En casa generalmente nos levantamos a las 6 de la mañana así que a las 7h, cuando empieza a entrar algo de luz por la ventana estamos en despiertos.
No tenemos desayuno en el hotel, por lo que tras asearnos y vestirnos salimos a buscar algún sitio para tomar un café en Bingen. Está casi todo cerrado, tomamos un café y un croissant en el único local abierto en la calle comercial, Speismarkt, volvemos al hotel y salimos a empezar nuestra ruta por la carretera B9.
La primera parada, el Burg Rheinstein (justo antes de llegar al pueblo de Trechtingshausen, en lo alto de un espolón de un risco). La entrada cuesta 5 euros por persona y venden una pequeña guía en español por 3 euros más. Abren de 9:30h a 18h a diario y se accede desde la carretera que bordea el río, con unos aparcamientos en batería justo enfrente desde donde hay que subir por un empinado camino hasta la entrada . Es un castillo de propiedad privada y su visita es libre: jardines, patios, cocinas, despachos, etc. La habitación más destacable es la sala de los Caballeros. Se permite hacer fotos libremente y el interior está bastante deteriorado. De construcción medieval, perteneció inicialmente al arzobispado de Mainz y su función era la seguridad del valle medio del Rin y de sus puestos aduaneros. El castillo, que jamás había sufrido destrucciones violentas, aunque sí una paulatina decadencia desde el siglo XVII, fue adquirido por el precio de 100 talentos por el príncipe Federico de Prusia que lo restauró y utilizó como residencia de verano. En 1975 la casa de Prusia vendió el castillo al cantante de ópera Hermann Hecher y hoy se conserva y restaura gracias a una “Asociación de Amigos del Castillo de Rheinstein”. No se si por ser el primero, o porque se permite hacer la visita libre (y con guía en castellano), este fue uno de los que más nos gustó del viaje.
A continuación, en el pueblo de Trechtingshausen intentamos visitar el Burg Reichenstein y Falkenburg que según la oficina de turismo abre de 9 a 18 horas de martes a domingo. Al llegar, la taquilla estaba cerrada y no se veía a nadie. Una parte del castillo está ocupada por un hotel, que también parecía cerrado, así que continuamos al siguiente destino.
Tras dar una vuelta por una cantera que tiene el mismo nombre que el siguiente castillo y que se encuentra justo debajo de él, llegamos al Sooneck Castle, abierto a diario de 9 a 17.30 horas y la entrada son 4 euros por persona. El interior sólo se puede visitar con guía y los horarios no son fijos, cada día cuelgan en el tablón los que tocan. En nuestro caso, fue a las 12h. Hicimos tiempo visitando los jardines, en diferentes niveles y tomamos un café en el pequeño establecimiento del castillo. Una pena las vistas, estropeadas por la cantera. A las 12 acudimos a la entrada y el guía ya nos dejó claro que no sólo no hablaba nuestro idioma, sino que inglés tampoco. Nos dieron unas hojas impresas a devolver para que les acompañásemos durante la visita y nos pusieron unas pantuflas grises gigantes sobre los zapatos para evitar dañar el parqué del castillo. El interior no nos resultó muy interesante, supongo que porque era austero y no entendíamos muy bien las explicaciones. Los patios y jardines sí nos resultaron interesantes.

(la segunda fotografía la tomo "prestada" de Internet)
Nuestra siguiente parada fue Bacharach, un precioso pueblo con encanto que recorrimos de arriba a abajo. Hay zona azul de aparcamiento fuera de las murallas. Si sólo se pudiera elegir un pueblo para visitar en la zona, creo que debería ser este.
El tiempo se nos echaba encima así que continuamos por la carretera, pasando por Oberweswesel sin parar, y llegamos a St. Goar. En este punto nos encontramos con que el pueblo estaba en obras, un crucero por el río acaba de parar y no había forma de encontrar aparcamiento así que optamos por avanzar hasta el siguiente punto del itinerario.
Boppard. Llegamos pasadas las 16 horas y sin comer, se nos había pasado la hora de la comida sin darnos cuenta! Aparcamos en un parking público de dos plantas junto a la muralla, gratuito, o eso creemos porque no encontramos forma para pagarlo y tampoco había control de acceso. Atravesamos la puerta de la ciudad y fuimos hacia el centro, donde comimos un perrito caliente en un puesto en la calle y tomamos un café con un pastel al lado de la Marktplatz. No recuerdo lo que costó y la verdad es que tampoco fue de los mejores que comimos en nuestro viaje.
Tras la parada técnica y como teníamos un folleto de información en español que habíamos cogido en FITUR, hicimos el recorrido marcado: Iglesia de San Severo, Burgplatz, Castillo del Electorado (por fuera, ya estaba cerrado), las casas nobles de las calles Kronengasse, Ordenritterstrasse, Oberstrasse, Pützgasse y la puerta Bingertor.


Cansados después del intenso día, deshicimos el camino hacia Bingen haciendo una última parada en Oberwesel
Después de cambiarnos y descansar media hora en el hotel, cruzamos de nuevo a Rüdesheim am Rheim donde dimos un paseo, hicimos algunas compras y aprovechamos para cenar en ZUM DROSSELMÜLLER: 2 cervezas, 1 surtido de degustación (salsas de queso), 1 goulash al vino, 1 Winzerfane (un guiso de pollo con salsa y puré de patatas). PVP 38,20 euros. No volvería a repetir en este sitio, el servicio era bastante borde, el entrante era muy caro para y no dejaba de ser una especie de tarrina de queso de untar. Me pareció una trampa para turistas.