La ruta prevista nos iba a llevar por la costa noreste de la isla. Eran las 10:00 cuando estábamos listos, desayunados y dentro del coche preparados para un nuevo día de aventura.
Una vez pasado Corfú empezamos con las paraditas. La primera sería en Kontokali, una especie de bahía a nada de la capital. Con sus ruinas al lado de la playa, sus piedrecitas blancas y sus barquitas amarradas.
Playa de Kontokali
La segunda parada fue en Barbati. Más arriba en la misma costa. Otro pueblo pesquero bastante pintoresco.
Tercera parada fue Kalami. Las curvas iban dejando entrever lo que el lugar ofrece. Una playa espectacular, unos colores increíbles y un restaurante famoso, la White House del Sr Durrell. La bahía ofrecía una tranquilidad absoluta.
Un pequeño lugar para disfrutar
Continuamos por Kassiopi, donde la parada fue fugaz en una de sus playas. Las vistas de Albania son las tierras que quedan enfrente de sus costas. Es increíble lo nítidas que se perciben.
La quinta pausa fue ya en la parte norte, en Roda. Nos dimos un paseíto por su zona de playa y paramos en un bar a tomar un tentempié. La zona estaba tranquila, nada de turismo de masas.
Y la sexta parada fue la más agotadora. Subir hasta el punto más alto de la isla, el Monte Pantokrator. La carretera era casi imposible y no había nada en los alrededores. Es aquí donde uno se encomienda a lo que sea con tal de no tener un percance con el coche. Cuando ya nos íbamos aproximando a la cima, comenzamos a percibir en lo más alto el monasterio, aunque menospreciado por las antenas de televisión y las torres de electricidad que abundan en ese lugar.
Vistas de Corfu desde Pantokrator
La capillita que ocupa el monasterio fue increíble. El acceso era gratuito y las panorámicas eran dignas de hacer la tremenda subida. Con nitidez, veíamos Albania, Grecia, Corfú ciudad y hasta el aeropuerto. Una maravilla.
Entrada al monasterio del monte Pantokrator
Después de un pequeño rato babeando con las vistas del lugar, emprendimos nuestro camino de vuelta. La bajaba no fue más fácil que la subida. El terreno era gravilla en su mayor parte y el peligro incesante. Sin prisa, pero sin pausa fuimos descendiendo lentamente.
La carretera de bajada, a la altura de Spartilas, era un mirador constante. Se pasan por 25 curvas cerradísimas donde íbamos viendo rincones bellísimos. El inconveniente es que no había lugar donde detenerse, pero aún así disfrutábamos con los paisajes que nos dejaba el lugar.
Impresionantes vistas
Llegamos al hotel pasado el mediodía, picoteamos algo y aprovechamos un rato de playa para descansar (el cuerpo nos pedía algo de relax).
El descanso lo prolongamos tanto que llegamos a la cena 10 minutos antes de cerrar y esto nos supuso oler la comida más que otra cosa. Lo tenían todo casi recogido y no se molestaron en atendernos. Tomamos nota de lo ocurrido para que no nos volviese a suceder y salimos a ver el show de esa noche.
Como entretenimiento nocturno había un grupo (un hombre con un órgano y una chica) que estaba tocando y cantando en la terraza del hotel y el grupo de animación con un bingo en el interior del establecimiento.
Como ni una cosa ni otra nos parecían interesantes, nos retiramos que teníamos excursión al día siguiente y había que prepararse.
Una vez pasado Corfú empezamos con las paraditas. La primera sería en Kontokali, una especie de bahía a nada de la capital. Con sus ruinas al lado de la playa, sus piedrecitas blancas y sus barquitas amarradas.

La segunda parada fue en Barbati. Más arriba en la misma costa. Otro pueblo pesquero bastante pintoresco.

Tercera parada fue Kalami. Las curvas iban dejando entrever lo que el lugar ofrece. Una playa espectacular, unos colores increíbles y un restaurante famoso, la White House del Sr Durrell. La bahía ofrecía una tranquilidad absoluta.

Continuamos por Kassiopi, donde la parada fue fugaz en una de sus playas. Las vistas de Albania son las tierras que quedan enfrente de sus costas. Es increíble lo nítidas que se perciben.
La quinta pausa fue ya en la parte norte, en Roda. Nos dimos un paseíto por su zona de playa y paramos en un bar a tomar un tentempié. La zona estaba tranquila, nada de turismo de masas.
Y la sexta parada fue la más agotadora. Subir hasta el punto más alto de la isla, el Monte Pantokrator. La carretera era casi imposible y no había nada en los alrededores. Es aquí donde uno se encomienda a lo que sea con tal de no tener un percance con el coche. Cuando ya nos íbamos aproximando a la cima, comenzamos a percibir en lo más alto el monasterio, aunque menospreciado por las antenas de televisión y las torres de electricidad que abundan en ese lugar.

La capillita que ocupa el monasterio fue increíble. El acceso era gratuito y las panorámicas eran dignas de hacer la tremenda subida. Con nitidez, veíamos Albania, Grecia, Corfú ciudad y hasta el aeropuerto. Una maravilla.

Después de un pequeño rato babeando con las vistas del lugar, emprendimos nuestro camino de vuelta. La bajaba no fue más fácil que la subida. El terreno era gravilla en su mayor parte y el peligro incesante. Sin prisa, pero sin pausa fuimos descendiendo lentamente.
La carretera de bajada, a la altura de Spartilas, era un mirador constante. Se pasan por 25 curvas cerradísimas donde íbamos viendo rincones bellísimos. El inconveniente es que no había lugar donde detenerse, pero aún así disfrutábamos con los paisajes que nos dejaba el lugar.

Llegamos al hotel pasado el mediodía, picoteamos algo y aprovechamos un rato de playa para descansar (el cuerpo nos pedía algo de relax).
El descanso lo prolongamos tanto que llegamos a la cena 10 minutos antes de cerrar y esto nos supuso oler la comida más que otra cosa. Lo tenían todo casi recogido y no se molestaron en atendernos. Tomamos nota de lo ocurrido para que no nos volviese a suceder y salimos a ver el show de esa noche.
Como entretenimiento nocturno había un grupo (un hombre con un órgano y una chica) que estaba tocando y cantando en la terraza del hotel y el grupo de animación con un bingo en el interior del establecimiento.
Como ni una cosa ni otra nos parecían interesantes, nos retiramos que teníamos excursión al día siguiente y había que prepararse.