Día 9.
Qué rápido dan las 6 de la mañana! Se van notando los días de madrugar… A las 7 salimos hacia Masai Mara; el gran destino de este viaje (o eso esperamos). El camino se nos hace muy largo esta vez. Hasta Narok, el centro administrativo Masai, la carretera es buena, pero a partir de ahí, empieza un camino lleno de baches y movimientos bruscos.

Por todo el camino vemos gente masai, con esas mantas rojas a rayas o a cuadros. La mayoría tiene ganado, cabras o vacas, y viven en Manyattas, grupos de casas de adobe y palos de madera que construyen normalmente en círculo y que rodean con unas filas de troncos a modo de valla.

Por fin llegamos al campamento, “Enchoro Wildlife Camp”. Al llegar nos reciben tres masai. Son todos muy delgados y uno de ellos especialmente altos. Llevan los agujeros típicos en las orejas y me llama la atención que únicamente llevan puesta la manta roja (y no hace calor precisamente). Nos explican que son los encargados de la seguridad del hotel, y acto seguido empiezan a hablar en swahili. Es mala señal, cada vez que delante nuestro se han puesto a hablar en swahili es porque algo pasaba.
Efectivamente. Después de un rato de conversación ente los masai y Wilson, éste nos explica que hay un “pequeño problema”. Resulta que hay overbooking. Tenemos este campamento reservado y pagado desde marzo, pero hay overbooking. Yo no me lo explico. Quizá es que no estoy acostumbrada a que pasen cosas de este tipo, pero no lo entiendo.
Intento que alguien nos dé una explicación pero no hay manera. En ese momento, estamos al borde de liarla gorda, pero todavía no hemos visto lo mejor…
Nos explican que nos van a llevar a otro campamento a dormir, al Big Time Safari, porque a desayunar, comer y cenar, tenemos que ir al que tenemos contratado. Cuando vemos la tienda donde tenemos que dormir, se me cae el alma a los pies. No es posible ponerse de pie en la tienda, en el baño el agua sale marrón (pero no un poquito), y los cables están puenteados en la ducha (pero bueno, como no vamos a utilizar el agua, no moriremos electrocutados). Está sucio (muy sucio), y la luz se apaga a las 11 de la noche, así que si a las 9 quieres dormir, no puedes, porque no es posible apagar la luz (a no ser que quieras soltar los cables, en cuyo caso te electrocutas también…).
Intentamos no pensarlo mucho, al fin y al cabo es solo para dormir.
A primera hora de la tarde salimos de game drive. Es nuestra primera salida en Masai Mara así que las expectativas están muy altas. Desgraciadamente se pone a llover a cántaros así que sólo podemos estar una hora y media.
Aquí vamos a hartarnos de ver ñús, aún así, nos paramos cada vez que los vemos.

Gacelas de Thomson.

Gacela de Grant.

Topi: una de las numerosas clases de antílopes que podemos encontrar en kenia.

Aunque estamos poco tiempo, nos da tiempo a ver leones otra vez. Esta vez es una leona, que empieza a llamar a alguien. El sonido nos pone los pelos de punta.



De repente aparece a los lejos una leona muy joven que según Wilson, puede ser su hija. La forma en la que se saludan resulta muy tierna, se acarician y se hacen carantoñas como si no se hubiesen visto en mucho tiempo. Es un momento muy bonito.






Nos vamos del parque muy contentos, aunque se nos ha hecho muy corto por la lluvia. Todo esto se complica cuando al llegar al campamento, vemos que al llover se ha empezado a calar la tienda… Menos mal que Pablo lleva su kit de supervivencia: bolsas de basura para las mochilas, una manta térmica encima de la cama para que no se moje y poder dormir, y para el camino entre campamentos, la linterna, el frontal y un cuchillo (nunca se sabe lo que puede aparecer por el camino…). Tapamos todo como podemos esperando que no llueva mucho rato.
Uno de los masai que nos ha recibido por la mañana nos dice que es muy peligroso andar por esta zona solos porque puede aparecer algún animal, así que le esperamos en el comedor del campamento en el que nos han ubicado para que nos acompañe al otro campamento. La comida consta de una taza de sopa y dos rebanadas de pan bimbo. Estamos empapados de agua, todo está lleno de barro y no hay sillas para todo el mundo, así que nosotros, que no podemos cenar allí, esperamos de pie. Al poco rato viene Joseph. Por el camino nos ponemos de agua finos, pero al llegar al comedor del campamento donde deberíamos estar, comprobamos que la comida está mucho mejor, aunque sin duda hemos ido perdiendo calidad en los alojamientos a medida que avanza el viaje.
Después de cenar nos vamos a la cama, esperando que no llueva durante la noche y no nos mojemos mucho…
Día 10.
Amanecemos muy temprano porque tenemos que cambiarnos de campamento antes de nada. Cogemos rápidamente las maletas y esperamos a Wilson, que nos ayuda a hacer el traslado. Esto ya es otra cosa, el campamento no tiene nada que ver. Las tiendas tienen un tamaño lo suficientemente grande como para ponernos de pie. El baño está limpio, y sobre todo, aunque ha llovido, no se ha mojado. Dejamos todo y vamos a desayunar para salir cuanto antes. Hoy vamos a estar todo el día en Masai Mara, y ¡no queremos desperdiciar ni un minuto!
Hace un día precioso, y al haber llovido ayer, todo tiene un color mucho más intenso, así que ¡no nos podemos quejar!
Nuestro objetivo hoy es conseguir ver el cruce del río Mara, guepardos y leopardos. ¿Lo conseguiremos? Lo primero que vemos al entrar al parque son aves carroñeras, que hasta ahora no habíamos visto. Y se están dando un festín de primera.


Luego vivimos un momento erótico-festivo entre una pareja de leones. Parece ser que durante unos días sólo viven para aparearse. Eso lo podemos comprobar en ¡un cuarto de hora observándolos! Sólo tardan diez segundos, pero con la cantidad de veces que se aparean ¡como para no procrear!

Debe ser una época de apareamiento y embarazos porque vemos un montón de hembras preñadas como este tapi.

Al haber llovido tanto ayer, hay muchas furgonetas que están teniendo problemas en ciertas zonas. Una de ellas es de unas chicas que están en el mismo campamento que nosotros (y que también han sufrido el overbooking). Wilson nos pregunta si nos importa recogerlas. Es algo que hacen habitualmente, cuando un coche tiene problemas, suelen “recoger” a los ocupantes, y de esta manera no pierden todo el día esperando a ver si se puede arreglar, si no que siguen disfrutando del “rastreo”.
Ellas también quieren ver el cruce y no han visto leopardos, ni guepardos, así que vamos en busca de lo mismo. Wilson nos advierte que si no hacemos más que mencionar al animal que queremos ver, no lo veremos. Es como una superstición, pero no queremos arriesgarnos así que por si acaso todos calladitos.

Pasamos tiempo a la orilla del río Mara esperando ese gran momento del cruce, pero no tenemos suerte. Hay miles de ñús, pero no parece que tengan muchas ganas de cruzar en este momento. Al final decidimos seguir buscando, en lugar de estar parados, porque además la hora no es la más apropiada para el cruce (o eso nos dice Wilson).
De repente Wilson acelera y se dirige hacia un montículo con hierbas muy altas. No sabemos lo que ha visto, desde luego nosotros no hemos visto nada…
Pero ahí está, tan tranquilo, tumbado entre la hierba, mirándonos con indiferencia… un guepardo.

Tenemos la sensación de que el tiempo se detiene. Estamos todos en silencio y el guepardo ni se mueve. Nos resistimos a marcharnos, pero hay que seguir…
Un poco más adelante vemos unas jirafas en actitud cariñosa con un lío de cuellos que nos cuesta distinguir y una manada de elefantes.


Ya es hora de comer y llevamos un rato rondando por el río, así que decidimos parar y bajarnos un rato del coche, que ya lo necesitamos. Al bajarnos del coche nos vemos rodeados de monos que quieren comer también. No se acobardan así que nos comemos el almuerzo de pie, atentos a cualquiera que quiera robarnos el bocadillo.

Los hipopótamos están al lado, así que aprovechamos para verlos desde el puente que cruza el río. Es un remanso en el que se acumulan un montón de cadáveres de ñús, y demás animales que han sido arrastrados por la corriente cuando intentaban cruzar. Eso hace que haya un olor muy fuerte, y esté rodeado de carroñeros.
