La Aventura de los Dioses
¿Quién dice que no se puede ganar un concurso en internet? Yo era de los que pensaba que era demasiado complicado, pero estaba equivocado. ¿El premio?: un viaje de una semana con todo pagado a la isla de Corfú. Ya de vuelta, esta es un poco la historia del viaje.
15 de Mayo 2009
Suena el despertador, que después de mucho tiempo no es por motivos de trabajo y nuestra aventura comienza a rodar. Como robotizados vamos arreglándonos, desayunando y cerrando las maletas. El primero de los 3 vuelos que nos llevaría a nuestro destino salía de Málaga con destino Madrid a las 9:30h. En esta ocasión habíamos decidido que sería suficiente solo con 2 maletas de mano, para así evitarnos las carreras por los aeropuertos para coger las conexiones.
El segundo vuelo, de Madrid a Atenas lo teníamos a las 11:55h. Como todo era en la T4, con un paseo por la terminal tuvimos más que suficiente para hacer pasar el tiempo. El vuelo duró 3 horitas y media y nos sorprendió que el almuerzo lo tuviésemos incluido. Todo un detalle por parte de la compañía.
Una vez en Atenas con el estómago lleno, tuvimos que sacar una nueva tarjeta de embarque para el último vuelo a Corfú y primera sorpresa: el peso máximo del equipaje de mano aquí es de 8 kilos (2 menos que en España), por lo que tuvimos que facturar una de ellas, ya que la otra pesaba milagrosamente 8 kilos exactos.
Pistoletazo de salida a la aventura
Con todo el jaleo, los minutos iban pasando y nuestro último vuelo estaba próximo al embarque. Muy, pero que muy justos de tiempo, nos dirigimos al control de policía que, por cierto, vaya pachorra que se toman para llevarlo a cabo. Una cola larguísima y nosotros ya llegando tarde. Se lo comentamos a una de las chicas que reparten las bandejas para dejar las llaves, cinturones, etc pero no pareció importarle demasiado. Cuando por fin llegó el momento, pasamos, pitamos, nos cachearon como nunca lo habían hecho antes y, con solo 5 minutos de espera en la sala, embarcamos.
Poco antes de las 19:00h llegamos a Corfú. Una pista casi en el agua hizo que el aterrizaje fuera muy emocionante. Recogimos la maleta de la única cinta que había en el pequeño aeropuerto y nos fuimos al stand de Avis para recoger nuestro vehículo. En esta ocasión nos tocó un Nissan Micra de 5 puertas.
Nuestro medio de transporte
Como viene siendo costumbre, intentaron vendernos los múltiples seguros adicionales de conducción que, muy amablemente, rechazamos y salimos al exterior del aeropuerto, donde la temperatura más agradable se empezaba a notar.
Con el mapa que nos dieron en la oficina de alquiler en mano (la TOTO no tenía mapa para este destino) y unas cuantas indicaciones nos hicimos con la carretera principal (que ni mucho menos se trataba de autovía o carretera nacional) y, con más miedo que otra cosa, nos lanzamos a la aventura de encontrar el hotel. La estrecha carretera y el desconocimiento total del camino, hizo que el recorrido se hiciera más tenso de lo previsto, pero sin demasiados apuros. Los paisajes que íbamos dejando atrás bien merecían parada y foto, pero la noche se nos echaba encima y queríamos llegar al hotel aún con luz.
Siguiendo los carteles a Benitses y Lefkimmi, dimos finalmente con el complejo (bueno, con eso y preguntando a algún que otro lugareño que encontramos en el camino), que resultó ser un edificio a pie de carretera, con aparcamiento muy reducido y cercano a la playa. Lo que más nos llamó la atención fue el impresionante color del agua del mar que prometían unas espectaculares vistas desde la habitación.
Llegamos a la recepción donde nos dieron la típica pulserita de “todo incluido” y sin ningún otro tipo de información por parte de la recepcionista, nos dirigimos a nuestra habitación un poco perdidos, pero con ganas de dejar todos los trastos y comenzar a disfrutar de las vacaciones.
Al ir caminando por el pasillo, empezamos a sospechar que nuestra habitación iba a dar a la parte trasera y que las maravillosas vistas que nos habían hecho la boca agua se iban por el retrete. Efectivamente, el primer vistazo no nos entusiasmó y, como la baja ocupación era evidente, bajamos a recepción para solicitar un cambio de habitación que finalmente no se produjo, sin darnos explicación alguna, solo haciéndonos pasar de recepcionista a recepcionista.
Como era la hora de cenar y estábamos ansiosos por degustar los manjares griegos nos acercamos al restaurante. Como era de esperar, el servicio era buffet de comida y bebida, con la particularidad de que las bebidas tenías que servírtelas tú mismo. Nos dimos una vuelta de reconocimiento para ver que atacar. El surtido desplegado contenía ensaladas (griegas y otros tipos), verduras, carnes, pescados, pastas, panes, frutas, dulces y bebidas.
Picamos un poco de todo y no nos satisfizo como esperábamos (problema de expectativas quizás). El pan estaba duro, y la comida no era de gran calidad. Es cierto que en estos hoteles esto suele ser un comentario generalizado, pero tras nuestras experiencias en otros complejos similares en el Caribe, nos esperábamos otra cosa.
Desde que terminamos de cenar hasta que empezaba el show de animación teníamos algo de tiempo, así que curioseamos un poco por la playa y por la piscina del hotel para ir haciéndonos con el terreno.
Bajada a la playa del hotel
Vistas desde el hotel
Nos dieron así las 21:30, hora de comienzo del entretenimiento nocturno. La forma en la que comenzó, nos sorprendió a casi todos los que estábamos allí. Una de las chicas que vestía una especie de chándal negro sobre el que llevaba puesto un sujetador y un tanga, comenzó a hacer una especie de striptease que nos dejó con la boca abierta. Cierto es que no se veía nada indecente, pero nos pareció un poco fuerte hacerlo con niños pequeños delante, que no entendían muy bien la gracia del numerito. Un par de parejas con hijos se marcharon tras esto. Nosotros aguantamos un poco más, pero los números siguientes no mejoraron mucho lo que, unido al cansancio de los múltiples vuelos del día, hizo que nos retirásemos prontito a dormir. La isla prometía (no así el hotel) y necesitábamos cargar pilas para coger energías para el día siguiente.
¿Quién dice que no se puede ganar un concurso en internet? Yo era de los que pensaba que era demasiado complicado, pero estaba equivocado. ¿El premio?: un viaje de una semana con todo pagado a la isla de Corfú. Ya de vuelta, esta es un poco la historia del viaje.
15 de Mayo 2009
Suena el despertador, que después de mucho tiempo no es por motivos de trabajo y nuestra aventura comienza a rodar. Como robotizados vamos arreglándonos, desayunando y cerrando las maletas. El primero de los 3 vuelos que nos llevaría a nuestro destino salía de Málaga con destino Madrid a las 9:30h. En esta ocasión habíamos decidido que sería suficiente solo con 2 maletas de mano, para así evitarnos las carreras por los aeropuertos para coger las conexiones.
El segundo vuelo, de Madrid a Atenas lo teníamos a las 11:55h. Como todo era en la T4, con un paseo por la terminal tuvimos más que suficiente para hacer pasar el tiempo. El vuelo duró 3 horitas y media y nos sorprendió que el almuerzo lo tuviésemos incluido. Todo un detalle por parte de la compañía.
Una vez en Atenas con el estómago lleno, tuvimos que sacar una nueva tarjeta de embarque para el último vuelo a Corfú y primera sorpresa: el peso máximo del equipaje de mano aquí es de 8 kilos (2 menos que en España), por lo que tuvimos que facturar una de ellas, ya que la otra pesaba milagrosamente 8 kilos exactos.

Con todo el jaleo, los minutos iban pasando y nuestro último vuelo estaba próximo al embarque. Muy, pero que muy justos de tiempo, nos dirigimos al control de policía que, por cierto, vaya pachorra que se toman para llevarlo a cabo. Una cola larguísima y nosotros ya llegando tarde. Se lo comentamos a una de las chicas que reparten las bandejas para dejar las llaves, cinturones, etc pero no pareció importarle demasiado. Cuando por fin llegó el momento, pasamos, pitamos, nos cachearon como nunca lo habían hecho antes y, con solo 5 minutos de espera en la sala, embarcamos.
Poco antes de las 19:00h llegamos a Corfú. Una pista casi en el agua hizo que el aterrizaje fuera muy emocionante. Recogimos la maleta de la única cinta que había en el pequeño aeropuerto y nos fuimos al stand de Avis para recoger nuestro vehículo. En esta ocasión nos tocó un Nissan Micra de 5 puertas.

Como viene siendo costumbre, intentaron vendernos los múltiples seguros adicionales de conducción que, muy amablemente, rechazamos y salimos al exterior del aeropuerto, donde la temperatura más agradable se empezaba a notar.
Con el mapa que nos dieron en la oficina de alquiler en mano (la TOTO no tenía mapa para este destino) y unas cuantas indicaciones nos hicimos con la carretera principal (que ni mucho menos se trataba de autovía o carretera nacional) y, con más miedo que otra cosa, nos lanzamos a la aventura de encontrar el hotel. La estrecha carretera y el desconocimiento total del camino, hizo que el recorrido se hiciera más tenso de lo previsto, pero sin demasiados apuros. Los paisajes que íbamos dejando atrás bien merecían parada y foto, pero la noche se nos echaba encima y queríamos llegar al hotel aún con luz.
Siguiendo los carteles a Benitses y Lefkimmi, dimos finalmente con el complejo (bueno, con eso y preguntando a algún que otro lugareño que encontramos en el camino), que resultó ser un edificio a pie de carretera, con aparcamiento muy reducido y cercano a la playa. Lo que más nos llamó la atención fue el impresionante color del agua del mar que prometían unas espectaculares vistas desde la habitación.
Llegamos a la recepción donde nos dieron la típica pulserita de “todo incluido” y sin ningún otro tipo de información por parte de la recepcionista, nos dirigimos a nuestra habitación un poco perdidos, pero con ganas de dejar todos los trastos y comenzar a disfrutar de las vacaciones.
Al ir caminando por el pasillo, empezamos a sospechar que nuestra habitación iba a dar a la parte trasera y que las maravillosas vistas que nos habían hecho la boca agua se iban por el retrete. Efectivamente, el primer vistazo no nos entusiasmó y, como la baja ocupación era evidente, bajamos a recepción para solicitar un cambio de habitación que finalmente no se produjo, sin darnos explicación alguna, solo haciéndonos pasar de recepcionista a recepcionista.
Como era la hora de cenar y estábamos ansiosos por degustar los manjares griegos nos acercamos al restaurante. Como era de esperar, el servicio era buffet de comida y bebida, con la particularidad de que las bebidas tenías que servírtelas tú mismo. Nos dimos una vuelta de reconocimiento para ver que atacar. El surtido desplegado contenía ensaladas (griegas y otros tipos), verduras, carnes, pescados, pastas, panes, frutas, dulces y bebidas.
Picamos un poco de todo y no nos satisfizo como esperábamos (problema de expectativas quizás). El pan estaba duro, y la comida no era de gran calidad. Es cierto que en estos hoteles esto suele ser un comentario generalizado, pero tras nuestras experiencias en otros complejos similares en el Caribe, nos esperábamos otra cosa.
Desde que terminamos de cenar hasta que empezaba el show de animación teníamos algo de tiempo, así que curioseamos un poco por la playa y por la piscina del hotel para ir haciéndonos con el terreno.


Nos dieron así las 21:30, hora de comienzo del entretenimiento nocturno. La forma en la que comenzó, nos sorprendió a casi todos los que estábamos allí. Una de las chicas que vestía una especie de chándal negro sobre el que llevaba puesto un sujetador y un tanga, comenzó a hacer una especie de striptease que nos dejó con la boca abierta. Cierto es que no se veía nada indecente, pero nos pareció un poco fuerte hacerlo con niños pequeños delante, que no entendían muy bien la gracia del numerito. Un par de parejas con hijos se marcharon tras esto. Nosotros aguantamos un poco más, pero los números siguientes no mejoraron mucho lo que, unido al cansancio de los múltiples vuelos del día, hizo que nos retirásemos prontito a dormir. La isla prometía (no así el hotel) y necesitábamos cargar pilas para coger energías para el día siguiente.