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Madrugar, para ver un amanecer en la selva con los ojos apenas abiertos cual Jackie Chan, sin tener que levantarse de la cama para ello, no tiene precio, es algo que me gustaría poder hacer todos los dias de la semana y mira que detesto madrugar. De ahí una ducha que ayude a abrir los ojos a un 70% de su capacidad, para, poder bajar las escaleras del hotel sin mayores problemas. Un desayuno con el calorcito de la selva, consulta a mi sobrino, “el jefe de la expedición“ sobre que le interesa visitar durante el día y la consigna es clara, quiere ver animales, animales le daremos.
Para moverse por Iquitos, como en cualquier otra ciudad en la selva, hay un vehiculo que domina las calles, el mototaxi. Los hoteles, por lo general, tienen sus mototaxistas de confianza, en nuestro caso y siendo de día, tomamos un mototaxi en la calle, que siempre sale mas económico. Por alrededor de 15 soles, nos llevarán desde la ciudad de Iquitos hasta el puerto de Nanay. Es genial viajar en mototaxi en lugares de tanto calor, es como el descapotable de los pobres, el único inconveniente son los mosquitos, no ya, los que te pican, si no los que parecen obsesionados por vivir en tus retinas, asi que, cuando viajes en mototaxi, no olvides ponerte gafas.
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El viaje hasta el puerto es de unos 30 minutos, al principio callejeando por Iquitos, para después, poco a poco ir abandonando la ciudad. Desde “el descapotable“, podrás ver como es el día a día en una ciudad como Iquitos, los mercados de frutas, el desorden, todo un crisol de colores en un caos dificil de comprender, pero aunque no seamos capaz de verlo, existe un orden allí, que todos en el lugar conocen.
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Una vez en el puerto, el procedimiento es sencillo. Antes de bajarte del mototaxi y gracias a tu careto de gringo, que aunque no lo creas lo tienes y es imposible de disimular, mas de una decena de personas trataran de llevarte en su bote. Con un poco de paciencia y hacerles entender que tu ya tienes la persona que te va a llevar, la gran mayoria se rinden al instante, lo que te permite caminar hacia la zona, a pocos metros, donde se encuentran las pequeñas lanchas, allí ya es cuestión de hablar del precio con los dueños.
Nosotros, lo que hacíamos es, agarrar un bote por horas, es decir pagabamos 60 soles por 5 horas, en las que, nos llevaba a donde quisieramos, nos esperaba cuando parabamos a comer y todo para nosotros. Este es el aspecto del puerto:
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Ni que decir tiene, lo alucinante que es, decirle al “conductor“ oye amigo, primero llévame al río Amazonas que voy a darme un chapuzón. El río desde el que parten las lanchas, no recuerdo el nombre, esta a pocos metros de juntarse al inmenso rio Amazonas por lo que, en menos de 10 minutos te encuentras flotando en un rio que tantas veces has visto en TV con la esperanza de ver nadar a un delfín rosado a tu costado. En prinicipio, bañarse en el rio no es mayor problema, ya que, por el continuo transitar de botes y barcos, no hay cocodrilos ni nada parecido, asi que, creo yo, hay que darse el gusto.
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Después del baño y puesto que nuestra premisa era ver animales, fuimos a visitar varios centro de rescate que se encuentran a no mas de 1 hora de distancia. Visitar este tipo de lugares, es también una contribución para poder mantenerlos, por lo que el viaje se aprovecha doblemente. Para un niño de 8 años, la experiencia es inolvidable, no es lo mismo ir a un zoologico y ver a los animales detrás de los barrotes y en malas condiciones, que estar en una laguna en medio de la selva rodeado por monos que corren alborotados a tu alrededor. Una gozada.
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Y así vas pasando el día de un centro de rescate a otro, sentado en la parte de adelante del bote, con los pies metidos en el agua mientras te llenas los ojos del esplendor de la selva, que conforme vas a lejándote del puerto, comienza a ser lo que tu esperabas.
De vez en cuando, sobre todo cuando permaneces a 1 o 2 horas de distancia del puerto, hay algún restaurante flotante, para comer y hacer la disgestión tirado en una tumbona, los menús no son demasiado económicos, desde el punto de vista peruano, pero estan lejos de ser caros, por un promedio de 25 soles, puedes comer muy bien y hacer la digestión en un entorno así, paga con creces el posible esceso.
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Por la tarde, cuando regresas a la comodidad del hotel, la sensación es, que si bien este es un viaje “light“, sin grandes trekkings o zambullirse en lo mas profundo de la selva, es una experiencia muy bien aprovechada, sobre todo teniendo en cuenta el presupuesto empleado y que viajar con un niño, no te permite tomar los riesgos, que un grupo de adultos podria asumir.
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