Nos levantamos mirando al cielo expectantes, está oscurísimo y con muchísima niebla arriba en las montañas. Aunque hace mucho calor, hay unos nubarrones muy negros que amenazan con descargar de un momento a otro.
Nos acercamos nuevamente a la oficina de turismo y nos confirman el mismo pronóstico del tiempo que el día anterior: fuertes lluvias y tormentas. Maldita sea, tenemos que desistir de subir al five fingers!
Con mal tiempo tampoco nos apetece ya quedarnos más en Hallstatt así que vamos a recepción a decirle a la señora que nos vamos. No le hace mucha gracia que por el mal tiempo el camping se le esté quedando vacío, así que es todavía más brusca que el día anterior. Pasamos de ella totalmente, ¡nosotros también estamos de mal humor por el tiempo!, pagamos la noche (25€) y nos marchamos.
Cogemos la carretera en dirección a Bad Ischl y bordeamos el Traunsee, que a pesar del mal día que hace me parece aún más bonito si cabe que el de Hallstatt.
De nuevo en la autopista dejamos atrás las montañas y los lagos y seguimos en dirección Linz, capital de la alta Austria. Según la guía es muy industrial así que seguimos de largo hasta Melk, pero hacemos un alto en el camino para visitar el campo de concentración de Mauthausen. Solo divisar su siniestra silueta a lo lejos ya hace que te entren escalofríos. El parking exterior es gratis y la entrada al campo tiene un precio simbólico de 2€ que incluye también la visita al recién estrenado museo.
Es inimaginable que en un pueblo apacible, en medio que aquel precioso paisaje, se estuvieran cometiendo a diario las atrocidades que todos conocemos. Sobran las palabras, porque el horror de lo allí acontecido aún se palpa en el ambiente.
La visita nos lleva unas dos horas, el calor es tremendo, tenemos que buscar un sitio para comer que nos quede de paso, así que acabamos comiendo en un centro comercial que está a las afueras, porque como siempre por los horarios (son más de las 15h) no podemos contar con encontrar abierto nada más.
Continuamos hacia Melk siguiendo el curso del Danubio y atravesando la región de la Wachau, que no tiene nada que ver con la parte de Austria que conocimos hasta ahora, es una llanura salpicada de cultivos y viñedos, muy verde, y forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Nos cae algún que otro chaparrón por el camino, asi que al llegar a Melk decidimos buscar un hotel para pasar la noche y así descansar un poco del tute que supone montar y desmontar la tienda únicamente para una noche. Después de preguntar en varios, Samuel encuentra uno bueno, bonito y barato en la calle principal, se llama Zimmer Melk Weisses Lamm, cuesta 56€. Me hace gracia porque el dueño es indio o paquistaní y no habla inglés, chapurrea un poco de alemán con su acento asiático, Samuel y yo prácticamente nada de alemán, pero aún así nos entendemos a la perfección, nos explica los horarios de la abadía, del desayuno, que está incluido, y el sistema de aparcamiento en la ciudad, con un disco horario que tienes que colocar en el parabrisas y que él mismo nos proporciona.
Nada más poner un pie en la habitación, afuera se desata el diluvio, nos alegramos profundamente de no tener que estar en la tienda de campaña. Descansamos en la cama (madre mía, qué lujo) hasta que la lluvia nos da una pequeña tregua y salimos a realizar una visita de reconocimiento. Melk es muy pequeño, apenas dos calles por las que pasear, pero todo el pueblo queda eclipsado por la mole barroca de la abadía que desde el saliente rocoso en el que está construida domina todo el entorno. Como comimos muy tarde no nos apetece cenar, así que nos tomamos una cerveza y nos vamos pronto al hotel antes de que nos pille el siguiente chaparrón.
Nos acercamos nuevamente a la oficina de turismo y nos confirman el mismo pronóstico del tiempo que el día anterior: fuertes lluvias y tormentas. Maldita sea, tenemos que desistir de subir al five fingers!
Con mal tiempo tampoco nos apetece ya quedarnos más en Hallstatt así que vamos a recepción a decirle a la señora que nos vamos. No le hace mucha gracia que por el mal tiempo el camping se le esté quedando vacío, así que es todavía más brusca que el día anterior. Pasamos de ella totalmente, ¡nosotros también estamos de mal humor por el tiempo!, pagamos la noche (25€) y nos marchamos.
Cogemos la carretera en dirección a Bad Ischl y bordeamos el Traunsee, que a pesar del mal día que hace me parece aún más bonito si cabe que el de Hallstatt.
De nuevo en la autopista dejamos atrás las montañas y los lagos y seguimos en dirección Linz, capital de la alta Austria. Según la guía es muy industrial así que seguimos de largo hasta Melk, pero hacemos un alto en el camino para visitar el campo de concentración de Mauthausen. Solo divisar su siniestra silueta a lo lejos ya hace que te entren escalofríos. El parking exterior es gratis y la entrada al campo tiene un precio simbólico de 2€ que incluye también la visita al recién estrenado museo.
Es inimaginable que en un pueblo apacible, en medio que aquel precioso paisaje, se estuvieran cometiendo a diario las atrocidades que todos conocemos. Sobran las palabras, porque el horror de lo allí acontecido aún se palpa en el ambiente.
La visita nos lleva unas dos horas, el calor es tremendo, tenemos que buscar un sitio para comer que nos quede de paso, así que acabamos comiendo en un centro comercial que está a las afueras, porque como siempre por los horarios (son más de las 15h) no podemos contar con encontrar abierto nada más.
Continuamos hacia Melk siguiendo el curso del Danubio y atravesando la región de la Wachau, que no tiene nada que ver con la parte de Austria que conocimos hasta ahora, es una llanura salpicada de cultivos y viñedos, muy verde, y forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Nos cae algún que otro chaparrón por el camino, asi que al llegar a Melk decidimos buscar un hotel para pasar la noche y así descansar un poco del tute que supone montar y desmontar la tienda únicamente para una noche. Después de preguntar en varios, Samuel encuentra uno bueno, bonito y barato en la calle principal, se llama Zimmer Melk Weisses Lamm, cuesta 56€. Me hace gracia porque el dueño es indio o paquistaní y no habla inglés, chapurrea un poco de alemán con su acento asiático, Samuel y yo prácticamente nada de alemán, pero aún así nos entendemos a la perfección, nos explica los horarios de la abadía, del desayuno, que está incluido, y el sistema de aparcamiento en la ciudad, con un disco horario que tienes que colocar en el parabrisas y que él mismo nos proporciona.
Nada más poner un pie en la habitación, afuera se desata el diluvio, nos alegramos profundamente de no tener que estar en la tienda de campaña. Descansamos en la cama (madre mía, qué lujo) hasta que la lluvia nos da una pequeña tregua y salimos a realizar una visita de reconocimiento. Melk es muy pequeño, apenas dos calles por las que pasear, pero todo el pueblo queda eclipsado por la mole barroca de la abadía que desde el saliente rocoso en el que está construida domina todo el entorno. Como comimos muy tarde no nos apetece cenar, así que nos tomamos una cerveza y nos vamos pronto al hotel antes de que nos pille el siguiente chaparrón.