El origen de crear este blog es compartir con aquel que quiera, la experiencia que voy a vivir los próximos cuatro meses en Chile, de septiembre a diciembre de 2012. Durante ese periodo de tiempo estaré trabajando en un programa corporativo, que me proporciona la ocasión de aprender cómo se trabaja en uno de los países que más está creciendo en Latinoamérica y, si es posible, aportarles mi experiencia y saber hacer.
El título que se me ocurrió para esta humilde bitácora, “El año de las dos primaveras” me resultó original, pero en breve descubrí que no lo era. La red facilita ese desencanto de forma inmediata. Ya dijo algún poeta que todo estaba escrito. Pero las palabras que por aquí se dejarán caer no han sido escritas nunca, porque serán el relato de este viaje contado a través de mis ojos, y estos sí que son únicos, bien es verdad que algo miopes, astigmáticos y présbitas, pero únicos, y muy queridos a pesar de todo.
A través de ellos me gustaría poner en común contigo el descubrimiento de un país que empieza al norte del Trópico de Capricornio en el desierto más seco del planeta y acaba en la Tierra del Fuego y el Cabo de Hornos, no precisamente famosos por la calidez de su clima a pesar de sus nombres. Entre los dos extremos, valles templados junto a selvas húmedas, volcanes y glaciares de la mano, y alguno de los lugares más mágicos del planeta, como la Isla de Pascua o el valle de La Serena.
Todo lo anterior proporciona una increíble variedad de productos naturales que satisfacen el apetito de cualquier gastrónomo: mariscos y pescados criados en la fría corriente de Humboldt, carnes, verduras, frutas y hortalizas, por supuesto acompañados de esos vinos que se están empeñando en izar a los más altos puestos del reconocimiento internacional.
Con el que quiera acompañarme, intentaré averiguar qué están haciendo los chilenos para desarrollar la economía del país de forma constante y sostenible, ahora que en Europa, y muy en particular en España, estamos buscando solución a una crisis que nadie entiende, pero que todos sufrimos.
Hablaremos de literatura y poesía, que para ello tenemos allí alguno de los mejores poetas y poetisas en lengua española, además de nuestro último premio Cervantes.
Viajaremos a la cuna del coaching ontológico, en el que me he formado recientemente y descubriremos juntos las distinciones lingüísticas, nos preguntaremos porqué es una disciplina que está creciendo desde que se formuló por primera vez, e intentaremos resolver el misterio de su éxito.
También miraremos al cielo nocturno, tan distinto del que podemos ver en España, y tan puro que casi siempre nos ganan a la hora de emplazar los grandes telescopios de última generación.
No nos iremos sin intentar sumergirnos en sus frías aguas, quizás en la Isla de Pascua que presume de tener la mayor visibilidad submarina del planeta o en el archipiélago de Juan Fernández para aprovechar y juguetear con sus famosos lobos marinos.
Chile se asoma al mar en más sitios legendarios, Viña del Mar, Valparaíso, Antofagasta, Puerto Montt…
Por último, y lo más importante, conoceremos al pueblo chileno, a los criollos, los mestizos, los mapuches, los quechuas, los rapanui, en definitiva las mujeres y los hombres que habitan esa tierra y conversaremos de sus costumbres, de sus orígenes, de sus sueños y de sus expectativas.
Este viaje lo empezaré en la mítica frontera de los cincuenta años, por lo que tendrá mucho de viaje interior, alejado de familia y amigos, ligero de equipaje y procurando disfrutar cada instante, con ganas de aprender de todo lo que encuentre y convencido de que la vida es una fantástica aventura que merece la pena apurar al máximo.
Una de las frases que creo que atesoran sabiduría atávica es la que escribió Antonio Machado en “Campos de Castilla”:
¡Ojos que a la luz
se abrieron un día,
para después,
ciegos tornar a la tierra
hartos de mirar sin ver!
Mis ojos están un poco gastados como ya he dicho, pero se puede ver de otras maneras.
¿Te apuntas?
Después de once horas de vuelo, empieza a amanecer el día 31 de agosto. Gracias a ello puedo contemplar la cordillera de los Andes, tantas veces soñada por mí leyendo la aventura de Tintín, “El templo del sol”. El avión entra por el norte de Chile, la zona más seca del planeta y no se advierte ninguna señal de vida vegetal. Su aspecto desde el aire es de un sinfín de espinas dorsales de esqueletos de gigantescos dinosaurios que se hubieran acostado unos sobre otros para morir a la vez. El más grande en el centro y los demás a sus lados en riguroso orden decreciente de tamaño. Es fácil entender cómo se formó esta cordillera. El choque entre las dos placas tectónicas que siluetean el contorno oeste de América del Sur marca el discurrir de sus habitantes: su orografía y su sismología son dos elementos naturales que condicionan toda la vida de esta región del planeta. Lo normal es que note un terremoto de grado 5, al menos. Lo contaré.
Cuando pasamos sobre la zona de más altura, se divisa un glaciar. Su nieve fósil se desborda del circo de montañas como si fuera de merengue, o de yogur, detenida como en una fotografía tomada hace millones de años.
Ya en Santiago, mi primer contacto personal con el país y su gente es, como suele ser habitual, a través de un taxista. Es gentil y amable. Se muestra sinceramente orgulloso de su país. Tarda poco en ponerte al día de sus ascendientes españoles, pero dejando muy claro su condición de chileno (¡Y de los Andes!). La ciudad despierta con una característica niebla con elevada concentración de polución, pero rápidamente nuestro interlocutor avisa de que en septiembre empezará a correr la brisa y la despejará, como si quisiera disculparla por no darle la razón mientras cantaba alabanzas a su país.
En cuanto estoy instalado, me calzo unas zapatillas y a patear la ciudad.
Recorro la arteria principal, la Avenida de la Alameda y ya no dejo de encontrarme con edificios de los que he oído hablar centenares de veces: La Universidad Católica de Chile, el Cerro Santa Lucía, la Biblioteca Nacional y, en breve, el Palacio de la Moneda, allí donde terminó sus días Salvador Allende y aquel experimento de socialismo a la chilena un once de septiembre de 1973, día de mi décimo cumpleaños. No obstante, quizás su espíritu está más vivo que nunca, como tuve ocasión de comprobar al día siguiente y que relataré en una próxima entrada.
Santiago es una ciudad poderosamente viva. La hora en la que estaba conociendo el centro, 17.00 h. de un día de diario, supongo que coincidía con la hora de salida de oficinas, porque si no, no se explica la ingente cantidad de gente y de coches que se disputaban el territorio. Los coches saltándose los semáforos en rojo, al igual que los viandantes invadían la calzada a la menor oportunidad peleando por el sitio que naturalmente pertenece al otro.
Las personas con la que me mezclo me resultan muy familiares. Las hay de múltiples razas y aspectos, pero uno se siente rápidamente cómodo. Nadie se fija en ti, lo que contribuye a la sensación de estar integrado, de no ser un extraño.
El centro tiene un trazado regular de manzanas (cuadras aquí), producto de los rediseños de sucesivos terremotos de los comienzos de la urbe. Digamos que una especie de barrio de Chamberí, por el tamaño de las cuadras y el ancho de las aceras. Llama la atención el contraste entre los espectaculares rascacielos de oficinas y las viviendas normales, hasta incluso alguna con aspecto colonial (si no, probad a imaginar cuatro rascacielos en medio del barrio de Malasaña y veréis que extraña impresión provoca).
Necesito más tiempo para sentir la ciudad, para encontrar respuestas. No me encaja la pujanza económica del país con el aspecto decadente de algunos edificios del centro. Hermosos, señoriales, bien situados, pero con la sensación de estar habitados por fantasmas.
Pero Santiago, está claro, no tiene complejos. Alternan los puestos callejeros de comida típica con diminutos quioscos de periódicos o de chucherías, como teníamos en Madrid en los años sesenta. Hasta aquí no ha llegado el disparate de los quioscos de prensa españoles que necesitan tres horas para desplegar todos los semanarios, periódicos, kits de autoconstrucción del Titanic a tamaño real pieza a pieza junto a su fascículo semanal hasta el año 2135, o la colección de figuras de plomo a escala 1:1 de todo el ejército de los horcos de “El Señor de los Anillos” (el año de finalización de la colección no lo incluyen).
Cuando empieza a anochecer, mis pies piden descanso y yo, dejar reposar el aluvión de buenas sensaciones que he vivido en este largo día de treinta horas.
El segundo día en Santiago, opté por hacer un recorrido por los barrios de Bellavista y Bellas Artes.
Bellavista está enclavado al pie del cerro San Cristóbal, el pulmón vegetal de Santiago, que no puede luchar con el valle encajonado en el que habita ni con los millones de coches que compiten contra él.
Aquí me vuelve la duda sobre la decadencia de ciertas zonas de la ciudad. Este barrio, ahora mismo, es la zona de marcha, de carrete, como decimos aquí, lo que no impide que haya una gran cantidad de chalecitos testigos de tiempos mejores. Con afán de ir recuperando la zona se ha arreglado un antiguo edificio, antiguo dormitorio comunal de trabajadores, emplazando en él tiendas y restaurantes, que dan aire de privilegio a los que los disfrutan.
Prefiero la zona exterior con churrasquerías, hamburgueserías y bares de copa típicos del país. Después de peinar la zona, había reservado en el restaurante “Azul profundo” del que me habían dado muy buenas referencias, para comer pescado. El sitio es pequeño y coqueto, sin grandes comodidades, pero la cocina y el servicio con espectaculares.
La ventaja de viajar solo es que te permite estar pendiente de detalles que de otra forma te perderías. Los compañeros involuntarios de esta comida fueron una pareja en una mesa, y una familia de adultos en otra.
Respecto de la pareja, jamás entenderé porque el ser humano se empeña en dar las malas noticias en sitios maravillosos, comiendo divinamente, pero en medio de un montón de gente, teniendo que hacer esfuerzos ímprobos por llorar de una manera digna. Apenas había tomado asiento y estaba empezando a leer la carta de suculentos platos, escuché la conversación del grupo que tenía a mi vera. Una joven ponía en común con sus padres el punto de vista de Humberto Maturana en relación con las protestas que estaban llevando a cabo los estudiantes en los últimos años. ¿Maturana? Si es que estoy medio sordo, pensé. No puede ser que el primer día que salgo a comer en Santiago me encuentre con él. Maturana es un ser humano especial. Inspirador del coaching ontológico de Rafael Echeverría, su voz joven de ochenta y dos años y sus ideas más, siguen siendo faro para algunos de nosotros. Los estudiantes chilenos están demandando un cambio en la educación que a la fecha de hoy es un bien, que no un derecho, muy caro, ya sea la pública o la privada. Pero hay que poner en contexto de historia reciente la protesta. Desde que se reinstauró la democracia, en Chile ha gobernado durante veinte años una coalición que aglutinaba la izquierda política hasta que hace dos, ganó las elecciones la Coalición por el Cambio de centroderecha. La izquierda durante esos veinte años apenas cambió el marco jurídico para mejorar la financiación de la educación, pero las protestas de los estudiantes puede convertirse en ariete del cambio en las próximas elecciones en las que es más que probable que se presente de nuevo, la expresidenta Michelle Bachelet. Esto me recuerda poderosamente los tiempos que estamos viviendo en España. Prefiero quedarme con el pensamiento de Maturana y si no, os invito al ejercicio que hace al reflexionar sobre este conflicto y al presentarnos una distinción lingüística fundamental en nuestros días: pedir o exigir. Volveremos a hablar de las distinciones lingüísticas más en profundidad en una entrada posterior.
Decidí centrarme en aspectos más mundanos y di buena cuenta de un caldillo de congrio y un atún de la isla de pascua glaseado, con miel, salsa de soja, vino blanco y sésamo. [/b]
Por cierto, el caldillo de congrio tiene el privilegio de tener una oda compuesta por un premio Nobel, Pablo Neruda:
En el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.
[size=18]Desde que leí este poema, ya estaba esperando el momento de probarlo. Como veis es fácil de cocinar y con la suficiente cantidad de congrio, patatas y camarones (gamba gorda) es un magnífico plato único para los fríos días de otoño a los que os encamináis.
Después de comer, crucé de vuelta el río Mapocho que atraviesa la ciudad y me adentré en el Barrio de Bellas Artes, donde se enclava el museo y el parque del mismo nombre, lugar a esas horas de multitud de jóvenes y no tan jóvenes, que se emplean a fondo a las actividades habituales que se practican en ellos.
A pesar de que todavía estamos en invierno, la temperatura a mediodía ronda los veinte grados y muchos se dedican a esa tarea tan española de echarse la siesta, que visto lo visto, se podría decir que también es bastante chilena.
Por último visité el mercadillo de libros usados que se instala en alguna de las calles del barrio Lastarria. Este barrio se merece una entrada completa. No deja de fascinarme la relación de los chilenos con los libros. No entendía cómo hay tantos mercadillos de libros usados hasta que fui a comprar uno nuevo: son muy caros. Me dijeron que tienen unos impuestos muy elevados. En mi fuero interno sentí una envidia sana. En nuestro país, los impuestos elevados, los ponen mayoritariamente al tabaco, al alcohol y la gasolina, artículos de los que no podemos prescindir. En Chile se lo ponen a los libros. ¡País! Que diría Forges.
Como cierre, no os perdáis en una imagen tomada al azar, los libros que se venden en el mercadillo: "La lucha del partido bolchevique contra el trostkismo" convive con "Itinerario del marxismo a Cristo" o "El primer hombre" de Camus.
País fascinante lleno de gente maravillosa. ¿Se puede pedir más?[/size]
¡Qué lástima no haber sabido de este restaurante cuando estuve en Mendoza! Esa carta no tiene desperdicio, se me hace la boca agua.
"Siento admiración por la gente valiente que lucha por lo que ama".........Yo también, peeero.....¡cuántas cosas nos atrapan y qué difícil es desatarnos!
No ves viable el tema del sur???? a principios de Junio no vale la pena pasear con coche aunque sea , acercarse a torres del paine o hacer la excursión en barco a isla magdalena??? ir al glaciar Balmaceda-Serrano o al mirador de torres del paine????
No sé, aún no es riguroso invierno.....
Te doy una apreciación personal. Lo ideal para recorrer esa zona es en Primavera - Verano (Septiembre a Marzo o Abril), pero en los meses invernales, el clima hace que el desplazamiento sea complicado.
Saludos.
Tengo del día 4 al 8 enteros en Atacama. Llegaremos temprano con el avión. Mi gran duda de estos días es si ir o no al salar de uyuni. También hay salar en atacama y el salar de tara y el salar de chaviri. Si hago la excursión serian 4 días entre ir y volver y ya no me queda mas que 1 día. Con lo que no me queda nada que visitar en SPA. Al igual los geiseres. Iríais igualmente a Bolivia?????
alejandria Moderador de Zona Ene 01, 2009 Mensajes: 8174
Tengo del día 4 al 8 enteros en Atacama. Llegaremos temprano con el avión. Mi gran duda de estos días es si ir o no al salar de uyuni. También hay salar en atacama y el salar de tara y el salar de chaviri. Si hago la excursión serian 4 días entre ir y volver y ya no me queda mas que 1 día. Con lo que no me queda nada que visitar en SPA. Al igual los geiseres. Iríais igualmente a Bolivia?????
Ya te hemos contestado en su hilo correspondiente. No es necesario repetir la misma pregunta en otros hilos que no corresponden