre. La parte de abajo es gratuita; la de arriba, donde se encuentra la reliquia, creo que eran 1,5 euros. Cuando llegamos estaba cerrada, así que la vimos a la vuelta. A las 3 de la tarde por casualidad llegamos a la “hora de la veneración de la Santa Sangre”. Estaba abierto y era gratuita a esa hora. No está permitido hacer fotos y hay un señor allí cuya única misión es recordártelo. Quien quiera se puede acercar a tocar la reliquia, custodiada por un sacerdote, y echar algún donativo en una urna que está a un lado. Había algo de cola para ello, aunque no demasiada.

Desde esta plaza pasamos por debajo del arco hacia Blinde-Ezeistraat, por donde encontramos más canales y barquitas para dar paseos (unos 6 euros el paseo de 30 minutos).

Por allí también se encuentra un mercado al aire libre donde venden pescado y productos varios:

Echábamos ya de menos los parques, así que nos encaminamos al Astridpark. Dimos un paseo y aprovechamos para comer en L’Estaminet, un sitio que vimos por casualidad y que recordaba que estaba recomendado en el foro. Tiene una terraza delante y se estaba muy a gusto, lejos del barullo de la zona más turística. Las dos chicas que atendían muy simpáticas y la comida, aunque no hubiera mucho donde escoger, estaba buena y no muy mal de precio.

Siguiendo por distintas calles, elegidas un poco al azar, nos encaminamos, después de comer, hacia los molinos. Hay cuatro y, por supuesto, como el primero estaba tapado y no se apreciaba nada aparte de las aspas, nos fuimos a ver el segundo. Éste mucho mejor. Se encuentran en un parque bastante agradable, con un césped perfecto para tumbarse y relajarse un poco.

Volvimos al centro y continuamos callejeando y perdiéndonos por distintas calles y canales, descubriendo que existe un Museo de la Patata. ¡Qué cosas! No entramos, porque no nos terminaba de convencer la idea.

Y después de bastantes fotos más y de comprar unos cuantos recuerdos, decidimos irnos en el tren de las siete.

Como despedida de Brujas os pongo algunas imágenes más:

Creo que fue un “error” elegir ese tren. Dado que casi todo cerraba a las seis, mucha gente pensó lo mismo que nosotros. Resultado: tuvimos que hacer el viaje sentados en el suelo. Otros no tuvieron tanta suerte y tuvieron que ir de pie porque no encontraron ni un huequito en el suelo.

En un principio habíamos pensado quedarnos para ver anochecer, pero teniendo en cuenta lo que aprendimos el día anterior sobre lo tarde que anochecía y que el último tren era sobre las diez, poca iluminación hubiéramos visto, así que por eso decidimos coger el tren de las siete. Además de por el cansancio, claro, que ya llevábamos muchas horas caminando.

Lo dicho, que tendré que volver otra vez y quedarme unos días en Brujas. Debe ser una maravilla recorrer sus callejuelas cuando está anocheciendo y cuando la mayoría de la gente se ha ido. Perfecto para una escapada romántica.

Volvimos al apartamento, cenamos y a descansar, que ya nos lo íbamos mereciendo y todavía quedaban muchos días.

(Continúa en la página siguiente...)

Este día teníamos pensado hacer como el domingo, visitar dos ciudades. En este caso las elegidas fueron Malinas y Amberes.

Nos fuimos tempranito a MALINAS (Malines o Mechelen) y en 20 minutos de tren estábamos allí. Nos dirigimos hacia la Plaza Mayor y buscamos la oficina de turismo, ya que no nos habían mandado plano de Malinas a casa y estábamos un poco despistados. Cómo todavía no estaba abierta, hicimos tiempo admirando la Plaza, donde destaca la Catedral de San Romualdo. En su interior destaca la obra de Van Dyck, “La Crucifixión”. Desde su TORRE dicen que se puede ver hasta el Atomium, cuando está el día despejado. No lo comprobamos. Nos echaron para atrás los 514 escalones.

También en la plaza destaca el Ayuntamiento, antiguo mercado de paños.

Merece la pena además observar con detenimiento las casas que rodean la plaza.

Y no os olvidéis del Mozo Manteado, que es el símbolo de la ciudad (el original está en el museo municipal):

Una vez con el plano en nuestro poder (creo que fueron 50 céntimos), nos dedicamos a callejear.

Si os gustan los tapices, no os podéis perder el Museo de Wit.

Algunas imágenes más de la ciudad:

Después de unas tres horas en Malinas pusimos rumbo a AMBERES (Anvers o Antwerpen). Fueron unos 20 minutos en tren, tras los cuales nos bajamos en la Estación Central que, por sí sola, ya merece una visita.

Y lo suficientemente grande para que 200 bailarines puedan organizar una coreografía al compás de “Sonrisas y Lágrimas” en su interior: VER VÍDEO.

De Amberes sí nos mandaron plano; uno enorme muy poco útil para ir con él caminando por la calle, que además tenía el nombre de los monumentos por detrás y al revés. Bueno, no nos quejaremos, que nos vino estupendamente.

Desde la estación nos fuimos hacia la CASA DE RUBENS (Rubenshuis). El camino transcurre por calles muy comerciales y animadas, así que no se hace largo. Tardamos unos 15 ó 20 minutos, con algunas paraditas incluidas para ver los diamantes en los escaparates (sólo el escaparate, no me preguntéis por los precios).

Entramos para ver la casa (6 euros, incluida la audioguía. Consigna gratis en la entrada para dejar mochilas) y bastante bien. Eso sí, cuadros de Rubens, no esperéis ver muchos. No se permite hacer fotos en el interior, sólo en los jardines.

Continuamos paseando entre los comercios y nos tomamos un zumo recién hecho en un sitio llamado Zest, en un centro comercial llamado Grand Bazar. Muy buenos y muchos tipos distintos. Un pelín caros, tal vez.

Llegamos a la plaza (Groenplaats) donde se sitúa la CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA. Costaba 4 euros y en su interior alberga cuatro obras de Rubens.

Justo por detrás se sitúa la Gran Plaza, con el Ayuntamiento. Es difícil decidir qué “Gran Plaza” te gusta más de todas las que se pueden ver en Bélgica. Todas son impresionantes.

Después de admirar esta zona, nos fuimos hacia el río, desde donde se ve muy bien la catedral a lo lejos.

Como el día estaba muy bueno, algunos aprovechaban para tomar el sol a orillas del río.

Allí mismo nos encontramos con el Castillo de Steen, que estaba cerrado, así que sólo lo vimos desde fuera.

Decidimos perdernos un poco y callejear, volvimos a la zona comercial y echamos un vistazo en algunas tiendas, nos paramos en alguna pastelería… (a estas alturas, ya se habrá notado que soy un “poco” golosa ).

Sobre las siete nos volvimos a Bruselas, que ya nos costaba seguir andando. Repusimos fuerzas en “casa”, pasamos por el puesto de patatas fritas de la esquina en la Grasmarkt y nos fuimos a dar una vuelta tranquilamente.

Esta vez exploramos la zona de las GALERIES SAINT-HUBERT, que todavía no las habíamos visto:

Cómo no, también había bombones en su interior, y, por supuesto, allá que entré. De hecho, creo que no me dejé ni una bombonería sin recorrer de todas las que había por el centro. Gracias a Ryanair, que siempre “estaba allí” para recordarnos el límite de peso en el equipaje, y gracias a que sabía que hacía muuuucho calor en mi tierra como para llevar chocolate, que si no, me hubiera tenido que empeñar por allí para comprar todo lo que me gustaba.

A la salida de las Galerías nos encontramos con la gatita y su bici: