Esa noche me desperté como cuando bebes y todo te da vueltas, pero sin beber. A los 5 minutos N me preguntó si había un terremoto, y yo le dije que debía ser eso...y nos quedamos en la cama como si esas literas fueran a prueba de terremotos.
Oímos gritar a un vecino turco de planta y bajar las escaleras, pero nosotras no estabamos muy por la labor de salir de la cama, así que durante 5 o 10 minutos todó tembló hasta que poco a poco fue cediendo y nos dormimos.
Al día siguiente teníamos mensajes de toda la familia a ver si estábamos bien, resulta que el terremoto había sido de 6 y pico y nosotras tan tranquilas.
La verdad es que Japón, o al menos Tokyo, está totalmente preparado para los terremotos, así que tampoco se me ocurre mejor sitio en el que te pueda pasar. De nuestra Guest House solo salió a la calle nuestro vecino, el resto no, pero Javier y Yolanda nos dijeron que ellos si habían bajado a la recepción del hotel.
Al día siguiente volvimos a quedar con ellos para ver Ginza, cenar e ir al karaoke.
Ginza nos gustó, pero tampoco nos pareció nada especial dentro de lo que es Tokyo: tiendas y más tiendas como en el resto de la ciudad. Si que es cierto que se ven algunas de las más lujosas de la ciudad, pero si no se tiene tiempo de ver Ginza tampoco me parece una gran perdida.
Después fuimos a cenar por la zona de Shinjuku y entramos a un karaoke.
Mientras yo intentaba entenderme con el chico de la recepción Yolanda hizo aprovisionamiento de panderetas y yo ya no sabía si estabamos hablando en japonés o en sueco, pero nos lo pasamos muy muy bien.
Por desgracia no hay fotos de ese día porque no nos apetecía cargar con la cámara, así que nos quedamos con los recuerdos.
Al otro día amaneció lloviendo a cantaros, y al día siguiente habíamos quedado con Yolanda y Javier otra vez, así que decidimos emplear el día en una excursión cercana a Tokyo: Kawagoe.
De camino, en el tren, vivimos una de las experiencias mas surrealistas que uno puede imaginarse. Se montó un hombre de mediana edad, todo vestido de blanco a lo Elvis Presley con una mochila.
Se puso enfrente de la puerta del tren, abrió la mochila, sacó un micrófono de mentira, dos tiras de espumillón que se puso de collar y se pusó a cantar y a bailar de una forma que no puedo describir. Mezcla de baile de discoteca, gimnasia rítmica, palmas y saltos.
Nosotras no sabíamos donde meternos de la risa que nos estaba dando, el resto del tren lo ignoraba, y un chico al lado nuestro nos miraba como pensando que eso no podía estar pasando.
La odisea duro 3 paradas, el hombre guardo el micro y se bajó del tren diciéndonos adiós y lanzándonos besos por la ventanilla.
A la vuelta tuvimos la desgracia de volvérnoslo a encontrar en la parada que se había bajado e hizo amago de volver a subir, pero las puertas se cerraron a tiempo por los pelos.
Bueno, como ya he dicho diluviaba, y el clima puede afectar mucho a la imagen que te llevas de un lugar. En nuestro caso Kawagoe fue un poco decepcionante.
Las típicas casas negras ocupan una calle no muy larga, y el resto del pueblo es como cualquier barrio residencial de Japón.
No sacamos fotos tan apenas, porque el día no acompañaba y tampoco es que hubiera mucho que fotografiar...
Hay una tienda que vendía un montón de miniaturas de comida japonesa muy logradas y que había tiendas de regalos con cosas bastante majicas.
Tampoco se me olvidará nunca algo que una señora nos dió a probar en la puerta de una tienda y que eran como ¿pasas? ¿rebozadas? en ¿té verde?. La pinta no se correspondía con el sabor.




Como acabamos la visita rápido aprovechamos para refugiarnos de la lluvia en un centro comercial cerca de la estación y para decir la verdad, comprar un montón de bufandas y un par de zapatos.
Al llegar a casa me llamaron al móvil, raro estando en Tokyo, y resulto ser booking, para informarte que el hotel que habíamos reservado para Osaka se había ido a la quiebra y cerraba al día siguiente

Así que nada, a buscar otro hotel para Osaka...