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Vamos, vamos! Son las 7:30h. Arriba! Ese día había mucho que ver en Philadelphia!
Nos arreglamos y bajamos a saludar a nuestra, amiga Cathleen. Tenía un sobre donde nos había preparado un montón de cosas sobre NY (una guía de actividades sobre la ciudad, descuentos para Macy’s…), y nos iba a preparar alguna cosita más! Maja, eh?
Fuimos a desayunar a un Starbucks que teníamos justo delante del hotel. Mmmmmmmm! Un muffin de melocotón (se me hace la boca agua de recordarlo) y capuccino. Nuevo contacto con la familia y amigos a través del wifi. Qué diferencia con los Starbucks de Toronto o Washington! Aquí ya no había ejecutivos con sus prisas y sus trajes, sino turistas.
Cuando acabamos eran las 9h, así que decidimos que nos íbamos directas a recoger las entradas para ver el Independence Hall y la Liberty Bell. Como fue improvisado no llevábamos ni la cámara. Bleh! Da igual! Suerte de estos móviles tan fantásticos que hacen unas fotos de muerte!
Por Market Street llegamos al Visitors Center. Dos nos fuimos a buscar las entradas para el Independence Hall, y la otra se fue a hacer cola para entrar a ver la Liberty Bell.
En el Visitors Center no había casi nadie. Así que pudimos escoger a qué hora haríamos el tour guiado. Lo cogimos para la última hora disponible que había: las 16.30h. Nos dijeron que teníamos que estar 20 minutos antes de la hora para poder pasar los controles de seguridad. “Ok. No problem!”
Con nuestras entradas bien guardaditas, nos fuimos al otro lado de la calle. Había poca cola para ver la campana, y nuestra amiga estaba bastante avanzada. Entramos enseguida, y pasamos el control. Te abren la bolsa, miran el interior, y te hacen dar una vueltecita como si hicieras un pase de modelos. Y adentro!
En el fondo del recinto es donde está la campana. Aprovechamos que había poca gente y fue lo primero que vimos.
Estábamos haciendo algunas fotos y esperando para hacernos la típica (al lado), cuando mi amiga me dice: “Ponte Montse!”. De repente, escucho a un señor que dice: “Espera, que se pone Montse”. Le digo al señor: “Sí, Montse soy yo”. Y él, señalando a su hija me dice: “Y ella!”. Nos pusimos a hablar con ellos por la casualidad. Eran de México. Ahí está lo curioso del caso (no creo que allí haya muchas Montses). Nos contaron que cuando la mujer estaba embarazada, estuvieron en Catalunya y visitaron la montaña. Les gustó el nombre y se lo pusieron a su hija. Qué cosas! Me voy a la otra punta del mundo y me encuentro a una tocaya mexicana!
Seguimos la visita por la parte donde explica la historia de la campana. Se trata de un gran símbolo de libertad para ellos, relacionada con la Guerra de la Independencia de E.E.U.U. En 1776 la hicieron sonar, para convocar a los ciudadanos de Philadelphia para la lectura de la Declaración de la Independencia.
Según he leído, la campana se rajó la primera vez que la hicieron sonar. En el siglo XIX se volvió a rajar por segunda vez. Y así ha llegado hasta hoy. Llegó a viajar por varias ciudades del país, hasta que en el s.XX lo desaconsejaron.
Vimos fotografías de Nelson Mandela, Martin Luther King, el Dalai Lama con la campana.
Al salir nos fuimos tranquilamente paseando por Chestnut Street. Era domingo y había muy poca gente por la calle. Aprovechamos para comprar unas pastas para desayunar la mañana siguiente. Como en Washington, madrugaríamos porque el Megabus hacia NY salía a las 7:30h. Así que volveríamos a desayunar en la habitación. Qué vida más dura la del viajero!
Muy cerquita del Independence Hall, paseando por Chestnut, vimos un restaurante italiano que tenía muy buena pinta. Pensamos que sería una buena opción para comer ese día, ya que a las 16:10 teníamos que estar pasando el control de seguridad.
Pasamos por Jeweler’s Row, la parte de los joyeros. Yo, la verdad es que me esperaba otra cosa. Algo como en Amberes. Pero, para nada. Los escaparates no llamaban la atención ni a la de tres…
Hicimos una pequeña parada técnica en el hotel para coger las cámaras y ponerme crema solar (sí! La que me quería hacer tirar el poli del Capitolio!) porque ese día estaba medio nublado, medio soleado (ideal para andar mucho!). Al bajar, Cathleen nos dijo que a la mañana siguiente se quería despedir de nosotras, y que nos dejaría el sobre con toda la información de NY en nuestra habitación.
En el foro había leído sobre la Eastern State Penitentiary (la prisión), que estaba en la Fairmont Avenue. Pensamos acercarnos, pero para ir andando estaba bastante lejos. Al otro lado de la calle teníamos una parada del tranvía Phlash, y este nos dejaría delante mismo de la prisión.
Tiene paradas en lugares estratégicos para el turismo. Los mayores de 65 años no pagan, y el resto pagamos 2$ por viaje. Un billete para todo el día, para subir y bajar las veces que quieras, son 10$. No está mal, no? Pasaba, más o menos, cada 15 minutos. Tenéis la información en: www.phillyphlash.com
Subimos al tranvía. Uy! Cómo conducía la conductora! Parecía que se le hacía tarde para desayunar!
Cuando ya estábamos llegando, empezamos a mirar donde teníamos que solicitar la parada. Nada, que no lo veíamos! Así que le pregunté a la conductora y me lo mostró. Encima de las ventanas, había una cuerda de la que tenías que tirar, y así avisabas a la conductora.
Lo cogimos en la parada 3 y bajamos en la 7, delante de la prisión.
Al bajar, encontré colgada en un poste de la luz a Kitty presidiaria!
No entramos en la prisión: la entrada era un poquito cara y preferimos ir a visitar el Fairmount Park.
Así que seguimos paseando por Fairmount Avenue. Me gustó mucho la avenida, con sus casitas bajitas, con el amiente de domingo y la gente desayunando al sol en las terrazas de los bares.
Os dejo un par de imágenes curiosas que vimos por allí:
Un poste de la luz lleno de grapas (que seguramente en su día sujetaban algún cartel).
Sin más comentarios… Juas!
Una muestra de patriotismo en todo su esplendor.
Andando, andando, llegamos hasta el Fairmount Park. Es muy grande. Nosotras visitamos un trocito. Como era domingo, había gente haciendo ejercicio, montando en bici, haciendo picnic en el césped. Vimos el Schuylkill River, donde alquilaban barquitas. Había una especie de glorietas pequeñitas, cubiertas de vegetación monísimas para sentarse a la sombra.
Desde allí veíamos la parte trasera del Philadelphia Museum of Art. Entramos, pero sin llegar a visitar su exposición. Yo trabajo en el sector de los museos, así que “corríamos el riesgo” de pasarnos allí 3 ó 4 horas! Eso sí, aproveché para pedir información sobre las actividades que hacen en el museo con los niños. Un señor muy amable me dio un montón de folletos e información. Me dijo que trabajar con niños en los museos era un trabajo muy interesante. Pues sí! Lo afirmo! Y cansado! Pero enriquecedor!
Salimos y dimos toda la vuelta al museo por la parte exterior. Cuando nos íbamos acercando, vimos una escultura con todo de gente delante. Ya sabía cuál era!
Nos acercamos. Y claro, no podía ser otra que… Rocky Balboa!
Mira que es feo, eh? Y, con perdón, creo que no se parece nada a Sylvester Stallone. Ya le encontraré otro parecido, ya!
Pero lo que yo quería ver eran las escaleras, que el bueno de Rocky subía corriendo mientras entrenaba y sonaba la mítica canción!
De vez en cuando subía alguien al estilo Rocky y al llegar arriba, daba los saltitos de rigor y levantaba los brazos como él. Y mira que hay escalones, eh? Y mira que caía el sol a plomo! Pues nada, ellos a subir corriendo. Yo subí andando. Juas!
Menudas vistas desde arriba, del Benjamin Franklin Parkway con banderas de diferentes países!
En el último escalón hay lo que dicen que son las huellas de Rocky. Bueno, nos lo creeremos, no? Y claro, un poquito el friki tenía que hacerlo… Aquí la foto friki:
Pero para friki, uno que tenía al lado, que llevaba en el móvil la música de Rocky y estaba grabando con la cámara de video las huellas! Hay gente para todo!
En la cima de la escalinata también estaban los típicos que se te ofrecían para hacerte una foto, y después pedían la propinilla. Tuve la mala suerte que una familia picó, y el personaje les sacó unas 20 fotos!!!! Y allí estábamos los demás esperando para hacernos nuestra foto en las huellas…
Qué calor hacía! Así que volví a bajar las escaleras y nos fuimos a pasear por Benjamin Franklin Parkway, donde había sombrita.
Llegamos al Rodin Museum. Nos recibió la escultura de El Pensador.
Es un museo muy pequeñito, con obras del escultor francés. En la entrada, tuvimos la mala suerte que estaban restaurando la Puerta del Infierno (de donde salió la escultura de El Pensador). No entré, pero después no me arrepentí de no haberlo hecho, porque tanto en el MoMA, como en el Metropolitan vi un montón de obras suyas.
Seguimos paseando hasta la Central Library. Es impresionante!
Justo delante hay un homenaje a William Shakespeare que me fascinó. Os dejo un par de detalles:
Precioso, verdad?
Como el día anterior no habíamos podido entrar en la Basílica de San Pedro y San Pablo, y ese día estaba abierta, entramos. Era muy grande y había una clama en el interior… casi no había nadie!
Pero ya se acercaba la hora de comer y el hambre apretaba. Bajamos por la 18th Street hasta Chestnut, y siguiendo esa calle, hasta el restaurante que vimos por la mañana (una buena caminata! Como casi no andábamos…!)
Comimos en el restaurante LaScala’s. Pedimos unos spaguetti boloñesa y unos fetucini boloñesa. Los platos eran muy completos. Acabamos realmente llenas! La verdad es que comimos muy bien. Os dejo el link del restaurante: www.lascalasphilly.com
Cuando terminamos, aun nos quedaba un ratito para nuestra hora de visita al Independence Hall, así que nos fuimos hasta la parte trasera, la Washington Square, y vimos la tumba del soldado desconocido.
Y nos encontramos una ardilla muy patriota!
El control de seguridad para entrar al Independence Hall está en la esquina de la 5th Street y de Chestnut Street. También, nos abrieron la bolsa, nos hicieron dar una vueltecita sobre nosotras mismas, y ya está!
Eran las 16.10h y había una cola para entrar. Pregunté a una chica y nos dijo que teníamos que esperar hasta que se formara la cola para la visita de las 16.30. Así que nos esperamos sentaditas en la sombra.
Llegada la hora se empezó a formar la cola. Parece ser que había gente que no tenía reserva previa. Debería ser una cosa habitual, porque una chica de allí dejaba pasar primero a la gente que teníamos reserva, y después iría dejando pasar gente hasta que se llenara el aforo de la sala.
Nos hicieron entrar en una sala y nos sentamos. Un guía (que hablaba rapidísimo!) iba explicando la firma de la Constitución y de la Independencia. En ese edificio fue donde se debatió y se firmó la declaración de Independencia.
A continuación nos mostraron dos salas: la Courtroom y la sala donde se firmó la Declaración de la Independencia. Todo en esa sala es una recreación, menos la silla de George Washington (que tiene un sol naciente en relieve. Ellos dicen que no es una puesta de sol, por lo que simbólicamente comporta), que es original.
Como curiosidad, nos contó que para poder hacer la pintura, se utilizaron retratos pictóricos de todos los que allí estuvieron presentes. Pero solo hay uno que está de espaldas, ya que no se había conservado ningún retrato suyo. Ingenioso pintor!
Veréis que en la pintura se ve la silla de George Washington.
Una pequeña anécdota (mala) de la visita fue que en la sala donde el guía empezó a hacer toda la introducción, había una familia con unos niños un poco moviditos y pesaditos. Pues hubo gente que, ni corta ni perezosa, pidió que los echaran de la sala. Allí no se están para historias, eh?
La visita duró 30 minutos. Al acabar, fuimos a un edificio anexo para ver la Declaración de la Independencia y el que dicen que fue el tintero que contuvo la tinta de la firma.
Al salir del recinto del Independence Hall entramos en una tienda de souvenirs que estaba allí mismo. No pude evitar sentirme cual americana patriota, y plantarme en la cabeza una diadema con una estrella roja y una azul. Qué integrada y qué mona que iba! Juas! Hay que mimetizarse con el ambiente!
Dando un paseo, nos fuimos hasta el hotel. En el lobby teníamos servicio de bebidas gratis (limonada y agua fresca). Probamos la limonada y estaba de muerrrrrte! Nos subimos unos vasitos a la habitación de lo rica que estaba. Yo me conecté al wifi del hotel desde el lobby.
Y al subir estábamos tan agotadas, que decidimos quedarnos en el hotel. Aun teníamos 7 días por delante en NY y convenía ahorrar energías.
En la habitación teníamos el sobre de Cathleen con toda la información de NY! Qué encanto de chica!
Descansamos un poco. Llevábamos un ritmo infernal! Y lo que nos quedaba! Qué bien que sienta una ducha cuando estás tan agotado!
Ellas bajaron al 7eleven a comprar la cena (unos sándwiches de atún y fruta). Mientras yo me volví loca! Ejem ejem…! Me explico, y lo entenderéis!
Era la hora de la puesta de sol y desde el ventanal de nuestra habitación se veía preciosa. Y como digo, me volví loca haciendo fotos.
A ver qué opináis…!
Lo entendéis? Cómo podía evitar no parar de hacer fotos a ese bello espectáculo?
Se hizo de noche y, de nuevo, cenamos con esa hermosa imagen delante nuestro.
A las 22:30 ya estábamos en la cama. Mañana tocaba madrugón para coger el Megabus! Y tocaba un día lleno de emociones intensas: por fin estaría en NY y pasearía por sus calles, después de haberlo esperado y deseado tanto tiempo!
Con qué me quedo de Philadelphia? Con la historia que tiene a sus espaldas, con los grandes rascacielos, con el trato de la gente, con el trabajo y la pasión de los cuentacuentos de Once Upon a Nation… Así que el título de la etapa anterior, serán las palabras que terminarán esta primera parte del diario, y serán una conclusión de la impresión que me causó la ciudad: SORPRENDENTE PHILADELPHIA!!!
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