Día 15: De Melide a Pedrouzo
(22.Septiembre.’14).

Me despiertan sobre las 5:30 y como de costumbre cojo mi mochila, mis cosas y me dirijo a una cafetería cercana en la que ya pregunté ayer si abrían pronto.
Como es de noche no quiero salir todavía y tirarme la mayor parte de la ruta sin ver nada. Me gusta caminar de noche pero no tanto. Me tomo mi tiempo con un par de cafés con leche, algún cigarrillo y escribiendo. Veo entrar a Pedro en la cafetería y se sienta a desayunar conmigo. Estamos un rato juntos. Sobre las 6:30 decido que ya va siendo hora, salgo de la cafetería y empiezo a caminar. Hoy me esperan unos 34 km por andar. Creo que la etapa será algo larga y pesada pero de momento continúo sin molestias, salvo una ligera sensación de sobrecarga en las piernas que no creo que tenga importancia… comentan que es normal los primeros días hasta que el cuerpo se adapta a las caminatas. La uña del dedo gordo del pie izquierdo está oscura, creo que me ha salido una ampolla debajo, pero apenas molesta y no creo que me suponga un mayor problema…como mucho perderla, pero me da igual, casi no me quedan uñas ya en los pies de la otra vez. A estas alturas en el anterior viaje ya tenía varias ampollas y un fuerte dolor en el femoral, por lo que en cuanto a mi estado físico estoy contento. Vaya diferencia con la otra vez.
Camino un buen rato, casi todo por carretera y continúo como en etapas anteriores rodeado de cultivos de maíz y eucaliptos con las cortezas despellejándose a tiras. No sabía que estos árboles mudaban la corteza como las serpientes la piel. En general no me están resultando demasiado bonitas las vistas en comparación con las que ya recorrí en Mayo. Aunque paso por paisajes preciosos. Recuerdo el paso entre Castilla y León y Galicia, en las que pase por unos paisajes que me impresionaban. Además, aquella vez fue la primera vez que estuve por esta parte de España.

En el camino se ven muchos más peregrinos que en días anteriores. Reconozco a algunos con los que ya me he cruzado anteriormente.
Los primeros quince kilómetros hasta Arzúa se me pasan rapidísimos, llego sobre las 9:15 y me tomo un café, haciendo algo de tiempo para que abran un supermercado que tengo enfrente, quiero comprar algo de comida para cocinarme en el albergue y no gastarme demasiado en menús. Cuando abren hago una compra y continúo el camino. Los últimos km ya se me hacen más pesados… pero por fin llego a Pedrouzo. Doy una vuelta bastante larga hasta encontrar el albergue, esta zona no está muy bien señalizada. Tras el correspondiente registro, en el que siempre me piden el DNI y la credencial que me van sellando en los diferentes albergues y cafeterías, dejo la mochila en la cama y me voy directo a la ducha, normalmente es lo que más me apetece hacer tras llegar. Una vez listo me voy a la cocina, son las 14:15 y me caliento un bote de fabada.
En el comedor, que está junto a la cocina, hay un grupo de chavales andaluces con dos italianas jóvenes, todos de unos 20 años o puede que menos. Parece que se han conocido por el camino. Me hace gracia el ritual de cortejo continuo al que someten a las pobres chavalas… Alguno incluso pone cara de enamorado. Son bastante majos, como con ellos y luego me acuesto un rato. Junto a mi cama hay acostada una chavala de unos 25 años bastante guapa, creo que viene con pareja… pienso que estaría bien pegar la siesta con ella. Intento dormir. Aquí se conoce a mucha gente, continuamente hablas con cualquiera, pero no he intimado especialmente con nadie. No hay mucha gente en los albergues y la gran mayoría son extranjeros. Para muchos el camino ya se está terminando. Finalizan en Santiago, que es la próxima etapa, y eso de alguna forma se percibe en el ambiente. Hay bastantes grupos que parece que se han ido formando por el camino y se nota que han hecho una gran amistad. Es fácil coger cariño a la gente aquí.
Tras despertar me doy una vuelta por el pueblo, que es básicamente una calle. Y luego al volver al albergue me siento en un banco que hay en la entrada. Por ahí ronda un hombre, Javier, de unos 45 años, viaja solo y es soltero… me recuerda un poco a un amigo que tengo en Torrevieja. Lleva ocho días en “el Camino”, es la primera vez y está encantado, se le nota en la cara… tiene esa cara que se aprende a reconocer en la gente que ya lleva un tiempo por aquí. Empezamos a hablar y me comenta sus sensaciones y experiencias, sus ideas…buen tío, me cae bien. Dice que se siente muy “zen”, sensación que reconozco del anterior viaje… Todavía no me siento así, para mi aún es pronto. Aun no estoy integrado con el camino. Pero estoy cómodo y contento.

Van saliendo y entrando peregrinos, alguno se une a la conversación… así pasamos la tarde.
Sobre las 19:00, me voy con Pedro a cenar una Pizza en una pizzería cercana, un poco pronto pero no me apetecía cenar solo. Después vuelvo un rato al banco junto a la entrada del albergue, donde continúo charlando con la gente que hay por ahí y me hago un "cigarrillo". Estoy hasta las 21:30. Ya estoy un poco cansado y me retiro a mi litera. Por la zona del comedor se oye gente hablando y riendo, parece que algunos celebran que finalizan mañana. Se lo están pasando bien, me siento un poco raro por no estar allí. Recuerdo que en la parte del camino que recorrí en mayo disfrutaba alternando mis periodos sociales con los que estaba solo y reflexivo. A estas alturas ya tenía un grupo de gente al que me unía por las tardes si me apetecía y compartíamos alguna etapa. Me noto algo raro pero no porque tenga la sensación de sentirme sólo, que no es el caso, si no por el hecho de creer que debería haberme unido a un grupo. Me doy cuenta de que no tendría que haber ningún “debería” que me tenga que condicionar aquí, vengo a ser como soy y a improvisar, si hay alguien con el que tenga una especial conexión y surge algo más, perfecto, pero tampoco lo busco… las comparaciones y planes están de más aquí. Esta sensación es la que me indica que todavía no he desconectado. Espero que en estos ocho días de ruta me dé tiempo a despejarme del todo, dejar atrás algunas cosas y encontrarme fuerte para enfrentarme a lo que me viene… ese es mi único objetivo.
Casi me sabe mal mañana llegar a Santiago, de alguna forma es como si en parte hubiera terminado y tengo la sensación de que apenas he empezado a caminar, como si se acabara demasiado pronto. Realmente para mí no es así y sólo es una etapa más hasta Finisterre. Mañana es el cuarto día de ruta, casi tengo la mitad. Todavía me quedan unos cuantos kilómetros. Estaría bien eso de tirarse un mes caminando como hacen otros… eso sí que tiene que ser renovador, y algún día lo haré.
Consigo dormirme con dificultad… me despierto de noche con unos ronquidos monstruosos de un señor que tengo durmiendo en frente de mi cara. Todos los que estamos alrededor hacemos chasquidos con la lengua y palmas para que se calle, es imposible… pero finalmente es el que duerme en la litera de encima el que con una sacudida de la cama consigue silenciarlo para alivio de todos. Y por fin consigo dormir un poco.