Sábado 20 de Agosto: Balclutha – Twizel (356,3 km)
Como es ya costumbre, y para aprovechar al máximo las horas de sol, nos levantamos prontito y recorremos los 80 kilómetros hasta la ciudad de Dunedin. Dicha ciudad fue fundada en 1.848 por colonos escoceses, no en vano el nombre de Dunedin es la forma gaélica de Edimburgo, y la mayoría de las calles tienen nombres escoceses. El centro de la ciudad recibe el nombre de ‘Octagon’, llamado así por su estructura de ocho lados, y es aquí donde se encuentran casi todos sus edificios más emblemáticos, como son la Catedral de St.Paul o las Cámaras Municipales.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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No muy lejos del Octagon se encuentra la First Church, quizás la más hermosa de las iglesias de Nueva Zelanda.
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Aunque no entramos, digna de destacar también es la Estación de Ferrocarril. Y por supuesto no nos podíamos ir de Dunedin sin acercarnos a la Baldwin Street, la calle más empinada del mundo.
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Abandonamos la ciudad rumbo a uno de los lugares que más ganas teniamos de ver: las ‘bolitas’ de Moeraki Boulders. Situadas a 78 kilómetros al norte de Dunedin, han sido desde el pasado objeto de curiosidad y leyenda.
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Casi perfectamente esféricas, estas ‘bolas’ descansan esparcidas a lo largo de una estrecha playa, llamada Koekohe. Se formaron en el fondo del mar hace 60 millones de años a medida que la cal salina se iba acumulando alrededor de un centro más duro, algo parecido a como se forman las perlas dentro de las ostras.
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Esto es la explicación que nos da la ciencia, según la leyenda maorí, estos cantos eran los cestos de comida de Te Kaihinaki de la canoa Arai-te-uru, una de las míticas embarcaciones que trajeron a los maoríes a Nueva Zelanda desde Hawaiki; la canoa se hundió durante un viaje para transportar ‘piedra verde’. Se dice que el ‘kumara’ que había a bordo se convirtió en fuertes rocas; las cestas de la comida, en suaves cantos; y la barca hundida, en un arrecife.
El mejor momento del día para verlas es cuando la marea está baja, lo que te permite andar por entre ellas. Estuvimos un buen rato disfrutando de una de las visitas más esperadas del viaje.
Poco a poco el nivel del mar va subiendo, hasta llegar el momento en que pudimos hacernos la típica foto encima de la ‘bola’ rodeado de agua.
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Tras comernos unos sándwiches nos echamos de nuevo a la carretera. Nuestro objetivo para el resto del día era llegar lo más cerca posible del Parque Nacional Mt.Cook, siendo el pequeño pueblo de Twizel un buen lugar para pasar la noche.
Poco después de pasar por el pueblo Oamaru, a la altura de Pukeuri cogemos el desvío dirección Twizel. Es uno de los trayectos realizados en coche que más no ha gustado, cada dos por tres teníamos que detener el coche en la cuneta para hacer fotos.
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Primero la preciosa iglesia de Duntroon, después el lago Waitaki, a continuación el lago Aviemore, pero sin lugar a dudas lo más impactante fueron los increíbles reflejos de las montañas de picos nevados sobre las cristalinas aguas del lago Benmore. Más tarde nos enteramos que todos estos lagos son artificiales, creados a partir de un plan hidrológico para construir diversas estaciones hidroeléctricas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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De esta manera llegamos al pueblo de Omarama, donde cogimos el desvío hacia Twizel. No teníamos claro si acercarnos hasta los acantilados de Clay Cliff, pero supongo que el hecho de que la carretera estuviera cortada nos acabo de convencer.
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Justo antes de llegar a Twizel nos encontramos con el lago Ruataniwha, que al igual que los otros lagos también es artificial, pero eso no quita que sea magnifico. Como curiosidad decir que el nombre del lago proviene del jefe maorí que se ahogó en el hundimiento de la canoa Arai-te-uru cerca de las Moeraki Boulders.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Twizel es un pequeño pueblo de apenas mil habitantes, si bien en verano parece ser que su población puede llegar a triplicarse, debido a su excelente situación geográfica.
Para dormir nos decidimos por el Mountain Chalet Motel, un complejo de cabañas de madera que estaba realmente bien.