Sábado 12 de Julio
Hoy es un día de mera transición. El plan es desplazarme a Târgu Mures, donde coger algún transporte que me lleve al aeropuerto, ubicado a unos 16 kilómetros.
Después de la mala experiencia con los buses en Sibiu, he optado por llegar prontito a la estación de autobuses (un minuto andando). Al ser sábado, hay muchos menos autobuses. En principio, hay uno que pasa por Sighisoara hacia las 10:30. Sin embargo, nada más llegar veo que hay un minibus parado que va a Târgu Mures. Le pregunto y como me comentan que sale a 10:45 ni me lo pienso, le pago, dejo la mochila en un asiento (para que nadie me quite la plaza) y a desayunar. Un café con leche y un croissant de chocolate (0’9€, creo que voy a echar en falta ciertas cosas de Rumanía)
En efecto el microbus (12 lei) sale puntual, lleno hasta la bandera y me deja en Târgu Mures hacia las 12:00. Le pido que me pare en el centro, en vez de la autogara (siempre están fuera de la ciudad), para acercarme a la oficina de turismo.
Sí, ya sé. Que para qué voy si va a estar cerrada… pues en efecto, está cerrada los fines de semana.
Me siento tan perdido como Marvin, Dori y Nemo juntos, pues he perdido la info sacada de la guía de la ciudad (contaba con la oficina turística). Además, aún no sé cómo se llega al aeropuerto y no tengo apenas leis.
Por partes, lo primero que hay que hacer es aligerar peso, así que me voy a la autogara en un bus (nº4, 2lei, pero también vale el nº18, según un rumano majísimo que me ha explicado dónde está y cómo llegar). Allí he dejado la mochila en la cabina del portero, pues no hay consignas (3lei).
Aprovecho para preguntar por buses al aeropuerto, con la ayuda de unos diez rumanos (bueno, tal vez ocho) que se complementaban con el poco inglés que sabía cada uno y al final me entero que en esa autogara no hay buses al aeropuerto. Que tengo que ir a otra autogara (300 metros más adelante, Sinetina, y que pregunte allí).
Ya sin mochila, allá que me dirijo y se repite la experiencia. Unos cinco o seis rumanos que están en la cabina de billetes me miran como si hubiera preguntado cómo se va al centro de la tierra. No las tengo todas conmigo, pero creo haber entendido que no hay autobús (shuttlebus) al aeropuerto, pero que cada hora pasan autobuses que tienen parada cerca del mismo.
Un poco acojonado decido arriesgar y visitar la zona centro de Târgu Mures. Cuando se acerque la hora ya volveré, a ver si hay suerte. Además, igual encuentro algún cartel en algún hotel que indique cómo se puede llegar al aeropuerto.
La zona centro de la ciudad incluye tres plazas casi seguidas: Plata Victoriei, Uniri y Trandafirilor. En medio de ellas se encuentra la oficina de turismo. Lo comento por si alguien se pasa por aquí y le puede venir bien.
En esta zona se encuentra el monumento a las víctimas (unas 6 personas) de la revolución de 1989.
Justo detrás suyo está la Catedral Catolica Griega, imponente.
El siguiente edificio relevante es el Edificio del Consejo de Distrito, con un tejado y una fachada bien bonita. No se podía entrar.
Pero sin lugar a dudas el edificio que más me ha gustado ha sido el Palacio de la Cultura (10 lei)
No sólo la fachada es bonita, también el hall de entrada es una preciosidad
Tiene otras dos plantas más donde se incluye un mini-museo o mini-pinacoteca, para ser más exactos, con lienzos de autores rumanos de los siglos XIX y XX. A mí no me han dicho gran cosa, la verdad.
También hay una pequeña sala de conciertos, con vidrieras y un órgano enorme.
Pero lo más espectacular es una sala que está en el primer piso. Es una sala con 2 enormes espejos a los lados (se llama sala de los espejos), pero sobre todo destacan sus 12 ventanas vitrales que ilustran sendos cuentos infantiles húngaro-rumanos. Hay una chica en la entrada, a la que le puedes comprar postales, que programa una alocución en húngaro, rumano, inglés o alemán, que te explica las alegorías de los ventanales. Ha sido un poco extraño, pues había cuatro parejas de novios haciéndose el reportaje de la boda, con vestido y todo, en la sala.
En conjunto, me ha parecido un edificio que es imprescindible visitar si vienes a Târgu Mures.
Como aún es prontito, aprovecho que estoy cerca de la frontera húngara (aquí hay una población magyar muy grande) para cambiar euros por florines (aproximadamente 1€, 310 fl).
Asimismo, decido tomar algo en la zona de la Piaṱa Trandafirilor, la más agradable de lo que he podido ver. Ésta cierra con la también imponente Catedral ortodoxa.
Pues justo al lado está la Biblioteca Telekiana. Aunque estaba cerrada, había una terracita superagradable (hostias, qué pijo que ha quedado esto) donde me he tomado un Smooth de kiwi (vamos una especie de granizado riquísimo, 9lei).
Ya es hora de empezar a preocuparse por llegar al aeropuerto, así que me vuelvo a la autogara, recojo la mochila, y voy a la segunda autogara. Allí vuelvo a preguntar y un rumano-sajón me hace de intérprete. Pero es que no debe tratarse del idioma, más bien de las neuronas, pues tampoco le aclaran mucho sobre qué autobús coger. Jodéééé….
A cada autobús que entraba le preguntaba con señas (aquello parecía la coreografía de “pajaritos por aquí, pajaritos por allá”) por si paraba en el aeropuerto. Nada.
Pero en estas que veo que entran dos señores con la típica maleta troller. Esta es la mía, me digo… por favor, que no cojan un taxi, porfa… En resumen, cuando veo que se levantan, me levanto; si se sientan, me vuelvo a sentar; así hasta que veo que cogen la maleta porque ha llegado un autobús. Pues les sigo, está claro. Un acierto. El bus me cuesta sólo 5 lei y me deja en la parada, en medio de la carretera, en 20 minutos. Y es que le aeropuerto está a 30 metros de la carretera. Supuestamente, cualquier autobús que vaya a Iernut, Turda, Sânpaul, ogra, Cipau,… tiene que servir. Pues son pueblos unidos por la carretera 15 (E60).
El aeropuerto es de los más enanos que he visto nunca. Más o menos como el de Santorini o la Gomera.
Aquí tengo que coger el avión de Wizzair hacia Budapest a las 18:55. Con tanto miedo a no llegar, he llegado a las 16:45. Así que toca esperar.