Puntual como siempre el barco atracó a las 8 de la mañana en el primer puerto o escala. Una leve lluvia nos recibió en Alemania la cual duró apenas un par de horas. Sin prisas excesivas por desembarcar lo hicimos sobre las 9 ó 9:15 y nuestra idea era visitar la ciudad de Schwerin, la capital del Land Mecklenburg-Vorpommern (Meclemburgo Baja Pomerania) a 80 km al sur de la costa. Con tan solo 100.000 habitantes, es la más pequeña de las capitales de los länder. Pero también la más singular. Su Landtag (parlamento) se ubica nada más y nada menos que en su castillo. El Schweriner Schloss que parece un decorado de películas de Disney. Suntuosas cúpulas doradas, torres y torreones rodeado de unos jardines de estilo baroco y otros de estilo inglés. Para acceder al castillo hay que cruzar un puente. Schwerin se ha preocupado de mantener intactos los edificios históricos, sus precioisas casas de vigas de madera a la viesta y las calles empedradas. Nos dedicamos a callejear y visitar su catedral hasta encontrarnos, casi de bruces, con su famoso castillo y jardines perfectamente cuidados. Deambulamos durante un par de horas o quizá algo más por la ciudad hasta meternos, ya de regreso, en un centro comercial donde pudimos dar buena cuenta de la comida alemana así como que los alemanes siguen sin querer expresarse en inglés a sabiendas de que hablan la lengua y a pesar de tu interés por hacerte entender y conversar con ellos. Respuestas lacónicas como : Estamos en Alemania y aquí se habla en alemán me hicieron recordar mi viaje a finales de los 80’s en el cual quedó perfectamente demostrado el falso orgullo alemán. Eso si, cuando viajan al extranjero no les duelen prendas en expresarse en inglés. En fin…
De vuelta en Warnemünde a primera hora de la tarde pudimos ver la cantidad de gente que había en esta ciudad-balneario y lo animadas que estaban las calles principales. No pudimos hacer otra cosa que dar una vuelta por la ciudad, también gracias a que el barco zarpaba a las 22:00 horas y lo teníamos prácticamente a 5 minutos andando con lo cual no habría problema en entretenernos un poco en esta ciudad. La verdad es que fue una sorpresa muy agradable mezclarnos con tanta multitud. Mi mujer y mi hija entraron en una tienda donde pudieron apreciar y adquirir sendos pendientes de ámbar, que como bien sabéis, es una piedra muy apreciada en esos lares y que está muy cotizada. Cierto es que demostraron tener muy buen gusto al elegir los pendientes que se compraron ya que son preciosos y ligeros puesto que el ámbar es una piedra natural que apenas pesa.
Ya, en el barco, y para quitarnos un poco el cansancio de todo el día, nos duchamos y fuimos a ver el espectáculo en el Teatro Stardust “The Blackbeat Beatles” para luego ir a cenar en un restaurante que a la postre acabó siendo nuestro favorito: El Versailles.
De vuelta en Warnemünde a primera hora de la tarde pudimos ver la cantidad de gente que había en esta ciudad-balneario y lo animadas que estaban las calles principales. No pudimos hacer otra cosa que dar una vuelta por la ciudad, también gracias a que el barco zarpaba a las 22:00 horas y lo teníamos prácticamente a 5 minutos andando con lo cual no habría problema en entretenernos un poco en esta ciudad. La verdad es que fue una sorpresa muy agradable mezclarnos con tanta multitud. Mi mujer y mi hija entraron en una tienda donde pudieron apreciar y adquirir sendos pendientes de ámbar, que como bien sabéis, es una piedra muy apreciada en esos lares y que está muy cotizada. Cierto es que demostraron tener muy buen gusto al elegir los pendientes que se compraron ya que son preciosos y ligeros puesto que el ámbar es una piedra natural que apenas pesa.
Ya, en el barco, y para quitarnos un poco el cansancio de todo el día, nos duchamos y fuimos a ver el espectáculo en el Teatro Stardust “The Blackbeat Beatles” para luego ir a cenar en un restaurante que a la postre acabó siendo nuestro favorito: El Versailles.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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