Triángulo de oro ✏️ Diarios de Viajes de India

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19 de Agosto, 1ª Singladura. DELHI

T4 Barajas. Nuestro vuelo sale a las 1525 (hora española) con destino a Delhi. Volamos con Qatar Airways y, la verdad, es muy cómodo. Nos ofrecieron comida y bebida gratis todo el rato. Cada asiento dispone de una mantita y una almohada para hacer más cómodo el trayecto, y además cada asiento dispone de una pantalla donde puedes ver películas, series, informativos, documentales, escuchar música o jugar a videojuegos. Hicimos escala en Doha de un par de horas. Su aeropuerto está bastante bien, dispone de Wifi por lo que aprovechamos para transmitir nuestro estado a la familia.



Sobre la 1 de la mañana (hora local) cogimos nuestro vuelo, misma compañía, que aterrizó en Delhi a las 8 de la mañana de allí. Ya con nuestras mochilas era el momento de empezar nuestra aventura. Al lado de la cinta de equipaje encontramos una oficina de cambio donde transformamos cada uno 160€ en rupias. El cambio estaba a 64 rupias el euro así que no podíamos tener mejor suerte.

Con la Lonely Planet en la mano salimos del aeropuerto. Según la guía había tres formas de salir del aeropuerto, en metro, autobús o taxi. El metro estaba en obras, así que nos quedaban dos opciones. Decidimos probar con la más barata y nos subimos a un autobús que según el conductor, nos dejaría en la Old Delhi, donde teníamos nuestro hotel. El ‘revisor’ nos cobró 75 rupias a cada uno, precio que nos pareció bien. Hay que tener cuidado con todo lo que se vaya a pagar ya que aquí te timan por todos los lados. Todos los timos que aparecen en la Lonely los veríamos a lo largo de nuestro viaje. Antes de que arrancara el autobús embarcaron dos chicos españoles que habían venido en nuestro mismo vuelo. Ellos se dirigían a la Nueva Delhi y parecían tan perdidos como nosotros. El trayecto en autobús fue la experiencia más rara que me había sucedido en la vida. Yo iba concienciada de cómo era la India (había visto callejeros viajeros), pero todo lo que se ve por la televisión es poco en comparación a lo que vi por la ventana de aquel autobús. Era mi primer contacto con la India.

La India, al ser colonia inglesa ‘conduce’ por la derecha, y lo pongo entre comillas porque conducir no es la palabra adecuada. La gente hace lo que quiere por las calles. Coches, autobuses, bicicletas, tuc-tuc’s… se mezclan entre carros tirados por caballos y algún camello. Todos ellos tienen que esquivar a las vacas que se cruzan por el camino. Conducen sin respetar señales, están todo el día pitado para pasar antes que el resto e incluso pueden ir en sentido contrario. Todo esto se liga a la gente durmiendo en los arcenes y rotondas al lado de perros vagabundos, cabras y vacas. A eso se le suma la suciedad porque allí no existen papeleras, todo se arroja al suelo y cuando se amontona, se quema. Es una escena desoladora y va acompañada de un olor que revuelve el estómago. Llegamos a la Vieja Delhi y nos bajamos al lado de la estación de trenes. No teníamos ni idea de cómo llegar al hotel así que cogimos un tuc-tuc, el transporte más habitual de la India, una motocicleta de tres ruedas para llevar a dos pasajeros, o eso es lo que uno se imagina porque puedes llegar a ver hasta cinco personas en él. Nos cobró 100 rupias, luego nos daríamos cuenta de que era un timo.

El tuc-tuc nos dejó en una ‘calle’ sucia con edificios en ruinas y en uno de los callejones estaba nuestro hotel el ‘Tara Palace’. Por dentro es bastante decente y está a 5 min del Fuerte Rojo. Lo primero que hicimos al llegar fue echarnos en la cama y nos quedarnos dormidos. A las 2 horas nos levantamos y bajamos a recepción para informarnos de si podíamos alquilar un coche que nos hiciera la ruta del triángulo de oro. Tras una hora hablando con el señor nos vendió un tour que incluía el coche con conductor 4 días y dos noches de hotel, una en Jaipur y
otra en Pushkar. El tour sería Delhi-Agra-Jaipur-Pushkar-Delhi. Pagamos entre los dos 414 euros, tras su correspondiente regateo. Pudo haber salido más barato. A continuación salimos del hotel y emprendimos ruta al Fuerte Rojo encontrándonos de camino con la pareja de españoles que conocimos en el autobús. Ellos acababan de salir del Fuerte así que decidimos vernos una hora más tarde en la mezquita Jama Masjid para juntos buscar un sitio donde cenar. Para comprar la entrada al Fuerte Rojo hay dos colas, una de hindúes y otra de extranjeros. Curiosamente nuestra cola estaba vacía y la otra llenísima. Pronto nos daríamos cuenta de que el turismo en la India es mayoritariamente interno. Compramos nuestras entradas por 250 rupias y procedimos a entrar. El complejo es bastante grande y los muros que lo rodean son inmensos hechos de arenisca roja. Dispone de varios salones, casi todos de mármol que en su día incluyeron piedras preciosas. Tras sacar varias fotos y morirnos casi de calor salimos de allí. Fue entonces cuando entre la multitud de hindúes nos encontramos a dos españolas, Marta y Lucía, que también acababan de llegar a la India. Nos preguntaron si sabíamos de algún donde cenar y después de contarles nuestro plan se unieron a nosotros. Fuimos caminando hacia la mezquita Jama Masjid, mientras por el camino decenas de vendedores nos ofrecían sus mercancías. Está relativamente cerca y tras unos minutos llegamos. Era el momento de la oración así que tuvimos que esperar fuera. La entrada a la mezquita es gratuita pero por meter la cámara cobran 300 rupias. Es obligatorio entrar descalzo, las mujeres deben ir tapadas y los hombres con pantalones largos. Entramos sin cámara para echar un vistazo e intentar encontrar a los otros chicos españoles pero no dio resultado. Presume de ser la mezquita más grande de la India, dispone de 3 entradas y está hecha del mismo material que el Fuerte Rojo, arenisca roja. Hicimos una visita rápida y salimos.

No teníamos ni idea de por donde avanzar así que hicimos caso a la Lonely y nos dirigimos a Chandni Chowk, su nombre significa ‘lugar de la luz de la luna’ pero hoy en día no es un nombre muy apropiado. Es la espina dorsal de la Vieja Delhi, abarrotadas calles, tuc-tuc’s por todos los lados, vacas, perros, basura y más basura. Todo eso recorre las calles repletas de tiendas de comida frita, barberos y todo tipo de accesorios que uno desee. Y como un rayo caído del cielo nos encontramos a los dos chicos españoles. Que alegría verlos. Uno en España no se abraza a cualquiera que pase por la calle pero en la India encontrar a un español es encontrar a un hermano. Hicimos las presentaciones pertinentes. Marta y Lucía son dos hermanas de León, y los chicos eran Joseba de Bilbao y Javier de A Coruña. Ya juntos los 6 caminamos más tranquilos entre los bazares. Era imposible encontrar ahí un lugar decente para cenar así que caminando y caminando y con la noche encima salimos de la Vieja Delhi y entramos en un nuevo barrio, Connaught Place, un lugar civilizado con restaurantes donde cenamos bien, comida típica, y entre aire acondicionado por 330 rupias por pareja. La comida
es superpicante pero había que probarla. Allí comenzaron las despedidas, los cuatro tenían el hotel relativamente cerca y se fueron juntos, nosotros dos tuvimos que coger un tuc-tuc para volver al hotel por 80 rupias. Con los dos chicos ya no volveríamos a coincidir pero las hermanas se dirigían a Agra al igual que nosotros y le recomendamos el hotel que habíamos reservado. La vuelta al hotel se hizo larguísima y el tuc-tuc nos llevó por calles repletas de bazares y de gente y mucho, muchísimo tráfico. Ya en el hotel caímos rendidos hasta el día siguiente.

20 de Agosto. 2ª Singladura. AGRA

A las 8 de la mañana nos levantamos. Escogimos el desayuno americano sin té ni café ya que del agua no nos fiábamos (nos lavábamos los dientes con agua embotellada) y a las 9 nos recogió nuestro guía que por la dificultad de su nombre me voy a referir a él como Manolo. El coche resultó un lujo después de ver todo lo que rueda por la India, era un TATA pequeño que tenía aire acondicionado y parecía limpio, así que eso nos llegó. La distancia a Agra son menos de 200 km pero las carreteras son muy viejas y están llenas de baches. Además, parecía que nunca salíamos de Delhi porque el tráfico nunca se acababa y el hombre debía de
tener el claxon pegado al acelerador. La máxima velocidad que cogía era de unos 60 o 70 km/h. Tardamos alrededor de 5 horas, contando que Manolo nos paró tres
veces para que nos timaran. Entrando en Agra se aprecian varios templos, entre ellos la tumba de Akbar. Más adelante vimos a las orillas del río el Baby Taj, y haciendo zoom con la cámara pudimos tomar las primeras fotos del maravilloso Taj Mahal. Manolo nos llevó al hotel que habíamos reservado, The Retreat, un hotel que aconsejo a todo el mundo, está cerca de Taj y es un una maravilla de hotel, la habitación muy limpia, grande, aire acondicionado, sin ruidos, el cuarto de baño disponía de una ducha inmensa con accesorios de baño. Además dispone de Wifi gratis y piscina. Acomodados y después de darnos una ducha salimos del hotel. Manolo nos acercó a un McDonals que había cerca, algo que, en la India, se podía equiparar a la tortilla de patatas de mi madre. Miguel se pidió la McMarajá y yo fui a la segura McChicken. Allí toda la carne es de pollo y toda pica. Nos pedimos la comida para llevar y fuimos directos al Taj Mahal. Manolo nos dejó en una de la entradas. El recinto es enorme y dentro los coches no pueden circular porque contaminan, solo se permiten cochecillos eléctricos. Cuando cruzamos la puerta del recinto nos encontramos a un montón de gente ofreciéndonos sus bicis, camellos etc para acercarnos al Taj. Manolo nos dijo que teníamos que andar un kilómetro pero es mucho menos y caminando se llega perfectamente. Queríamos tirar nuestras bolsas del McDonals pero me olvidaba de que allí no existen papeleras así que discretamente las dejamos a un lado en el suelo y al instante vinieron los monos a llevarse los restos que dejamos. Todo un espectáculo. Para adquirir nuestra entrada al Taj existen tres colas diferentes. Una cola para extranjeros y dos para hindúes, una masculina y otra femenina. Nuestra cola estaba vacía de nuevo. La entrada cuesta 750 rupias y es la más cara. Con ella te regalan una botella de agua y unos patucos para el Taj (hay que descalzarse) pero nosotros no encontramos el lugar donde cogerlos. Existen 3 entradas y nosotros entramos por la del oeste. En todas hay colas para hombres, para mujeres y para
mujeres extranjeras así que yo me ahorré la espera. No se puede entrar con comida y los viernes está cerrado. Una vez pasado el control empezamos a disfrutar de esta maravilla del mundo. La única pega es lo agobiante que resultan las aglomeraciones de hindúes sacando fotos al Taj y a ti. Nuestro aspecto occidental les resulta extraño así que todo el mundo nos sacaba fotos, algo que se repetiría a lo largo de nuestro viaje. Aconsejo a quien vaya a la India y le quieran hacer fotos que lo rechacen porque si a una persona le dicen que si, al segundo
tienen a 50 hindúes esperando para hacerse una foto contigo. Quitando esa pega el resto es una maravilla, todo cuanto pueda escribir sobre el Taj se queda corto. Shan Jahan fue su creador y lo hizo por amor, en memoria de su tercera esposa, Mumtaz Mahal, que murió al dar a luz a su decimotercer hijo. Está hecho de exquisitas placas de mármol y piedras preciosas. Su aspecto está igual que cuando se construyó en 1632. Rodeado de jardines y del río Yamuna por su cara norte, sólo él merece la pena el viaje a la India. Si uno se fija en los cuatro alminares blancos de 40 metros de altura se da cuenta de que no están del todo perpendiculares. Es posible que ya se diseñaran así para evitar que se cayeran sobre el Taj en caso de terremoto. Debajo de la cúpula del Taj se halla el cenotafio de Mumtaz Mahal y al lado el de Sha Yahan rompiendo con la simetría. Para acceder al interior hay que entrar descalzo y están prohibidas las fotografías. Las verdaderas tumbas se hallan justo debajo, en una sala subterránea que no puede visitarse.

A la salida del recinto nos recogió el guía que nos devolvió al hotel. Eran las 7 de la tarde y ya era de noche así que todo estaría cerrado. Ya en el hotel aprovechamos para darnos un baño y cenamos allí. Fue terminando la cena cuando aparecieron Marta y Lucía que acababan de llegar en tren desde Delhi y se hospedaban en el mismo hotel. Visitarían el Taj al día siguiente temprano y luego irían a Jaipur igual que nosotros, así que cogieron el mismo hotel en Jaipur que nosotros para así vernos de nuevo.

21 de Agosto. 3ª singladura. JAIPUR

Madrugamos para estar a las 8 de la mañana en el Fuerte de Agra. Si uno visita el Taj el mismo día le descuentan 50 rupias, pero no era nuestro caso. La entrada nos costó 300 rupias a cada uno. Está construido también de arenisca roja y me atrevo a decir que es mucho más bonito que el Fuerte Rojo de Delhi. Es inmenso pero gran parte no se puede visitar por estar en rehabilitación. Shan Jahan fue encerrado aquí por su hijo y desde el Fuerte veía su creación, el Taj Mahal. Las vistas son excelentes.

Acabada la visita cogimos la carretera en dirección a Jaipur. Fueron 5 horas de trayecto pero esta carretera ya estaba mejor asfaltada, entrábamos en la zona del Rajastán. Pasamos por Fatehpur Sikri, una preciosa ciudad antigua fortificada pero llovía tanto que no pudimos parar.

Eran las 2 de la tarde y entramos en Jaipur. Manolo hizo una parada en el Fuerte de Amber, visita obligada sin duda alguna. La entrada cuesta 200 rupias. Apenas había turistas extranjeros. Era el segundo día de festivo nacional y aquello estaba abarrotado de hindúes. Tuvimos que dar empujones para entrar. El Fuerte está muy mal cuidado pero se nota que en su día fue magnífico fuerte de arensisca amarillo pálido y rosa y mármol blanco. Se sube fácilmente a pie aunque por 900 rupias lo puedes hacer en elefante. Dispone de cuatro patios principales y puedes echar el día viendo todo tranquilamente. Cabe destacar el cuarto patio rodeado por los 12 aposentos de las mujeres del marajá. Se diseñó para que el marajá pudiera emprender sus correrías nocturnas sin que nadie se enterara, ya que son independientes pero con pasillo común. El fuerte dispone de una cafetería ‘occidental’ donde se juntan los poco extranjeros que hay. Es un pelín cara pero puedes desconectar de la avalancha de hindúes que te intentan sacar fotos. Así que allí comimos. A las 4 y media de la tarde nos recogió Manolo y nos llevó al hotel que nos habían contratado en Jaipur, Rajputana Hotel. Allí nos despedimos del guía hasta el día siguiente. Como todavía era de día cogimos un tuc-tuc por 50 rupias que nos llevó a la ciudad rosa, concretamente paró en el Palacio de los Vientos. La calle estaba llena de tiendas típicas indias. Un hombre en perfecto español invitó a entrar en su tienda así que, como en algún sitio teníamos que comprar, nos quedamos allí. Estuvimos cerca de una hora escogiendo cojines de seda, pasminas y hasta nos llevamos una colcha para la cama. Como al salir era ya de noche nos volvimos al hotel. Al entrar nos encontramos de nuevo con Marta y Lucía y los cuatro juntos salimos a cenar. Escogimos un restaurante que estaba cerca del hotel y aunque estaba prácticamente vacío, no pudimos escoger mejor. Tardó en traernos la comida pero aunque picaba estaba muy buena y resultó muy barata (2 euros por persona). Decir que nos invitaron ellas y luego volvimos al hotel para descansar. La habitación no era gran cosa y por primera vez usamos los sacos de dormir. Por la noche se fue constantemente la luz y por lo tanto el aire acondicionado y es que calló tal tormenta que provocó serias inundaciones en la zona con varios muertos. Tuvimos suerte de estar ya en el hotel.

Vaya nochecita. Cada minuto iba y venía la luz. Al levantarnos no había agua y poco a poco nos dimos cuenta de lo sería que había sido la situación. Desde hacía 30 años que no llovía de esa manera. Tuvimos que arreglarnos con un par de tostadas con mantequilla y a las 9 de la mañana emprendimos camino junto a Marta y Lucía a la Ciudad Rosa. Primera parada, el Palacio de la Ciudad, 200 INR por persona. La entrada estaba repleta de cientos de palomas ya que justamente ahí hay unos puestos ambulantes de maíz y cereales. El Palacio en sí no tiene mucho que ver puesto que hoy en día viven los descendientes de la familia real y los accesos a la mayoría de las salas son privados. Pagando otra cantidad de dinero, 2500 INR, hay opción a visitas guiadas pero nosotros no lo hicimos. Lo único reseñable es la sala de audiencias del Marajá donde te puedes hacer fotos en cuatro puertas de acceso cada una evocando una estación del año. La mejor sin duda es la primavera con los majestuosos pavos reales. Nuestra siguiente visita nos llevó al Palacio de los Vientos o también llamado Hawa Mahal (50 INR). Dentro del Palacio no hay nada pero la fachada es espectacular al igual que las vistas desde la última planta donde se puede contemplar todo Jaipur. Nos cogió la lluvia pero íbamos preparados y decidimos hacer un circuito a pie por la Ciudad Rosa recomendado por la Lonely Planet. Caminamos sobre el fango, esquivando cerdos, perros, vacas, camellos y hasta coches!! Mientras, los vendedores estaban sacando el agua con escobas de sus tiendas a la vez que te rogaban con sus productos.. Antes de comer hicimos unas pequeñas compras e n el bazar y al salir encontramos lo que parecía ser un restaurante y allí nos metimos. No supimos escoger muy bien los platos puesto que todos llevaban picante pero con los Nam, una especie de pan, nos arreglamos. Todo por 2 euros por persona, no estaba nada mal. Allí nos despedimos de Marta y Lucía. Finalizamos nuestra visita a Jaipur en el observatorio, el Jantar Mantal (100INR), con instrumentos astronómicos gigantes. Cogimos un tuc-tuc de vuelta al hotel por 50 INR y al llegar ya estaba nuestro taxista esperándonos. A las 4 de la tarde partimos hacia Pushkar. En 3 horas llegamos a nuestro destino pasando por Ajmer, otra importante ciudad. Nuestro hotel, el Lake Palace, nos salió también rana. Aprovechamos que no era muy tarde para visitar el lugar ya que al menos el hotel estaba céntrico. Pushkar destaca por su lago sagrado lleno de ghats alrededor pero sobre todo destaca por su tranquilidad. Hay poca gente y los coches no circulan por el centro. Hicimos compras e incluso encontramos un puestecillo de postales. Cenamos en la azotea de un restaurante recomendado por la Lonely Planet, “Out of the Blue”, con vistas al lago. Resultó ser bueno, bonito y barato. Al acabar volvimos al hotel poniendo fin al día.

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Otra mala noche en un mal hotel. Salimos a las 8 de la mañana y desayunamos en “Out of the Blue” unos crepes buenísimos y varias tostadas acompañados de unos lashys, todo por 5 euros. Fuimos en chanclas para poder acceder a los ghats ya que para ello hay que ir descalzo y así lo teníamos más fácil. Debido a las lluvias todo el camino era fango por lo que fue una auténtica odisea llegar a los ghats. Entre ellos destaca en Brahma Ghat y el Gandi Ghat, en este último fue donde se derramaron las cenizas de Gandi. A las 10 llegamos al hotel y después de lavarnos los pies y quitarnos el barro, emprendimos rumbo a Delhi. El viaje fue los más horrible que vivimos en la India, no solo por el tráfico y las inundaciones, sino porque nuestro taxista se perdía cada dos por tres. Conducía como un temerario. Sobre las dos de la tarde nos quedamos parados en la carretera debido a la caravana de camiones que se formó (el transporte de mercancías se hace en camiones y colapsa las carreteras). A las 4 de la tarde seguíamos parados y hacia las 5 comenzamos a circular. Parecía imposible llegar, por lo menos con vida. Entrando en Delhi nuestro conductor atropelló una rueda y permanecimos unos minutos parados en medio de una carretera de cinco carriles y ya de noche. Nos ayudó otro coche, que aprovechando, se llevó la rueda que teníamos debajo del parachoques. Tras varias vueltas perdidos, el hombre nos dejó en la terminal 1D alas 11 de la noche ya que nuestro avión salía temprano y no merecía la pena buscar por un hotel para unas horas. En total fueron 13 horas en coche desde Pushkar a Delhi.

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