Pasamos una mañana de lo más tranquila, entre llamadas a casa, playita, internet, piscina, fotos y partidos de ping pong.
La actividad vendría después de la comida y de la siesta. Eran sobre las 16:00 cuando nos montábamos en el coche camino de Sidari, en la costa noroeste de la isla esta vez. Objetivo: ver el famoso Canal D´amor. Es precioso y las fotos no hacen justicia a lo que hay allí.
Canal D Amour
Canal D Amour II
El camino de menos de 40 minutos transcurrió por una carretera parecida a una nacional, quizás de los más cómodos hasta el momento. Cruzamos el pueblo de Sidari y, siguiendo las indicaciones de la playa, llegamos a nuestro destino.
El tiempo empezaba a nublarse, así que un bañito no era nada apetecible pero por lo menos un remojón rápido por lo de la leyenda del lugar no nos podía faltar. Exploramos un poco los alrededores y con el maravilloso paisaje grabado en nuestras retinas (y en la tarjeta de memoria de la cámara de fotos), proseguimos con nuestra excursión de exploración.
De vuelta paramos en Angelocastro. Lo teníamos considerado como un lugar con bonitas vistas, y desde luego que las tenía, además de los restos de la fortaleza que aún se conservan en su cima. Desde ese punto hasta la playa la carretera se tornó más bien imposible, pero ya nos habíamos acostumbrado de tal manera, que poco nos importó el descenso.
Angelocastro
Uno de los principales objetivos de la excursión, era el de disfrutar de una bonita puesta de sol en la isla por lo que, a pesar de las nubes, continuamos hacia Paleokastritsa, que pensábamos que sería un buen lugar para ello. Mientras bajábamos, las vistas del complejo dejaban imágenes preciosas pero lo que sí se iba haciendo cada vez más evidente era que con el monte de Angelocastro delante no veríamos nada del atardecer. Bajamos igualmente hasta el puerto intentando encontrar un lugar desde el que se pudiese apreciar mejor la puesta de sol, pero comprendimos entonces que ese no iba a ser el mejor sitio. De todas formas, aprovechamos la parada para descansar un poco e hidratarnos en un bar antes de continuar.
Vistas desde el bar
Habíamos leído comentarios de que para puestas de sol el lugar más indicado era Pelekas, pero como el tiempo no estaba de nuestra parte y la hora se nos echaba encima dimos por descartado el plan y decidimos regresar al hotel para quizás intentarlo de nuevo al día siguiente.
En el camino de vuelta, vimos un cartel que situaba Pelekas a tan solo 12 km, lo que hizo, tras comprobar el reloj y ver que aún faltaban unos 25 minutos para que el sol se ocultase, que nos fuéramos como locos en busca del tan ansiado atardecer. Un pequeño despiste en una rotonda y una especie de procesión / ceremonia en una estrecha calle nos hizo perder algo de tiempo, pero conseguimos alcanzar el objetivo casi casi con la lengua fuera.
Resultó ser un encantador pueblo de montaña con un lugar destinado exclusivamente a las puestas de sol, el llamado Trono del Kaiser, bastante accesible, con aparcamiento y prismáticos disponibles.
Puesta de sol desde Pelekas
Preparamos todo el equipo de foto y vídeo y, a pesar de las nubes disfrutamos de un maravilloso atardecer de 30 minutos junto con algunos turistas más que, como nosotros, se habían acercado a ese lugar.
Y tras esto nos volvimos al hotel. Era la primera vez que teníamos que conducir realmente de noche por la isla, pero como ya nos conocíamos gran parte del recorrido, el viaje se hizo cómodo y rápido.
Llegamos sobre las 22:00, ojeamos el show y nos retiramos a descansar tras otro día intenso.
La actividad vendría después de la comida y de la siesta. Eran sobre las 16:00 cuando nos montábamos en el coche camino de Sidari, en la costa noroeste de la isla esta vez. Objetivo: ver el famoso Canal D´amor. Es precioso y las fotos no hacen justicia a lo que hay allí.


El camino de menos de 40 minutos transcurrió por una carretera parecida a una nacional, quizás de los más cómodos hasta el momento. Cruzamos el pueblo de Sidari y, siguiendo las indicaciones de la playa, llegamos a nuestro destino.
El tiempo empezaba a nublarse, así que un bañito no era nada apetecible pero por lo menos un remojón rápido por lo de la leyenda del lugar no nos podía faltar. Exploramos un poco los alrededores y con el maravilloso paisaje grabado en nuestras retinas (y en la tarjeta de memoria de la cámara de fotos), proseguimos con nuestra excursión de exploración.
De vuelta paramos en Angelocastro. Lo teníamos considerado como un lugar con bonitas vistas, y desde luego que las tenía, además de los restos de la fortaleza que aún se conservan en su cima. Desde ese punto hasta la playa la carretera se tornó más bien imposible, pero ya nos habíamos acostumbrado de tal manera, que poco nos importó el descenso.

Uno de los principales objetivos de la excursión, era el de disfrutar de una bonita puesta de sol en la isla por lo que, a pesar de las nubes, continuamos hacia Paleokastritsa, que pensábamos que sería un buen lugar para ello. Mientras bajábamos, las vistas del complejo dejaban imágenes preciosas pero lo que sí se iba haciendo cada vez más evidente era que con el monte de Angelocastro delante no veríamos nada del atardecer. Bajamos igualmente hasta el puerto intentando encontrar un lugar desde el que se pudiese apreciar mejor la puesta de sol, pero comprendimos entonces que ese no iba a ser el mejor sitio. De todas formas, aprovechamos la parada para descansar un poco e hidratarnos en un bar antes de continuar.

Habíamos leído comentarios de que para puestas de sol el lugar más indicado era Pelekas, pero como el tiempo no estaba de nuestra parte y la hora se nos echaba encima dimos por descartado el plan y decidimos regresar al hotel para quizás intentarlo de nuevo al día siguiente.
En el camino de vuelta, vimos un cartel que situaba Pelekas a tan solo 12 km, lo que hizo, tras comprobar el reloj y ver que aún faltaban unos 25 minutos para que el sol se ocultase, que nos fuéramos como locos en busca del tan ansiado atardecer. Un pequeño despiste en una rotonda y una especie de procesión / ceremonia en una estrecha calle nos hizo perder algo de tiempo, pero conseguimos alcanzar el objetivo casi casi con la lengua fuera.
Resultó ser un encantador pueblo de montaña con un lugar destinado exclusivamente a las puestas de sol, el llamado Trono del Kaiser, bastante accesible, con aparcamiento y prismáticos disponibles.

Preparamos todo el equipo de foto y vídeo y, a pesar de las nubes disfrutamos de un maravilloso atardecer de 30 minutos junto con algunos turistas más que, como nosotros, se habían acercado a ese lugar.
Y tras esto nos volvimos al hotel. Era la primera vez que teníamos que conducir realmente de noche por la isla, pero como ya nos conocíamos gran parte del recorrido, el viaje se hizo cómodo y rápido.
Llegamos sobre las 22:00, ojeamos el show y nos retiramos a descansar tras otro día intenso.