El tercer día elegimos pasarlo en Copenhague, sobre todo porque daba la casualidad que era el día del centenario de la Sirenita, así que tenían programación especial.
Estuvimos planteándonos ir en coche, pero entre las tasas para cruzar el puente de Oresund y pensar en aparcar en Copenhague y todo eso, al final decidimos madrugar y coger uno de los primeros trenes para allá. En poco más de media hora de tren te plantas allá y los trenes pasan bastante a menudo (cada 15 o 20 minutos).
En la misma estación de Copenhague cambiamos unos cuantos euros por coronas danesas y saliendo a la izquierda, al fondo de la calle, primera parada en la oficina de turismo, te haces con un mapa y te preparas para callejear todo el día. Copenhague va de andar, andar... y nosotros hicimos un poco de trampa y nos hicimos un tour en barquito, que te enseñan los canales, te cuentan la historia de los edificios que vas viendo desde el agua... en fin, que no está mal para descansar de tanto andar.
Después del paseo en barca, la verdad es que la cuestión básica en Copenhague como ya he dicho es andar y andar y en un momento dado dirigir tus pasos sin remedio hacia la Sirenita y la fortaleza que hay al lado, que dejan paisajes tremendos más allá de la señora pez.
Otro imperdible de Copenhague es sin duda el Tivoli, un parque de atracciones del siglo XIX que está muy bien para pasar la tarde. Nosotros la verdad es que lo dejamos para el final porque vale la pena verlo por la noche iluminado y al lado tienes la estación para volver a Malmö al salir.
El asunto con Tivoli está en la compra de los tickets. La entrada sólo, sin subir a atracciones cuesta unos 13€ y luego subir en una te cuesta, si no recuerdo mal, 10€; pero si compras un ticket para subir a las atracciones son 26€. Es cuestión de saber a qué entras, si a ver espectáculos, dar un voltio y comer algo o a, además de eso, subir en las atracciones.
Y después del Tivoli, que cierra tarde, creo que a las 11 o 12 de la noche, para el tren y de vuelta a Suecia.