La tarde antes de nuestra partida la pasamos haciendo compras de última hora y realizando todos los preparativos necesarios, que no son pocos, para pasar tres semanas fuera de casa. La tarea más importante es cargar el coche, repasamos la lista varias veces y parece que ya está todo. Vamos llenos hasta los topes, pero al menos somos capaces de meter todo entre el maletero y el asiento de atrás sin grandes dramas. El último paso, llenar el tanque y ya está todo listo para salir temprano al día siguiente.
Madrugamos a las 3.30h de la mañana, tenemos una buena kilometrada por delante y se agradece al menos hacer buen tramo con poco tráfico. La primera parada es el Alcampo de Irún, tan sólo para repostar y allí tenemos una agradable sorpresa, con la tarjeta del Alcampo nos hacen 10 cts de descuento así que nos sale el litro de diesel a un precio prehistórico: 0.98€.
Seguimos sin parar hasta la hora de desayunar, en un área de descanso en las monótonas Landas. La autopista que va hasta Burdeos está sembrada de áreas de descanso, que están muy cuidadas y equipadas contando algunas hasta con parque infantil y duchas. También hay muchas gasolineras, si bien es desaconsejable repostar en éstas porque son mucho más caras que las de los pueblos y sobre todo las de los centros comerciales, tipo Super U o E.Leclerc. En las cercanías de Burdeos ya empezamos a notar cómo se intensifica el tráfico y cuando nos queremos dar cuenta estamos inmersos en un gigantesco atasco. Esto es un clásico, ya que siempre que pasamos por aquí nos sucede igual. Perdemos más de una hora en atravesar la Rocade, aunque para sorpresa mía me lo tomo con bastante paciencia. En el sentido contrario es mucho pero que mucho peor, hay un accidente entre un turismo y un camión (el camión literalmente empotró al coche) y la retención dura kilómetros, kilómetros y kilómetros. No quiero ni pensar cuantas horas estuvo atrapada allí aquella pobre gente…
Nosotros proseguimos en dirección Limoges, a partir de Burdeos ya no hay autopista, pero es una carretera muy cómoda con dos carriles por sentido en la mayoría de los tramos. Encontramos una especie de merendero con zona verde y paramos a comer, nuestro menú de todos los viajes: tortilla y empanada. De Limoges en adelante se acaban los dos carriles y el trayecto es un poco más tedioso. Aún así no hacemos una mala media, a las 16.20h ya estamos aparcados delante del Hotel B&B Montluçon. Aquí nos armamos un poco de lío porque el número de reserva que tenemos no nos permite hacer el check in automático en el cajero del exterior y la recepción está cerrada. Una pareja de franceses que nos ven en apuros nos dicen que a ellos les pasó lo mismo y lo resolvieron llamando a la central de reservas. Llamamos, y después de 10 minutos en espera, nos atienden y nos facilitan el código, pero entretanto la recepción ya está abierta y hacemos el registro normal en el mostrador. Nos cuesta la noche 39.90€.
Para las etapas de tránsito en nuestros viajes siempre solemos utilizar este tipo de hoteles, así que conocemos bien lo que nos vamos a encontrar, salvo esta vez, en la que la habitación resulta sorpresivamente diminuta. Casi no tenemos sitio para pasar y mucho menos para las maletas!
Ya instalados, salimos a conocer Montluçon. Esta vez tenemos suerte porque el hotel está en una zona comercial de las afueras pero hay un paseo por la orilla del río que seguimos y nos lleva al centro, así que evitamos volver a coger el coche, cosa que no nos apetecía nada después de la paliza de kilómetros del día.
Montluçon está situada a orillas del río Cher, tiene orígenes medievales y conserva el plano irregular de callejuelas y casas de entramado, muchas de ellas del siglo XV. Puede que lo más interesante sea callejear tranquilamente e ir ascendiendo poco a poco hasta el castillo para contemplar la panorámica de los tejados de la ciudad desde lo alto. El Castillo de los Duques de Borbón, imponente mole de piedra flanqueada por la torre del reloj, alberga el museo de las músicas populares, cerrado ya en este momento.
Castillo de los Duques de Borbón
Calle del centro
También se encuentra en la ciudad el Museo de la Música Pop, en mi opinión una mole horrible y moderna que en nada armoniza con el resto de la ciudad, y es que para mí cualquier arquitectura pasada fue mejor.
Como anécdota, al oírnos hablar en español un señor se asoma a la ventana de su casa y nos dice: “yo trabajé cinco años en Salou y ahora mismo estoy cocinando…¡una tortilla de patata!”
Después de dar una vuelta nos sentamos a tomarnos unas añoradas Oranginas, por fin, qué ricas!!
Nos retiramos temprano a nuestra habitación para Liliputienses, estamos cansados por el día tan largo y necesitamos recuperar fuerzas para la etapa de mañana.
Madrugamos a las 3.30h de la mañana, tenemos una buena kilometrada por delante y se agradece al menos hacer buen tramo con poco tráfico. La primera parada es el Alcampo de Irún, tan sólo para repostar y allí tenemos una agradable sorpresa, con la tarjeta del Alcampo nos hacen 10 cts de descuento así que nos sale el litro de diesel a un precio prehistórico: 0.98€.
Seguimos sin parar hasta la hora de desayunar, en un área de descanso en las monótonas Landas. La autopista que va hasta Burdeos está sembrada de áreas de descanso, que están muy cuidadas y equipadas contando algunas hasta con parque infantil y duchas. También hay muchas gasolineras, si bien es desaconsejable repostar en éstas porque son mucho más caras que las de los pueblos y sobre todo las de los centros comerciales, tipo Super U o E.Leclerc. En las cercanías de Burdeos ya empezamos a notar cómo se intensifica el tráfico y cuando nos queremos dar cuenta estamos inmersos en un gigantesco atasco. Esto es un clásico, ya que siempre que pasamos por aquí nos sucede igual. Perdemos más de una hora en atravesar la Rocade, aunque para sorpresa mía me lo tomo con bastante paciencia. En el sentido contrario es mucho pero que mucho peor, hay un accidente entre un turismo y un camión (el camión literalmente empotró al coche) y la retención dura kilómetros, kilómetros y kilómetros. No quiero ni pensar cuantas horas estuvo atrapada allí aquella pobre gente…
Nosotros proseguimos en dirección Limoges, a partir de Burdeos ya no hay autopista, pero es una carretera muy cómoda con dos carriles por sentido en la mayoría de los tramos. Encontramos una especie de merendero con zona verde y paramos a comer, nuestro menú de todos los viajes: tortilla y empanada. De Limoges en adelante se acaban los dos carriles y el trayecto es un poco más tedioso. Aún así no hacemos una mala media, a las 16.20h ya estamos aparcados delante del Hotel B&B Montluçon. Aquí nos armamos un poco de lío porque el número de reserva que tenemos no nos permite hacer el check in automático en el cajero del exterior y la recepción está cerrada. Una pareja de franceses que nos ven en apuros nos dicen que a ellos les pasó lo mismo y lo resolvieron llamando a la central de reservas. Llamamos, y después de 10 minutos en espera, nos atienden y nos facilitan el código, pero entretanto la recepción ya está abierta y hacemos el registro normal en el mostrador. Nos cuesta la noche 39.90€.
Para las etapas de tránsito en nuestros viajes siempre solemos utilizar este tipo de hoteles, así que conocemos bien lo que nos vamos a encontrar, salvo esta vez, en la que la habitación resulta sorpresivamente diminuta. Casi no tenemos sitio para pasar y mucho menos para las maletas!
Ya instalados, salimos a conocer Montluçon. Esta vez tenemos suerte porque el hotel está en una zona comercial de las afueras pero hay un paseo por la orilla del río que seguimos y nos lleva al centro, así que evitamos volver a coger el coche, cosa que no nos apetecía nada después de la paliza de kilómetros del día.
Montluçon está situada a orillas del río Cher, tiene orígenes medievales y conserva el plano irregular de callejuelas y casas de entramado, muchas de ellas del siglo XV. Puede que lo más interesante sea callejear tranquilamente e ir ascendiendo poco a poco hasta el castillo para contemplar la panorámica de los tejados de la ciudad desde lo alto. El Castillo de los Duques de Borbón, imponente mole de piedra flanqueada por la torre del reloj, alberga el museo de las músicas populares, cerrado ya en este momento.
Castillo de los Duques de Borbón
Calle del centro
También se encuentra en la ciudad el Museo de la Música Pop, en mi opinión una mole horrible y moderna que en nada armoniza con el resto de la ciudad, y es que para mí cualquier arquitectura pasada fue mejor.
Como anécdota, al oírnos hablar en español un señor se asoma a la ventana de su casa y nos dice: “yo trabajé cinco años en Salou y ahora mismo estoy cocinando…¡una tortilla de patata!”
Después de dar una vuelta nos sentamos a tomarnos unas añoradas Oranginas, por fin, qué ricas!!
Nos retiramos temprano a nuestra habitación para Liliputienses, estamos cansados por el día tan largo y necesitamos recuperar fuerzas para la etapa de mañana.