![]() ![]() India en enero ✏️ Blogs de India
Fui a India con mi esposo en enero de 2009 e hice un blog en http://hormiguitaviajera09.blogspot.com. Lo copiaré aquí pero en el original hay fotos.Autor: Hormiguitaviajera09 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (4 Votos) Etapas 1 a 3, total 10
[youtube]www.youtube.com/ ...H4GtEQFaos[/youtube]Mugre. Mucha gente. Aire contaminado. Nube gris de polvo y polución instalada permanentemente sobre la metrópoli, volviendo invisible el contorno de la ciudad en el horizonte. Entre medio de la nube de contaminantes aparecen palacios, cúpulas doradas, templos perdidos en medio de edificios grises y deteriorados sobre calles en estado calamitoso. A toda hora hay mucha gente por todos lados, ojos negros profundos, miradas penetrantes que te miran fijo, sin pudor. Los turbantes y los saris de colores fuertes, bordados decorativos en casi todas las vestimentas, adornan la ciudad y disimulan el gris de la polución y el deterioro. La ciudad milenaria tiene memoria de su pasado imperial, y la caída desde tan alto es lo que transmite esa sensación de decadencia, pero también se percibe que esta ciudad es dueña de su futuro y está caminando hacia él.
Nuestro primer día en Delhi estuvo marcado por los olores y el terror de cruzar la calle. La vida del peatón no vale absolutamente nada. Los semáforos son meras decoraciones que nadie toma en serio. Además, la infraestructura es simplemente insuficiente para la cantidad de gente que hay. Las pequeñas calles y las pocas grandes avenidas deben albergar 50 veces el tránsito para el cual fueron diseñadas. Las veredas casi no existen, y donde existen, están en construcción o están destruidas. Así que la gente camina por las calles. Dicen que hay mucha construcción porque Delhi será anfitriona de los juegos 2011 del Commonwealth; por todos lados hay bloqueos de caminos y hay que andar por la calle, en medio de ese caos incomprensible. La octava ciudad más grande del mundo es un gran embotellamiento. La gente cruza zigzagueando entre 6 filas de autos parados, cuidándose de las bicis y motos que aparecen a toda velocidad por cuanto recoveco queda abierto entre los coches. Mucho más complicado es cruzar cuando no hay embotellamientos y hay que tirarse al rodeo estilo kamikaze. Se tiran con la mano en alto y corren. Vienen autos, camiones, bicis, rickshaws, camionetas, en avenidas de seis sendas, a todo lo que da, todo el tiempo. Literalmente, hay que arriesgar la vida, largarse adelante de los autos y correr como el correcaminos cuando se acerca el coyote. Y si creés en dios, rezar. Y los olores… es cierto que nos hemos deleitado ya con una maravillosa comida india, donde el aroma a comino y pimientos era delicioso, pero el olor más impregnante es otro. Cuando íbamos caminando por la ciudad detecté unas lagunitas que me parecieron de cerveza, por el amarillento turbio y la espumita arriba, pero cuyo olor a amoníaco me reveló instantes después la verdadera naturaleza del líquido. Las personas del sexo masculino, cuando tienen ganas, se dan vuelta contra la pared y hacen. De día, de noche, en medio de la gente. El olor me mata. Fue el primer olor distintivo que aspiré en Delhi. Era de noche, el 2010 se había estrenado hacía pocos minutos en esta parte del mundo, y al bajar del taxi y tomar por el callejón que daba a nuestro hotel sentí ese olor como una cachetada. Nuestro hotel está en el área del Gran Bazaar, que se extiende desde la salida de la estación de trenes de Nueva Delhi hacia el oeste. Es como un gusanito, una calle larga que al principio nos pareció peatonal porque es muy angosta y a ambos costados hay locales comerciales, uno al lado del otro, ofreciendo sus saris, sedas, ropas vistosas de brillantes colores, y un tráfico intenso de gente, bicicletas, motos, bicitaxis (un señor anda en bici y lleva hasta 3 personas atrás), algún que otro rickshaw (una moto que es taxi, tirando de una estructura de metal en la que caben unas 3 personas para mis parámetros y unas 5 o 6 para parámetros indios), y vacas. Pero después vimos que no, que entre medio de toda esa marea que nunca acaba, también pasan autos tocando bocina sin parar. Digo sin parar porque no es tu-tu-tu, sino tuuuuuu(infinito). Es completamente aturididor, pero nadie parece alterarse. La gente es amable y sonríe con facilidad, a excepción del oficial de inmigraciones, que no dijo ni hola ni adiós. Especialmente simpáticos son los niños, que a pesar de los millones de turistas que visitan Delhi cada año, siguen sorprendiéndose por la presencia de un occidental. A la noche, caminando por el Gran Bazaar de regreso a nuestro hotel, tres niños fijaron su atención en mí. Iban mirando hacia atrás en un carromato tirado por una bici; otros tres niños iban en el mismo carromato mirando hacia adelante. Yo iba sorteando todo tipo de obstáculos, esquivando motos y bicicletas que aparecen sorpresivamente y te esquivan haciendo finitos contra tu cuerpo, siempre tratando de adivinar de qué lado venían los bocinazos para saber para dónde correrme, a los saltos por entre los charquitos, tratando de no distraerme por los colores atractivos de todo lo que venden a uno y otro costado. Los tres niños me miraban fijo y me sonreían, me preguntaron mi nombre, me extendieron la mano y cuando se las di, no la querían soltar. La más chiquita hablaba inglés; me dijo “beautiful name! “ y “enjoy your visit”. Tal como nos habían anunciado, vi pobreza, pero mucho menos de lo que pensé que vería. Al menos este primer día no fue tan desolador y triste como yo esperaba en este sentido. Vimos a un grupo de personas sin hogar, acostados sobre unos colchones al borde del camino, entre charquitos turbios; uno de ellos tenía la pierna enyesada. Una señora mayor muy pobre pedía dinero a turistas en el Gran Bazar y me habló en hindú tomándome de la mano. Pero realmente, he sentido más desolación en el Chaco paraguayo y boliviano que lo que me tocó ver en mi primer día en Delhi. Quizás por fue las muchas advertencias que recibí , o porque en este primer día naturalmente no llegué a ver nada. Pero en realidad, la impresión que me quedé de este primer día es sobre lo laboriosos que son los indios. Todo el mundo está en movimiento. Millones de personas atraviesan el caos y la locura para ganarse diariamente el pan, y lo hacen con determinación y diría que con alegría. Expresan, cada vez que pueden, su agradecimiento por tener laburo. Así es como interpreto y vivo que decenas de personas nos aborden cada hora buscando vendernos un paquete turístico, algún pasaje, excursión, un viaje en taxi, rickshaw or bicitaxi, o llevarnos a un hotel o a un restaurante. Decimos que no pero cuidándonos de no perder la amabilidad, porque todos están simplemente tratando de trabajar. Y no es fácil en este país hacer un mango o conseguir trabajo. La inmigración interna a Delhi es enorme, y la mayoría de los que llegan del interior buscando una mejor vida acaban en la pobreza, como suele suceder en tantos países. Así que decimos que no con amabilidad, ternura y en lo posible una sonrisa. Esto hace que sean más insistentes. - De dónde son? - De Uruguay - Dónde? - Sudamérica. - Qué lindo! Y cuánto tiempo se van a quedar en India? - Un mes. - Uyyyy, qué poco! India es muy grande… Con esto intentan abordar el próximo tema: que ellos pueden ofrecer un auto con chofer para que sea todo más fácil, en lugar de los largos viajes en trenes, que implican además la nada fácil tarea de ir a comprar un pasaje. De hecho, en eso nos pasamos el día de hoy. Tenemos que estar el lunes de regreso en Delhi por un tema burocrático, que seguramente nos llevará al menos tres días. Así que decidimos que el fin de semana iremos a Agra a ver el Taj Mahal, porque 5 días seguidos en Delhi sería medio locura. Parecía fácil: debíamos caminar las 3 cuadras desde nuestro hotel a la estación y comprar los pasajes para irnos mañana. Quién diría que después de cinco horas de intentos, todavía no habíamos podido llegar a la ventanilla de venta de pasajes. Intento Uno: 10 de la mañana. Un uniformado en la puerta de la estación nos dice que por ahí pasan solo los pasajeros a embarcar y que los pasajes se compran en otro lado. Él mismo nos pone en un ricksaw y le dice al chofer que no nos cobre más de 10 rupias, que son unos 20 centavos de dólar. Sandino le dijo que iríamos más tarde, pero el uniformado nos aseguró que todo cerraría temprano y yo supuse que sería por ser 1 de enero, así que insistí en que fuéramos. Obviamente tenía razón Sandino. El lugar a donde nos envió era una agencia de viajes que “chequeó” por internet y nos dijo que todos los pasajes a Agra estaban agotados; a continuación, nos ofreció alquilarnos un auto con chofer. Como ya veníamos prevenidos por la guía y por múltiples historias de Internet de que te mienten para venderte lo que ellos quieren, y te aseguran que el hotel que habías reservado se quemó para que llevarte a uno donde les pagan comisión por llevar clientes, etc., etc., simplemente nos fuimos de allí. Nos fuimos a tomar un desayuno. Varios hombres nos siguieron todo el camino ofreciéndonos cosas; no sé por qué uso el plural porque le hablan todos exclusivamente al hombre de la pareja. Uno de nuestros seguidores se sentó en la mesa de al lado en el café y nos habló todo el tiempo. En la guía vimos que estábamos a dos cuadras de las Oficinas de Turismo del gobierno, y decidimos ir para ver si podíamos comprar los pasajes ahí. Intento Dos: cerca del mediodía. Fuimos caminando a la Oficina de Turismo, salteando charquitos, corriendo como locos al cruzar las calles y rezando a Alá, Budha y Jesucristo para que no nos llevaran por delante, mientras ignorábamos con sonrisas las múltiples ofertas que nos hacían en el camino.No vendían pasajes de tren pero nos dieron la dirección de tres agencias en la zona que cuentan con el aval del Ministerio de Turismo y donde podíamos comprar pasajes a Agra dentro de la cuota reservada para extranjeros. Fuimos a dos de las agencias y en ambas nos dijeron que los pasajes para Agra están agotados para sábado y domingo en el tren de las seis de la mañana, y que recién para el lunes; por supuesto, nos ofrecieron autos con chofer. Resueltos, y teniendo en cuenta las múltiples advertencias de la guía, decidimos volver a la estación de trenes en persona a ver si conseguíamos pasaje de los que compran los indios, es decir, fuera de la cuota para extranjeros. Intento Tres: alrededor de las 2 pm. Llegamos a la estación de trenes por segunda vez en el día, ubicamos dentro del gran predio el edificio donde vendían pasajes, pasamos por la máquina detectora de metales, y cuando estamos llegando a la ventanilla nos para un indio sikh (los sikhs son fácilmente reconocibles porque usan turbante): “Señores, aquí es para indios, los extranjeros tienen que ir al primer piso”. No había escalera a la vista, así que le preguntamos cómo llegar. “Por aquí, por aquí”. Nos llevó para afuera y nos señaló a un señor que estaba en la puerta de otro local, siempre dentro del predio de la estación de trenes. Ese señor nos dio un formulario para llenar; era un papelito pequeño con letras que ni se veían y no teníamos idea dónde había que escribir nada, así que nos ayudó. “Bueno, ahora tienen que ir al primer piso con este formulario, vengan por aquí”, nos dice. Sandino, siempre alerta, dice: “Pero este ‘primer piso’… dónde queda”? Yo, siempre inocente, le digo: “bueno, será el primer piso de otro de los edificios de la estación, viste que es enorme, será a la vuelta, qué se yo.” Otra vez la misma historia que en la mañana: nos lleva a un rickshaw, le dice al chofer que no nos cobre más de diez rupias, el rickshaw nos lleva a otra agencia de viajes!! Habían pasado cinco horas de nuestro primer intento de llegar a la ventanilla de la estación de trenes y aún no habíamos logrado el objetivo. Así que nos decidimos a que esta vez, nada nos detendría. Simplemente iremos hasta la ventanilla de compra de tickets ignorando cualquier cosa que nos diga cualquier persona por el camino. Así lo hicimos. Pero resultó que todas las agencias nos habían dicho la verdad: todos los pasajes a Agra están agotados hasta el lunes. Nos explicaron que el fin de semana largo por fin de año es tradicionalmente aprovechado por los indios para ir a visitar el Taj Mahal, y que es común que se agoten los pasajes a Agra. Había, incluso, una lista de espera. Así que no podremos ir a Agra este fin de semana en tren, pero la experiencia del día fue muy fructífera. Conocimos el barrio del Gran Bazaar y el centro de Nueva Delhi, aprendimos a manejarnos con el transporte público y estamos en proceso de aprender a cruzar la calle, nos familiarizamos con las rupias y detectamos los cambios con mejores tasas que no cobran comisión, y aprendimos técnicas para rechazar a los seguidores de turistas. También comimos (fue un almuerzo-cena) unas comidas indias picantes y deliciosas, en un restaurante panorámico que gira sobre sí mismo, y nos resultó muy relajante porque nos ayudó a escapar del caos ruidoso de la ciudad. No pudimos ver mucho la ciudad desde ahí arriba debido a la polución, pero vimos la luna roja, y ahora, siendo las 3 y pico de la madrugada, estoy completamente extenuada y absolutamente desvelada por el cambio de horario, fascinada porque no puedo creer donde estoy, y maravillada de poder estar aquí. Etapas 1 a 3, total 10
Lloré. Cuando vi el Taj Mahal, lloré. Fue instantáneo. Me brotaban lágrimas y sentía una sorpresa tremenda por mi propio llanto. De dónde salía esto?. Retiré la mirada del Taj para recuperar la compostura, pero cuando volví a mirarlo, las lágrimas volvieron, profusas, intensas, redondas, calientes. Todavía llorando, me sonreí. Miré a Sandino: “el Taj Mahal me hace llorar”, dije, llorando y riendo a la vez, con las cejas levantadas por la infinita sorpresa: “no entiendo por qué”. Sandino me mimó: “porque tenés un gran corazón”. Lo abracé, me calmé, dejé de llorar. Eran las 7 de la mañana y había muy poquitas personas en el lugar. Unas horas después llegarían varios miles, pero ahora estaba vacío, emergiendo entre la neblina matinal, una de las siete maravillas del mundo, el etéreo y romántico Taj Mahal. Estaba frente a la piscina de agua, en medio de los jardines; cuando levanté la vista de nuevo, otra vez me emocioné. No lo podía evitar.
Nunca me había hecho llorar un edificio. Me maravillé en Angkar Wat, me emocioné en Tulum y en Calakmul con las ruinas Mayas, me sorprendí en la capital del imperio Azteca, pero… llorar? Había llorado mirando la sabana desde el Roraima, contemplando el Atlántico desde las dunas solitarias de Rocha, pero jamás con una construcción humana. Pero el Taj Mahal… es indescriptible. No vale la pena contar lo que vi porque no hay palabras que puedan describirlo, al menos yo no las conozco. Me declaro incapaz de explicar el Taj Mahal. Por eso ofrezco el relato lo que sentí, porque es lo mejor que puedo ofrecerles. Vi miles de fotos del Taj Mahal en mi vida, leí sobre su historia y su arquitectura, hace poco vimos con Sandino un documental de National Geographic, y vi una película en que el momento clave de cambio de vida del protagonista estadounidense de origen indio es su visita al Taj Mahal. Pero nada puede prepararte para lo que sentís al ingresar por el gran portón donde con piedras incrustadas citan al Corán: “Entrad a mi reino”, y al ingresar sentís realmente que llegaste al Paraíso. Tocamos las paredes de la tumba más famosa del mundo, las incrustaciones que forman las flores, los floreros, las letras del alfabeto árabe, incrustaciones delicadas y perfectas con piedras preciosas traidas de China, del Tibet, lapizlázuli de Afganistán, perlas del Océano Indico, rubíes cuyo Rosado traslúcido da la sensación de que la flor toma vida. Allí está, intacto, 400 años después de haber sido construido. Esto no es lo que me contaron sobre la Edad Media en la escuela, pensé. Visitamos la mezquita maravillosa que ubicaron a la izquierda del Taj y que forma parte del gran plano que elaboró Shah Jahan, , el emperador Mogol que diseñó esta tumba para su esposa favorita y para sí mismo. Visitamos el edificio gemelo a la mezquita, que es una casa de huéspedes. Visitamos el museo donde están los retratos pintados de Shah Jahan y su esposa, así como escenas de la vida de quien fuera uno de los hombres más poderosos del mundo. Como en el Coliseo Romano, aquí también había entretenimiento para el emperador y su corte, y vimos detallados dibujos de las luchas a lomo de elefante que constituían uno de los espectáculos reales. Me pregunté muchas veces qué habrán sentido los visitantes que en la Edad Media llegaban a este lugar. Shah Jahan lo diseñó con los planos del paraíso creados por un estudioso Islámico de la época, con cauces de agua simbolizando los ríos de leche, agua, miel y vino que hay en el paraíso según el Corán. Qué sentirían? Si ahora sentimos eso, tras haber visto tantos edificios más altos, tantos monumentos de mármol, e igual resulta tan movilizador, tan profundamente movilizador… qué sentían en la Edad Media al llegar a las puertas del Taj? Es imposible imaginarlo. A la tarde nos fuimos a ver el Taj desde el otro lado del Río Yamuna, que alguna vez fue un maravilloso fondo para el Taj y que ahora tiene unos niveles de contaminación que rompen todos los records. A sus orillas, la basura se acumula por toneladas, y sobre la basura una familia muy pobre se refugiaba del invierno quemando neumáticos. La India de la Edad Media, gobernada por uno de los imperios más poderosos del mundo, y la India de hoy, que apuesta a ser una promesa de futuro pero que por ahora sigue siendo tan pero tan pobre, inextricablemente unidas, hasta en el Taj Mahal. Esta maravilla, esta construcción que te hace sentir el alma colmada, está deteriorándose rápidamente por los altísimos nivel de polución que hay en la zona. Las fábricas no cumplen con las leyes de control de emisiones tóxicas y contaminantes, y no hay consecuencias debido al alto nivel de corrupción de las agencias estatales. A esto se suma la polución de los vehículos de Agra, ciudad que tiene la población de Uruguay, y los que pasan por las carreteras alrededor. Casi todos son muy antiguos y contaminantes, y contribuyen lo suyo. La contaminación es una gran nube que en contacto con la humedad se transforma en ácido sulfúrico; éste se pega al mármol y lo carcome de tal manera que los expertos lo llaman “cáncer del mármol”. A pesar de que el gobierno recibe cuantiosos ingresos por la venta de entradas al Taj Mahal (unos 20 dólares por persona, con varios millones de visitantes por año), no hay mucha inversión en su mantenimiento y protección. Las pocas soluciones implementadas por las autoridades han sido más dañinas que otra cosa; expertos internacionales opinan que los productos y las técnicas que se han utilizado para limpiar el Taj y quitarle la pátina amarillenta de la contaminación son, a largo plazo, más perjudiciales para el mármol que el propio ácido sulfúrico. En algunos lugares faltan rubíes de las incrustaciones; en lugar de reemplazarlos, tapan todo con enduido. Finalmente, el uso insostenible del agua del Yamuna ha provocado una merma en su cauce que está torciento las minaretas, y los expertos creen que si no se reestablece un cauce más nutrido, todo el Taj Mahal podría colapsar. La India milenaria, la India increíble, la India de los imposibles. Una construcción Islámica, legado del Imperio Mogol, que cobraba impuestos a sus súbditos no musulmanes, es el edificio más visitado por los indios hindúes, que fueron subyugados por aquella fuerza devastadora que invadió el país desde Persia. El 1 de enero de este año lo visitaron 40.000 personas, la mayoría de ellas indios hindúes. La India imposible, la India paradójica. Un edificio que te hace llorar puede colapsar por la corrupción que plaga al gobierno. No es por la pobreza del país, porque el ingreso de divisas y las fuentes de trabajo en la industria turística gracias a la existencia del Taj son suficientes para hacer redituable cualquier inversión en su salvación. Pero India, como es común en nuestros países pobres, sufre de cortoplacismo. Lo que pasa con el Taj es simbólico de muchos otros problemas en este y otros países, y me llena de tristeza. Pero debo confesar que por sobre esa tristeza, prima la paz y la plenitude que el Taj instaló en mi alma. Etapas 1 a 3, total 10
eguimos en Dehli mientras esperamos la conclusión de nuestro trámite burocrático. Pensé que iba a ser un embole estar tantos días en Dehli, pero estaba muy equivocada. Recorrimos Nueva Dehli, la ciudad construida durante la ocupación británica: el palacio presidencial, el Parlamento (donde me colé en una conferencia de prensa que un líder político estaba dando en la puerta), el portón de India que conmemora a los caídos en las guerras, y, lo más maravilloso, el Museo Nacional. Tienen una colección de dos mil piezas, muchas de las cuales son los muchísimos dioses del Hinduísmo esculpidos en piedra a lo largo de milenios y testimonios de la existencia de varias civilizaciones, imperios y reinos a lo largo de la historia.
Lo que más me impresionó fue una escultura de una mujer danzante de 4.500 años de antiguedad. Es una obra de arte de la civilización Harappa que se desarrolló extensivamente en el valle del Indus a mediados del tercer milenio antes de Cristo y durómil años. Yo intento siempre comparar con lo que conozco para entender: el imperio estadounidense tiene 200 años; la civilización Harappa duró cinco veces eso. Vimos fotos de los sitios arqueológicos que han descubierto y aprendimos que tenían reservorios de agua (Sandi recalcó que en Uruguay hasta el día de hoy no tenemos esto, por eso nuestros cultivos y nuestro ganado se jode en cada sequía), sistemas de saneamiento en las ciudades, edificios en material no sólo eran para la élite sino para todo el pueblo. Este es uno de los distintivos de los Harappas, decían en el Museo y dice la guía. Habían domesticado la vaca con joroba, el ciervo y el búfalo de agua; comerciaban por tierra y por mar con todo el subcontinente indio, con Persia, Afganistán, Asia Central y Mesopotamia. En el 2000 antes de Cristo, parecen haber sido los primeros en el mundo en descubrir cómo hacer telas con algodón; expotaban estas telas y se piensa que también granos excedentes de su agricultura e importaban metales, como oro, plata y bronce, y piedras semipreciosas. Cada familia comerciante tenía su propio sello. Una vez más me pregunté lo que una vez se preguntaba Paio en el Metropolitan Museum of New York: en qué nos distinguimos de ellos? Qué tiene de diferente la civilización Harappa, de hace 4.500 años, con la sociedad en la que vivo hoy? Vi sus casas, las sartenes de metal en las que cocinaban, iguales a las que uso yo; las fuentes y platos de cerámica; se vestían con ropa de algodón; comían trigo y hacían pan; criaban vacas para tomar leche, comerciaban con muchas ciudades y les gustaban tener su ciudad limpia, así que construyeron un sistema de saneamiento. En qué se diferencia? Lo conversamos con Sandino, que me hablaba de la Revolución Industrial y la revolución tecnológica, y ciertamente cambiaron los métodos, pero no la finalidad. Ahora en un avión llegamos más lejos más rápido, pero los Harappa también se desplazaban y comerciaban. Creo que lo que cambió en forma más fundamental es un aspecto filosófico: ahora gran parte del mundo comparte el concepto de que todos los seres humanos tenemos derecho a ser libres. La visita al Museo Nacional de India fue absolutamente fascinante; nos pasamos muchas horas allí, aprendiendo y disfrutando, y fue el highlight de nuestro recorrido por Nueva Dehli. Etapas 1 a 3, total 10
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