Viernes 11 de septiembre. No me di cuenta del día especial hasta que me acordé en inmigración mientras esperaba la deportación. Hoy tengo una visita programada a las 10 así que salgo temprano. Como el hotel no incluye desayuno, pararé por el camino en alguna cafetería de los años 50 con camarera en patines sirviendo café por las mesas. Bueno, quizá veo demasiadas películas. El caso es que busco el pueblo con más pinta de típico que encuentre y la cafetería más parecida a la de cualquier serie de televisión. Me apetece una "American pie" y esta cafetería tiene varias a la vista, así que para adentro.
Llega el momento de lidiar con los paisanos. La camarera (se ve pinta de restaurante regentado por una familia) se extraña nada más empezar que le pida un vaso grande de leche sola. ¿Qué pasa que en América solo se bebe whisky?


Tiene buena pinta el pastel de manzana, así que le pido una porción. Tarda un rato con la leche y el pastel, y yo tardo demasiado poco en darme cuenta de que el pastel tiene sorpresa: ha estado demasiado tiempo fuera y esta noche ha cogido pelo. ¿Cómo es posible que en una cafetería te sirvan un pastel mohoso? ¿Cómo lo pueden tener fuera con este calor y humedad? ¿Esto es américa? Protesto cortésmente, se disculpa brevemente (una disculpa muy light para lo que me estaba ofreciendo) y le pido que me lo cambie por pastel de cerezas (en septiembre) porque ya veo que si le pido de nuevo el de manzana es capaz de limpiarle el moho y traerlo de vuelta. En fin, 7$ por una porción de tarta de cerezas y un vaso de leche. La experiencia no ha sido muy allá que digamos.



Desayunado de aquella manera, me dirijo al motivo por el que adelanté mi viaje a USA: La Casa Farnsworth. Hace dos años no pude porque era marzo y las visitas comenzaban en abril. Es un ejemplo de los más importantes de la arquitectura moderna y estaba a punto de visitarla.
La casa está situada en medio del campo, junto a un río, con una finca enorme que protege las vistas y los visitantes. Hay que llegar a una oficina de recepción de visitantes y desde allí caminar hasta la casa por un sendero de tierra. Lo que no me imaginaba era la sorpresa que me iba a encontrar.
Las visitas son guiadas y con horario establecido. Yo reservé para la primera del día, a las 10 de la mañana. Cual será mi sorpresa que me encuentro que soy el único visitante del turno de las 10. Durante las dos próximas horas tendré a mi entera disposición una de las casas más importantes de la historia de la arquitectura, así como todo el entorno y parcela de la misma, además de un guía para mí solo. El guía me comenta que lleva allí más de diez años y no recuerda un tour de una sola persona. Podré hacer las fotos que quiera sin que nadie salga inoportunamente, como si la casa fuese mía.
Esto y el euromillones, a la par.
















Para hacerse una idea de lo moderna que fue la casa en su momento, se diseñó en los años 40 y se construyó en 1951.
La verdad no me esperaba esto. Ha sido una gran suerte (a lo mejor para compensar el trago de inmigración)





De nuevo en ruta, rumbo oeste noroeste, en busca del Rio Mississippi , para dar el salto al estado de Iowa. Como en todos los viajes que realizo, me gusta buscar aquellos lugares más turísticos o simplemente especiales que me puedo encontrar. El estado de Iowa no es que sea precisamente un derroche de parques nacionales y paisajes espectaculares. Si alguien conoce algo de Iowa aparte de ser el primero que realiza las primarias presidenciales de USA, que me lo diga. (Bueno que me lo hubiera dicho)

Buscando en la web de parques de USA, veo que en Iowa hay una ruta llamada Grant Wood Scenic byway, que no deja de ser una carretera comarcal que recorre los típicos paisajes y pueblos de esta parte del país.
Cruzo el Gran río por el puente de Fulton, IL a Clinton, IA y remonto el río hasta la localidad de Bellevue, que es donde la Scenic Byway empieza. En Bellevue asalto el Subway de rigor y me hacen el atraco del siglo en la gasolinera, al no darme cuenta de que el precio mostrado era por pagar en efectivo y no con tarjeta.

La ruta en sí no es gran cosa, salvo porque es la típica ruta de carretera entre campos de maíz y pueblos típicamente típicos del rural americano. Campos de maíz, graneros, tornados, llanuras interminables, cazatornados (stormchasers), vacas, más maíz, trenes largos… Es una buena alternativa a seguir siempre por la autopista.





Las últimas horas de la tarde las dedico al sur de Iowa City, que es famosos por sus granjas amish. Obviamente, ellos no se consideran atracciones de feria, por lo que no los esperes al pie de la carretera para hacerte una foto con ellos. Tienes que hacer una ruta por las carreteras locales para descubrir aquellas granjas que denotan la presencia de amish. Si ves una granja sin ranchera en la puerta, es muy probable que sea una. También se nota por los arcenes de la carretera, que están de tierra para permitir que esta gente circule con sus carromatos sin influir en la circulación moderna. En un par de ocasiones pude ver alguno con sus típicos sombreros de paja y vestimenta peculiar.
El día por hoy no da para más. Esta noche toca dormir en Iowa City. Airbnb me ha proporcionado alojamiento en el sótano de la casa de una bruja de Salem… Es broma, la señora muy amable me ofreció una habitación enorme que ocupaba todo el sótano de su casa: dormitorio, salita, baño, nevera, microondas… cabría el coche dentro.
Solo me fastidia la puñetera manía de no poner farolas en los barrios residenciales. Así no hay quien encuentre la casa si llegas de noche.
En fin. Si mañana sigo vivo y sin hechizos, toca más ruta al oeste. Entramos en Nebraska!
