Ya es viernes, nuestro tercer día completo en la ciudad de los rascacielos, y por suerte amaneció con algo de mejor temperatura que el día anterior, y lo que es mejor, sin apenas viento. Para ese día teníamos planeado ir directos al Central Park y subirnos a la bici. Nada mas llegar, a la estación de metro en donde nos bajamos, ya se empezaban a acercar los chicos que te alquilaban las bicis, pero preferimos esperar y llegar a Columbus Circle, que es la plazita que hay en el lateral suroeste del parque, para alquilarla allí. No tardamos nada en ello, y en seguida nos vimos subidos cada uno a una bici por unos dólares (creo que fue 20 dolares x 2 horas, cada bici). Él responsable de las bicis nos indicó repetidas veces la hora a la que quería de nuevo las bicis, y nos avisó que el parque es enorme, que lo tuviéramos en cuenta, y que si nos perdíamos, que tuviésemos como referencias unas altas torres que hay en Columbus Circle y que se ven a lo lejos. No tuvimos problema con eso, nos dio tiempo a recorrer el parque par de veces, con sus paradas para fotos y descansar. Hay que ir siempre por el carril bici y tener algo de cuidado con los que te adelantan porque van mas rápido. Fue muy agradable, hay algunos tramos mas dificiles que son en cuesta, pero también los hay mas sencillos. Pues a la hora acordada, estábamos ya esperando al chico de las bicis para devolverlas, y nos despidió con un americano choque de puños

Una vez fuera del parque y con las piernas ya calentitas para seguir caminando, empezamos a buscar el sitio que teníamos previsto para comer: la hamburguesería escondida en el Hotel Le Parker Meridien. Nos costó un rato encontrarlo, ya que olvidé apuntar la dirección, pero gracias a unos obreros latinos que había en la calle, me supieron indicar la dirección, y al final dimos con el hotel. Es como me habían dicho, entras, es un hotel así elegante, lujoso, bien, y nada apunta a que dentro hay una hamburguesería de ese estilo. No tiene pérdida porque ves una cortina roja grande, con gente haciendo cola y un logo pequeño de neón con forma de hamburguesa. Desde ahí ya coges unos papelitos donde apuntas tu pedido, y nada, a esperar tu turno. Dentro, está llenisimo de gente, las paredes llenas de dedicatorias, de famosos y anónimos, y la comida está rica, pero mas caro de lo que esperaba por ser un lugar de comida rápida.
Nuestra siguiente parada tras el almuerzo era el MOMA, a donde fuimos el viernes por la tarde porque es cuando es gratis. Entramos, dejamos las cosas en consigna, e hicimos tiempo hasta las 16,00, que es la hora a partir de la cual puedes entrar sin pagar. Aprovechamos para usar el wifi del museo sentados por ahí y a las 16,00 salimos a hacer la cola que daba la vuelta al edificio para que te dieran las entradas, aun siendo gratuito. Ya estábamos dentro. La verdad es que es un museo que no te deja indiferente, para bien o para mal. Es una locura, hay cosas que no sabes por donde mirarlas, o cómo se puede considerar eso arte, pero yo me reí mucho y pasamos un buen rato. Nos cuadró que estaba allí, de manera temporal, el Grito de Munch, aparte de los Picasso, Dalí, Van Gogh, Paul Klee, Warhol...Estuvimos un ratito sentados en la terraza que tiene el museo, muy bonita y luminosa. Se nos sentó al lado un señor de unos 60 años griego, muy agradable, que empezó a hablar con nosotros un rato de su pais, del nuestro, yo le dije que conocia Grecia de hace años por un viaje que hice, etc...
Tras despedir al señor griego y al MOMA, empezamos a caminar en busca de una estación de Metro para ir hacía el puente de Brooklyn, pero antes, nos encontramos con el Paley Park, que es un pequeño parque en los bajos de un edificio, con unas fuentes y una porción original del Muro de Berlín. También hicimos una paradita en una tienda de tenis (soy aficionado), donde nos acesoraron acerca de una excursión que teniamos prevista para el día siguiente.
Llegamos al metro y nos bajamos junto a la entrada del Puente de Brooklyn para recorrelo entero. Tuvimos mucha suerte que no había viento ni excesivo frio. Las vistas, qué decir, imposible describirlas por escrito, ni siquiera las fotos lo captan, espectacular. Consejo: tengan mucho cuidado con las bicis...el puente tiene 2 carriles, para bicis y para peatones. Lo digo porque yo, en pleno flipamiento sacando fotos compulsivamente de todo, sin querer me meti en el carril de bicis, y una de ellas que venía dirección Manhattan-Brooklyn casi me arranca el hombro izquierdo del golpe que me dio, y el tio ni se dio la vuelta. Todo quedó en un susto, fue imprudencia mía la verdad, pero por ahí hay siempre muchos turistas haciendo lo mismo, y deberían controlar algo la velocidad. Sanos y salvos llegamos al final del puente, ya estábamos en Brooklyn, y nos dirigimos en busca de la playita del Dumbo para ver el anochecer desde ahí. En seguida dimos con ella, no está lejos, nos ayudamos de un mapa que había bajo un el puente. Fue un rato muy bonito el de la playa, sin frio, ni viento, donde de nuevo sacamos montón de fotos del espectáculo que teníamos delante. Yo me hubiera quedado mas, pero el hambre apretaba y queríamos ir a cenar a la pizzería Grimaldi, que tantas veces había leido en el foro. Hicimos una cola de unos 15 minutos en la que el relaciones públicas iba organizándolo todo y en seguida nos dieron mesa. Ojo con las raciones, porque pedimos 2 pizzas, tamaño "large", y aquello era inmenso, gigante...en fin, al final nos tuvieron que dar un cartón para meterla dentro. Ya teníamos cena para el día siguiente también (aprovechando que la habitación del hotel tenía nevera y microondas).
Y con la mochila a la espalda, la cámara al hombro y la pizza bajo el brazo, recorrimos el puente en dirección contraria, esta vez con mas cuidado, y al hotel de nuevo a descansar, que ibamos a tener un sábado con largos desplazamientos.[/i]