Nuestro último día en Estambul se dejó al libre albedrío de cada uno. Para empezar nos levantamos a las mil, y de ahí cada uno se fue a donde quiso. En mi caso, mi intención era ver el palacio de Dolmabahçe, y conmigo vinieron algunos más también interesados, mientras que los demás se fueron de compras. IMPORTANTE: Es imprescindible llegar a Dolmabahçe a primerísima hora porque las colas son interminables, no porque haya mucha gente, sino porque esperan a que se desaloje parte del palacio para seguir vendiendo entradas. El palacio de Dolmabahçe fue construído en 1853 para sustituir al palacio de Topkapi y dar un aire más europeo al sultanato, de modo que se trata de un palacio neobarroco que no pega para nada con otros monumentos de Estambul. La entrada son 30 TL, si queremos ver el Haren otras 10 (aunque los sábados el Haren es gratis) y no permiten hacer fotos. Para ver el interior del palacio se hacen visitas grupales guiadas en inglés, por lo que hay que hacer otra cola para entrar. En total hicimos unas dos horas de cola, pero lo cierto es que el interior merece la pena, en especial la espectacular sala del trono con su lámpara de cristal de Bohemia de 4500 kg.
A la salida nos fuimos a comer a Sultanahmet, a una especie de bufet libre (no estaba mal), y después nos fuimos a ver la parte sur del Cuerno de Oro. Otros cuantos se fueron al Hamam de Çemberlitas (yo no fui por mis problemas de espalda…). Del hamam os puedo decir que el baño y el masaje les costó creo que fueron unos 30€, que los chicos salieron encantados, y las chicas agobiadas por la cantidad de gente en el lado femenino… La parte sur del Cuerno de Oro la verdad es que no tiene demasiado para ver. Mi idea era ver la Pequeña Santa Sofía, esperando ver algún mosaico bizantino, mosaicos que no había, era una mezquita como las demás, y las ruinas del palacio de Bucoleon, apenas una pared de ladrillo con tres ventanales de mármol… Lo más agradable es el paseo marítimo con vistas a la orilla asiática y a los cargueros que entran en el Bósforo… Finalizado nuestro paseo por el sur, volvimos a Eminönu pasando por el Gran Bazar, para coger un nuevo barco y ver el atardecer desde la orilla asiática. 4 TL ida y vuelta con atardecer, anochecer y paseo por Asia incluído (personalmente me pareció esto mucho mejor que el crucero por el Bósforo). El barco nos dejó en Uskudar, con un ambiente muy distinto al de la orilla europea (todo parece más cuidado y no hay ese movimiento de bazar, hay tiendas normales).
Ya de vuelta y reunidos todos de nuevo, cenamos otra vez en el restaurante “La casita”, pues habíamos reservado mesa el primer día que fuimos para celebrar el cumpleaños de una de las viajeras. Después de cenar (un crepe de gambas, buenísimo) y tomarnos una cerveza cerca del hostal, nos despedimos de las chicas, pues ellas no vendrían a la Capadocia.
A la salida nos fuimos a comer a Sultanahmet, a una especie de bufet libre (no estaba mal), y después nos fuimos a ver la parte sur del Cuerno de Oro. Otros cuantos se fueron al Hamam de Çemberlitas (yo no fui por mis problemas de espalda…). Del hamam os puedo decir que el baño y el masaje les costó creo que fueron unos 30€, que los chicos salieron encantados, y las chicas agobiadas por la cantidad de gente en el lado femenino… La parte sur del Cuerno de Oro la verdad es que no tiene demasiado para ver. Mi idea era ver la Pequeña Santa Sofía, esperando ver algún mosaico bizantino, mosaicos que no había, era una mezquita como las demás, y las ruinas del palacio de Bucoleon, apenas una pared de ladrillo con tres ventanales de mármol… Lo más agradable es el paseo marítimo con vistas a la orilla asiática y a los cargueros que entran en el Bósforo… Finalizado nuestro paseo por el sur, volvimos a Eminönu pasando por el Gran Bazar, para coger un nuevo barco y ver el atardecer desde la orilla asiática. 4 TL ida y vuelta con atardecer, anochecer y paseo por Asia incluído (personalmente me pareció esto mucho mejor que el crucero por el Bósforo). El barco nos dejó en Uskudar, con un ambiente muy distinto al de la orilla europea (todo parece más cuidado y no hay ese movimiento de bazar, hay tiendas normales).
Ya de vuelta y reunidos todos de nuevo, cenamos otra vez en el restaurante “La casita”, pues habíamos reservado mesa el primer día que fuimos para celebrar el cumpleaños de una de las viajeras. Después de cenar (un crepe de gambas, buenísimo) y tomarnos una cerveza cerca del hostal, nos despedimos de las chicas, pues ellas no vendrían a la Capadocia.