*** Imagen borrada de Tinypic ***
Estuvimos toda la mañana en el tren, camino de Jaisalmer. A las 8 de la mañana parábamos en la estación de Jodhpur. Un bullicio impresionante y un colorido que te deja alucinado. A partir de ahí, el paisaje se vuelve cada vez más desértico, nos aproximamos al Desierto del Thar, cerca de la frontera con Pakistán, donde está la ciudad amurallada de Jaisalmer, que parece salida de la época de la ruta de la seda y de las caravanas de camellos.
El tren cada vez va con más retraso y para mucho rato en cada estación. Nos da igual. Cada estación es un espectáculo, por lo que bajamos del tren y lo disfrutamos. Desde Jodhpur a Jaisalmer el tren para en varios pueblos pequeños, y los habitantes locales cruzan las vías por dentro del tren, entran por una puerta y salen por la otra. Nos quedamos impresionados con el colorido de los sarees que llevan las mujeres, y la cantidad de oro, sobre todo una especie de pendiente enorme que se cuelgan de la nariz. Los hombres del Rajastán acostumbran a llevar turbante, de mil colores distintos, y son muy morenos de piel. Sin movernos del tren, el espectáculo de la India nos pasa por delante. Somos afortunados. En alguna estación bajamos y compramos cosas para picar y bebidas, para ir aguantando. Las patatas fritas son picantes (como casi todo en la India).
El techo del tren se empieza a llenar de hombres, los oímos andar por encima de nuestras cabezas. Al final, todo el tren está lleno de gente que viaja sentada en el techo, a pesar del calor que hace fuera, pues estamos en pleno desierto. Impresionante.
A las 4 de la tarde llegamos a Jaisalmer. Nos vinieron a buscar del Hotel. Escogimos un hotel en las afueras de la ciudad, nuevo, pero con aspecto de Haveli. Está regentado por una mujer neozelandesa (lo que facilita la comunicación) y su marido, Indio. El Hotel se llama DESERT MOON GUEST HOUSE y la dueña Kiwi se llama Loise.
Las habitaciones son amplias, nuevas y con baño. En la azotea tienen una terraza con unas vistas IMPRESIONANTES sobre la ciudad fortificada y sirven desayunos, comidas y cenas. Cenamos una noche y muy bien, bueno y barato. El único inconveniente es que está en las afueras de la ciudad, pero vaya, es una ciudad pequeña y los dueños te piden un rickshaw en un santiamén.
Tras instalarnos y tomar un té de bienvenida, nos fuimos a la ciudad vieja. Apenas bajar del rickshaw nos quedamos impresionados con las dimensiones de las murallas que la rodean. El interior de la ciudad amurallada está repleta de palacios y templos. Sinceramente, te quedas muerto, es una ciudad de una belleza que sobrecoge. En el interior de la muralla todo son callejuelas, muy tranquilas, no circulan coches, apenas alguna bicicleta y vacas, muchas vacas...
Tras visitar un mercado ya fuera de las murallas, nos fuimos a cenar a la terraza del hotel. Un día genial, pero agotador.
CONSEJOS: Vivir la experiencia de los trenes indios. No es tan duro como parece.
FOTOS:
Arriba: 1.- El fuerte de Jaisalmer 2.- Esperando en el paso a nivel 3.- Nuestro hotel en Jaisalmer
Abajo: 1.- Las vistas desde la terraza del hotel 2.- Una plazuela dentro del fuerte 3.- Los palacios de Jaisalmer
El tren cada vez va con más retraso y para mucho rato en cada estación. Nos da igual. Cada estación es un espectáculo, por lo que bajamos del tren y lo disfrutamos. Desde Jodhpur a Jaisalmer el tren para en varios pueblos pequeños, y los habitantes locales cruzan las vías por dentro del tren, entran por una puerta y salen por la otra. Nos quedamos impresionados con el colorido de los sarees que llevan las mujeres, y la cantidad de oro, sobre todo una especie de pendiente enorme que se cuelgan de la nariz. Los hombres del Rajastán acostumbran a llevar turbante, de mil colores distintos, y son muy morenos de piel. Sin movernos del tren, el espectáculo de la India nos pasa por delante. Somos afortunados. En alguna estación bajamos y compramos cosas para picar y bebidas, para ir aguantando. Las patatas fritas son picantes (como casi todo en la India).
El techo del tren se empieza a llenar de hombres, los oímos andar por encima de nuestras cabezas. Al final, todo el tren está lleno de gente que viaja sentada en el techo, a pesar del calor que hace fuera, pues estamos en pleno desierto. Impresionante.
A las 4 de la tarde llegamos a Jaisalmer. Nos vinieron a buscar del Hotel. Escogimos un hotel en las afueras de la ciudad, nuevo, pero con aspecto de Haveli. Está regentado por una mujer neozelandesa (lo que facilita la comunicación) y su marido, Indio. El Hotel se llama DESERT MOON GUEST HOUSE y la dueña Kiwi se llama Loise.
Las habitaciones son amplias, nuevas y con baño. En la azotea tienen una terraza con unas vistas IMPRESIONANTES sobre la ciudad fortificada y sirven desayunos, comidas y cenas. Cenamos una noche y muy bien, bueno y barato. El único inconveniente es que está en las afueras de la ciudad, pero vaya, es una ciudad pequeña y los dueños te piden un rickshaw en un santiamén.
Tras instalarnos y tomar un té de bienvenida, nos fuimos a la ciudad vieja. Apenas bajar del rickshaw nos quedamos impresionados con las dimensiones de las murallas que la rodean. El interior de la ciudad amurallada está repleta de palacios y templos. Sinceramente, te quedas muerto, es una ciudad de una belleza que sobrecoge. En el interior de la muralla todo son callejuelas, muy tranquilas, no circulan coches, apenas alguna bicicleta y vacas, muchas vacas...
Tras visitar un mercado ya fuera de las murallas, nos fuimos a cenar a la terraza del hotel. Un día genial, pero agotador.
CONSEJOS: Vivir la experiencia de los trenes indios. No es tan duro como parece.

FOTOS:
Arriba: 1.- El fuerte de Jaisalmer 2.- Esperando en el paso a nivel 3.- Nuestro hotel en Jaisalmer
Abajo: 1.- Las vistas desde la terraza del hotel 2.- Una plazuela dentro del fuerte 3.- Los palacios de Jaisalmer
*** Imagen borrada de Tinypic ***