Se acabo Jordania, esto toca a su fin. El taxi que nos habían contratado llegó antes de tiempo y después de desayunar nos fuimos rumbo a la frontera (nos cobró JD 17). Así que empezamos con los trámites, volver a pagar esta vez en la parte jordana, y cruzamos a Israel. Aquí nos sellan el pasaporte, así que adiós a este pasaporte si queremos ir a otro país árabe. Ya en la parte israelí queremos un taxi para que nos acerquen al centro y pillar el coche que tenemos reservado, como no había ninguno, los propios funcionarios de la frontera te piden uno (que diferencia!)
Llegamos a la oficina de Avis y nos dan el coche, nos dan la opción de coger un ipad con GPS y obviamente lo contratamos.
Nuestra primera visita va a ser Mitzpe Ramon y en lugar de seguir el GPS para salir de Eilat, seguimos las indicaciones de los carteles de las calles, lo cual es genial porque hicimos el camino varios kilómetros junto a la valla de la frontera con Egipto y vemos varias torretas de vigilancia.
Llegamos a Mitzpe Ramon tras un par de horas aproximadamente, todo el camino vamos por el desierto del Neguev, el paisaje es muy muy bonito. Nos llamó la atención que por la zona hay un montón de rutas para hacer caminatas, no sé yo si es un lugar muy adecuado con el calorazo que hace para pegarte un paseo. Llegamos al pueblo y aparcamos en el centro de visitantes y nos damos una vuelta por los miradores. Increíble, menudo cañón, el cráter es impresionante. La amplitud de las vistas te hace sentir pequeñito.
De aquí nos vamos camino al Mar Muerto y según nos vamos acercando a éste, el paisaje se va haciendo más bonito, esta parte del desierto para mi gusto es más especial. Por la carretera cruzamos una señal que nos indicaba que estábamos cruzando la altitud del nivel del mar. Y ya llegamos a la altura del Mar Muerto, qué colores, qué formas...
Llegamos a Ein Bokek y nos vamos a la playa. Es una especie de mini-Benidorm con hotelazos. El parking es de pago. La intención era comer allí pero en el chiringuito de esta playa no hay anda más que patatas y helados, pero como ya no nos apetece irnos nos apañamos con lo que hay.
Total que nos metemos en el agua, la sensación era muy rara, el agua es como lechosa y la sensación de flotar es especial, muy divertido; no te puedes hundir pero a penas puedes nadar. Fantástico! Nos quedamos hasta que oscurece y a penas queda gente allí.
Nos fuimos al hostal a las puertas de Masada y como realmente allí no hay nada alrededor, cenamos en el propio lugar (nos lo ofrecieron al hacer el check-in). A pesar de que es un buffet libre, la comida estaba muy buena y comimos comida israelí de verdad, muy recomendable.