Mientras desayunamos, consultando los mapas de la zona, nos damos cuenta de que la ruta alternativa para atravesar Yosemite que teníamos en mente por si fallaba la 120 no es factible porque se trata del paso de Sonora, que ayer supimos que estaba cerrado. El paso de Ebbetts, que ni siquiera tuvimos en cuenta, también es bastante posible que esté cerrado. No tenemos ni idea de cómo informarnos al respecto, ya que no tenemos conexión a internet aquí, y a esas horas de la mañana segurísimo que Joe no va estar en recepción…

Decidimos intentar llamar al teléfono de información de carreteras desde el teléfono público, si es que funciona (el móvil tampoco tiene cobertura). Cuando ya estamos echando las monedas, aparece la ranchera blanca del complejo. Suelto el teléfono y lo dejo colgando como en las películas de miedo (“tu-tu-tu”), y “asaltamos” al conductor cuando baja del coche. Le explicamos lo que nos pasa, pero no tiene información al respecto, propone que nos acerquemos a la entrada del parque, donde están los rangers, para que nos digan si algún paso está abierto.
No tenemos ninguna idea mejor, así que le hacemos caso y nos dirigimos al parque.

La misma ranger que nos atendió ayer dice que el Tioga está cerrado pero probablemente lo abran en unas horas. Respecto a los otros dos, están cerrados. Así que, después de unos momentos de duda sobre qué hacer, decidimos volver atrás y dar un rodeo por la carretera 49, pasando cerca de Sacramento. Pasamos por lugares con nombres tan curiosos como Calaveras o New Melon Lake . Llegados a Placerville, después de una parada en Angels Camp, un pueblecito muy mono donde damos una vuelta para estirar las piernas y echamos las postales en un buzón, tomamos la 50 hacia el este.


Marta dice que tenemos 7 horas hasta Bishop. Pasamos de largo el lago Tahoe, una pena porque tiene que ser precioso, porque vamos justos de tiempo. Las nevadas tienen que haber sido fuertes, porque está todo blanco.



A la hora de comer paramos en un desangelado Seven Eleven de algún lugar de Nevada, creemos que se trata de Gardnerville, en la 395. Comemos un sándwich de pie frente al coche, ya que después de más de 4 horas conduciendo es lo que nos pide el cuerpo. Repostamos gasolina y en media hora ya volvemos a lanzarnos a la carretera. Aún faltan muchas millas que recorrer para la siguiente parada.
Justo en la frontera con California, un cartel que dice algo así como “Agriculture control” nos obliga a parar y dos rangers nos interrogan brevemente sobre lo que llevamos y de dónde venimos.
Bodie es nuestro próximo destino, donde llegamos hacia las 16h.


En la entrada hay un palo con un bote, sin ningún tipo de barrera, donde se supone que hay que dejar el importe justo de la entrada, pero no tenemos cambio y les pedimos a dos policías que están por ahí (un veterano y otro más joven) cómo debemos hacerlo si no tenemos el importe justo. Muy amablemente llaman por radio al museo por si nos pueden proporcionar cambio allí.

Efectivamente, en el museo, la encargada nos espera (supuestamente cierran justo a las 4) para vendernos las entradas y, suponemos que por “honrados” nos da un folleto que es de pago sin cobrarnos nada. Le damos las gracias y salimos. Minutos después, la mujer vuelve a salir y nos da un librito con información sobre el cementerio. No iremos a verlo por falta de tiempo.














A las 5 en punto la misma pareja de policías (luego nos fijamos que el coche patrulla estaba identificado como “Bodie Police”) van pasando por el pueblo anunciando por megáfono que es la hora del cierre, y que hagamos el favor de largarnos.
Emprendemos la vuelta hacia Bishop, parando varias veces para fotografiar el paisaje nevado que nos rodea, incluido Topaz Lake y sobre todo, Mono Lake. Al verlo casi lloro de lo bonito que es, aunque las fotos no le hacen justicia para nada.







Llegamos al Vagabond Inn de Bishop hacia las 20 h, no está mal para la vuelta que hemos dado. El motel está super bien, la habitación es muy grande, con una cama King size, wifi, cafetera… Después del albergue, el bungalow y la tienda nos parece el colmo de la sofisticación.