![]() ![]() India en enero ✏️ Blogs de India
Fui a India con mi esposo en enero de 2009 e hice un blog en http://hormiguitaviajera09.blogspot.com. Lo copiaré aquí pero en el original hay fotos.Autor: Hormiguitaviajera09 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (4 Votos) Etapas 4 a 6, total 10
Una fila de hombres en cuclillas se extiende al costado de la calle en Vieja Dehli. Sus pies descalzos o con chancletas se posan sobre el agua que corre al costado de la vereda, sus piernas flacas se doblan en las rodillas a grado cero, como las páginas de un libro. Se protegen del frío matinal con una tela de arpillera, negro del uso continuado, de vivir en la calle. Un hombre al lado del otro, en una fila interminable. Caminamos la primera cuadra, la fila de hombres se interrumpe en la esquina, dejando el espacio necesario para no interrumpir el tránsito automotor, y continúa en la cuadra siguiente. Voluntarios de una Iglesia Católica estaban repartiendo un desayuno: un vasito de chai, y arroz cocido con tomate esparcido encima de un chapati (uno de los tipos de pan). Inmediatamente me acordé de 1996: una fila de indígenas Lengua hacía dos kilómetros de cola para recibir un plato de arroz (sin té, sin pan) en el Chaco Paraguayo, donde soldados bajo las órdenes del General Lino Oviedo cocinaban a leña en 4 enormes tanques. La pobreza es la misma: absoluta, extrema, indigna. Pero en India son millones y millones que viven en este tipo de pobreza. La fila sobre la calle Chandi Chowk de Vieja Dehli era de seis cuadras, más corta que aquélla de los Lengua a quienes les repartí los cubiertos de plástico. Pero en Chandi Chowk, además de la fila de estas personas excluídas de la sociedad y de toda oportunidad, desespera lo que uno ve alrededor. Un hombre lava vasos con agua y jabón que tiene en un balde mugriento; al terminar, pone los vasos para que se escurran, boca abajo, en la vereda. Un hombre sin pie, sentado en el piso, levanta su pierna para que otro voluntario le aplique desinfectante en la carne viva que le cuelga de la punta. Otro hombre acomoda su puesto comercial: una tela mugrienta en el piso, sobre la cual coloca llaves viejas, la mercadería que aspira a vender hoy. Más allá, un señor tiene éxito vendiendo desayunos desde un puesto callejero: un vasito de chai con un bizcocho por cinco rupias, unos diez centavos de dólar. Un sastre también trabaja: su máquina de coser a pedal, como la de mi abuelita Chichí, está en la calle, al borde de la vereda, y corre el agua sucia por debajo. En una bocacalle, un flamante BMW negro, y a su alrededor vacas, carros tirados por bueyes, bici rickshaws y auto rickshaws. Es como una escena de película, un viaje al pasado, pero siempre con algún BMW dando vueltas. La injusticia palpita fuerte. Etapas 4 a 6, total 10
Eran las 8 de la mañana, y Vieja Dehli estaba más despierta que la Nueva. La Vieja tambien es mil veces más antigua y mil veces más pobre. Fuimos hasta allí para visitar Lal Qila, el fuerte rojo que mandó construir Shah Jahan en 1639, en el noroeste de la ciudad que entonces se llamaba Shahjahanabad.
Primero desayunamos en un lugar de Vieja Dehli recomendado por la guía. Estaba bueno el sistema porque es de esos en que vas hasta el mostrador y pedís lo que querés. Como por el nombre no entendemos nada, lo que hacemos es pedir cualquier cosa, y siempre, siempre es rico. Yo pido siempre algo del menú vegetariano, a veces con la palabra paneer en el nombre, que es queso. Siempre son cacerolas de cosas en salsas, puede ser de tomate o de otras cosas que no sé qué son, y condimentadas con las más deliciosas especias. Por algo los europeos salieron a buscar otra ruta a la India para importar sus especies! No eran nada boludos. Todo sabe espectacular, todo es delicioso, de todo quiero comer otro plato. Pero en el desayuno en Vieja Dehli tenían otras cosas, como samosas, que son una especie de empanada (masa, relleno, frito) pero con otra forma y rellenos deliciosos que no tengo forma de identificar de qué están hechos. Todo delicioso!! Del desayuno fuimos caminando hasta el Fuerte Rojo. Un área de unos 2 km cuadrados rodeados por una muralla casi inexpungable sobre el Río Yamuna. Lo mandó hacer Shah Jahan, el mismo emperador Mogol que está enterrado en el Taj Mahal junto a su esposa favorita. En el fuerte nos maravillamos con el enorme Diwan-i-Am, el hall de las audiencias públicas, donde el emperador recibía solicitudes de la gente del pueblo. Esas columnas altísimas decoradas una por una con piedras preciosas incrustadas delicadamente para formar flores, los pisos delicadamente decorados que en aquella época estaban completamente tapados por alfombras de seda, son deslumbrantes; hay que imaginarse los cortinados bordados en cada centímetro cuadrado que colgaban elegantemente desde el altísimo techo y las lámparas de hierro forjado iluminando el recinto en base a aceite. Pudimos admirar el trono de mármol, dios mío, ese trono decorado con pájaros, majestuoso, desde el cual el emperador escuchaba las solicitudes de sus súbditos, y que el Museo Británico devolvió en 1909 tras haberlo robado en uno de los saqueos a su colonia. Esta es una foto del techo del trono: Después visitamos el palacio del emperador, una exquisitez hecha completamente en mármol blanco, y el palacio de sus esposas y amantes, que está en frente y cuyo techo todavía está decorado con los espejitos originales; también el palacio de las princesas, cuyas bóvedas internas aún conservan vestigios de las delicadas pinturas que decoraban su cielo, y entramos a la residencia de los músicos de la corte, donde hoy hay un museo. Vimos telas de lo que eran sus vistosas ropas, sus cortinados y sus alfombras, y ejemplos de las armas que usaban. También se conservan muy bien pinturas hechas en la época: retratos de varios emperadores Mogoles y sus familias, todos en vivos colores; pinturas con escenas típicas de la época, como caza de tigres desde lo alto del lomo de los elefantes, bodas reales, batallas, espectáculos de música y trapecistas. Según aprendimos en el Museo Nacional de India, que visitamos el día anterior en Nueva Delhi, los Mogoles eran grandes patronos de las artes, en especial la arquitectura (como lo demuestran estos palacios y las tumbas, de las cuales el Taj Mahal es un ejemplo), y también la escultura, la pintura y la música. Es una gran fortuna que hayan hecho esto, porque la pintura nos abre una ventana a su mundo. Abajo esta Sandino frente al palacio del emperador: Continuamos recorriendo el fuerte, sus majestuosos jardines que eran recorridos en la época por un “río del paraíso”, alimentado por el Río Yamuna, un curso de agua que recorría todos los palacios para refrescarlos en el verano y que también alimentaba los hammams, enormes baños de mármol donde la familia real podía tomar baños de agua caliente. Cuando ya creíamos que nada podía impresionarnos más, llegamos al hall de las audiencias privadas del emperador: Diwan-i-Khas, donde el emperador recibía a los más altos nobles de su Corte, y a los diplomáticos extranjeros. Eso sí que es impresionante. Las columnas de mármol embellecidas con figuras en ámber, jade y oro sostienen una bóveda detalladamente decorada, con una inscripción en persa que dice: “Si existe un paraíso en la faz de la tierra, es éste, oh, es éste, oh, es éste”. Una pena que falta el trono, de mármol y oro con incrustaciones de rubíes, safiros y diamantes; se lo llevaron los persas en su invasión de 1739 y todavía anda por Irán. Me tomé este tiempo para describir el Fuerte Rojo porque gran parte de lo que hemos visto en nuestra primera semana en India son los vestigios, a veces bien conservados, a veces no tanto, del imperio Mogol que gobernó gran parte de la India y todo Paquistán entre 1526 y 1761. El Fuerte de Agra, parecido al Fuerte Rojo, fue el primero que visitamos, después de haber ido al Taj Mahal, y realmente nos dejó completamente asombrados por lo lujoso de sus instalaciones. Decenas de miles de hombres y mujeres trabajaron durante años para poder levantar estos palacios suntuosos, lo cual es una muestra del enorme poder que llegó a tener el emperador Mogol. En Sikandra, cerca de Agra, también visitamos la tumba de Akbar, el más distinguido emperador Mogol, el gobernante más tolerante con la diversidad religiosa en la historia de este imperio, que en lugar de construir una mezquita en su capital, Fathepur Sikri, construyó un lugar de oración para todas las religiones, y que derogó el impuesto para los no-musulmanes, cosa que le costó el rechazo de los líderes islámicos ortodoxos de la época. Su tumba fue la primera en incorporar el mármol blanco a la piedra roja, dando el primer paso en un nuevo estilo arquitectónico funerario que llegaría a su zenit con el Taj Mahal, así que fue muy interesante visitarla. Fuimos a Itmad-ud-Daulah, la tumba de Mirza Ghyath Beg, un miembro importante de la corte de Akbar y más tarde suegro y ministro en jefe del emperador Jahangir. Es muy hermosa y genera mucha tranquilidad, situada como está en medio de grandes y cuidados jardines donde viven alegremente ciervos de cuernos retorcidos, monos y cientos de pájaros. Esta tumba, la primera en ser construida toda en mármol blanco, como más tarde lo sería el Taj Mahal, fue diseñada por la hija de Mirza Beg, que fue la esposa preferida de Jahangir y, dicen, la mujer más poderosa en la historia del imperio Mogol. (No puedo evitar pensar en Fanny en este momento, ja ja). Jahangir la llamaba Nur Jahan (luz del mundo) y dice mi guía que él respetaba mucho su talento y que mandó hacer monedas con su nombre. En el museo vimos monedas y sellos del imperio mogol, y hermosísimas vasijas de cerámica. En la Mezquita de Vieja Dehli, construida por el mismo Shah Jahan que construyó el fuerte rojo cuando decidió instalar su capital aquí, vimos cientos de musulmanes orando y lavándose en la pileta del agua sagrada. (Esto fue bastante desagradable, ya que en la misma agua sucia unos se lavaban las patas, otros los dientes, otros hacían gárgaras y escupían todo de vuelta para la pileta, y todos contentos; eso sí, yo como mujer impura por no ser musulmana tuve que aceptar ponerme un trapo asqueroso que cubriera todo mi cuerpo para poder ingresar a la mesquita). También quedó el conflicto de Cachemira y una competencia con Paquistán, a la que aún no renuncian. A orillas del Yamuna, en Agra, conocimos a un indio que viajaba con su esposa y su hijo para conocer el Taj Mahal. Se puso a hablar de política: “Los paquistaníes tienen complejo de inferioridad porque saben que India es más grande, más poderosa, y que ganará en el largo plazo. India y China suplantarán a Estados Unidos como los países más poderosos del mundo, y Paquistán volverá a ser parte de la India, como debió haber sido siempre”. Un nacionalista indio como pocos, el hombre. La foto de abajo es un detalle de la mezquita de Dehli, la mas grande de India: Debería mencionar que no fue solamente el imperio Mogol el que introdujo el Islam a la India. En realidad, las invasiones de musulmanes provenientes de Asia Central empezaron en el siglo VII, y los musulmanes provenientes de Turquía llegaron a establecer el Sultanato de Dehli, que fue muy poderoso en el mundo islámico de los siglos XIII a XIV. Pero la India Mogol es la que dejó el legado más interesante desde el punto de vista arquitectónico: palacios, fuertes y tumbas que visitamos en Agra, Dehli y ahora Rajastán. Concluyo con una cita de Octavio Paz, pidiéndoles de antemano disculpas porque es mi traducción al español de una traducción al inglés, ya que compré el libro en Estados Unidos y no lo conseguí en su idioma original: “El aspecto más destacable de India, y el que la define, no es político ni económico, sino religioso: la coexistencia del Hinduismo y el Islám. La presencia de la forma más estricta y extrema de monoteísmo junto al politeísmo más rico y más variado es, más que una paradoja histórica, una cicatriz profunda. Entre el Islam y el Hinduísmo no solo hay oposición, sino una incompatibilidad. En uno, la teología es rígida y simple; en la otra, la variedad de doctrinas y sectas induce a una especia de vértigo. Un mínimo de ritos entre los Musulmanes; una proliferación de ceremonias entre los Hindúes. El Hinduismo es una combinación de complicados rituales, mientras que el Islám es una fe clara y simple. (…) Son dos civilizaciones ocupando un único territorio, o son dos religiones nutriendo una única civilización? Imposible de saber. (…) A pesar de que han estado viviendo codo a codo durante siglos, las dos comunidades preservan sus propias identidades separadas; no ha habido fusiòn entre ambas. Sin embargo, muchas cosas las unen: similares costumbres, idiomas, el amor por su tierra, la cocina, la música, el arte popular, la vestimenta, y, para acortar una lista que podría volverse interminable, la historia. Una historia que los une pero que también los separa. Han coexistido, pero ha sido en rivalidad, llenos de sospecha, amenazas y un resentimiento silencioso que ha terminado más de una vez en derramamiento de sangre.” Etapas 4 a 6, total 10
Estoy sentada en un fuerte construido en 1156. Acabo de ver el sol ponerse, nítido su contorno redondo y rojo, en el horizonte del desierto amarillo. A mis pies, se ilumina lentamente la ciudad dorada: Jaisalmer, situada en el corazón del desierto Tar. Se escucha a lo lejos una música que creo es un cántico religioso hindú, pero no estoy cieno por ciento segura. Unas nubes en el cielo hacen de este atardecer algo diferente al de ayer, que vimos con Sandi desde esta misma terraza maravillosa. Es una de las terrazas más altas de este fuerte, y es además la terraza de nuestro hotel. Todas las construcciones adentro de este fuerte que controló la ruta comercial a través de este desierto por cientos de años, son sus construcciones originales de piedra. Frente a nuestro hotel está el palacio del rey, que es hoy un museo. Allí vi terrazas iguales a las que estoy ahora. Alguna reina o princesa habrá estado aquí, en esta misma piedra donde estoy yo ahora, con similares almohadones, sólo que mejor borados y decorados, admirando un atardecer similar al que yo estoy mirando cinco, ocho siglos después? Es muy posible. Y poco ha cambiado. A mi alrededor, unas decoraciones en piedra como si fueran minitemplos decoran el final de cada columna. Todo está hecho una exquisitez deliciosa. Y ni que hablar del palacio del rey, con sus patios, sus jardines, sus ventanitas de piedra trabajada hasta el detalle, sus puertas de madera esculpidas… en realidad no hay nada que esté sin esculpir. El dormitorio del rey, decorado con azulejos traídos de Gran Bretaña y otras partes de Europa, fue una de las habitaciones que más me sorprendió.
Todo el fuerte, y los palacios y templos que hay dentro del fuerte, así como todas las havelis en la ciudad (creo que es pueblo para los parámetros indios) y varias de las casas más modernas están hechas en piedra jurásica, una piedra intensamente amarilla que brilla como oro bajo el sol desértico. Por eso Jaisalmer es la ciudad dorada. Y realmente lo es. Desde el hotel, la ciudad se ve de ese color, y se confunde con el color de la arena. Los límites de la ciudad se ven aquí nomás, y más allá, el desierto hasta donde se pierde la vista. Entiendo que se haya convertido en un centro turísticio internacional. Es una ciudad mágica para visitar. El turismo salvó a Jaisalmer de la muerte. Ninguna ruta comercial atraviesa en estas épocas el desierto, contando con puertos modernos y barcos rápidos, y Jaisalmer estaba agonizando de inanición desde hacía décadas. Los mochileros la descubrieron hace un par de décadas y ahora vienen jubilados europeos, mochileros colombianos y peruanos, yuppies españoles y un largo etcétera. Creo que eso es muy bueno para la ciudad. Ha permitido la reconstrucción y reparación de las partes del fuerte que se habían derrumbado. Una fundación está todavía trabajando en reparaciones, y estudiando cómo salvar al fuerte del gran problema que tiene de desgaste debido al gran consumo de agua que hay en su interior. Este fuerte no fue preparado para que sus bases, sostenidas en la cumbre de un cerro de piedrilla y arenisca, soporten el desague de miles de litros de agua por día, como está sucediendo actualmente. Viven 2.000 personas dentro del fuerte, y además está lleno de hoteles y restaurantes; el agua sale por miles de canillas y ducheros, y los dueños de todos los locales comerciales lavan todas las mañanas sus pisos y sus escalinatas. En la época de sus gobernantes del clan Rajput Bhati, en este fuerte se consumía agua con extrema moderación, porque nadie sabía cuándo volvería a llover. Este cambio es la peor amenaza contra el fuerte; si no encuentran pronto una solución, podría derrumbarse. Pero están trabajando en ello. Nuestra contribución fue no bañarnos hoy. Este fuerte guarda historias increíbles. Tres veces vivieron una Johar. Es el nombre que le daban al acto de honor al que llamaba el rey cuando se daban cuenta que estaban vencidos. Entregarse, jamás. El acto de honor consistía en una serie de ritos que culminaban con prender una gran hoguera, a la cual las mujeres se tiraban tras bañarse con agua de pétalos de rosa para morir quemadas y esperar a sus maridos en el paraíso. A continuación, los hombres, al ritmo de música de tambores de guerra, salían rápidamente del fuerte sobre sus caballos a pelear y matar cuantos enemigos pudieran, y morir combatiendo. Una vez el rey llamó al acto de honor tras 15 años de sitio a este fuerte donde estoy sentada ahora. El sitio lo ordenó el Sultán de Delhi en el siglo XV, debido a que los Rajput de Jaisalmer se habían hecho los vivos y le asaltaron una caravana comercial que cruzaba el desierto. El Sultán juró venganza y mandó bloquear el fuerte. Otro de los actos de honor fue tras un sitio prolongado de parte de los Mogoles musulmanes. Los diferentes reinos Rajput, incluyendo el que tenía su capital aquí en Jaisalmer, establecieron alianzas con los Mogoles, muchas veces a través de matrimonios. Eran matrimonios complicados, porque los musulmanes a veces criticaban a su emperador por casarse con una mujer hindú, pero eran alianzas políticas igual que lo eran los matrimonios entre miembros de diferentes casas reales europeas. Pero claro, a veces había algún pequeño diferendo, y venía el bloqueo a un fuerte y el suicidio colectivo de la nobleza Rajput en caso de derrota. Eran un poco extremistas los muchachos. Aunque por otro lado, supongo que si yo fuera una de esas mujeres, antes de caer en manos de los sitiadores, que están ahí bancándose el calor del desierto hace 12 años haciendo un sitio, mhhh, me parece que me tiro a la hoguera también. No creo, en todo caso, que ellas tuvieran mucha opción. Hasta hace muy pocos años, las mujeres aquí en Rajputana, la tierra de los Rajput ahora conocida como Rajastán o Rajasthan, todavía tenían que seguir las reglas de la purda: nadie podía verlas jamás, para no despertar deseo. Debían siempre estar vestidas con su velo, encerradas en los palacios para reinas y princesas, detrás de las ventanas de piedra calada con hermosos diseños, para evitar que nadie pudiera mirar hacia adentro. Cuando salían, cubrían con tela su camino hasta que se subían al palanquín, una especie de cabina, un asiento techado, que tenía dos o a veces cuatro palos para adelante y para atrás, para que hombres fuertes se los pusieran sobre los hombros y las transportaran ahí adentro. Durante el audio tour del fuerte escuché la voz de la madre del maharaja actual de Jaisalmer, contando cómo ella observó estas reglas con mucho celo a lo largo de prácticamente toda su vida, y cómo se sigue sorprendiendo al salir a la calle con el rostro descubierto. Jaisalmer es una ciudad tan aislada del resto de India, situada como está en medio de un desierto, que muchas costumbres que ya no se ven en otras partes, aquí continúan estando muy presentes en la vida diaria. Lo que salta a la vista del viajero que llega es la vestimenta. Los hombres usan una túnica blanca y un turbante de colores que se hacen con una tela de nueve metros (ayudé a un hombre a sostener una punta de la hermosa tela mientras se iba envolviendo el turbante en su cabeza; es realmente larga). Las mujeres usan sus saris de colores como en Delhi pero de colores mucho más definidos y fuertes, en general mucho rojo y detalles en verde, azul, amarillo, colores intensos. Además llevan otra tela, cuyo nombre se me escapa en este momento, también muy liviana y de colores pero con cierta transparencia, con la cual se cubren la cabeza y parte del cuerpo, y en ocasiones la cara, para taparse de la arena cuando vuela. También siguen usando los zapatos tradicionales, de muchos colores, que son una especie de suecos pero muy adornados, con cosas que brillan, espejitos, nudos, lentejuelas, y un gran rulo adelante. Los hombres usan grandísimos bigotes que también terminan en un rulo que se dibuja en las mejillas, y una vez al año, a fines de enero o principios de febrero, en la fiesta anual de Jaisalmer, hay, entre otras cosas, un concurso de bigotes. Recorrer las calles de Jaisalmer es como tomarse el tren del tiempo e ir hasta la Edad Media. Tal como ocurría entonces, las casas sólo se utilizan para dormir e higienizarse. Todo lo demás ocurre en las calles. Uno va caminando entre vacas, cabras, chanchos peludos como si fueran punk, con una gran cresta encima; chanchas perseguidas por sus chanchitos, infinita cantidad de perros y cachorros, y a los costados de las angostas calles pasan las aguas servidas, ya que el saneamiento es a cielo abierto, por las caneletas al borde de las casas. Allí hay uno trabajando la piedra a cincel y martillo; está sacando pedacitos de la superficie de la gran piedra que alguna vez será vereda para que no sea resbaladiza. Más allá hay otro tostando unas semillas en una gran cacerola de hierro, encima de fuego de leños. Al costado, un vendedor de chai hace publicidad a viva voz; en frente, un herrero trabaja el hierro con fuego; otro vende telas, el otro arregla zapatos cosiéndolos a mano, el otro puso un puesto de venta de teléfonos celulares (al fin y al cabo, es 2010!). La fuente principal de ingresos de la ciudad es el turismo, y se nota. Durante el día, miles de personas vienen al fuerte, donde más turistas hay, a ofrecer telas, instrumentos musicales, números acrobáticos, masajes ayurvédicos, masajes occidentales, pasajes de tren y de avión, viajes en rickshaw, safaris en camello por el desierto, pulseras y collares en plata, ropas tradicionales Rajput. Todos te hablan y te ofrecen cosas todo el tiempo. Pero empiezan tarde su día. Hoy vimos el amanecer en esta misma terraza, un amanecer emocionante de sol perfectamente redondo del cual no escapaba ningún rayo, todo contenido en sí mismo saliendo por el horizonte, y después nos fuimos a desayunar a una de las plazas (chok) de la ciudad. Sentados allí vimos instalarse la carpa de vacunas contra la poliomelitis (parte de una nueva campaña del gobierno), vimos las vacas comer de la basura, los perros meterle la pesada a la chancha punk, dos hombres santos pidiendo limosna, muchos hombres sentados en un muro conversando y algunos, especialmente uno, mirándonos fijo todo el tiempo. Es interesante ver cómo las vacas forman en este país parte inextricable del paisaje urbano, y jamás rural. Atravesamos miles de kilómetros y no vimos vacas en los campos; lo que vimos fueron manadas de camellos, algo bastante exótico de ver, muchísimos antílopes libres corriendo a mucha velocidad, y muchas cabras y ovejas. Pero vacas, sólo en las ciudades. Las vimos comiendo basura, las vimos comiendo cartón, algo que asombró a Sandino vivamente pero a mí no tanto porque esa sorpresa la pasé en el Sahara Occidental, cuando vi una cabra trepada a un árbol y otra cabra comiendo cartón, escena que quedó ahí, grabada en la memoria como una diapositiva. Amo la tranquilidad de este lugar, la paz que se siente. Hoy salimos a andar al azar, después de almorzar, caminando por las callecitas de Jaisalmer. Agarramos por lo que nos pareció un barrio común y corriente; había varios talleres mecánicos y un par de soldadores en el camino, trabajando. De repente vimos unas construcciones muy parecidas a las del fuerte y enfilamos pahí. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando de repente vemos agua: un lago! Nos enteramos que es un lago artificial hecho por el Rey Bhadi del Fuerte Jaisalmer, en el siglo XIV. Alrededor, varios templos hindúes deliciosamente construidos en piedra jurásica adornan el lago, que es ahora un oasis en el desierto que atrae cisnes, cuervos y otras aves a tomar agua, bañarse y jugar. La tarde de hoy allí, recorriendo las orillas del lago, los templos, el rito hindú que se desarrollaba en ese momento en uno de los templos, fue realmente una frutilla en la torta llamada Jaisalmer. Y la comida Rajputana, uau. Qué cosa deliciosa. Hoy pedimos un plato que consistía en varios platitos con diferentes comidas de la Rajputana: a cuál más delicioso! Comimos tanto que es hora de cenar y no tengo hambre, y lo lamento en el alma porque en ese restaurante, llamado Mónica y especializado en comida de Rajastán, nos dijeron que esta noche tendrían una oveja hecha en estilo tradicional, cocinada durante una hora y media en 20 especies diferentes, tierna como manteca que se te deshace en la boca, y sólo de pensarlo y no tener hambre me da una bronca bárbara! Quisiera tener más hambre y comer 5 veces al día estas comidas tan deliciosas!! Me despido por ahora, y queda pendiente una entrada sobre Jodhpur, la ciudad azul, nuestra primera parada en la Rajputana, desde donde nos vinimos a Jaisalmer. Etapas 4 a 6, total 10
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