Por fin llegó el día tan esperado. Este día madrugamos para dirigirnos a Barajas y embarcar. No hubo ningún problema con el embarque y tampoco a nuestra llegada a Copenhagen: un poquito de espera hasta que te asignan bus y te acompañan y luego directos al puerto. Aquí Costa tiene su propio Terminal y una organización perfecta, te esperan con agua y zumos, una sala de espera amplia y van llamando por grupos de forma que no hay aglomeraciones para hacer el cheking. De todas formas, como nosotros teníamos minisuite pasamos por un mostrador especial y embarcamos enseguida.

El Camarote nos encantó: amplio, cómodo, con sofá y un balcón estupendo. Allí estaba el centro de flores que había pedido de antemano y también los canapés y una botella de champan para celebrar nuestro aniversario. Lo que no estaba era la cesta de frutas, bueno, pensé, ya la traerán.
En la próxima etapa os hablaré del barco porque fue el día de navegación y es el apropiado para ello, ahora os contaré nuestra primera visita a Copenhagen y nuestra aventura para regresar. ¡casi nos quedamos en tierra!.
Como había visitado diferentes páginas tenía claro que podíamos acercarnos a Copenhagen y visitar la ciudad hasta la hora de salida, así que desembarcamos y allí mismo cogimos un bus que nos llevó hasta el centro de la ciudad, directos a la zona de los canales, la estampa más conocida de la ciudad.
Una vez aquí lo primero que hicimos fue dar un paseo en barco por los canales, me hacía una ilusión tremenda y lo disfruté como una niña.
Después fuimos a comer a uno de los restaurantes que había junto al canal grande, sentaditos, como unos señorones.
Terminamos dando varias vueltas alrededor de la zona, callejeando un poco y en uno de los canales nos encontramos con "el patito feo"
Bueno y ahora toca regresar. Hace un día estupendo, precioso, un sol espléndido y decidimos volver andando al barco dando un paseito. ¡Sí, si, un paseito!



Por fin llegamos y conseguimos embarcar sin que nos dejaran en tierra


Nos desplomamos sobre la cama del camarote a recuperar el resuello y reírnos con la aventura vivida. Después de recuperarnos nos fuimos a dar un paseito por las cubiertas y ver el espectáculo nocturno.
Luego llegó la hora de la cena. Como íbamos de aniversario yo pensé que nos habrían reservado una mesa para dos pero no fue así. Me desilusioné un poco y le comenté al maitre que si nos podía cambiar, respondió que vería a ver que se podía hacer.

Nuestros compañeros de mesa eran un matrimonio de nuestra edad de lo más agradable, tanto que le dijimos al maitre que no nos buscase otra mesa, que nos encontrábamos muy a gusto. Luego, en alguna excursión salimos juntos y quedábamos por las tardes para tomar el té con pastas (si, ya lo se, una cursilería, pero no veáis que ricas estaban las pastas y los pasteles) y oír música, un dúo de violín y piano estupendo.

Y por último a la cama, que estábamos agotados después de tantas emociones. En el camarote nos esperaba la hoja con el plan para el día siguiente, pero no nos esperaba la cesta de frutas ¿se la habría comido alguien?

Buenas noches.