Lago di Como
Día 4. Domingo 17/8/08
Desayunamos camino de Como, aún en Grandate, en un café al borde de la carretera, el Pinochio, que llevan tres mujeres jóvenes, muy bonitas. Aquí los únicos turistas somos nosotros, todos lo demás, parroquianos, y todos hombres. ¿Tendrá algo que ver que sean tres mujeres las que manejan el negocio?
Como nos está costando madrugar (también es verdad que anoche llegamos ya bien tarde al hotel), no hemos llegado al barco de las once, como era nuestra intención, aunque por muy poco, porque he perdido mucho tiempo en buscar unas malditas monedas para el parquímetro, no había forma de que me cambiaran. Y todavía no sé si había que pagar o no el parquímetro, porque unos me decían que en “domenica” no se paga y otros que sí, y que la multa era gorda. Ante la duda, la más…… digo, mejor pagar, por si las moqcas (eq que soy de Madrid, y estas “s” intercaladas no las decimos, las secamos, y queda como una “q” o doble “c”, influencia del sur de Castilla, o sea, de La Mancha, de donde el muy noble y esforzado caballero Don Quijote).
vista general del lago desde Como
El caso es que buscando cambio me topo con un tunecino que pasea con su hijo pequeño, y el hombre se desvía de su camino para acompañarme a encontrar donde cambiar. Es alucinante la gente en Italia. Por el retraso nos enfadamos entre nosotros, pero así es el viaje. Nos tenemos que acoplar y adaptar unos a otros (y menos mal que somos sólo tres, y uno no toma decisiones). Cuando llegamos al puertito, nos informan de que podemos coger el barco que sale a las doce, que es el que va más lento. El siguiente en salir ya demora mucho, así que nos subimos. El billete nos cuesta 17 euros por barba, y sirve para todo el día.
El lago es una maravilla. Las altas montañas, de cumbres orgullosas, arropan y mecen el lago, mientras los bosques, frondosos, pintan las laderas de verde, deslizándose desde las cimas hasta la orilla del lago. Hace un sol radiante, justiciero, y el cielo nos cubre de azul. Los pueblitos se mojan en el borde del lago, entre los bosques, mientras casas y palacetes aislados escalan hacia los altos. Hay que venir a ver esto. Es un capricho de la naturaleza, un sueño de Dios.
Uno de los pueblitos de la orilla
Una guía habla en ingles en el barco a un grupo de turistas, entre los que hay un buen número de jóvenes americanos, muy blanquitos ellos y ellas. Bueno, la de rasgos orientales que va a mi lado no tanto; a esta el lago le importa un pimiento, prefiere irle comiendo los labios al novio, que también se concentra afanoso en la tarea. Cuando la guía dice algo de Versace y Cloney y señala unas mansiones, se levantan casi todos ellos como si tuvieran muelles en el trasero y se ponen a hacer fotos como locos. Lo mismo sacan a Cloney. Ah, no, imposible, este no llega hasta septiembre, por lo de la mostra.
Al fin llegamos a Bellagio. Esta lleno de turistas, pero es encantador. Pequeño, estrecho, empinado, coqueto. Limpio y cuidado. Trepa por el monte, ganándole terreno al bosque, que nos vigila desde arriba. Aquí hay mucha pasta, de dinero.
Punta de la peninsula de Bellagio
Se ven unos cochazos tremendos, que apenas caben por estas callejuelas. Subimos las empinadas y angostas calles del pueblo, hasta la parte alta, y allí, paseando, nos topamos con la iglesia de San Giacomo. Una pequeña y encantadora iglesia románica, del XII. Entro a curiosear, y para huir del calor sofocante que hace hoy también. Me llama la atención una lapida que hay en una de las paredes de la nave, y cuando me acerco a leer, me llevo una sorpresa: ¡resulta que ahí están enterrados una pareja de compatriotas! Me explico; la lápida está fechada en 1593, y dice que ahí yacen Francisca Gutiérrez, mujer hispana integrísima, que murió repentinamente, y Bartolomeu Rosales, hispano, que imagino yo que será su marido. En esa época este lugar era parte de la monarquía hispánica, del Milanesado. Así que figuro que debían estar de vacaciones, o de retiro, o quizá estuvieran viajando, y le sorprendió la muerte a ella. Quién sabe.
Varenne desde el barco
Después de comer unas pizzas ricas y caras, nos vamos hacia el extremo del pueblo, donde hay un pequeño muelle y un jardín. Agotados, nos echamos un rato, y yo me quedo traspuesto a la sombra de un pino, con Adrián recostado sobre mi pecho. Luego regresamos al atracadero y embarcamos para seguir la ruta lacustre, hacia Menaggio.
Menaggio y las montañas
También es bonito, pero no tanto como Bellagio. O quizá es que ya estoy agotado y me parece todo un poco igual. Este calor me baja la tensión y me deja por los suelos. Como estamos cansados, decidimos volvernos sin esperar al barco lento, así que nos subimos al rápido, por el que tenemos que pagar un suplemento de 3,30 euros, y en un pispás estamos de vuelta en Como.
Adrián se lo está pasando bien, está muy simpático jugando con el walkie a los comandos. Nos ha contado que él también está escribiendo en la agenda que le compré en el aeropuerto, sobre el viaje que hacen un padre, la madre (Carla) y el niño, Carlos. Lo escribe en tercera persona, como si fuera un cuento. Es un fenómeno. Nos hace reír mucho con su sentido del humor.
Dedicamos el resto del día a visitar Como. En su origen fue una colonia romana, y ha conservado perfectamente el trazado cuadrado típico de las ciudades romanas. Sus murallas son magníficas, como las torres que aún tiene.
Duomo de Como
Es una pequeña ciudad medieval, con la maravilla del Duomo, una joya del arte lombardo renacentista, el antiguo ayuntamiento, la plaza de A.Volta y los palacetes desperdigados por entre sus callejuelas. Se abre al lago en la plaza Cavour, donde se encuentra la oficina de turismo, en la que atienden con mucha amabilidad. A la hora de cenar nos salimos del centro, y damos con un restaurante de italianos (ni un turista), donde comemos satisfactoriamente (un solomillo esplendido) y bien de precio, similar a España, unos 38 euros. Se llama Ristorante Pizzeria Politeama, en Via Cavallotti 1A.
Detalle del Duomo
Hoy volvemos al hotel más pronto que los días anteriores, notamos la fatiga. Sólo llevamos 123 Km. con el coche, pero estamos caminando mucho, y el calor está siendo un pesado lastre. Por la tele nos enteramos que Nadal ha ganado el oro en Pekín y que han caído tres medallas de plata; tenis dobles femeninos, Defer en suelo, y vela. Una buena jornada para el deporte español. Aquí los periódicos hablan mucho de los italianos en China, que están obteniendo unos resultados magníficos.
Ayuntamiento medieval de Como