Después de bajar del autobús que nos había llevado hasta el Milford Sound, nos precipitamos directamente a nuestro coche para no llegar muy tarde a Dunedin. Desde Te Anau hasta allí, nos esperaban unas 4 horas de viaje.
A pesar de que se hizo de noche a mitad de camino, la conducción fue rápida y por el camino ya notamos que nos acercábamos a un lugar más poblado del que veníamos puesto que encontramos más tránsito y algún que otro coche de policía, del que dedujimos controlaba la velocidad, puesto que no habíamos visto hasta entonces ningún radar.
Las carreteras, las pocas que hay, son buenas y permiten una conducción tranquila, salvo en los lugares de montaña y costa escarpada, donde has de ir necesariamente más despacio.
Así que llegamos a Dunedin a tiempo para acomodarnos bien en un B&B muy bonito, de estilo victoriano, de hecho era una casa victoriana como me confirmó a la mañana siguiente su anfitriona.
Queríamos cenar en un restaurante japonés. Yo llevaba uno recomendado por la Lonely Planet, pero la dueña nos indicó otro que le había recomendado un huésped universitario suyo y que no quedaba muy lejos del nuestro. Decidimos ir a éste último y probar. Se llama Jizo y está en el 56 de Princess Street, muy céntrico. Fue perfecto para lo que nosotros necesitábamos: rapidez. No habíamos comido desde el pequeño tentempié que te dan con el crucero del Milford, estábamos hambrientos. La relación precio calidad, excelente. Este restaurante, frecuentado por gente joven en su mayoría estudiantes bien podría ser calificado como bueno, barato y rápido!
No puedo decir nada más de la ciudad, aunque unas fotos en el centro de su octógono, con el ayuntamiento al fondo me hacen intuir que no hubiera estado nada mal un paseo por la misma. Pero nos habíamos comido su etapa de estancia aquí debido al mal tiempo y la espera de un día para ver el Milford, así que a la mañana siguiente teníamos que salir hacia Christchurch. En una amigable conversación a la hora del desayuno con la dueña del B&B, ésta nos indicó que si queríamos ver pingüinos de ojos amarillos, parásemos en Moeraki, un pequeño pueblito costero que nos iba de camino. A la derecha, nos dibujó en el mapa, hacia el faro, donde podríamos ver pingüinos y a la izquierda hacia los Boulders en la playa.
LLegamos a Moeraki, sin rastro de indicaciones para llegar hasta el faro. Seguimos una carretera hasta el final y encontramos esta señal:
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Señal inequívoca de que allí había pingüinos. Tal vez los hubiera, pero no conseguimos ver ninguno, a excepción, eso sí de una bonita costa, con sus ovejas, estas ya esquiladas, "on top"
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Cuando ya desistíamos, en el camino de vuelta, uno de nuestros hijos exclama: ahí hay un cartel que pone Lighthouse Road, en un cruce de pequeñas carreteras. Es el nombre de la carretera, pero seguramente debe ser la que nos lleve hasta el faro donde, según nuestra última anfitriona, estarían los pingüinos (intentamos deducir...) Y, sí, estábamos en lo cierto. Después de dos kilómetros, desde donde se divisa un paisaje costero muy bonito, llegamos al faro y allí descendimos por un camino súper empinado hasta la playa. Ibamos en silencio, pues, después de un tiempo en su búsqueda, ya estábamos adivinando que estos pequeños animalitos son tímidos y que nuestra presencia ruidosa podría asustarles.
Llegamos a una casita de madera, pertrechada con prismáticos, algunos en no muy buen estado, y nos lanzamos a la búsqueda del pingüino de ojos amarillos. Nada, ni uno sólo. Algún león marino o pequeña foca perezosa durmiendo entre las rocas, pero ni rastro del pájaro bobo. Hasta que leímos en uno de los carteles colgados en las paredes de la casita para el avistamiento, que los tan preciados animalitos, venían a la costa a descansar entre las 15,30 y las 17,30 horas. El resto del día lo pasan nadando en el mar. Eran las 12,30, y no podíamos quedarnos a esperar, asi que aguzamos la vista y los prismáticos, mirando hacia el mar, por si los veíamos haciendo alguna pirueta (bendita inocencia ).
Os dejo la foto que se observa desde la casita y el faro de Moeraki.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Con cierta desilusión nos encaminamos hacia los Boulders, enormes pedruscos esféricos en la playa, que recuerdan a un paisaje lunar, aunque nunca he estado en ese astro.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Después, con cierta prisa, nos dirigimos hacia Christchurch, nuestra último destino en NZ. No sin antes disfrutar de una vista de las llanuras de Canterbury con el sol poniéndose a nuestra espalda. Os dejo una foto hecha con el móvil y sin parar, pero que refleja la nostalgia con la que nos estábamos despidiendo de este maravilloso país.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El B&B que nos esperaba estaba situado en pleno centro de la cuidad, en la zona que aún puede ser transitada en coche, puesto que el centro centro, está casi todo cortado al tráfico, intentando recuperarse del terremoto. Es muy elegante, casi como un pequeño hotel. Se gana en comodidades, pero se pierde la familiaridad de compartir con los dueños. Como era el último, y veníamos cansados, no nos importó en absoluto que fuera más cómodo, todo lo contrario!
Además la dueña nos cambió la habitación del matrimonio a otra más cerca de la de los chicos, que era una suite, sin coste adicional alguno Estos Kiwis serían amables con nosotros hasta el último momento!.
A las 5,30 de la tarde se servían unos vinos en el salón, así que fuimos a probarlos. Nos encontramos con una pareja de recién casados en su luna de miel y estuvimos comentando el viaje. Ellos iban ahora a una de las islas Cook a descansar en la playa unos días, y luego volvían vía Los Angeles. Se podría decir que dieron la vuelta al mundo. Esa era mi idea inicial, pero el presupuesto se disparaba. Ellos me comentaron que volaban con Air New Zealand, que les ofrecía la parada en las islas gratis y por eso aprovecharon. Ahí lo dejo para los que le guste la idea.
Fuimos a cenar a un restaurante cerca recomendado por la dueña. En una de las mesas había una pareja de señores mayores que nos miraban de vez en cuando. Al acabar ellos, se acercaron a nosotros y nos preguntaron de dónde éramos porque les había parecido que hablábamos castellano. Nos explicaron que tenían una hija casada con un Chileno y viviendo allí y que ellos habían empezado a aprender español también para poderse comunicar. Porque no había más sitio en nuestra mesa ni tampoco habíamos acabado de cenar, porque si les invitamos a una copa de vino, tenemos ya una amena conversación con gente del lugar.
En esta última cena en NZ, por fin, pude probar los mejillones verdes tan típicos, deliciosos!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Y después de la foto finish, que siempre hacemos en todos nuestros viajes, a descansar para emprender la vuelta a casa, con unos recuerdos y unos paisajes difíciles de describir con palabras e imágenes, aunque parte de ellos los he querido reproducir aquí para poderlos compartir con vosotros.