Día de excursión. Nos despertamos a las 8:00, desayunamos y esperamos pacientemente, tal y como nos dijo el señor de la agencia, a que alguien nos recogiese. Solo nos dijo dos cosas, que podía ser que llegasen tarde y que el capitán o quien fuese el que nos recogiese vendría en un coche verde.
Y ahí estábamos los dos en la entrada del hotel pendientes de todos los coches que iban pasando por la carretera. Nuestro chofer llegó a tiempo y en su coche verde particular. Nos desplazó hasta el puerto del rio navegable de Messonghi donde nos esperaba una embarcación con más viajeros y con todas las comodidades.
Nuestro barco pirata
Nos subimos a la parte más alta del barco para poder disfrutar de las vistas y no nos defraudó en ningún momento nada de lo que vimos.
Transparencia de las aguas
Lentamente, nos fuimos alejando de la costa de Corfú para aproximarnos a la de Grecia. El trayecto de ida duró algo más de 2 horas, con el sol picando de lo lindo, por lo que la tripulación comenzó con una primera ronda de agua, refrescos y, para los más osados, OUZO, que viene a ser como nuestro anís, pero que nosotros rechazamos porque nuestro cuerpo todavía no estaba para comenzar la ingesta de alcohol.
Casi sin darnos cuenta, nos fuimos acercando a un islote desierto llamado Paraíso, el agua junto al islote empezaba a diferenciarse con un color turquesa profundo y muy lentamente nos paramos junto a la cueva de Ulises. Un lugar impresionante. El agua era transparente y la calma que ofrecía solo se veía perturbada por los pájaros que anidan dentro de la misma. Nos quedamos todos sin palabras y pegados a las cámaras de fotos y video para inmortalizar ese momento.
Entrada de la Cueva de Ulises
Desde allí, partimos hacia nuestra siguiente parada: Sivota. Se trataba de un pueblo costero de la gran costa griega. Como de costumbre, hasta en el puerto la trasparencia del agua era total. Nos dejaron una hora para callejear, comprar recuerdos y tomarnos algo en sus bares y no desaprovechamos la ocasión.
El día continuaba y la mejor parte estaba a punto de llegar. Fue cuando nos aproximamos al motivo de esa excursión. El Blue Lagoon, un recodo turquesa apartado de todo, una piscina a lo bestia, un lugar imprescindible de visitar.
Puerto de Sivota
Echamos el ancla y nos dispusimos a disfrutar del momento. El barco se aproximó a la orilla pero solo lo suficiente para poder tirarnos desde sus lados al agua. Nadando llegamos a la orilla para dejarnos atrapar por ella. Muy diferente a los que habíamos visto, pues los guijarros de esta calita eran tan minúsculos que no molestaban a los pies, es más, al andar te hundías en ellos y la sensación era bastante placentera.
Blue Lagoon. Espectacular
Al agua patos!!!
Tras un baño irrepetible, volvimos al barco para degustar la comida que nos habían preparado. Ensaladas griegas, pasta, judías y pan. Todo acompañado de bastante vino. El rato que estuvimos fue tan agradable que se nos pasó volando y tras esa pausa continuamos en ruta.
De vuelta a la isla de Corfú tocaba parada en su parte más al sur. Otra cala privada de la que disfrutar durante una hora, con opción de baño y/o café en un restaurante.
Ultima parada antes del regreso
Y el fin de la excursión llego cuando a las 17:30 volvíamos al lugar de partida.
Nuestro chofer, que había sido a su vez tripulante de la embarcación, nos devolvió contentísimos, sanos y morenitos al hotel.
Con tantos baños veníamos saladitos así que con una duchita nos quedamos en la gloria y tomando unos tintitos mientras disfrutamos de las fotos que habíamos hecho.
La cena y el show vinieron después pero estábamos tan absortos en nuestro día turquesa que ni le prestamos atención.
Y ahí estábamos los dos en la entrada del hotel pendientes de todos los coches que iban pasando por la carretera. Nuestro chofer llegó a tiempo y en su coche verde particular. Nos desplazó hasta el puerto del rio navegable de Messonghi donde nos esperaba una embarcación con más viajeros y con todas las comodidades.
Nuestro barco pirata
Nos subimos a la parte más alta del barco para poder disfrutar de las vistas y no nos defraudó en ningún momento nada de lo que vimos.
Transparencia de las aguas
Lentamente, nos fuimos alejando de la costa de Corfú para aproximarnos a la de Grecia. El trayecto de ida duró algo más de 2 horas, con el sol picando de lo lindo, por lo que la tripulación comenzó con una primera ronda de agua, refrescos y, para los más osados, OUZO, que viene a ser como nuestro anís, pero que nosotros rechazamos porque nuestro cuerpo todavía no estaba para comenzar la ingesta de alcohol.
Casi sin darnos cuenta, nos fuimos acercando a un islote desierto llamado Paraíso, el agua junto al islote empezaba a diferenciarse con un color turquesa profundo y muy lentamente nos paramos junto a la cueva de Ulises. Un lugar impresionante. El agua era transparente y la calma que ofrecía solo se veía perturbada por los pájaros que anidan dentro de la misma. Nos quedamos todos sin palabras y pegados a las cámaras de fotos y video para inmortalizar ese momento.
Entrada de la Cueva de Ulises
Desde allí, partimos hacia nuestra siguiente parada: Sivota. Se trataba de un pueblo costero de la gran costa griega. Como de costumbre, hasta en el puerto la trasparencia del agua era total. Nos dejaron una hora para callejear, comprar recuerdos y tomarnos algo en sus bares y no desaprovechamos la ocasión.
El día continuaba y la mejor parte estaba a punto de llegar. Fue cuando nos aproximamos al motivo de esa excursión. El Blue Lagoon, un recodo turquesa apartado de todo, una piscina a lo bestia, un lugar imprescindible de visitar.
Puerto de Sivota
Echamos el ancla y nos dispusimos a disfrutar del momento. El barco se aproximó a la orilla pero solo lo suficiente para poder tirarnos desde sus lados al agua. Nadando llegamos a la orilla para dejarnos atrapar por ella. Muy diferente a los que habíamos visto, pues los guijarros de esta calita eran tan minúsculos que no molestaban a los pies, es más, al andar te hundías en ellos y la sensación era bastante placentera.
Blue Lagoon. Espectacular
Al agua patos!!!
Tras un baño irrepetible, volvimos al barco para degustar la comida que nos habían preparado. Ensaladas griegas, pasta, judías y pan. Todo acompañado de bastante vino. El rato que estuvimos fue tan agradable que se nos pasó volando y tras esa pausa continuamos en ruta.
De vuelta a la isla de Corfú tocaba parada en su parte más al sur. Otra cala privada de la que disfrutar durante una hora, con opción de baño y/o café en un restaurante.
Ultima parada antes del regreso
Y el fin de la excursión llego cuando a las 17:30 volvíamos al lugar de partida.
Nuestro chofer, que había sido a su vez tripulante de la embarcación, nos devolvió contentísimos, sanos y morenitos al hotel.
Con tantos baños veníamos saladitos así que con una duchita nos quedamos en la gloria y tomando unos tintitos mientras disfrutamos de las fotos que habíamos hecho.
La cena y el show vinieron después pero estábamos tan absortos en nuestro día turquesa que ni le prestamos atención.