A estas alturas ya lo teníamos casi todo visto en nuestro destino así que solo nos quedaba repasar algún detallito.
La mañana transcurrió entre internet, playa y piscina. Fue después del almuerzo cuando completamos los propósitos de visita.
Resultó además que era día festivo en Corfú, se celebraba el día de Jónia. Y esto se traducía en tranquilidad en las calles, ningún problema de aparcamiento y nada de lugares abarrotados.
Visitamos el palacio de Artemisa o más bien lo que queda de él. Para encontrar el lugar tuvimos que dar un par de vueltas a la zona (para no perder la costumbre de perdernos) ya que las indicaciones eran escasísimas.
Visitando el Templo de Artemisa
Nos dimos el capricho de tomar un café en el Listón, la versión griega de la Rue de Rivolí parisina. Caro pero exquisito. Además del servicio y los detalles, también nos sorprendió gratamente el color que tomaba Corfú al atardecer. Todo se volvió dorado en sus callejuelas.
Liston
Intentamos salir de la ciudad por una zona nueva pero, como siempre, acabamos por el puerto. El nuevo callejeo nos hizo ver más del lugar, refutando la máxima que dice que “para conocer, hay que perderse”. Es la premisa del viajero y nosotros como buenos turistas lo cumplimos a rajatabla (bueno, quizás un poco más de lo que nos hubiese gustado jejejejejeje).
Ya solo nos quedaba ver el Achilleio, el majestuoso palacio de Sissi Emperatriz, situado a escasos kilómetros de Corfú, y de camino hacia nuestro hotel. Cuando llegamos estaban cerrando, pero tampoco habríamos tenido muchas ganas de entrar de todas formas. Un par de fotos rápidas desde la entrada fueron más que suficientes para saciar nuestra curiosidad. No nos llevó mucho tiempo y pronto estábamos de regreso en el hotel preparando la maleta en la habitación antes de bajar a cenar.
Entrada a Achilleio
Palacio de Sissi
La mañana transcurrió entre internet, playa y piscina. Fue después del almuerzo cuando completamos los propósitos de visita.
Resultó además que era día festivo en Corfú, se celebraba el día de Jónia. Y esto se traducía en tranquilidad en las calles, ningún problema de aparcamiento y nada de lugares abarrotados.
Visitamos el palacio de Artemisa o más bien lo que queda de él. Para encontrar el lugar tuvimos que dar un par de vueltas a la zona (para no perder la costumbre de perdernos) ya que las indicaciones eran escasísimas.

Nos dimos el capricho de tomar un café en el Listón, la versión griega de la Rue de Rivolí parisina. Caro pero exquisito. Además del servicio y los detalles, también nos sorprendió gratamente el color que tomaba Corfú al atardecer. Todo se volvió dorado en sus callejuelas.

Intentamos salir de la ciudad por una zona nueva pero, como siempre, acabamos por el puerto. El nuevo callejeo nos hizo ver más del lugar, refutando la máxima que dice que “para conocer, hay que perderse”. Es la premisa del viajero y nosotros como buenos turistas lo cumplimos a rajatabla (bueno, quizás un poco más de lo que nos hubiese gustado jejejejejeje).
Ya solo nos quedaba ver el Achilleio, el majestuoso palacio de Sissi Emperatriz, situado a escasos kilómetros de Corfú, y de camino hacia nuestro hotel. Cuando llegamos estaban cerrando, pero tampoco habríamos tenido muchas ganas de entrar de todas formas. Un par de fotos rápidas desde la entrada fueron más que suficientes para saciar nuestra curiosidad. No nos llevó mucho tiempo y pronto estábamos de regreso en el hotel preparando la maleta en la habitación antes de bajar a cenar.

