Me despierto por la noche por el fuerte ruido.
Se ha preparado un tormentón de escándalo. La luz no funciona, y fuera el aire sopla con fuerza y la lluvia azota furiosa las ventanas.
A la mañana, bueno, todavía de noche, cogemos le coche y nos ponemos en marcha.

Me han fallado los cálculos, y aunque quería ver amanecer desde Cape Reinga, en esta parte del país, al estar más al norte, amanece antes… y se nota.
No importa. Llegamos al aparcamiento y recorremos el paseo por la cima de unos acantilados que se abren a dos mares.
En nuestra derecha el Pacífico. A la izquierda el Tasman. Y en el centro, justo debajo del Cape Reinga, la unión de ambos.
El aire sopla con fuerza, pero la visión es espectacular.

Faro en Cape Reinga, con el poste típico con las distancias.
Con este cerramos la etapa de los extremos. Hemos estado en el punto más al sur de la isla Sur, y ahora estamos en el punto más al norte de la isla norte.
Bueno, técnicamente esto es incorrecto. Cape Reinga no es el punto más al norte de la isla norte. Este premio se lo lleva Surville Cliffs más al este, en North Cape. Pero como el acceso a este punto es muy complicado (no hay caminos, ni sendas), pues nos autoengañamos pensando que es el punto mas septentrional.
Este punto es de gran relevancia para al pueblo maorí. Consideran que desde este punto, las almas de los muertos emprenden su camino hasta su morada eterna.

Realmente, sientes algo especial al estar allí.
Reanudamos nuestra maratoniana etapa y pasando por Kaitaia vamos por la carretera del oeste.

Atravesamos zonas montañosas, con carretera estrecha, que confieren a esta zona una aire de lejanía.
Finalmente nos encontramos con el Hokainga Harbour. Una lengua de mar, penetra en la tierra un buen montón de kilómetros. Hay dos opciones, ir hacia el este buscando la SH1. O ir hacia el oeste hasta Kohukohu, desde donde sale un ferry que cruza la bahía y llega a Rawene.
No hay duda de la opción que elegimos, el ferry.
Nos toca esperar un poco, pero en seguida regresa el barco (18NZ$).
Intentamos comer allí, pero nos dicen que es muy temprano.
Así que continuamos hasta Oponui. Donde nos detenemos para comer algo.
Esta carretera es la que cruza por el último gran reducto natural de los Kauris. Waipoua Forest. Esos antiquísimos árboles, de los que apenas si quedan unos pocos ejemplares.
Los paseos para visitar los más famosos, están perfectamente señalizados en la carretera.
El primero que nos encontramos es el “Dios del bosque”, The Lord of the Trees, como le llaman últimamente. Tane Mahuta, es su nombre maorí. Con 51 metros de alto, y 13.8 de diámetro, es el kauri más viejo, 2000 años ha visto este árbol.

Tane Mahuta
Continuando hacia el sur, nos encontramos con el siguiente aparcamiento. Los Kauris que se pueden visitar desde aquí son el Te Matua Ngahere (Father of the Forest). Y “las cuatro hermanas”. Este es un agradable paseo por mitad del bosque.
No podemos llegar hasta su final, ya que la tarde avanza y tenemos bastantes kilómetros que recorrer hasta llegar a Auckland.

The Four Sisters

Continuamos por estas carreteras, por medio de bosques. Hubiera preferido ir más tranquilo para poder disfrutar mejor de esta zona. Pero es lo que hay.
Seguimos por la SH12 hacia el sur. Pasamos por Dargaville y giramos hacia el este buscando la SH1. En Bryndewyn (sorprendente nombre con ascendencia Rohirrin) retomamos la SH1.
En Warkworth nos detenemos en una cafetería, para hacer un stop and go.
Llegamos finalmente a Auckland. Y tras comprar nuestro último cargamento de “chocomentas”, devolvemos el coche en el aeropuerto.
A partir de aquí, con un nudo en la garganta… el mismo que tengo ahora recordando aquella época, volamos hacia Hong Kong. Luego a Londres y finalmente llegamos a Madrid.
Devido a retrasos de Iberia, perdemos la conexión con Pamplona, así que tenemos que hacer noche en Madrid.
Si es que, los viajes, siempre para terminar, te hacen alguna de indios.
Y colorín colorado, este viaje se ha terminado.
*** NOTAS X ANVIERSARIO ***
Vaya palizón de carretera que nos dimos este día. Por un lado es cierto que luego estaríamos casi dos días sentados en el viaje de vuelta, pero eso no quita para que la paliza fuera considerable.
Llegados a este punto, veo necesario aclarar que esta última parte del viaje a Nueva Zelanda lo planteé muy mal. Demasiadas cosas para el poco tiempo que disponíamos. Eso hizo que los viajes de carretera fueran muy largos.
Hoy lo hubiera enfocado de otra manera. Pero ciertamente, para saber lo que sé hoy, tuvimos que equivocarnos en aquel momento. Ya lo sabéis, tu mejor maestro es tu último error.
Y para cerrar, el título. Homenaje a El Señor de los Anillos


