Nuestro segundo día de estancia en Gyeongju lo dedicamos a visitar dos lugares un poco distantes del centro urbano pero que bien valen cubrir la distancia, el templo Gameunsa y la Tumba Submarina del Rey Munmu.
Tras un reconfortante desayuno que nos preparamos nosotros mismos en el Sa rang chae, caminamos hacia la estación de autobuses –próxima a la estación de ferrocarril-, para iniciar nuestra pequeña excursión.
Previamente, a la hora del desayuno, disfrutamos de la primera anécdota del día. Cuando llegamos al comedor, una de las mesas ya estaba ocupada por dos chicas. Tras los saludos de rigor en nuestro inglés de andar por casa, nos sentamos en la mesa y descubrimos que todos hablamos la misma lengua. Se trataba de dos hermanas, no ya de Barcelona, sino de nuestro mismo barrio, que andaban recorriendo Corea y Japón. Compartimos experiencias durante un ratito antes de iniciar nuestro recorrido del día. No las volveríamos a ver durante el viaje, pero hemos coincidido posteriormente en numerosas ocasiones ya que frecuentamos los mismos lugares del barrio (incluido el supermercado). Sí, el tópico es cierto, el mundo es un pañuelo.
Una vez en la estación de autobuses, tomamos el 150, que se dirige a la zona de Yangnam. El viaje dura una hora, aproximadamente, y bajamos en la parada de Gameunsa. Los autobuses tienen una frecuencia de una hora.
El templo Gameunsa es tal vez la primera decepción del viaje, apenas dos pagodas de piedra de 13 metros enclavadas en la nada. Después de quince minutos caminando por la carretera llegamos al mar y en él la Tumba Submarina del Rey Munmu.
Cuenta la leyenda que, tras haber reinado durante 21 años, el rey Munmu, a punto de morir, dirigió a sus consejeros las que fueron sus últimas palabras: “Cuando muera, incinerad mi cuerpo y enterrad mis restos bajo las rocas del Mar del Este. Allí permaneceré como dragón que cuida la paz de mi reino”.
Muchos creen ver en la Tumba Submarina del Rey Munmu la forma de un dragón. Para entender mejor la leyenda hay que tener presente que, a diferencia de otras culturas, en la tradición coreana los dragones son seres buenos y benefactores y no están asociados con el fuego, sino con el agua, donde tienen su morada.
La tumba en sí, aparte del simbolismo, no tiene nada de especial, unas cuantas rocas, morada de gaviotas, que emergen del agua, pero el paseo por la playa, el mar y toda la zona resultan especialmente bellas.
De regreso a Gyeongju, después de un pequeño susto en el autobús que nos transporta, cuyo conductor se ve obligado a realizar un brusco frenazo para esquivar a un coche que se le ha cruzado inesperadamente, y que acaba con algunos de los pasajeros por el suelo, pero afortunadamente sin que nadie se dañe, y de una comida -superpicante- en un pequeño local con cuatro mesas y la cocina a la vista, nos dirigimos al Museo Nacional. Como la tarde amenaza lluvia, una visita a cubierto nos parece una buena opción. La amenaza se cumple y el museo nos resguarda de las inclemencias del tiempo. El Museo es una muestra abundante de la artesanía y de los diferentes hallazgos arqueológicos del Reino de Silla. Es una visita entretenida, pero a no ser que de verdad te gusten los tesoros arqueológicos, no merece una especial dedicación.
Regresamos al parque de Daereungwon para visitar el interior de las tumbas de Cheonmachong y Hwangnamdaechong. Si por fuera la vista de los túmulos es espectacular, el interior no lo desmerece. El respeto con que los coreanos discurren por el interior de las tumbas habla bien a las claras de lo orgullosos que están de su historia.
Al acabar la visita nos dirigimos al casco urbano de Gyeongju, para recorrerlo por última vez y cenar en uno de los numerosos restaurantes de la zona. De camino a nuestro Hanok asistimos a una representación teatral al aire libre que tiene lugar frente a un túmulo del parque. Los vestidos son espectaculares y también las risas del público, pero como nuestro desconocimiento del coreano es absoluto, no podemos disfrutar de la obra, nos limitamos a dejarnos llevar por la música y constatar de nuevo, que de día o de noche, Gyeongju es una ciudad preciosa.
Acabamos el día disfrutando de nuevo del estanque de Anapji, que iluminado por la noche ofrece una perspectiva bellísima. Es una delicia pasear de noche, disfrutando de la vista, entre sombras y penumbras, de los túmulos, de las largas alfombras de nenúfares, con la tenue iluminación de unos curiosos faroles que van cambiando de color.