3.30 a.m., suena el despertador y me apetece estrellarlo contra la pared de la habitación, pero Samuel me recuerda que nos levantamos a horas tan intempestivas por la mejor de las causas: “Despierta, nos vamos de vacaciones!!!”, me dice. Me pongo de pie de un salto.
A las 4 ya estamos subidos en el coche en el que previamente el día anterior depositamos el millón de bártulos que llevamos con nosotros (maletas, comida y más comida, tienda de campaña, sillas, mesas, hornillo, sacos, colchón, mochilas y los más variados enseres domésticos...), horas y horas a los mandos de la gameboy jugando al Tetris por fin dan su fruto! No creemos que nunca más a lo largo del viaje los trastos vuelvan a encajar de igual manera...
Para alcanzar nuestro destino, Hungría, seguimos el mismo esquema de viaje del año anterior, vamos a 3 paradas, 2 en Francia y 1 en Italia, en hoteles que llevamos reservados desde casa y una vez en Eslovenia, se termina la parte planificada y las estancias rodeados de las comodidades y privilegios de la vida moderna para entregarnos en cuerpo y alma al campismo. Procuramos alternar autopista con carreteras secundarias para evitarnos algún peaje, que en un viaje tan largo representan una partida presupuestaria importante. Y además, por primera vez vamos provistos de navegador, ¡larga vida al GPS!, para mí el mejor invento de los últimos tiempos.
A las 8.30h hacemos la primera parada en la estación de servicio de Irún, allí estiramos las piernas, desayunamos unas galletas y llenamos el depósito a 1,31€/l. (Oviedo –Irún 10.90€ en peajes)
Entramos en la Galia y casi se nos saltan las lágrimas al ver el sol (llevábamos 3 semanas seguidas de mal tiempo y bajas temperaturas). Seguimos la carretera hasta Mont-de-Marsan que es de doble carril y no tiene peaje y partir de ahí continuamos por la N-124 en dirección Toulouse que es una secundaria bastante buena y no tiene demasiado tráfico, aunque siempre te encuentras algún camión que te ralentiza un poco. Paramos a comer en un área de descanso, pasamos junto a mi adorada Carcasona y hacia las 16h llegamos a Narbona, primera parada de nuestro viaje. Encontramos el hotel con facilidad, el B&B Narbonne 2 que se encuentra en una zona industrial a las afueras. Como es temprano, todavía no está abierta la recepción, así que hacemos el check-in automático en el cajero de afuera. El hotel está bien, perfecto para pasar una noche y pagando solo 39,00€ en temporada alta no se puede pedir más.
Descansamos un rato y sobre las 17h nos dirigimos al centro. Aparcamos y al ser domingo no hay que pagar ORA. Paseamos por las calles y plazas del centro, no hay demasiada gente, supongo que todo el mundo estará en las cercanas playas. Narbona es como muchas otras ciudades de Francia, muy tranquila para contar con unos 50000 habitantes, da la sensación de ser más un pueblo que una ciudad. No está demasiado arreglada ni tampoco demasiado descuidada. Hay pocos comercios y pocos bares para lo que estamos acostumbrados en España, ya que la zona comercial y de ocio se encuentra a las afueras. Como atractivos para visitar cuenta con una impresionante catedral gótica de San Justo y San Pastor, el mercado les Halles, el Palacio Nuevo. la plaza del Ayuntamiento y también sus canales y puentes.
Como premio a tan dura jornada paramos a tomarnos unas Oranginas, ricas, ricas y después de pasear un poco más por la orilla del río decidimos volver al hotel para cenar y acostarnos pronto, pues estamos cansados del madrugón de hoy y la paliza de 880 km que llevamos a cuestas y mañana nos espera la siguiente etapa.
A las 4 ya estamos subidos en el coche en el que previamente el día anterior depositamos el millón de bártulos que llevamos con nosotros (maletas, comida y más comida, tienda de campaña, sillas, mesas, hornillo, sacos, colchón, mochilas y los más variados enseres domésticos...), horas y horas a los mandos de la gameboy jugando al Tetris por fin dan su fruto! No creemos que nunca más a lo largo del viaje los trastos vuelvan a encajar de igual manera...
Para alcanzar nuestro destino, Hungría, seguimos el mismo esquema de viaje del año anterior, vamos a 3 paradas, 2 en Francia y 1 en Italia, en hoteles que llevamos reservados desde casa y una vez en Eslovenia, se termina la parte planificada y las estancias rodeados de las comodidades y privilegios de la vida moderna para entregarnos en cuerpo y alma al campismo. Procuramos alternar autopista con carreteras secundarias para evitarnos algún peaje, que en un viaje tan largo representan una partida presupuestaria importante. Y además, por primera vez vamos provistos de navegador, ¡larga vida al GPS!, para mí el mejor invento de los últimos tiempos.
A las 8.30h hacemos la primera parada en la estación de servicio de Irún, allí estiramos las piernas, desayunamos unas galletas y llenamos el depósito a 1,31€/l. (Oviedo –Irún 10.90€ en peajes)
Entramos en la Galia y casi se nos saltan las lágrimas al ver el sol (llevábamos 3 semanas seguidas de mal tiempo y bajas temperaturas). Seguimos la carretera hasta Mont-de-Marsan que es de doble carril y no tiene peaje y partir de ahí continuamos por la N-124 en dirección Toulouse que es una secundaria bastante buena y no tiene demasiado tráfico, aunque siempre te encuentras algún camión que te ralentiza un poco. Paramos a comer en un área de descanso, pasamos junto a mi adorada Carcasona y hacia las 16h llegamos a Narbona, primera parada de nuestro viaje. Encontramos el hotel con facilidad, el B&B Narbonne 2 que se encuentra en una zona industrial a las afueras. Como es temprano, todavía no está abierta la recepción, así que hacemos el check-in automático en el cajero de afuera. El hotel está bien, perfecto para pasar una noche y pagando solo 39,00€ en temporada alta no se puede pedir más.
Descansamos un rato y sobre las 17h nos dirigimos al centro. Aparcamos y al ser domingo no hay que pagar ORA. Paseamos por las calles y plazas del centro, no hay demasiada gente, supongo que todo el mundo estará en las cercanas playas. Narbona es como muchas otras ciudades de Francia, muy tranquila para contar con unos 50000 habitantes, da la sensación de ser más un pueblo que una ciudad. No está demasiado arreglada ni tampoco demasiado descuidada. Hay pocos comercios y pocos bares para lo que estamos acostumbrados en España, ya que la zona comercial y de ocio se encuentra a las afueras. Como atractivos para visitar cuenta con una impresionante catedral gótica de San Justo y San Pastor, el mercado les Halles, el Palacio Nuevo. la plaza del Ayuntamiento y también sus canales y puentes.
Como premio a tan dura jornada paramos a tomarnos unas Oranginas, ricas, ricas y después de pasear un poco más por la orilla del río decidimos volver al hotel para cenar y acostarnos pronto, pues estamos cansados del madrugón de hoy y la paliza de 880 km que llevamos a cuestas y mañana nos espera la siguiente etapa.