-EN RUTA
Arrancamos con una estimación de 10 horas de ruta por delante, pero entre pitos y flautas, el día entero se lo comió la carretera. El trayecto es lento, porque a unos 150 kms de la salida, la carretera desciende bruscamente montaña abajo para cruzar por el nuevo puente del Nilo Azul, con vistas a las gargantas del río, y el descenso es de una dureza que obliga a aspirar el humo chamuscado de frenos y goma de neumático. El paisaje es bonito, pero extremadamente árido por la estación. Tras cruzar el puente, la carretera vuelve a ascender hasta enfilar hacia Bahir Dar al norte.
-PARADAS EN LA RUTA
1.- Comida.
La parada para comer, tras unas 5 horas de viaje, la hacemos en un hotel de la ciudad de Debre Markos, a unos 300 kms de la capital.
Los locales comen siempre el plato nacional, la “Injera”, al que da nombre un pan plano esponjoso con pinta entre balleta absorbente vileda sucia y unos callos, que se elabora con harina fermentada de teff, un cereal del país, que se cuece a la plancha como una crepe, luego se coloca cubriendo una bandeja redonda tipo camarero de bar, y se remata colocándole encima diversos montoncitos variados de alimentos tales, como carnes estofadas (menos cerdo) con salsa, pures de legumbres, ensaladas, ... No se utilizan cubiertos, ya que se van partiendo trozos del pan esponjoso, con los que se envuelven y cogen con los dedos las porciones de los bocados. Suele llevar ingredientes picantes, por lo que, si no se desea, hay que tenerlo en cuenta y comentarlo al pedirla.
En el 99% de los casos, en las cartas siempre hay platos de arroz o pasta, carnes a la plancha, bastante Tilapia del Nilo, por otra parte, buen pescado, y en ocasiones pizza, hamburguesas, etc., o sea una variedad más que suficiente para sobrevivir.
En esta primera comida de reconocimiento en Debre Markos, consumimos un poco de todo, lo que sumado a las bebidas (cerveza siempre aparte), totalizó una cuenta de 300 birs, que vienen a ser unos 2 euros por cabeza.
El servicio suele ser atento y amable, pero hay que tener en cuenta ciertas cuestiones: en primer lugar, hay que olvidarse obviamente de los parámetros de hostelería occidentales; segundo, en bastantes ocasiones es difícil entenderse y no hablo solo del idioma, sino también de cuestiones socioculturales; tercero, en otras muchas ocasiones, una cosa es lo que pone la carta y otra lo que hay disponible en la cocina; cuarto, los conceptos de asado, a la plancha, estofado, parrilla, frito, no existen: por defecto se utiliza lanzallamas; quinto, si se quiere pescado, no hay que romperse la cabeza ni es necesario preguntar: siempre es Tilapia del Nilo.
2.- Iglesia de la carretera
En toda la ruta, pudimos observar a la entrada de senderos o caminos que salían de las carreteras, pequeños puestos con imágenes religiosas o cruces, con cepillos, cestos o cajas para dejar donativos a las iglesias a las que llevaban dichos senderos. En otras ocasiones, como en esta parada, la iglesia se encontraba en el mismo margen del asfalto, solo acompañada de alguna choza adosada.
La iglesia con los llamativos colores etíopes, nos atrajo a detenernos a descansar primero, y luego a hacer la primera sesión de fotos del viaje. Como siempre que paramos, al rato, se había multiplicado la gente que había en un principio, pero la escena que atraía la atención ....
era la de un hombre delgaducho que iba y venía sin parar a la carretera cada vez que pasaba un atiborrado minibús de pasajeros con el techo cargado de bultos, un camión de transporte, autocar, o cualquier otro vehículo rodante, y que, con una cesta de tela roja que llevaba, encestaba los dineros que le lanzaban desde las ventanillas, los conductores, pasajeros, o los copilotos.
3.-Aldea
Esta segunda parada del tramo de 250 kms entre Debre Markos, donde comimos, y Bahir Dar, fue de largo la más populosa y multitudinaria ya que, entre que coincidía con la vuelta del campo a la aldea, y de que comprobamos que son capaces de divisar el punto de una furgoneta de turistas a kilómetros de distancia, en pocos minutos nos vimos rodeados de árboles, aldeanos, cabras, caballos, vacas, gallináceas, e insectos del atardecer.
La aldea, a pocos metros de la carretera, se encontraba en una arboleda desde la que se distinguían perfectamente los campos de cultivo y los pastos, un poco más allá, y se componía de unas cuantas chozas de maderos de eucalipto con techados conicos de ramas u hojas. Se podían ver las reses de ganado pastando por los alrededores, y también algunas construcciones tipo nave, más grandes, que supongo eran graneros o establos.
La sesión de fotos pasó entre risas, curiosidad, y juegos con los niños, y sin lugar a dudas, la aparición de los flashes, paraguas y trípodes de Víctor, se convirtió en un espectáculo para los aldeanos, que observaban, la mayoría arrimados, y algunos a cierta distancia sentados en troncos de árboles o desde las chozas ...
el despliegue y la sesión, mientras les gastaban bromas al modelo o modelos que habían aceptado posar, a cambio de una compensación económica. Mientras, Johaness el guía, se mantenía enfurruñado a distancia, y con evidentes signos de querer salir pitando de allí lo más rápidamente posible.
-LLEGADA A DESTINO
A las 8 de la noche, alcanzamos por fin Bahir Dar, sin tiempo para muchas actividades más. Llegamos al hotel Addis Amba, situado en la misma carretera, que atraviesa la ciudad, realizamos rápidamente el correspondiente check in, dejamos los bártulos, y bajamos al comedor a cenar, donde los carnívoros recibieron una ración de carne al punto de carbón, y yo me nutrí de mi preceptivo, escueto y soso, arroz o pasta.
Al hotel Addis Amba, se le puede catalogar de buen hotel, más que decente, y cumpliendo perfectamente con lo imprescindible, o sea confortabilidad y limpieza. Los peros africanos, como he dicho antes, la carne chamuscada que sirvieron, y la ausencia de aire acondicionado, por otra parte y comprensiblemente, bastante normal en la infraestructura hotelera del país.