Nos levantamos y tras una duchita bajamos para desayunar. De nuevo coincidimos con nuestra compatriota y su novio que por fin han encontrado la pieza de la suspensión que necesitaban para arreglar el coche y seguir rumbo a Mongolia. También compartimos conversación con dos franceses que estaban haciendo la ruta de la seda en bicicleta. Me recordaron al relato del forero Maxxinger que tanto me gustó hace unos meses.
Ya con las mochilas nos despedimos del señor del hostel, que parece no dormir nunca y del curioso lugar que regenta. Nos despedimos del Registán, todavía cerrado a visitas. Fuimos de nuevo los únicos guiris del bus que nos dejó a puertas de la estación, una hora y media antes de la salida. Si lo necesitáis en la parte izquierda de la explanada de los buses hay tiendas donde poder comprar agua, refrescos y demás aprovisionamiento para el viaje. El protocolo de acceso a la estación es el mismo que comenté en Tashkent pero al llegar tan pronto lo hacemos de forma relajada. La verdad que el trato con el personal de las estaciones, aeropuertos, incluso policías ha sido siempre muy correcto y cordial, cosa que se agradece.
Tras un buen rato sentados en el andén accedimos a la tercera clase del tren por el que habíamos pagado el doble que un billete de primera… Las prohibiciones de sacar fotos en edificios gubernamentales e incluso a sus trabajadores ya no debe estar vigente porque vimos como hacían sin pudor nuestros compis foráneos del andén e incluso fotos con los trabajadores que posaban haciendo gala de la simpatía uzbeca.
Sin embargo el trayecto fue cansado y sobre todo muuuy caluroso. El tren iba a tope y no paramos de darle al abanico en todo el camino. Aprovechamos para escribir, leer y poner en común experiencias del viaje y otros lugares con un par de chicas vascas que estaban recorriendo el país. No conocían entren nocturno a Jiva y acabaron cociéndolo dos días después con nosotros. Nos comentaron que existe un bus Tashkent – Bujara por 25ooo soms y el precio real del billete del tren. Comimos el kebab y parte de la pizza justo antes de llegar al destino.
A la llegada cogimos el bus para el que hay que seguir el mismo trámite que en todas las estaciones, pasar el montón de gente que espera a los familiares y amigos, a los taxistas hasta la explanada de buses donde se coge el que te lleva a la plaza Liaby lauz. Confirmarlo, porque nos subimos al que ponía Centro y resulta que ese no era. El precio 800 sums por persona. El taxi son 10000 soms, tela.
Al final del recorrido, no mas de 40 minutos, el bus nos dejó junto a la plaza y enfrente del restaurante Chinar, el que iba a ser nuestro lugar para comer y cenar. También nos avasallaron unos cuantos taxistas para ofrecernos “taxi Jiva, tomorrow, cheap, Fast…” Aquí esta la parada de taxis y los precios son en taxi compartido 4 personas 60000 cada una y realmente te lleva a Urgench. Luego va un extra si te tiene que llevar a Jiva. Esto nos lo contó una chica chilena que conocimos en el Char Minar y coincidimos de nuevo en Jiva.
Con el mapa en la mano llegamos sin problemas a nuestro alojamiento reservado casi dos meses antes: Sarrafon hotel. A la llegada una mujer nos gritó “no rooms, full full” pero no le hicimos caso y nos sentamos en el hall descargando las mochilas hasta que vino un chico al momento y le enseñé la reserva. “ooh, Juan Carlos” dijo en un tono y con una cara que no me gustó nada. Pues que no tenía nuestra reserva, la había cancelado porque hacía una semana me había mandado un email para reconfirmar nuestra habitación y al no tener contestación nos la había cancelado. El cabreo fue máximo, porque me sonó todo a excusa barata, ningún email me había llegado estos últimos días. Me dieron ganas de pegarle unos buenos gritos o romper algo pero simplemente le dijimos bien claritas y tranquilas las cosas, nos tragamos la rabia, le dimos la espalda y nos fuimos. La última vez y única que nos pasó algo parecido fue en Estambul y faltó un pelo para que tuviéramos que dormir en la calle. Fue la peor experiencia que he tenido viajando e irremediablemente nos vino a la mente a los dos esos malos ratos.
Sacamos la guía y buscamos. Una buena crítica sobre un hotelito parecido de ranking y cercano nos llevó a la calle de al lado a preguntar, con tan buena suerte que no hizo falta seguir con la búsqueda.
ALOJAMIENTO: Nasriddin Navruz
www.nasriddinhotel.com
Una pequeña casa de huéspedes llevada por un matrimonio mayor, humildes y atentos, donde nos ofrecieron una habitación con una cama de matrimonio enorme, sofá con mesita, aire acondicionado en condiciones (no de la era soviética) y baño con ducha separada y desayuno incluido por 30$ al día, mejor imposible. Casi agradecimos la jugarreta del sarrafon…
Pero ya pasado ese mal trago y con el buen rollo de nuestro destino salimos a visitar los edificios que rodean la plaza donde se mueve mucha de la vida del lugar. La madraza Kulkedash es la más grande de Asia en su época, es muy bonita. allí unas chiquillas de un puestecito, con la elegancia y alegría en el trato consiguieron engatusar a Laura con sus pañuelos de seda. El ritual de la negociación fue mas un disfrute que un trámite obligatorio para no pagar la turistada y al final de todo nos quedamos con 2 pañuelos de seda por 10 euros. Después nos llevaron a ver su taller, en una celda cercana, donde cosen a mano los bordados de unos vestidos preciosos por los que mostramos interés.
En el mismo lugar se encuentra un pequeño “museo” sobre la vida de los estudiantes del Islam en Bujara en el siglo XVI, cuando la ciudad fue lugar de referencia de este tipo en toda así central. Dos salas muestran objetos que de aquella época, sin embargo la celda que se visita es la que estudió Sadriddin Ayni, tal cual la dejó en aquellos días. La mujer de la entrada nos explicó con Basic english las zonas de la celda y la pequeña entradilla, donde se situaba el fuego en el que cocinaban los alimentos que se guardaban en un pequeño zulo bajo el suelo de la celda, al igual que el resto de enseres y ropa del alumno. Fue una visita muy entretenida y didáctica, su precio 2000 soms persona, fotos 3000 que pagué solo yo.
Desde allí el minarete Kalon nos guió hasta la siguiente visita, donde pasamos el resto de la tarde. Conseguimos llegar callejueleando por el pueblo, que apenas tiene tráfico y mantiene un aire de siglos atrás, ayuda mucho a desconectar de todo.
De nuevo la imagen de una mezquita enfrentada a una madraza es imponente, y mas cuando parece que las dos rivalizan en belleza de mosaicos en su fachada. El minarete Kalon de 47 mts es uno de los símbolos mas importantes de la ciudad y de los mas antiguos pues data del siglo XII, tan bonito que hasta Gengis Khan lo dejó “seguir viviendo”. No sufrió la misma suerte la mezquita que estaba donde ahora esta la que lleva el mismo nombre del minarete. La entrada son 6000 soms y quizás cuando vayáis a entrar el señor no este en su mesa, a nosotros le vino justo para vernos.
La visitamos prácticamente solos porque el sol pegaba con mas justicia de lo normal y era la hora de la comida. Su patio principal es impresionante y nos recordó a imágenes de Isfahán que guardábamos al preparar el viaje a Irán. La conexión cultural aquí es mas que evidente.
Al fondo de la mezquita hay baños, son públicos aunque son los que usan para la ablución las personas que rezan. En una pequeña esquina con sombra y total tranquilidad nos sentamos a comer los trozos de pizza que teníamos de sobras. Como una hilo musical empezó a sonar el Adhán tras nosotros. La llamada al rezo desde los minaretes esta prohibida en Uzbekistán, sin embargo aquí mas como un protocolo que como aviso a la población la pudimos oír y nos vino una gran sonrisa a los dos. Desde que la oí por primera vez en Marruecos esa melodía cada vez diferente se me grabó en la mente y me crea grandes sensaciones cuando lo escucho, aunque no se por qué. Me encanta cerrar los ojos y escucharla, vuelvo a Marruecos, a la gran mezquita azul de Estambul, el Cairo... Al momento empezó el goteo de fieles a la sala, todos hombres, y tuvimos que movernos del sitio por respetar un poco su intimidad, en el fondo somos infieles.
Cuando ellos terminaron llegaron ellas, un grupo de por lo menos 20 mujeres turistas nacionales que estaban visitando la mezquita y se unieron a las poquitas mujeres autóctonas que entraron para el salat.
Salimos del lugar casi a la vez, ellas acompañadas de un par de turistas jóvenes con los que se hicieron fotos en el patio, estuvieron viendo fotos y demás. No fueron tontos y siguieron arrimadas a ellas para entra a la madraza Mir I arab, vetada a infieles. Que perros.
Hubo un momento a la salida que a pesar de estar casi solos en la plaza nos sentimos observados, lo que nos llevó a alzar la vista y descubrimos la razón de nuestra sensación (toma pareado inesperado). En la esquina opuesta al minarete Kalon hay una terraza elevada desde la que unos turistas estaban sacando fotos con nosotros en ellas irremediablemente. No se si fue la idea de subir a ese mirador o de tomar algo bien fresco pero las dos fueron buenas razones para subir a ella por la entrada de la casa inferior. Una vez mas era una casa normal “adaptada” para un servicio turístico. Pedimos una Pepsi y no tenían así que una mirinda clásica y una botella de agua de 1,5, la que teníamos estaba bajo mínimos. No hubo día en el que no nos bebiéramos 4 botellas de agua. Un excelente mirador desde donde se tiene una imagen panorámica privilegiada para observar la vida cotidiana de la gente del lugar y en otras circunstancias menos sofocantes tomar un relaxing cup of café in plaza Kalon. Los dos chicos que atendían la terraza muy agradables y como el chico nos vio predispuestos a conversar practicó con nosotros inglés, cambiamos opiniones sobre la vida y las gentes de allí, los turistas y sus “curiosas costumbres” y por último tabaco español por uzbeko.
Nos esperábamos una buena clavada con el precio porque el lugar se lo merece. Fueron 9000 sums, un precio aceptable.
Desde la terraza vimos también dos madrazas enfrentadas en la parte de atrás de la Mir I arab, marcadas en el mapa de la guía y con pequeña descripción que fue nuestra siguiente visita después de la terraza.
La madraza Ulug Beck tiene el honor de ser la mas antigua de Asia central y su opuesta compañera, Abdul Aziz Khan data del siglo XVI. Ambas están sin restaurar pero en buen estado de conservación lo que les da un aspecto muy auténtico. En este lugar conocimos a una pequeña mafia del lugar. Se nos acercó un chico a saludarnos y enseñarnos su pequeña colección de monedas: una postal a modo de álbum donde estaban las formas de todas las monedas del euro, desde la de dos céntimos y cinco hasta la de 2 euros. Las dos primeras ya las tenía, era a partir de 20 céntimos donde tu ya podías contribuir con el simpático chaval. Nos pareció una curiosa afición pero fue al día siguiente donde descubrimos el pastel, os lo cuento en la siguiente etapa

Ya teníamos cumplida la planificación del día que incluía toda la zona mas cercana a la plaza y para mañana teníamos la parte mas alejada. A partir de ese momento se nos ocurrió pasear hasta el Arka, primera visita de mañana para conocer el camino. Cruzamos de nuevo el bazar Taki sarrafon, auténtico bazar cubierto de la legendaria Bujara, aunque completamente restaurado, donde los mercaderes modernos siguen vendiendo alfombras, cambiando dinero y ofreciendo prendas de seda.
Aquí nos hechizó la melodía aguda de una instrumento de cuerda, y como un niño ante la flauta de Hamelin me desplacé levitando hasta el puestecito de donde venía la música, en un lateral del mercado. El músico ataviado con un vestido tradicional que parecía de gala siguió tocando esa melodía en el instrumento, un gijjak, y nos enseñó el resto uno por uno y el material de varios de ellos, los de percusión. Aquí podéis ver una muestra, tal y como nos lo enseñó a nosotros:
Po último nos presentó su CD con los sonidos de todos los instrumentos que nos había tocado y canciones junto a su grupo de música tradicional uzbeca. Un recuerdo perfecto para poner la banda sonora a nuestros recuerdos, y además artesano. 8 euros costaba, ni se me pasó por la cabeza regatear.
Llegamos paseando al Arka, preguntamos precio y horario. Quedaba media hora para que cerraran y la señora de la recepción nos dio que mejor dejáramos la visita para mañana.
Nos acercamos a ver la mezquita Bolo – Hauz del siglo XVIII, mezquita oficial de las coronaciones de Emir, para ver de cerca su pórtico de columnas No se puede entrar porque es una mezquita en activo. Nos sorprendió mucho ver pescadores a la sombra del frondoso árbol centenario del lago de enfrente, no sabemos si por mero placer de pasar el tiempo o en realidad la charca da para mas de un pez diario…
La vuelta hacia el hostel nos dejó unos colores violáceos en el cielo y la luna prácticamente llena situada como guardiana de la mezquita encima del minarete Kalon. Cenamos en el restaurante Chinar, en su terraza abierta de la azotea. Comimos tan bien y a gusto por la comida, el servicio y precio que ya no fuimos a ningún otro lugar. Pedimos un plov y una ración de patatas para compartir, 2 brochetas de polo para cada uno con cerveza de 500ml. Quien disfrute de probar cervezas aquí tiene también su lugar pues tiene mas de 8 tipos diferentes de la marca uzbeca mas conocida y alguna rusa. El precio fueron 31.000soms
GASTOS DE LA ETAPA:
Bus Registan estación: 800 x 2
Hotel: 30$ x 2 noches
Pañuelos de seda – 5 euros x 2
Entrada mezquita Kalon – 6000som x 2
Consumiciones : 9000 som
CD de música – 8 euros
Cena Minar: 31000 som